martes 16 abril 2024

Yo ¿pecador?

por Regina Freyman

A mis alumnos por un año de hurgar entre pecados Yo confieso ante Dios todo poderoso y ante vosotros hermanos que he pecado mucho…

Por caminos diferentes he llegado a los pecados. No habla de mi conducta aunque la conclusión se parezca, digamos que me interesa todo aquello que proviene del deseo y al tratar de entender ese detonador que conduce nuestros pasos me topo con el tan cristiano pecado y sus siete modalidades, mismas que han dado pie a libros, películas, y hasta paletas de chocolate. Lo interesante del tema es que el inventario de siete pecados surge como un código ético para mesurar los placeres. Son la expresión de la ética social y comunitaria del medioevo que tenían la función de advertir sobre los peligros que podrían asechar a las almas. La mesura es el tamiz por el que pasa la conducta y el pecado es siempre un acto desordenado, excesivo. ¿Pero son del todo malos?, ¿nuestro cuerpo está hecho para pecar? ¿Siguen siendo válidos o la lista se ha incrementado? Lo que sigue a continuación es la colección de datos que encontré en mi viaje por los caminos del deseo.

Dicen los expertos que la sociedad de consumo nació en el siglo XVIII, y toda ella vive y se sostiene gracias a los vicios privados que se convierten en virtudes públicas; toda nuestra arquitectura capitalista está pensada para dar gustos a personas que tienen deseos. Algo que Rosseau ya sabía pero que concibe como un mal social, decía que los hombres nacen naturales y felices porque no tienen deseos, pero en el momento en que se reúnen aumenta la concupiscencia. Sus nombres han cambiado, en origen eran: vanagloria (orgullo, soberbia), avaricia, glotonería, lujuria, pereza, envidia, ira. El término «capital » no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da origen a muchos otros pecados, es decir son una especie de compuerta que desata otros muchos actos nocivos. El concepto moderno de los siete pecados capitales está vinculada a las obras del monje Evagrio Póntico en el siglo IV, quien enumeró ocho malos pensamientos, posteriormente el Papa Gregorio I Magno, sexagésimo cuarto Papa, revisó esta lista y los redujo a siete, número que en ese entonces, se pensaba divino y equivalente a los planetas. En el Libro de los Proverbios, el rey Salomón dijo que el Señor específicamente se refiere a “Seis cosas que el Señor aborrece y el séptimo que su alma detesta”.

Los ojos altivos.

La lengua mentirosa.

Las manos que derraman sangre inocente.

Un corazón que maquina pensamientos inicuos parcelas.

Los pies presurosos para correr al mal.

Un testigo mentiroso que difunde mentiras.

El que siembra discordia entre hermanos.

Mnemotécnicamente “Saligia” es una palabra inventada sobre la base de las primeras letras en latín de los siete pecados capitales: superbia, avaritia, luxuria, invidia, gula, ira, acedia.

Lo peor de la conducta debía ser representado por una imagen tenebrosa y por ello Peter Binsfeld recopiló de fuentes anteriores y asoció cada pecado con un demonio, que tentaba a la gente :

-Asmodeo: Lujuria

-Beelzebú: Gula

-Mammon: Avaricia

-Belfegor: Pereza

-Amon: Ira

-Leviatán: Envidia

-Lucifer: Soberbia

Desde la aparición de los diez mandamientos se privilegió una relación vertical con dios, concebir estas conductas nocivas presupone un cambio moderno para la época ya que suponen un orden horizontal entre los hombres que privilegia la introspección y el auto juicio. Esta noción de pecado terminó por ser absuelta en la época moderna, cuando la penitencia dejo de ser la forma de resolución de conflictos sociales.

Dante y el infierno

Su infierno está dividido en nueve círculos concéntricos de los pecados todos clasificados en tres malas disposiciones (Aristóteles)

1. La incontinencia. Los que no saben frenar sus instintos: lujuriosos (círculo 2), glotones (círculo 3), avaros y pródigos (4), iracundos (5)

2. La bestialidad. Violencia: heréticos (6),violentos (7) dividido en tres recintos- los violentos contra el prójimo, contra sí mismos y los violentos contra dios.

3. La malicia. Engaño: fraudulentos (8 dividido en 10 bolsas Traidores (9) dividido en tres regiones- Caína=traidores a los familiares; Tolomea= traidores a los huéspedes; Judeca= traidores a la iglesia y al imperio.

Mucho de la narrativa del pecado y las instancias donde este se purga provienen del esfuerzo narrativo de Dante Alighieri, desde el exilio imaginó el rostro del infierno tomando algunas ideas de la mitología y la filosofía griegas y ordenó el purgatorio, a través de Virgilio confiesa en el canto XI, que el orden de las penas, depende de la Ética Nicomaquea de Aristóteles que prefigura una jerarquía del mal basada en el uso de la razón. La elección de las penas sigue la “Ley del contrapaso”, que castiga los pecadores mediante el contrario de sus pecados o por analogía a ella. En ese sentido, los pecadores más “cercanos” a dios y la luz, están en los primeros círculos, son los incontinentes. Siguen los violentos, que fueron cegados por la pasión, si bien a un nivel de inteligencia mayor que los primeros. Los últimos son los fraudulentos y los traidores, que quisieron y realizaron el mal conscientemente.

(La Universidad de Texas tiene un magnífico mapa interactivo del infierno http://danteworlds.laits.utexas.edu/index2.html)

Dante Alighieri en el poema de “El Purgatorio”, define la envidia como “Amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos.” Y como es una pasión provocada por la vista el castigo para los envidiosos es el de cerrar sus ojos y coserlos, porque habían recibido placer al ver a otros caer.

Pecados y sentimientos

José Antonio Marina sostiene cierta nomenclatura afectiva en su obra El laberinto sentimental, en la que divide los fenómenos sentimentales en: afecto, sensaciones de dolor y placer, deseos y sentimientos, subdividiendo éstos en cuatro grupos según su intensidad como: estados sentimentales, emociones y pasiones. Posteriormente en su “Diccionario de los sentimientos” establece mapas léxicos que agrupan la información por tribus. Sirven para tener una visión de conjunto del mundo afectivo. Son 22 tribus que se dan en todas las lenguas que integran 70 clanes. Basado en este texto y otras fuentes que se refieren al final se hace el siguiente inventario de los pecados.

1. Soberbia (tribu XXI experiencias derivadas de la evaluación positiva de uno mismo: orgullo, pundonor, soberbia)

En casi todas las listas de pecados es considerado entre todos como el original y más serio de todos, fuente de la que derivan los demás. Según la Biblia, es cometido por Lucifer al querer ser como dios. Es la sobrevaloración del yo respecto de otros, en la opinión de uno mismo exaltada a un nivel crítico y desmesurado (prepotencia).

El principal matiz, el orgullo es disimulable, e incluso apreciado, cuando surge de causas nobles o virtudes, mientras que a la soberbia se la concreta con el deseo de ser preferido a otros. Santo Tomás de Aquino la llamaba la madre de todos los vicios. “Apetito desordenado de la propia excelencia”, para los griegos antiguos solo había una conducta imperdonable el hybris sobre la cual caerá la némesis. Pero antes de explorar este interesante concepto griego, cabe señalar que la soberbia se confunde con la vanidad y con el orgullo y aunque podrían ser trillizas no son idénticas.

Vanidad

Deriva de la soberbia, viene del latín vanitas, vanitatis (cualidad de lo vano, pura apariencia, fraude, presunción de que se posee algo cuando el interior está vacío). El vocablo se deriva del adjetivo vanus (vano, hueco, vacío) de donde proceden también vano, desván, desvanecer o hilván. Se le atribuye a este vocablo una raíz indoeuropea *eu-2 (vacío), que dio también en latín: El verbo vacare (estar vacío, estar desocupado), verbo que nos proporciona palabras como vacío, vacar, vacante, vacación, vagar, vago, vacuo, vacuidad, vahído, vaguada o evacuar. El vanidoso se contempla a sí mismo como el Narciso enamorado de su reflejo, toda su atención se fija en sí y se olvida de los otros.

Orgullo

Es una forma de amor, un modo de comportarse más que un sentimiento, es la alta opinión de uno mismo, amor propio, puede derivar en egolatría. La humildad debe hacer razonable al orgullo. En inglés pride = tiene dos connotaciones, la negativa, es el hybris o soberbia, un inflamado sentimiento de superioridad personal, o sobrevaloración de las propias decisiones y acciones. Su implicación positiva es el orgullo, que se refiere a un sentido de aprecio o amor a uno mismo o a un grupo de pertenencia, independencia y hasta autosuficiencia. El Oxford Dictionary, dice que proud viene de un término inglés antiguo prut, del francés prud “valiente”. Al orgulloso puede identificarse con un alto estatus social, pero también puede ser una forma de rechazo a la verdad. Para San Agustín era el amor a la propia excelencia, su opuesto sería, en este caso, la humildad, culpa o sensación de fracaso. Por lo anterior el orgullo puede ser visto como vicio ( cristianismo y judaísmo) o virtud (Aristóteles, Bernard Shaw). Aristóteles identificó el orgullo como la corona de las virtudes, que lo distinguen de la vanidad, la templanza, la humildad.

Soberbia

Deseo de ser preferido a los demás, evaluación positiva de uno mismo acompañada por desdén por los demás, desprecio. La palabra soberbio viene del latín superbus (el que está por encima, altanero). Superbus es un derivado de super, adverbio, preposición y prefijo que significa “por encima”. De él se derivan muchas palabras latinas, algunas de las cuales nos han quedado, como superar, superior, insuperable o supremo, superviviente, superlativo, etcétera.) o con sobre-, que es la versión patrimonial del prefijo latino super- (sobreponerse, sobreseído, sobresalto, etcétera).

Se confunde fácilmente al orgulloso, al vanidoso y al soberbio pero las historias de las palabras difieren. El orgulloso puede ser autosuficiente, para Hegel era la suprema independencia de la consciencia, aunque al orgulloso le gusta la admiración del grupo, la busca a la distancia. Tanto el soberbio como el vanidoso requieren ser preferidos y halagados sobre otros. Pero el vanidoso se contenta con la atención mientras que la competitividad del soberbio lo lleva a compararse con el mismísimo dios, lo que nos lleva al hybris o hubris.

Hybris

Concepto griego que puede traducirse como ‘desmesura’ en la Antigua Grecia aludía a un desprecio temerario hacia el espacio personal ajeno, unido a la falta de control sobre los propios impulsos, se consideraba un sentimiento violento inspirado por las pasiones exageradas, considerada enfermedad por su carácter irracional y desequilibrado, regido por el Ate (la furia o el orgullo). El hybris era a menudo el ‘trágico error’ o hamartia de los personajes de los dramas griegos, desafiar al destino o querer acometer hazañas que le eran propias a los dioses. Debe su nombre al peñón de Gibraltar, o columnas de Hércules que eran tan altas que quien se atrevía a subir allá cometía un arrogante acto de desmesura. Algunos personajes castigados por hybris fueron Edipo que desatendió al oráculo, casó con su madre, mató a su padre y se sacó los propios ojos; Ícaro, quien desatendiendo el consejo de su padre quiso volar hasta el Sol provocando la caída de sus alas y su propia muerte; el legendario rey Minos que al no obedecer a Poseidón tuvo por hijo al monstruoso minotauro o Tiresias que se atrevió a espiar desnuda a la virginal Atenea y desde entonces es ciego y bisexual. La soberbia puede llegar a ser una forma de menosprecio que niega la cualidad humana a los otros, de ella emana el racismo, muchos periodos históricos y sociedades han privilegiado la soberbia racial, un mundo digno debe luchar contra esa injusticia que encarna el valor antidemocrático por excelencia, a quienes la practicaban los antiguos griegos los condenaban al ostracismo. La característica principal del soberbio es el miedo al ridículo, carecen de sentido del humor. La humildad es su contrario, pero su extremo pernicioso es la humillación.

En la Universidad Estatal de Montclair en las afueras de Nueva York, se hacen estudios anulando ciertas partes del cerebro mediante la estimulación magnética transcraneal (TMS). La idea es simple, al parar una parte determinada del cerebro, la parte frontal, sucede algo interesante. “Lo que normalmente vemos, es una pequeña sensación de autovaloración”, dice el profesor Julian Paul Keenan, director del laboratorio de neuroimagen de Montclair. Curiosamente, el trabajo de Keenan muestra que el autodesprecio se origina en la misma zona. Estos se encuentran tanto en los lóbulos frontales, la parte del cerebro que nos hace humanos dando lugar, entre otras cosas, la conciencia de nosotros mismos.

El orgullo nos habla de un sentimiento de satisfacción por los esfuerzos y logros, y no hay nada que parezca ofensivo al respecto. Y sin embargo, el orgullo no sólo se considera un pecado, sino el peor de los siete, la fuente de la que surgen todos los otros. Se considera el enemigo público número uno en la fe cristiana, pero ¿cómo le va en el ámbito de la psicología? Bueno, eso depende de qué tipo de orgullo. El orgullo auténtico es mucho más saludable que la arrogancia, ayuda a ser extrovertido, agradable, más estable emocionalmente, consciente y abierto a nuevas experiencias, ayuda a tener menor propensión a la depresión, evita la fobia social, la ansiedad y la agresión; los orgullosos están más satisfechos con sus relaciones y reciben con agrado el apoyo social, tienen una autoestima más alta, lo que confiere mayor felicidad. Por otro lado, el orgulloso desmesurado tienden a ser más agresivo, a tener más fobia social, a ser más ansiosos; tienden a tener peores relaciones y se sienten menos apoyados por quienes les rodean. Curiosamente, el orgullo no solo surge del esfuerzo y la persistencia en el logro de un objetivo, cuando es inducida artificialmente, de hecho puede reforzar la perseverancia y la seguridad. Personas a quienes se les estimula el orgullo sobre sí mismos aunque sea con mentiras, tienden a generar más confianza en sí mismos y se tornan más perseverantes en sus objetivos.

Al parecer, una parte importante del orgullo consiste en la creencia de que uno tiene el control de los acontecimientos de la propia vida.

2. Envidia (tribu XI el bien de una persona provoca malestar en otra, envidia, celos)

Schadenfreude es una palabra alemana que designa el sentimiento de alegría creado por el sufrimiento o la infelicidad del otro. El término en español es regodearse, definido por la RAE como complacerse maliciosamente por lo que le ocurre a otra persona. Su antónimo es el concepto budista mudita, felicidad por la fortuna de otro.

La percepción del bien de una persona provoca malestar en otra. Tristeza por la alegría o éxito del otro. Si el éxito es inmerecido surge la némesis, representación mítica de la cólera de los dioses ante la desmesura de los hombres, en español la llamamos indignación. La envidia negativa padece el bien ajeno aun cuando es merecido, es una especie de rabia que Luis Vives consideraba hija de la soberbia y madre del odio. “Llora cuando los demás ríen y ríe cuando todos lloran”. Para San Gregorio las hijas de la envidia son: odio, murmuración, detracción, alegría por la adversidad del prójimo y la aflicción en la prosperidad. El envidioso se recome. Bertrand Russell sostenía que la envidia es una de las más potentes causas de infelicidad, el más desafortunado aspecto de la naturaleza humana, porque quien envidia no sólo sucumbe a la infelicidad que le produce su envidia, sino que además alimenta el deseo de producir el mal a otros. Es una forma de tristeza o pesar por el bien ajeno, es la imagen espectacular invertida de la misericordia, que supone la tristeza por las carencias del otro.

“La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come” nos dice Francisco de Quevedo y Dante la define como «amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos». Su órgano son los ojos, mira oblicuamente. Procura el mal al envidioso y al envidiado, el envidioso es el más desgraciado de los hombres.

Los romanos expresaban este mal en una diosa, Invidia, diosa de la venganza y los celos. Sus equivalentes en la mitología griega eran Némesis: diosa de la justicia retributiva, la venganza y la fortuna. Castigaba a los que no obedecían. Recibía los votos y juramentos secretos de su amor y vengaba a los amantes infelices por el perjurio o infidelidad. Hesíodo la cree hija de la oscuridad y la noche (Érebo y Nix). Castiga sobre todo la desmesura, medía la felicidad y desdicha de los mortales, ocasionaba crueles pérdidas cuando habían sido favorecidos en demasía por Fortuna. Intenta dejar claro a los hombres que, debido a su condición humana, no pueden ser excesivamente afortunados ni deben trastocar con sus actos, ya sean buenos o malos, el equilibrio universal. Su casa está sucia de sangre negra, se oculta en un valle donde el sol no brilla, y no sopla el viento. Una niebla negra y espesa envuelve el lugar, su comida habitual es la carne de serpiente. Nunca sonríe, excepto cuando alguien más tiene problemas. No duerme bien, odia el éxito de todos los demás. Ella misma es su propio castigo.

El área del cerebro que se enciende con la envidia, también está involucrada en el procesamiento del dolor físico, por lo que la envidia es una emoción dolorosa. Hay un elemento positivo o constructivo de envidiar: nos motiva a mejorar nuestro propio desempeño. Compararnos con los demás es una parte natural del ser humano. De hecho, es algo que difícilmente se puede evitar y a pesar de que se nos enseña a ser feliz con lo que tenemos, podemos encontrarnos deseando lo que no tenemos. Pero hay otro aspecto, aún más oscuro de la envidia, que no se limita a desear para nosotros lo que otros tienen, sino que queremos que carezcan de lo que tienen, es lo que los psicólogos llaman la envidia maliciosa.

Compararnos con los demás que son más inteligentes, más creativos, más talentosos, o expertos, puede aumentar estas características en nosotros. Por ejemplo, en un estudio a un grupo de jóvenes universitarios se les hizo leer un artículo acerca de el logro de otros estudiantes universitarios, otro grupo leyó un artículo aburrido sobre un tema común. Luego ambos grupos presentaron pruebas de creatividad, los primeros se sentían estimulados y su puntaje fue mejor. En otro estudio, a niños en Holanda se les dio la oportunidad de compararse con sus compañeros de clase durante un año escolar completo. Los estudiantes generalmente prefieren compararse con estudiantes más sobresalientes que ellos, quienes así lo hicieron en un año mejoraron significativamente sus calificaciones. Parece ser que observar a alguien que es más hábil puede abrirnos los ojos con respecto a lo que es posible o alcanzable, en segundo lugar, la observación de alguien que es más hábil proporciona información valiosa sobre cómo mejorar el propio desempeño. Finalmente, la observación de un experto proporciona la motivación para hacerlo mejor.

Hay algunas advertencias importantes al compararnos con otras personas, debemos hacerlos con aquellos que están en posiciones similares pues compararnos contra quienes nos aventajan demasiado puede resultar en detrimento del autoconcepto y la autoestima.

3. Lujuria (pertenece al clan amor erótico de tribu I deseo: movimiento hacia, acompañado de tensión y desasosiego)

La concupiscencia y la lujuria son una desmesura semejante en el deseo de placeres sexuales. San Agustín distingue tres grandes deseos: ansia de dinero; lujuria y afán de poder, estos son regulados por la “virtud civil”. Viene del latín luxuria (abundancia, extravagancia). Por eso esta palabra se bifurcó en dos semánticas una de “lujo” (en abundancia de lo que no necesitas) y la segunda en vicio (abundancia o apetito carnal). Deriva del adjetivo luxus (dislocado, salido de su normal situación, desatado). En latín luxuria no se refería a excesos de tipo sexuales, sino al derroche y la ostentación desmedida. Es San Agustín, el que identifica al lujo y al adorno con un pecaminoso síntoma de deseo sexual. Todas las grandes culturas politeístas poseen su propio dios de la lujuria:

Venus: mitología romana.

Tlazolteolt: mitología azteca.

Anuket: mitología egipcia

Kamadeva: dios hindú.

Afrodita: mitología griega, diosa del amor carnal, la lujuria, el erotismo, la voluptuosidad, y la procreación.

Emilio Temprano nos da una lista de actos carnales y sus nombres:

La obra consumada con una soltera: fornicación

Con una casada: adulterio

Con una persona del mismo sexo: sodomía

Con una virgen: estupro

Con una parienta: incesto

Con una religiosa: sacrilegio

Con animales: bestialismo

Con uno mismo: masturbación

Las hormonas que rigen el proceso de lujuria son para el deseo erótico la testosterona; para el amor romántico la dopamina y para el apego, la oxitócica. El deseo sexual consiste en un “complejo de reacciones fisiológicas, respuestas cognitivas y emocionales, y cambios de comportamiento”, evolucionó en nuestra especie como un mecanismo que nos ayuda a transmitir nuestros genes a la siguiente generación. Un estudio reciente identificó 237 razones por las cuales los hombres y las mujeres tienen relaciones sexuales. Estas incluyen estar borracho, conseguir un ascenso, celebrar una ocasión especial, y el deseo de comunión con dios, así como el deseo más mundano de sentirse amado y simplemente estar excitado.

Una de las mejores maneras de aumentar la probabilidad de alcanzar nuestro objetivo y seducir, es mediante un comportamiento más noble lo que pueda atraer al sujeto de nuestro deseo. Una conducta noble y altruista resulta muy seductora.

Hay muchas similitudes entre lo que encuentran atractivo ambos sexos, pero también hay algunas diferencias significativas. Por ejemplo, los hombres y las mujeres tienden a sentirse atraídos a los miembros del sexo opuesto que son agradables y afables, sin embargo, las mujeres también tienden a sentir atracción hacia los hombres valientes que muestran cualidades que no son totalmente coherentes con amabilidad y ayuda, tales como el liderazgo y el prestigio. Cuando a las mujeres se les hace sentir sexy son más susceptibles a comportarse de una forma útil. Otros beneficios del comportamiento lujurioso tiende a inducir en ambos sexos mayor creatividad y mejora en el pensamiento analítico, una mayor disposición a involucrarse en conductas que favorecen relaciones positivas, tales como hacer sacrificios por la propia pareja, una mayor disposición a compartir información acerca de uno mismo y se participa afablemente en las estrategias de resolución constructiva.

La razón principal por la que la lujuria es considerada un pecado es porque tiende a llevar a conductas tradicionalmente consideradas como pecaminosas, como la masturbación, el sexo premarital, el sexo no procreativo, el sexo fuera del matrimonio, e incluso la violación. Mientras muchos de nosotros ya no consideramos a los tres primeros problemáticos la mayoría de nosotros todavía está de acuerdo en que los dos últimos (y especialmente el último) son problemas reales.

Neurólogos de la Universidad Northwestern están tratando de entender lo que sucede en los cerebros de hombres y mujeres cuando tenemos sentimientos de lujuria. Su investigación revela que somos propensos al pecado. Los escáneres cerebrales muestran que ante la exposición de escenas eróticas, algunas zonas del sistema límbico involucradas con el placer y el deseo se activan en ambos sexos. Si la lujuria tiene algo de malo, sería el daño que podemos causar a otros para conseguir el goce. Por fortuna nos hemos deshecho de los prejuicios que hacían de los placeres físicos una ruta hacia el infierno. Entendemos que el sexo no debe ser instrumento de dominación, imposición, maltrato o exigencia, no se debe tratar al otro como un objeto ni como un fin, hoy corremos un nuevo peligro, el de convertir el sexo en una obligación. La gran ilusión es pensar que se puede tener sexo sin emociones, toda aventura física es, irremediablemente, una expedición por las emociones y la intimidad.

4. Ira (tribu IX malestar que se desencadena por un obstáculo u ofensa)

La palabra ira viene de latín ira (cólera, enojo). De ahí también las palabras: airar, iracundo y airado. A diferencia del enfado que se da en dos sentidos, dos personas mutuamente enojadas, la ira es de dirección única: el ofensor encoleriza al ofendido. La furia, puede mantener la compostura que dada su contención puede desembocar en rabia o ira envejecida que se llama rencor. Ira y cólera son hermanas gemelas.

El protagonista de estos sentimientos experimenta el comportamiento irritante de otra persona, su desencadenante es la ofensa (del latín fendere: golpear). Santo Tomás distingue la ira del odio, su motivo es la injuria, mientras que para el odio puede ser cualquier mal. Advierte que existe ira racional e irracional. La ira actúa en el segundo acto de un drama, primero es la percepción del daño, movida por la magnitud del agravio que es sentir hostilidad violenta, acompañada a veces de manifestaciones físicas y hasta venganza.

Es un sentimiento desordenado de odio y enfado que puede manifestarse como una negación vehemente de la verdad, tanto hacia los demás como hacia uno mismo. Una definición moderna también incluiría odio e intolerancia hacia otros por razones como raza o religión, llevando a la discriminación. Las transgresiones derivadas de la ira están entre las más serias ofensas legales, incluyendo homicidio, asalto, discriminación y en casos extremos, genocidio. Es el único pecado que no necesariamente se relaciona con el egoísmo y el interés personal. Psicológicamente es una reacción a algo que te afecta o causa daño, se desencadena fisiológicamente con una carga de adrenalina. Puede ser vista como positiva, incluso creativa cuando es respuesta a la injusticia y no al ego, esta emoción es la que inicia las revoluciones e incide en el cambio social restableciendo del bien perdido.

La ira es una especie de droga que te hace sentir vivo, pero el iracundo no tiene ni tolerancia ni sentido del humor, se le opone la paciencia, pero si esta se confunde con la apatía es peor que la propia ira.

Algunos científicos de la Universidad de New South Wales en Australia fomentaron la ira a un grupo de voluntarios y registraron su cerebro en un escáner para ver qué pasaba. Al irritarse, la corteza prefrontal medial (de nuevo parte de los lóbulos frontales) rápidamente se pone en acción. Es una región que participa en la moderación de la conducta. Algunas personas son mejores en la inhibición de sus impulsos que otros, en algunos de nosotros, la bestia primitiva tiene más probabilidades de ganar. Las decisiones que tomamos en la vida son a menudo el resultado de una conversación entre las regiones avanzadas y primitivas del cerebro. Las partes evolutivamente antiguas del cerebro están constantemente interactuando con la corteza (que se ha expandido más recientemente) para moderar el comportamiento, la parte emocional del cerebro (el sistema límbico) y la corteza avanzada se necesitan mutuamente para trabajar.

Probablemente, la razón para el rechazo social de la ira es que está estrechamente asociada a la violencia, sin embargo, ira y violencia no son lo mismo, de hecho la ira rara vez conduce a la violencia, según algunas estadísticas, la violencia sigue a la ira en sólo el 10% de los casos, otra estimación la sitúa tan bajo como 2%.

La ira puede ser un buen motivador para lograr nuestros objetivos. Por ejemplo, en un experimento, los científicos desafiaron a algunos sujetos con una serie de rompecabezas que en realidad no tenía solución, al ser derrotados sentían frustración: algunos reaccionaron con abatimiento, mientras que otros reaccionaron con enojo. Cuando, posteriormente, se les dio un nuevo rompecabezas (esta vez con solución), aquellos que sentían ira tuvieron mejor desempeño, fueron más perseverantes. La ira puede convertirse en una fuerza que nos hace persistir ante los obstáculos y nos hace mirar el futuro con optimismo, hay dos razones particulares por la que tiene ese efecto. En primer lugar, nos centra más en los aspectos positivos o recompensa del medio ambiente, y en segundo lugar, nos hace creer que tenemos mayor control sobre los acontecimientos de nuestras vidas.

A menudo se considera que la ira es nociva para entablar relaciones humanas saludables; estudios recientes muestran que esto no es del todo cierto. Por ejemplo, Howard Kassinove de la Universidad de Hofstra pidió a 750 personas que pensaran en sus últimos episodios de ira en sus relaciones íntimas, más de la mitad (55%) reportaron resultados positivos. Resulta que la forma en que se expresa el enojo es también un factor clave, es decir, cuando la ira se centró en discutir con calma las razones detrás de ella, los encuestados eran dos veces más propensos a reportar resultados positivos a largo plazo. La ira nos hace más receptivos para considerar, analizar y entender argumentos contrapuestos. Finalmente, ayuda a querer enfrentar y castigar a los transgresores morales, la indignación moral en última instancia, tienden a contribuir a la vida en grupo. Al igual que con los otros pecados, la ira debe ser ejercida con prudencia y control.

5. Avaricia (pertenece a tribu I deseo: movimiento hacia acompañado de tensión y desasosiego)

La palabra “Avaricia” viene del latín avaritia y esta de avrus (avaro) la cual proviene del verbo av%u0113re (desear, querer, anhelar). Es un deseo desmedido de adquirir y atesorar riquezas por el placer de tenerlas. Contrario a la caridad, posee un apego exagerado que rompe la función de los bienes, busca acaparar, es como la lujuria y la gula un pecado de exceso. Para Aristóteles hay tres tipos: amor al lucro ilícito, tacañería y cicatería. Es una pasión calculada, un vicio racional que proviene de un acomplejado espíritu de inferioridad, es una hipertrofiada sed de vida. Hay avaros materialistas y avaros idealista, estos últimos son bien vistos y equivalen al emprendedor burgués.

La avaricia contemporánea entre naciones es un terrible mal donde algunos países acaparen los recursos en detrimento de otros que viven en condiciones precarias. El avaro vive en la previsión del futuro y se olvida del presente. El dinero es un bien social y el avaro no admite que el intercambio monetario implica sociabilidad, lleva el ahorro a situaciones grotescas, se perjudica a sí y a los suyos, impide la circulación del dinero, lo paraliza, convirtiéndolo en inservible, haciendo de un medio un fin. Hoy en día la riqueza se exhibe cuando antes se consideraba de mal gusto y se trataba con pudor. Entre los siglos XV y XVI los hombres poderosos de este mundo pasaron de ser guerreros a ser financieros por lo que no todo en la avaricia es pernicioso. El dinero es el más abstracto de los bienes materiales, Schopenhauer decía que el dinero es felicidad abstracta, su fuerza está en la capacidad de intercambio, el avaro convierte este acuerdo social en idolatría. Este símbolo alude a algo profundo: no podemos vivir sin los demás y generalmente quien es avaro con el dinero lo es con los sentimientos. Su contrapartida es la generosidad.

En esta conducta, se desata un alto nivel de testosterona, lo que fomenta la competitividad. El deseo por el dinero no siempre tiene por qué conducir a la injusticia, y puede inducir a buenas actitudes. En algunos estudios, los sujetos avariciosos se muestran más perseverantes cuando se trata de resolver retos mentales, también exhiben un umbral de dolor más alto, tanto físico, como emocional cuando buscan lograr sus objetivos. Sin embargo, esta fuerza competitiva que subyace tras la avaricia económica disminuye cuando todo el propósito es ganar dinero, la focalización hacia el regocijo de cumplir la tarea, el disfrute del proceso, etcétera. se ven eclipsados por lograr el objetivo de conseguir el capital. Los obsesionados con el dinero son más egoístas (se les dificulta trabajar en equipo) y menos empáticos que los menos codiciosos.

Estudios indican que las personas obtienen mucho más bienestar cuando gastan su dinero en actividades (como ir a un restaurante o a un concierto, o en un viaje), que cuando se lo gastan en bienes materiales. Hay dos razones para esto: las actividades que realizamos son una manifestación más significativa de nuestra identidad que los objetos que poseemos y, en segundo lugar, las actividades tienden a ser compartidas con otros, sabemos que nuestras relaciones nos hacen más felices que nuestras posesiones.

Podría haber una base innata para la avaricia, parece ser un comportamiento más complejo que el involucrado en otros pecados, es probable que sea una forma de adquirir conocimiento, asociado con procesos cognitivos.

6. Gula (pertenece a la tribu I deseo: movimiento hacia acompañado de tensión y desasosiego)

Viene del latín gula, que significaba garganta, gaznate, y pasó a significar voracidad. La palabra procede de una raíz indoeuropea *gwel- que significa tragar. En el pasado cualquier forma de exceso podía caer bajo la definición de este pecado, marcado por el consumo excesivo de manera irracional o innecesaria, incluye ciertas formas de comportamiento destructivo. Es tanto un pecado ético como estético. Es un pecado cuando ofende el derecho y las expectativas del otro, el verdadero pecado es comerse lo de los otros. Comer es una forma rápida de apropiarse de algo, metáfora de la posesión absoluta. Existe una conspiración mundial contra este pecado, nunca se es demasiado rico ni demasiado delgado, en la actualidad la obesidad y los trastornos alimenticios (bulimia, anorexia) se desprenden de este pecado.

Santo Tomás de Aquino preparó una lista de seis maneras de cometer gula:

Praepropere – comer demasiado pronto.

Laute – comer demasiado caro.

Nimis – comer demasiado.

Ardenter – comer con demasiado entusiasmo (ardientemente).

Studiose – comer muy delicadamente (profundamente).

Forente – comer salvajemente (aburrido).

Este pecado desata la dopamina, hormona presente en todas las adicciones. El circuito de recompensa en nuestro cerebro se enciende cuando comemos. En nuestra historia evolutiva en la mayor parte de nuestro pasado la comida era escasa, la vida era muy difícil y éstas eran las condiciones que dieron forma a nuestro cerebro, por ello comemos desaforadamente como una defensa contra tiempos de escasez, el sistema de gratificación no ha evolucionado para comprender que esos tiempos ya no existen”. Así que lo que antes era una estrategia de auto-preservación es ahora un pecado. Lo que en el pasado era un organismo de gran capacidad adaptativa ante la hambruna, hoy lo convierte en propenso a la obesidad.

La forma en que la mayoría de nosotros concebimos la gula es como el mal hábito de comer en exceso, o, comer una dieta poco saludable. Ambos enfoques están asociado con la obesidad y, de hecho, se consideran moralmente reprochables: El exceso de peso considera a los consumidores moralmente corruptos, flojos y carentes de auto-disciplina. Sin embargo, el pecado de la gula fue originalmente pensado no como una simple cuestión de exceso de consumo, sino como la disposición a disfrutar excesivamente el placer de comer. Hoy en día no vemos nada malo en disfrutar de este placer de hecho, aquellos que están interesados en la estética y disfrutan de la comida se consideran gourmets; lo que queremos evitar a toda costa es la gordura.

7. Pereza (pertenece a la tribu XVI tristeza, pérdida del objeto de nuestros deseos y proyectos)

Del latín pigritia, con el mismo significado, y esta de piger, “perezoso”, a su vez de pigere, “lamentar”, en última instancia del protoindoeuropeo pik-, ira y del el griego pikrós, antiguamente se la denominaba acedía o acidia, concepto más amplio que tenía que ver con la tristeza o la depresión.

La pereza es el más «metafísico» de los pecados capitales, incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia de uno mismo. Hastío vital o melancolía. La simple «pereza», más aún el «ocio», no parecen constituir una falta.

Una «tristeza de ánimo» que aparta al creyente de las obligaciones espirituales o divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran. Tomada en sentido estricto es pecado mortal en cuanto se opone directamente a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor que debemos a dios. De esta manera, si deliberadamente y con pleno consentimiento de la voluntad, nos entristecemos o sentimos desgano de las cosas a las que estamos obligados; por ejemplo, al perdón de las injurias, a la privación de los placeres carnales, entre otras; la acidia es pecado grave porque se opone directamente a la caridad de dios y de nosotros mismos. Lleva a la envidia pues lleva a desear la ruina de la prosperidad ajena que uno no pudo conseguir. Por otro lado se cuestiona su relación con el trabajo, su amor desmedido es la perdición, la obsesión por el trabajo es un mal capitalista.

Es una falta de estímulo del deseo, es el abandono de nuestra condición de seres activos y aventureros. El perezoso quiere renunciar a sus deberes con la sociedad, la ciudadanía y la cultura, es aquél que se rehúsa a convertirse en más humano o acceder a la segunda humanidad a la que alude la filosofía. La depresión es la forma moderna de la pereza, sin embargo, hoy nos preguntamos qué tanto es ésta una condición fisiológica. Al querer remediar este mal, se ha caído en una sobre veneración de la “alegría” que torna la dicha en una forma de obligación , en una pretensión y hasta un simulacro, esto enriquece una cultura evasiva y frívola. Su antídoto es la voluntad, el ocio no es considerado negativo, de hecho de ahí viene el vocablo negocio. Ocio significa dedicarte a lo que te gusta. Por otra parte la compulsión al trabajo es un mal actual, una nueva forma de desmesura. La tendencia a no hacer absolutamente nada, tiene sus raíces en nuestro pasado evolutivo, nunca se sabía cuándo la comida iba a ser suficiente, así que el reposo conservaba las calorías que se usan para los procesos de crecimiento o la reparación del cuerpo. La madre naturaleza conectó nuestro cerebro a ciertas cosas para hacerlas placenteras y maximizar las posibilidades de sobrevivir y transmitir nuestros genes.

Normalmente, se consideran perezosas a las personas que les gusta evitar el trabajo, hacer ejercicio, y en general todo lo que implique cualquier tipo de esfuerzo, mental o físico.

La pereza en sus inicios tenía un nombre diferente: se llamaba ‘acedia’, “especie de pereza espiritual, malestar general, o desesperación”. En este sentido, los perezosos son los que carecen de una suficiente dedicación y el compromiso con las cosas espirituales.

Al parecer, la acedia fue rebajada a la pereza por un enfoque debido a la influencia de la Reforma Protestante que trajo la ecuación que relaciona trabajo con salvación, una fórmula que el sociólogo alemán Max Weber llamó la” ética protestante del trabajo “. A partir de este momento, la pereza llegó a ser considerada una especie de pecado económico. No es la salud del alma del pecador lo que preocupa a los moralistas sino la salud económica de la sociedad.

La defensa de la pereza comienza a partir de la importancia del sueño, el resultados positivos de esta actividad es la de asimilar las experiencias excepcionalmente útiles que hemos tenido durante el día, esto, además incrementa la memoria a largo plazo, el cerebro dormido también establece redes neuronales entre los conceptos importantes encontrados durante el día y otros conceptos relativos almacenados en las diferentes áreas del cerebro. Se ha planteado la hipótesis de que el sueño puede ser la etapa en que procesamos lo que aprendemos en el trabajo, los sueños puede ofrecer una reflexión consciente y accesible de los procesos cerebrales que ocurren durante el sueño.

Además de ser amante de sueño, el perezoso también es reconocido por su tendencia a soñar despierto, que también puede tener un propósito muy importante. Cuando nuestra mente se distrae tiende a vagar por las cosas y asuntos que son de particular importancia para nosotros, tales como “nuestros planes de futuro, nuestros problemas cotidianos, nuestros recuerdos”. Es más, se ha observado que cuando estos temas entran en nuestro sueño, nuestra mente busca diferentes maneras de resolverlos, o hacerles frente. Los estudios han demostrado que cuando a varios candidatos se les presenta un problema, y luego deliberadamente se les distrae con una tarea distinta, esto permitir que la mente inconsciente reflexione sobre el problema, y conduce a un mejor juicio y finalmente, a la toma de decisiones que permite deliberar sobre el tema de forma consciente. Se cree que la mente consciente es susceptible a los sesgos de decisión, mientras que la mente inconsciente se da el tiempo de madurar sobre los atributos que son accesibles, plausible, y hace el problema fácil de verbalizar.

La persona perezosa no está siempre estresada como la mayoría y dedican más tiempo para ayudar a otros.

Existe una molécula considerada anti pecado: la oxcitocita, o molécula moralizante.

Por otro lado la neuroeconomía es una ciencia emergente que busca en partes del genoma humano aquello que asocia al genotipo con la conducta, por ejemplo el despilfarro. Naoa gen que regula el endeudamiento.

Cuéntame uno de pecados

Desde la antigu%u0308edad las conductas pecaminosas fueron material narrativo, toda trasgresión detona un conflicto, así que son protagonistas de mitos, cuentos, novelas y películas. Las culturas clásicas ideaban relatos para mostrar lo peligroso de sus excesos, existen deidades que personifican el pecado o héroes griegos que luchan en su contra o se dejan someter por él. Deidades y seres mitológicos que representan los pecados:

El psicólogo norteamericano en su libro La bruja debe morir, señala que los cuentos de hadas tradicionales son argumentos que muestran el peligro de los pecados y sugiere que a cada cuento corresponde o escenifica estas conductas inmorales:

Probablemente la narración más impactante sobre este asunto después de la Comedia, es la película Se7en (1995) de David Fincher que trata de dos detectives, David Mills (Brad Pitt) y William Somerset (Freeman) que investigan un caso de asesinatos seriales inspirados en los siete pecados capitales.

Nuevos pecados capitales

Uno de los temas que nos lleva a los excesos en el mundo moderno es la competencia que parece susurrar que hay que triunfar a toda costa, eso se identifica con lo superlativo, tener, hacer más, sobre todo con la posesión de bienes materiales, la juventud eterna y la belleza perfecta. El deseo de evitar el aburrimiento es un motor que alimenta a la cultura. Por ejemplo, la lujuria puede motivar a ser más cooperativo y valiente, la gula nos puede ayudar a enfocarnos en la experiencia estética de la alimentación (que puede conducir a una mejora de la experiencia culinaria), la codicia nos puede hacer más persistente y autosuficiente; la ira puede motivarnos a superar los obstáculos, y también nos impulsa a hacer frente a los transgresores morales (para ser una mejor sociedad la envidia puede influirnos a mejorar, la pereza nos puede permitir pensar de manera más eficiente, y también nos impulsa a ser más útil a los demás, el orgullo nos puede hacer más competentes y trabajar más duro, también incrementa la autoestima.

La virtud como nos dice Savater es la única decisión posible ante las circunstancias dadas, por tanto, mucho de lo que concebimos como pecaminoso es, a veces, una decisión necesaria obligada por el contexto. Con esto no se trata de relativizar o autorizar la transgresión, sino de comprender que los límites entre la virtud y el daño son difíciles de trazar. Lo importante es comprender que la virtud siempre estará a favor de la vida, Aristóteles pensaba que ellas habitan en los términos medios. Somos seres deseantes, esta disposición ha construido nuestra sociedad pero son también los propios deseos los que nos impulsan a la infracción, de ahí que hayamos inventado leyes para reforzar el autocontrol y privilegiar la vida en común.

El Vaticano decidió modernizar la lista de pecados, otorgaron especial atención a las faltas sociales, que van en contra de la justicia en las relaciones interpersonales y con la comunidad.

Esta lista abarca las áreas de la bioética, las droga, las desigualdades sociales y económicas, y la ecología:

1. Realizar manipulaciones genéticas. (soberbia)

2. Llevar a cabo experimentos sobre seres humanos, incluidos embriones. (soberbia)

3. Contaminar el medio ambiente. (pereza)

4. Provocar injusticia social. (envidia y Soberbia)

5. Causar pobreza. (avaricia)

6. Enriquecerse hasta límites obscenos a expensas del bien común. (avaricia)

7. Consumir drogas. (gula) El principal pecado en la actualidad es la crueldad, palabra que significa sangre derramada. Otro es el consumismo que involucra la avaricia, la envidia y la gula, por eso de comprar por comprar.

Otra consideración al respecto es la del premio Nobel de medicina Konrad Lorenz, enuncia ocho nuevos pecados:

1. La superpoblación.

2. La devastación del espacio vital.

3. La competencia entre los hombres.

4. La extinción de los sentimientos.

5. El deterioro del patrimonio genético.

6. La tradición demolida.

7. El adoctrinamiento fundamentalista

8. Las armas nucleares. Mahatma Gandhi consideraba los siguientes:

1. Placer sin consciencia.

2. Conocimiento sin carácter.

3. Comercio sin moral.

4. Ciencia sin humanidad.

5. Culto sin sacrificio.

6. Política sin principios.

¿Cuáles son los tuyos?

Referencias:

Alighieri, Dante, La comedia. México, Porrúa. History Channel, Los siete pecados capitales:

http://mx.tuhistory.com/programas/los-7-pecados-capitales.html

Laham, Simon. The Science of Sin: The Psychology of the Seven Deadlies (and Why They Are So Good for You)’ Washington, Random House.

Marina, José Antonio y López Penas. Diccionario de los sentimientos . México, Anagrama.

Rubio Vigil, Jorge. Diccionario razonado de pecados y vicios morales. Barcelona, Alianza

Savater, Fernando. Los siete pecados capitales. Madrid, Sudamericana.

Walton, Stuart. Humanidad: Una historia de las emociones.

Madrid, Taurus.

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