sábado 20 abril 2024

Wallraff: engañar para denunciar

por Jorge Meléndez Preciado

Larga, exitosa y novedosa fue la visita de Gunter Wallraff a nuestro país. Las diversas organizaciones que lo invitaron, pero especialmente Marco Lara Klarh y Jurgen Moritz, hicieron un magnífico trabajo. No así los periodistas nacionales, en gran medida ausentes en varios encuentros, como en el Palacio de Bellas Artes. Pero los jóvenes dieron aliento a un periodismo que muchas veces ha querido satanizarse por realizarse de manera encubierta.

En una cena privada hubo preguntas diversas. Curiosidad grande fue que yo llevara para recabar autógrafos los libros editados en México: El periodista indeseable y Cabeza de turco (en Anagrama), lo que daba clara muestra que muchos de los presentes no los habían leído. Incluso fuimos únicamente dos mexicanos los que recibimos la firma de Gunter.

En la citada ocasión, el compañero alemán mostró que tiene sentido del humor, aunque muy seco, áspero, quizá propio de su nación. Y la interpretación de sus respuestas y anécdotas, no fue lo más preciso que se necesitaba. Y es que, como dijera Octavio Paz, los intercambios entre lenguas dan para “versiones y diversiones”.

Wallraff estuvo preso en Grecia por oponerse a la dictadura de aquel país. En esa ocasión pensaba que ya no la libraba. La fortuna le sonrío.

Hacerse pasar por turco le llevó un proceso de 20 meses. Cambió en todos sentidos: pigmentación de la piel, lenguaje cortado, cabellera ad hoc, etcétera. En la obra mencionada lo relata estupendamente. Problemas fundamentales : los acercamientos con la policía, la necesidad de aceptar ofensas respondiéndolas en contadas ocasiones y la solidaridad con sus compañeros que incluso hacían reparaciones en turbinas nucleares, con el riesgo de desarrollar una enfermedad cancerígena.

Cuando se supo que se disfrazaba para entrar a laborar en diversos lugares, sal ió una foto con su rostro y la leyenda: “Se busca”. Como en el viejo oeste, trataban de encontrar a alguien que estaba contra lo establecido. Gunter no tiene pinta de cowboy ni utiliza armas, aunque sus letras, son en ocasiones mortíferas para quienes abusan de la población.

El trotamundos fue a Japón. Su misión: darse cuenta del desarrollo que hace lustros era impresionante en el país oriental, aunque a costa de los trabajadores. Para la ocasión se hizo iraní. En Portugal difundió noticias que evitaron un golpe de Estado, cuando la rebelión de los militares y en la época de Mario Soares. La información de los planes de quienes deseaban matar la esperanza dio frutos. Algo que pocas veces logra un reportero pero que al producirse enaltece la profesión e incita a seguir en la batalla.

La cadena Zeit de periódicos entabló varios juicios contra quien mostró los engaños de Bild, un impreso amarillista y manipulador como muchos otros que incluso se presentan como serios. En sus juicios no pidió la ayuda de los sindicatos, más bien optó por llevar en sus espaldas las demandas. Cuando obtuvo triunfos, lo económico ha servido para hacer una fundación que impulse nuevos periodistas y ayude a quienes tratan de amedrentar a los grandes consorcios.

Trabajó durante largo rato en un call center. En este sitio tenía por obligación a engañar a los clientes; saliendo del lugar donde hacía sus enlaces telefónicos, llamaba a los sorprendidos y les instaba a rechazar los productos y las supuestas ventajas de artículos. En este caso, llevó pruebas a la ministra de justicia alemana de las formas en que se embauca a los consumidores. La respuesta de la autoridad es que este tipo de nuevos desplumaderos crean empleo y hasta posibilitan que una funcionaria de alto nivel obtenga su comida rápida eficientemente (sic glotón).

Su más reciente ocupación fue de panadero. Tal vez no conozca a Ruperto Tacuche, de la Familia Burrón, que al tratar de redimirse se mete en la tahona, pero ambos sudaron la gota gorda en dicha actividad; uno de verdad, otro por la magia de Gabriel Vargas. Pero la terrible carga de trabajo la explica uno bien y la hace patente el monito dibujado.

Gracias a su atlética condición, Wallraff se ha recuperado de caídas graves, de algunos accidentes menores y seguramente ha evitado angustiarse demasiado.

El nuevo periodismo, seguramente, está más lleno de riesgos, de cambios y será de un peligro amplio. Gunter Wallraff lo demuestra.

Si bien la prosa de Ryszard Kapuscinski es más atrayente, las enseñanzas de Wallraff son fundamentales: dos gigantes auténticos del periodismo.

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