viernes 19 abril 2024

Steve Jobs

por María Cristina Rosas

Si bien en los orígenes de Apple, Steve Jobs apostó a que las grandes empresas adquirieran sus computadoras, esto simplemente representó un punto de partida para abocarse a un proyecto mucho más ambicioso: personalizar las tecnologías de la información, de manera que cualquier individuo, independientemente de su nivel educativo, pudiera poseer un ordenador. Así vieron la luz la Macintosh y más adelante la iMac y la iBook,computadoras atractivas en diseño y tamaño y de fácil uso. El mouse, un auxiliar para que el usuario pudiera desplazarse de manera sencilla por los contornos de la pantalla se erigió en una invención tan afortunada que a la fecha se le sigue usando.

El mismo principio de personalización de los gadgets aplicó para, por ejemplo, el iPod. ¿Quién no recuerda el Walkman? Su atractivo fue que en ese aparatito era posible introducir un casete y llevar la música a donde se deseara. Más tarde, con el arribo de los discos compactos (CDs), el Walkman evolucionó en términos de la calidad -y comodidad- para portar música. Sin embargo, en ambos casos, quien quisiera llevar su música a cualquier lugar, debía forzosamente portar una determinada cantidad de casetes y/o CDs. Desde la óptica de Jobs, el iPod sería una suerte de Coca-Cola o de Mc-Donalds: millones de clientes deberían comprarlo por la ventaja de “aligerar la carga” de quien lo portara, a partir de un sistema de compresión de música que posibilitara almacenar hasta miles de canciones en un pequeño gadget. Se partía de que si cada ser humano en el mundo tuviera en sus manos un iPod, ciertamente las ventas de la empresa irían a la estratósfera, máxime en sociedades cada vez más individualistas pero al mismo tiempo con gustos muy variados y ávidas de entretenimiento en el complejo mundo globalizado.

La misma apuesta fue la que se hizo con el iPhone y ciertamente con el iPad. En el primer caso, la posibilidad de que el usuario contara con una especie de oficina portátil al alcance de sus dedos independientemente de donde se encontrara; y, en el segundo, tener acceso a documentos e incluso libros en formato digital, constituyen una auténtica revolución en la manera en que las personas se comunican e interrelacionan.

A final de cuentas, el lema de Jobs fue poner a las personas en primer lugar, de manera que hoy los individuos en sus hogares cuentan con gadgets y tecnologías personales incluso más sofisticadas de las que hay en su trabajo. El reportero ciudadano, esto es, el individuo que con su iPhone o iPad puede tomar la fotografía que denuncia situaciones e injusticias diversas existe, en buena medida, gracias a los inventos de Jobs. Y la lista puede continuar, sólo para corroborar que otros han seguido por el sendero que él creó, si bien, es razonable suponer que ahora la brecha que separa a Apple de sus seguidores se reducirá -y una muestra es la polémica en torno al nuevo iPhone-S4 que sustituye al pospuesto lanzamiento del iPhone5. Es poco usual que una sola persona revolucione de manera tan notable a las sociedades, pero Steve Jobs fue un empresario innovador que parece insustituible, para Apple y el resto de la comunidad internacional. Sin Jobs en el horizonte, las empresas acostumbradas a “seguir” las innovaciones de la compañía de la manzana mordida estarían obligadas a hacer un esfuerzo mayúsculo para innovar, destacar, competir y tener éxito.

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