.jpg)
“Somos piel y lengua, idioma y corteza, palabra, epidermis, sabor y textura. Podemos cubrirnos, decirnos, sentirnos, oírnos. Tocarnos, tentarnos, sentir y saborear las caricias. Humedecer y decir, recordar y palpar cada cosa, frase, caída, mirada, expresión, consecuencia y significado. Somos cutícula y músculo, tejido y órgano, cuerpo y tentáculo que se conmueve y se pronuncia. Seremos recuerdos despabilados, vigilantes de un mañana antiguo que se mece en los labios, un fragmento de la memoria que se queda en la piel, unas manos que descubren el continente extraviado de nuestros cuerpos. Papilas y poros también experimentan evocaciones. En la piel y en la boca hay música, historias, aromas, sonidos, ecos, tonos, matices. Nada es una sola cosa, una sola vez y para siempre. Si tienes dudas, pruébame, háblame, exprésame como si mi cuerpo fuera un idioma que aprenderás al recorrerlo. Mira. Pronúnciame cómo me digo”, me indicó. Y en sí misma convirtió su voz y su cuerpo en tacto y lenguaje.
