viernes 29 marzo 2024

Plagio, probidad y rating

por Luis Castrillón-RST

Que quede claro: el plagio de un documento es un delito. No hay confusión al respecto, la falta de probidad del presidente Enrique Peña Nieto queda una vez más expuesta.


La revelación hecha en el portal de Aristegui Noticias, a partir del análisis de expertos -que hasta ahora desconocemos- y que afirma haber sido corroborado por su equipo de investigación, sobre el uso de argumentos de otros autores en la tesis con la que se tituló el actual presidente Enrique Peña Nieto, sin citarlos o colocar los respectivos entrecomillados, demuestra un hecho grave y totalmente cuestionable.


Pero eso ya lo sabíamos, lo de su baja probidad. La investigación, porque no es un reportaje en el sentido estricto del género periodístico, lo que hace es aportar más elementos que evidencian esa falta en Peña Nieto.


El problema está en la forma, y en este país, como en muchos otros, la forma es fondo.


A saber:


No puede ignorarse el contexto de la “revelación”. Este lunes 22, Televisa inició -al aire- su nuevo proyecto de noticias, buscando posicionarse mejor entre la audiencia interesada en la información periodística.


Considerar lo anterior no es poca cosa: de acuerdo con el último estudio sobre consumo de medios publicado por el Instituto Federal de Telecomunicaciones, 8 de cada 10 encuestados ven televisión abierta. Los mismos encuestados afirmaron que lo que más ven en TV abierta, son telenovelas y noticias.


Puede afirmarse entonces, que hay oportunidad de posicionar mejor una noticia en televisión abierta que en un sitio web, e incluso en un medio impreso.


Frente a esos datos, ¿qué probabilidades tiene un contenido periodístico de impactar en el público de medios de información y entretenimiento un domingo por la noche, en franca competencia con una barra de entretenimiento fuerte y consolidada en la televisión mexicana? Mínimas.


Sin embargo, Carmen Aristegui no solo cuenta con el portal de noticias que lleva su nombre, sino también con el respaldo de otros medios como Reforma y CNN, además de los cientos de portales que generan un mínimo de contenido propio y que saben que cualquier nota que le pegue al presidente Peña Nieto elevará la medida de visitas y clicks.


Entendido lo anterior: la publicación de la revelación lleva también el propósito de afianzar el posicionamiento de Carmen Aristegui en la oferta periodística -a lo cual tiene todo el derecho, eso es indiscutible- a través de la repetición de la nota informativa sobre el plagio del presidente en todos esos otros medios.


Pero… ¿y Televisa? ¿cuál sería la reacción de la nueva barra de noticias de Televisa? ¿retomarían la nota con el mismo sentido, la denuncia, o para darle espacio a la contraparte, en este caso Presidencia de la República y otros funcionarios para responder y acaso tratar de defender la figura institucional de Enrique Peña Nieto?


En síntesis: apostar a lanzar una nota de este tipo en un domingo por la noche, incluso con toda la campaña preventiva hecha en la web durante el fin de semana sería una locura, a menos que estuviera relacionada con el público objetivo, que ese público que ve noticias en México las buscara el domingo en la noche… momento, ¿un día antes del inicio de clases? ¿la última noche de vacaciones?


A menos, claro que el objetivo fuera también ampliar el impacto de la publicación en otros medios de información en la web fuera de México, cuya sociedad consume más productos noticiosos y, por ende, demanda de esos medios rutinas de trabajo y publicaciones diferentes a las que tenemos en el país o incluso que se encuentran en otro huso horario.


Seguramente el cálculo de Carmen Aristegui y su equipo dio los resultados esperados: colocarla de nuevo en la palestra del consumo de contenidos periodísticos, pero sobre todo afianzar aún más su figura mistificada de heroína frente la iniquidad.


La investigación la vuelve a poner como la única capaz de enfrentarse a la maldad encarnada por Enrique Peña Nieto, porque ya ni siquiera es desde la perspectiva institucional, ya no es el presidente, es Enrique, casi así, Enrique a secas, el enemigo a vencer.


Por eso el problema es la forma, que parece definitivamente fondo. Genera confusión. Orilla a quitarle impacto al hecho, a reducirlo al “ah, una más de Peña”, a la burla y al escarnio más que a la reflexión.


El problema está en que cada revelación de este tipo, parece tener dejar de tener como fondo la exposición pública de eso que conocemos como la verdad periodística, sino una lucha por demostrar quien sí es probo, una contienda por el rating entre una periodista y el presidente.

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