jueves 25 abril 2024

Sobre el gusto de vivir

por Alejandro Colina

Según puede deducirse del universo literario creado por Kafka, venimos al mundo a cumplir un papel que no nos corresponde. Más allá de los esfuerzos personales que emprendamos para contradecir con nuestra vida ese penoso vislumbre del autor de El Proceso, atengámonos a las estadísticas: continuamos viviendo en un mundo kafkiano. ¿Por qué? Muy simple: porque la mayor parte de la gente no vive de lo que le gusta. Es más: vive de algo a lo que no le encuentra mayor sentido, aunque en los lugares y momentos pertinentes declare que su trabajo se encuentra plenamente justificado.

Por desgracia no siempre la necesidad deviene en virtud, y más bien deviene todo lo contrario. En cada individuo recae una parte de la responsabilidad de que así sea, pero la circunstancia también juega un papel importante, como lo observó Ortega y Gasset. No sólo hay que descubrir qué nos gusta; se precisa, además, cultivar el gusto, infundirle una forma personal que se adecúe de algún modo a las circunstancias. Ignoro si alguien pueda llegar a ser absolutamente dueño de su existencia, pero sospecho que todos podemos proponernos, al menos, tomar las riendas de nuestras vidas y probar suerte. Pese a todo, las cosas siguen en cierto sentido igual que siempre: un paso esencial para adueñarse de la propia existencia consiste en averiguar para qué vive uno, y buena parte de este dilema se dirime en averiguar qué nos gusta y en cultivar ese gusto.

Acaso no podamos dedicarnos a todo lo que nos place, pero jamás nos dedicaremos a algo que nos plazca si ignoramos qué nos place. Saberlo constituye, sí, el primer paso hacia la felicidad, sobre todo si pensamos en una actividad que nos guste y además pueda aportarnos algún dinero, pues admitamos que la mayoría carecemos de la santidad necesaria para mendigar sin acunar algún resentimiento.

Pero en la búsqueda de la actividad que nos gusta se presentan riesgos, como en cualquier búsqueda digna de ese nombre. El primer riesgo se cifra en no buscar de veras: en tomar las búsquedas ajenas como propias y decidir qué nos gusta con base en la imitación o en intuiciones superficiales, en meras ocurrencias. Remontado el primer riesgo, se impone el segundo, que concierne a las falsas satisfacciones personales: ser el número uno, tener más que el otro, suscitar la admiración de los demás. Habrá quien objete que esas falsas satisfacciones personales no son falsas, sino verdaderas… bueno, pues yo respetaré sin ningún encono el tipo de vida que desea vivir, si bien cederé a la tentación de criticarlo de vez en cuando, pero en forma inevitable.

Ubicada el área que nos place, no queda sino imbuirnos en ella con el riguroso fervor que nuestro propio gusto establece. Nos formamos y nos deformamos placenteramente hasta que llega la hora de medirnos con la realidad. Entonces las circunstancias nos favorecen o desfavorecen, y si esto último ocurre, enfrentamos el riesgo de sentir que el mundo no nos merece. Se revela a continuación el valor primordial de la autocrítica, pero también de nuestra justa crítica de las circunstancias; se pone a prueba nuestra capacidad de moldear el entorno, pero también de adecuarnos a él. Todo para que podamos vivir de lo que nos gusta, haciendo aquello que llena de sentido nuestra vida y, si realmente tenemos éxito, también la vida de los demás.

Para mí hubiera resultado imposible intentar desmentir con mi vida a Kafka sin comprenderlo, pero tal vez haya quienes hayan podido desprenderse un tanto -en la medida de lo posible- del mundo kafkiano sin haberlo leído jamás. Con todo, considero que Kafka sobrevivirá a la terrible realidad kafkiana del mundo, claro, si es que algún día ésta llega a desaparecer, cosa que dudo llegue a suceder. Sin embargo, podemos hablar de felicidad. Y la felicidad, según Freud, radica cincuenta por ciento en nuestra vida profesional y cincuenta por ciento en nuestra vida erótica o de pareja.

En lo que concierne a la primera juzgo difícil refutar que en términos generales se centra en vivir de lo que nos gusta y sirve a los demás. Pero en lo que toca a nuestra vida erótica o de pareja creo que no se puede decir nada en términos generales. Habría, por ejemplo, que escribir una novela para sugerir algo mínimamente significativo al respecto.

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