jueves 25 abril 2024

Polymarchs

por Arouet

Al Trampas le tiene sin cuidado el calor sofocante de la noche; ni siquiera lo desconcentra del ritmo que lleva tronando los dedos para acompañar a los Jackson Five –Never can say goodbye– el olor fétido del río de los Remedios por donde ahora camina entre cascajo, basura y quelites; el Trampas mira las luces que alumbran al cielo de Ecatepec, entre la bruma del humo de las fábricas, en un suburbio que se encuentra en la orilla de la ciudad de México, al oriente; anda casi al final de la primera sección de Valle de Aragón a un costado del cine “Pedro Infante” que anuncia el estreno de Alien, el octavo pasajero.
El chico como de 16 años, delgado y de estatura mediana, se dirige a un patinerama, el Fast One que parece una bodega enorme aunque ahora se viste de gala porque estará el gran espectáculo de luz y sonido que es Polymarchs junto con el mejor Disc jockey de la música disco en estos momentos, Tony Barrera (tan jovencito como el Trampas), uno de los grandes de Latinoamérica que recorría el país con su versión en mezcladoras de You Make Me Feel, del gran Sylvester –aún faltaban cinco años para que surgiera Do not stop, pero eso no debe distraernos del relato–
En los terrenos baldíos que surca el Trampas, esporádicamente se oyen las raudas patas de una rata o dos, así como varios mustios zumbidos de las moscas, pero en general impera el silencio. A más o menos tres kilómetros de ese lugar, los acordes electrónicos emanados del bodegón retumban en las nubes y rebotan en el entusiasmo del Trampas, quien sabe que la diosa negra siente el amor merodeando el vestido púrpura entallado hasta por el sudor del epicentro que motiva a la cadera (”Oooh, it’s so good, it´s so good…”) en tanto extiende los brazos majestuosa, como hacen los cisnes negros con las alas. Él sólo concentra el baile en Donna Summer, ni siquiera imagina que está escuchando el futuro, el High Energy y menos, eso es cosa de expertos, que eso se debe también a grupos como Tangerine Dream.
El Trampas, mejor conocido por su madre como Alberto, está a unos 300 metros de llegar (en tanto Tony homenajea con Only the strong survive a Jerry Butler, el padre de la música disco que hace pedazos a los pedantones del rock que menosprecian al género). Antes de entrar a ver a sus amigos, quiere supervisar que todo esté impecable. Enciende un cigarro Viceroy y luego de dar una fumada profunda, sostiene el tabaco entre los labios entrecerrando la vista como si en realidad el humo le incomodara. Entre la basura coge papel periódico que registra la reciente visita de Juan Pablo II a nuestro país y limpia sus zapatos Crayons rojos de tacón transparente anaranjado (al fondo suena Patrick Hernández con Born to be alive); sacude las manos, vuelve a fumar y sacude bien sus pantalones Sergio Valente, a los que les reafirma el dobladillo con los dedos, y huele otra vez la loción Paco Rabanne que trae embadurnada en esa camisa blanca edoardos. Todo parece en orden (tira la colilla del cigarro) y entra al lugar para encontrarse con el Talachas y el Apá.
La música tiene muy altos decibeles y las luces de colores no cesan –los destellos surgen de varias bolas gigantes formadas con pedazos de vidrio–; disculpen que deba escribir a gritos. Disco Inferno está a todo volúmen mientras Alberto camina entre empellones buscando a sus amigos y ya con una cuba entre las manos. (Saaatisfactiooon, pum, pum, pum) El reiterado compás de cuatro por cuatro no desvanece del todo la reminiscencia soul y los jóvenes alzan las manos en tanto corean a Village People y Guai em si ei. Son felices, y creo que lo son por ignorar los actos asesinos de ETA y por valerles madre la reciente visita de Jimmy Carter al país, el triunfo aplastante del PRI en las elecciones (donde Cuauhtémoc Cárdenas e Ifigenia Martínez ocupan sus escaños y Porfirio Muñoz Ledo apacigua su creencia de ser Presidente de la república por ese partido) o digamos la victoria electoral de Margaret Thatcher, la dama de hierro.
Esperen un poco, yo también voy por Bacardí con tehuacán no más pintado y muchos hielos.
Otra vez dispensen los gritos. Está claro que no estamos en el Studio 54 de la Gran Manzana sino en una bodega rectangular como para apilar miles de pollos, con un techo de lámina de donde caen gotas del sudor de estos seres enfebrecidos que nimban su alma a partir de la apariencia y que al menos ahí, como aves provistas para el consumo, son iguales. Ese es el prodigio de las marcas, en los pies Nike, Pony, Tigers o Kangaroos (de piel, claro está), si es en las piernas para las mujeres satín negro, rojo y plateado, aunque para ellas y los hombres están los pantalones Carrera, Jordache y los que trae el Trampas –pero de Hong Kong para que valga la pena–.
Ahora suena I will survive con Gloria Gaynor y los enormes bafles parece que van a reventar; cientos de cuerpos bailan, gritan, restregan los sexos entre la ropa y unos hasta por abajo de ésta. Apolinar, Mary y Alicia, los tres de apellido Silva (por eso Polymarchs) cantan con todos ellos. Es la apoteosis mientras el Trampas, el Apá y el Talachas ya encontraron doncellas en quienes desfogar la fiebre:
Go on now go walk out the door
Just turn around now
Cause you’re not welcome anymore
Weren’t you the one who tried to hurt me with goodbye
Did you think I’d crumble
Did you think I’d lay down and die
Oh no, not I
I will survive

 

Mientras los veo me acerco a Tony y le exijo que ponga Presumida de Frank Loverde, sí, sé bien que para esa canción aun faltan siete meses pero él y Sylvester, son dos grandes de la disco que murieron por el VIH pero, sobre todo, creo que murieron antes debido a que la industria les quiso acallar el sexo y por eso ignoró su talento hasta que parecían hombres (no sé porqué pero también recuerdo que a Tony lo masacraron en 2003 por sus preferencias sexuales). En ese momento me interrumpe Alberto que conduce el taxi rumbo a casa, y me pide recordar la vorágine que significó la disco hace 37 años, tanto, dice el Trampas, que no sólo Kiss le entró al baile sino también Rod Stewart y hasta los Rolling Stones.
Al llegar a nuestro destino, el señor Trampas bajó del auto para que nos fundiéramos en un abrazo mientras le pido que me salude a Humberto, el Apá. Y él responde “cómo no mi Talachas”.
(En su auto apenas se escucha Radio Universal, parece que es Abba, pero eso no cabe en este recuerdo)

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