viernes 29 marzo 2024

Una herida al coloso de los medios

por José Luis Durán King

Al más puro estilo británico, el curso de la trama que culminó en el cierre del periódico sensacionalista News of the World el pasado 10 de julio, después de 168 años de existencia, parece el extracto de una novela de espionaje y suspenso.

News of the World, fundado en 1843, fue el suplemento dominical del tabloide The Sun. Desde su origen, este rotativo semanal fue la bitácora de las noticias populares, del universo criminal, de las celebridades y sus escándalos, sobre todo cuando éstos eran de índole sexual o de consumo de drogas. News nunca puso freno y más bien alentó a sus reporteros, que eran capaces de disfrazarse con tal de captar la imagen que comprometería la reputación de tal o cual estrella. Y era esa misma falta de escrúpulos -olfato periodístico, le llaman algunos- la que se evidenciaba cuando de lo que se trataba era obtener un número telefónico privado o una investigación policial en curso.

Para el magnate de los medios, el australiano nacionalizado estadounidense Rupert Murdoch, el fin siempre ha justificado los medios. Desde que en 1952 tomó las riendas del periódico Adelaide News y del dominical Sunday Mail, propiedad de su familia, el objetivo ha sido la remuneración económica a cualquier costo. Su actitud predadora tiene plena corresponsabilidad con el éxito del magnate hoy en problemas de ética periodística. En menos de 30 años, Murdoch encabeza un imperio de la comunicación a través de News Corporation, que alberga, entre otros, a los periódicos The Sun y The Times, además de las cadenas vía satélite Fox y Sky.

En 1969, Murdoch adquirió News of the World, lo que no se tradujo en un cambio en la línea editorial del periódico. Al contrario, el equipo jurídico del dominical pasó a ser tan importante como el personal de redacción, a causa de las constantes acusaciones de calumnia y difamación, derivadas de su peculiar técnica de fabricar y cubrir noticias.

En meses recientes, el tabloide se vio inmerso en un escándalo que a la postre significó su cierre definitivo: la policía identificó los nombres de más de 4 mil personas entre víctimas de terrorismo y familiares de soldados caídos, por mencionar sólo algunas, a quienes el periódico británico violó su intimidad, al acceder ilegalmente a mensajes teléfónicos de los combatientes muertos en Irak y Afganistán.

La conducta del diario repercutió en sus finanzas y la desbandada de decenas de anunciantes no se hizo esperar.

La gota que derramó la condena social fue cuando se hizo público que entre las personas espiadas estuvo Milly Dowler, una estudiante de 13 años que fue secuestra en marzo de 2002 y ulteriormente asesinada. El buzón del celular de la joven mostraba una actividad constante, por lo que sus familiares especulaban que seguía con vida, cuando en realidad personal de News of the World borró varios mensajes para dar cabida a los nuevos, una manipulación que, de acuerdo con la policía, pudo destruir evidencias fundamentales para la investigación.

Las secuelas del conflicto catapultado por The News of the World han llegado en catarata. Entre otras, Murdoch tuvo que renunciar a la compra de la plataforma televisiva BskyB, que desde hace meses estaba apalabrada. El rotativo dominical apareció por última vez el domingo 10 de julio de 2011. Su última edición, de 5 millones de ejemplares, fue un discreto “Gracias y adiós”. Ocho días después del cierre del semanario, el periodista que encabezó la intervención ilegal de las llamadas, Sean Hoare, fue encontrado muerto en su departamento. El jefe de Scotland Yard, Paul Stephenson, tuvo que renunciar bajo sospecha de trabajar como “soplón” para el News. Pero lo más vergonzoso fue la imagen de un hombre que, en su impotencia, trata de agredir con espuma de afeitar al magnate de los medios. La acción sintetiza el desprestigio total de un hombre que nunca conoció la ética. Pero, ¿por qué espantarse? En nuestro país es normal que algunos medios actúen como tribunales, más que como tribunas. Y no sólo eso: hay instituciones que “actúan” rescates y pagan millones de pesos por series televisivas para sanear una imagen manchada por los abusos de poder.

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