miércoles 24 abril 2024

Virtudes y deberes: amar o pretender

por Regina Freyman

Hablar de virtudes es hablar de oposiciones, lo mismo que de afirmación y negación, de leyes y libertades, de carencia y potencia. Pensar en las virtudes es comenzar por el amor y terminar con él.

Muchos filósofos esbozan la idea de que es la mujer la inventora del mundo sentimental, en el mundo masculino esencial pesan las razones y los actos, las ansias y los instintos, los deseos como una carencia que busca afanosa hasta encontrar la saciedad. La mujer es paciencia y espera, en la esfera de lo femenino el deseo se nutre de calma. Podemos imaginar a un primer hombre que desea a distancia a una mujer que lo espera, como Penélope a Ulises; ella, que es la casa lo resguarda con pasión, él regresa de una pasión, que también es caza para saciar delirante su deseo erótico, ese que anhela a la distancia con un desenfreno que se expresa en una danza física, ambos se complementan, son felices. Pero él debe marcharse de nuevo y ella espera, gesta y da frutos. La mujer descubre con la maternidad otra forma de amor que pospone todo deseo en pro de una vida nueva, ella comprende que hay un afecto sublime que subordina la voluntad en aras del bienestar de otro.

Nostálgicos extrañamos ese amor perfecto hecho de ternura y protección. Las madres, antes que las o los amantes nos enseñan a amar el amor desde que sentimos la ternura infinita de nuestras madres amamantándonos. George Bataille reconoce este sentimiento magistral y reflexiona en su libro Erotismo sobre la importancia del tabú, hay que abandonar el amor materno al que sólo podemos serle fieles aprendiendo a amar en otro lugar y de otra manera, es un duelo liberador que nos entrega al mundo. Al amor incondicional y perfecto los católicos lo llaman caridad: amor a dios y al prójimo, o amor de dios en el otro que lleva la esencia divina. La filosofía nos da otra respuesta, aquello que hemos de llamar ética y moral. Admite que como no podemos amar de este modo pleno más que a momentos y dado que amamos realmente a muy pocos seres, debemos actuar como si amáramos, somos amables, nos comportamos moralmente. Este tipo de conducta está regida por deberes que establecemos y virtudes que desarrollamos. El amor es la virtud por excelencia, si amáramos la vida, con su muerte, al mundo con todos sus seres, al dolor y al gozo, no habría necesidad de deberes, de leyes e imposiciones. Toda virtud es una forma de amor, es un ejercicio libre pero no perfecto y por tanto deficiente y humano.

La palabra virtud proviene del griego aretè que significa excelencia, por eso es la cualidad moral que nos hace mejores y más humanos. Es una potencia en el actuar, es el valor de hacer las cosas excelentes o bien hechas. Por otro lado, o antes, están los deberes que se alinean con las obligaciones, de aquello que es imperativo, del lado de la convención o la obediencia, Mientras que la virtud se sitúa del lado de la potencia de la excelencia, de la afirmación. El deber es una obligación, la virtud es una libertad, un acto puramente bueno y desinteresado. Comenzamos siempre con los deberes, con actuar bondadosamente aunque sea por una convención, obligación, como una forma de trabajo, en la medida que ellos se tornan en actos desinteresados, placenteros y voluntarios, y entonces se convierten en virtudes.

Las virtudes son potencia y por ello se oponen al pecado o la falta que es carencia:

1. Urbanidad o Educación

Es, para el filósofo Francés André Comte-Sponville, la primera virtud y quizás el origen de todas las demás, la más pobre y elemental, puramente formal. Ella coincide con el respeto y la responsabilidad que adquirimos ante el grupo, es el respeto por las normas de convivencia. La urbanidad es, el principio de la moral y en tanto el amor no es suficiente para educar a los hombres y tampoco la urbanidad, ambas virtudes son necesarios. Equivale al respeto por las costumbres comunes, por el origen, es pertenencia y el único modo de vivir en armonía.

2. Fidelidad o Lealtad

Toda lealtad verdadera, toda dignidad humana supone la memoria, nos dice el filósofo, somos memoria y consciencia de futuro. El hombre sólo es humano gracias a la fidelidad que no es un valor más, sino la virtud que los hace posibles a todos los demás: “¿Qué sería de la justicia sin la fidelidad de los justos? ¿De la paz sin la fidelidad de los pacíficos? ¿De la libertad sin la fidelidad de los espíritus libres? ¿Y qué valor tendría la verdad sin la fidelidad de los sinceros?” Nos pregunta Comte-Sponville en su Pequeño tratado de las grandes virtudes. Pero no se trata de no olvidar nada, ni de serle fiel a cualquier cosa, su valor radica en aquello que elige como objeto. Debe ser una fidelidad amante y voluntaria por una causa justa, por una institución admirable o por un ser humano decente. Según Montaigne, la fidelidad es el verdadero fundamento de la identidad personal.

Todo compromiso es hijo de una forma de fidelidad, podemos jugar con el vocablo y dividirlo en: CON, partícula que implica una relación con algo o alguien, PRO, que establece una disposición y MISO, que alude a una forma de misión a realizar. Deriva del término latino compromissum y se utiliza para describir a una obligación que se ha contraído o a una palabra empeñada que debe cumplirse, a la que se debe fidelidad. Supone el conocimiento cabal de aquello con lo que nos involucramos y con lo que nos hacemos solidarios.

La fidelidad amorosa, nos dice Comte se confunde con la exclusividad:

“… no me parece que la moral y el amor estén esencialmente vinculados a esto. Cada uno debe elegir según su fuerza o sus debilidades. Cada uno, o más bien cada pareja: la verdad es un valor más alto que la exclusividad y el amor me parece menos traicionado por el amor (por el otro amor) que por la mentira. Existen parejas libres que son fieles a su manera (fieles a su amor, fieles a su palabra, fieles a su libertad común…”.

3. Prudencia

Si la urbanidad es el origen de las virtudes y la fidelidad, su principio, es la prudencia la condición de todas ellas. Pertenece a las cuatro virtudes cardinales de la Antigüedad (fortaleza, templanza y justicia), es una virtud intelectual, que emana del conocimiento y la razón: se trata de la disposición que nos habilita para deliberar acerca de lo que es bueno o malo. Santo Tomas demostró que, de las cuatro virtudes cardinales, la prudencia es la que debe dirigir a las otras tres: sin ella, serian virtudes ciegas sin dirección. Es un valor instrumental que se pone al servicio de fines ajenos y de elegir medios adecuados para lograr sanamente un objetivo. Es la ciencia del qué y el cómo deben hacerse las cosas, una sabiduría sin prudencia seria insensata. Significa tanto prever como proveer, por ello es la virtud de la duración, del futuro incierto, del momento favorable, de la paciencia y de la anticipación. Es quien hace la diferencia entre el buen líder y el exaltado, es principio de realidad, que atempera el arrojo con la prevención de peligros. Sin la valentía, la prudencia solo sería cobardía, sin ella, la valentía seria temeridad y locura. Es la cualidad que más requiere éste nuestro tiempo acelerado.

4. Templanza

No se trata de gozar menos sino mejor, es la moderación en los deseos requisito para un goce más pleno. Es un placer lúcido, por el cual continuamos siendo dueños de nuestros placeres y no sus esclavos. Es el equilibrio entre la intemperancia y la insensibilidad.

En nuestra sociedad consumista se sufre mucho por intemperancia por el deseo insaciable. La templanza es una regulación voluntaria la sana afirmación de nuestra potencia de existir, y especialmente del poder de nuestra alma sobre los impulsos irracionales de nuestros apetitos.

5. Generosidad

Virtud de dar, es más subjetiva, singular y afectiva que la justicia. Para los griegos era la nobleza de sentimientos; aparece entonces en la encrucijada de dos virtudes griegas, la magnanimidad y la liberalidad. Dar dinero afecta a la liberalidad, darse uno mismo afecta a la magnanimidad, es una forma de sacrificio.

La generosidad es ser consciente de la propia libertad que produce la estima de uno mismo, exime de los celos, la cobardía y de la envidia, es contraria al egoísmo, es la voluntad de hacer el bien. Unida al valor, llega al heroísmo; a la compasión, benevolencia; a la misericordia, indulgencia; unida a la amabilidad, se llama bondad.

La solidaridad es una de sus formas, es unión de justicia y generosidad. Es una virtud que proviene de la solidez, de donde nace este vocablo: que apunta a un cuerpo sólido en el que todas sus porciones están relacionadas, cada molécula es más solidaria que en los estados líquidos o gaseosos, todo lo que le sucede a una, les sucede a las otras, las afecta. Es la cohesión e interdependencia de una comunidad, es pertenecer a un conjunto, y compartir una misma historia.

6. Valentía

Es la virtud más admirada, digna de héroes. Lo que apreciamos en la valentía es en el riesgo que se acepta sin egoísmo, es una forma de altruismo, de desinterés o desapego. En todo caso, esto es lo que, en la valentía, parece moralmente apreciable. Desde el punto de vista moral solo es estimable cuando olvida el interés egoísta inmediato, cuando se pone al servicio.

La verdadera valentía, no es ausencia de miedo, es la posibilidad de superarlo mediante la voluntad generosa que se enfrenta al peligro.

Sin la prudencia, toda virtud seria ciega y sin la valentía sería pusilánime. Toda virtud es valor y prudencia. La valentía es contraria de la cobardía, de la pereza y de la pasividad, es la cualidad que respalda el carácter decidido, el profesionalismo en la acción entusiasta y comprometida, es ostentación franca de responsabilidades. Toda virtud es valor, lucidez, que es el valor de la verdad, por ello la cobardía es el peor de los insultos, es el miedo que nos anula, que nos somete al simulacro.

7. Justicia

De las cuatro virtudes cardinales, la justicia es la única que es absolutamente buena. La prudencia, la templanza o la valentía solo son virtudes cuando se hallan al servicio del bien, o de otros valores. La palabra justicia se usa de dos modos: como conformidad al derecho y con el sentido de igualdad o proporción. Es una bisagra que ensambla legalidad e igualdad.

La justicia afecta a la política puesto que se defiende la libertad e igualdad de los sujetos, es el principio de toda verdadera democracia y el fundamento de los derechos del hombre. Para que el juicio sea equitativo se deben superar los odios y la ira. La equidad se hace acompañar de la inteligencia, de la prudencia, de la valentía, de la fidelidad, de la generosidad, de la tolerancia… contiene o supone a todas las virtudes.

8. Compasión

Es casi sinónimo de simpatizar, que es sentir con, pero la compasión es más ambiciosa, es la simpatía en el dolor, en la tristeza, pero también en la alegría. Compartir el sufrimiento de otro no es compartir sus razones, sino negarse a ser indiferente a todo sufrimiento, es lo contrario de la crueldad, que se complace en el sufrimiento del otro, y del egoísmo, que no se preocupa por nadie que no sea el yo. La palabra compasión es equivalente en el terreno cognitivo a la comprensión, es decir, cuando hemos hecho del conocimiento algo nuestro va más allá del simple entendimiento que se equipara con la empatía, sentimiento de ponerse en el sitio del otro. La compasión es una forma de abrazo que hace suyo el dolor y la alegría del otro sin querer sentir como él o entenderlo, acepta y por eso abraza.

Se le confunde con la piedad que es un modo de tristeza que añade nuestra tristeza a la del otro. La compasión debe traducirse en acción generosa que procure la alegría y la justicia.

9. Gratitud

Es una virtud placentera pero difícil, es eco de la alegría de recibir, es un don que se da a cambio de otro, pero sin perdida y casi sin objeto, es una forma de gracia, pues dar las gracias es una forma de compartir. El egoísta puede alegrarse de recibir, pero teme al compromiso de regresar el reconocimiento, por eso el egoísta es ingrato: no le gusta reconocer lo que debe al otro. La ingratitud se niega a compartir la alegría a cambio de lo que nos han dado, reconocimiento de la generosidad ajena. La gratitud se ve movida a actuar, en favor de quien la suscita, pero no para intercambiar un servicio por otro, es gratuidad, humildad feliz que reconoce la bondad del otro.

10. Humildad

Es virtud humilde; quien se vanagloria de poseerla demuestra que le falta, ella nos enseña que ninguna virtud debe estar orgullosa de sí misma, las obliga a ser discretas. La humildad es la conciencia de nuestros límites, es principio de lucidez y de exigencia sin debilidades. No es el desprecio a uno mismo, sino mas conocimiento, o reconocimiento, de todo lo que no se es.

11. El amor

Ser virtuoso es actuar como si se amara, cuando este sentimiento nos invade las virtudes sobran, pues es él la virtud por excelencia. A falta de saber amar, lo aparentamos, y eso es lo que se llama moral, todas las virtudes son el homenaje que ofrecemos al amor cuando carecemos de él, la generosidad junto con la firmeza son las dos circunstancias de la fuerza de ánimo, el amor al origen se llama nacionalismo, el amor al otro, fraternidad, el amor propio es origen del valor y por ello donde hay amor no falta nada.

Lo que se hace por amor, no se hace por obligación ni como deber. Nuestra vida, privada o pública, familiar o profesional, vale en proporción al amor que damos y encontramos en ella. Necesitamos la moral porque nos falta el amor. La máxima del deber es actuar como si amáramos. El amor es el ideal que nos guía y nos ilumina. Donde hay amor, nada falta.

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