jueves 25 abril 2024

Sexy y Barrigón

por Andrea Recúpero

“Soy sexy y barrigón, una suma de virtudes que escasea… soy lo que el mundo quiera o lo que sea, soy sexy y barrigón”. Pasan por la radio ese tema de Andrés Calamaro y se me queda pegado. Estoy casi todo el día tarareándolo. Quiero quitármelo y no puedo. Me pregunto por qué soy tan vulnerable a algunas melodías, al punto de convertirlas en la cortina de fondo de mis pensamientos. Ayer estuve cantando toda la tarde una canción espantosa que usan para publicitar una tarjeta de crédito: “Más, me dás cada día más…”, que entona bien agudo una cantante popular argentina, contratada por el banco en cuestión para taladrarnos los sesos. Voy y vengo cantando como una niña mientras salta la cuerda.

Estaba pensando y cantando “…soy una buena combinación de Homero Simpson con Rolling Stones”, cuando supe por qué se me había pegado la canción del salmón. Intentaba hace días escribir una nota sobre el auto más famoso del siglo XX, el VW Escarabajo, pero no arrancaba. Leí hasta el manual del motor para ver si encontraba alguna novedad que me pusiera en marcha. Me sumergí en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, cuando Hitler le encarga a Porsche que diseñe un “auto para las clases populares” y no me detuve hasta encontrar entre los apuntes amarillentos de la universidad el análisis que hace Umberto Eco de una publicidad de este coche para el mercado estadounidense. Pero no lograba dar en la nota. Desafinaba sin darme cuenta.

“Think small”, repetía como un mantra para tranquilizarme, mientras escribía una de esas notas que sólo pueden ser leídas en la sala de espera del dentista siempre y cuando no te duela una muela. Así estaba el asunto, en punto muerto, cuando descubrí que en esa tara personal de cantar afuera de la ducha estaba la clave.

El Escarabajo es “sexy y barrigón” y logró dejar atrás todo el lastre de su origen nazi porque reunía una “serie de virtudes que escasea”, mecánicas y estéticas. También porque todos tenemos un costado “malvado”. El resto fue obra de la publicidad que pudo ver que en ese animal de lata había un potencial latente, que lo convirtió en el auto más vendido del siglo XX. La publicidad logró poner en primer plano los supuestos defectos de este auto, su pequeño porte y su bajo precio. Millones de personas se miraron al espejo del Beetle y entendieron que tal vez los defectos eran su principal atractivo.

La letra de Calamaro pone en primer plano el vox populi -tan argentino- de que se puede ser “sexy y barrigón”. Por algo nos gustan tanto Los Simpson y los Rolling Stones. La cumbia y el tango. El tetra-brick y el mejor vino Malbec. El choripán y el lomo a la parrilla. Había en esos atributos del VW algo de los años 60 y 70: cierto desprecio por las viejas carcazas y la ambición por encontrar nuevos lenguajes y sistemas de representación. La música, la ropa, la literatura, las artes visuales cambiaron entonces de rumbo. El Escarabajo, también. Dejó atrás su siniestro origen y se forjó una nueva identidad del otro lado del océano.

En cuanto al tema que canta Valeria Lynch para la publicidad del banco, “Más, me dás cada día más…”, ya no lo quiero volver a escuchar. Sé que intenta penetrar allí donde existe un vacío, y que los anunciantes lo repiten a cada momento para lograrlo, pero aún no sé por qué lo canto.

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