jueves 18 abril 2024

SCT: Buen manejo de crisis

por Mario A. Campos

Toda crisis pone a prueba la capacidad de respuesta de un gobierno; de su gestión, un gobernante puede salir fortalecido –como ocur r iera con Rudolph Giuliani y el 11 de septiembre de 2001– o hundido – como Miguel de la Madrid tras los sismos del 85–. Pero así como ocurre con las autoridades, las crisis también implican retos para los medios que son objeto de una inusual atención por parte de personas deseosas de información. El desplome del jet de Gobernación quizá no pase a la historia como un detonante que haya impulsado o terminado con carreras políticas o periodísticas, pero sí ha dejado una serie de lecciones que vale la pena consignar.

La estrategia del gobierno

La tragedia del 4 de noviembre difícilmente pudo haber ocurrido en un entorno más adverso: con una opinión pública tradicionalmente recelosa de la versión oficial y predispuesta a creer en teorías de la conspiración, producto de una larga lista de casos que han generado un ambiente que juega en contra de la credibilidad gubernamental.

A eso se agrega que el caso mostraba demasiadas similitudes con la muerte de quien fuera el secretario de Seguridad Pública del sexenio pasado, Ramón Martín Huerta, y que los fallecimientos del Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y el ex zar antidrogas, José Luis Santiago Vasconcelos, se dieron en medio de una guerra contra el narcotráfico y de la reciente confirmación de que altas esferas del gobierno habían sido infiltradas por el crimen organizado. Con estos antecedentes, la versión del atentado llevaba ventaja sobre la hipótesis del accidente.

Apenas se supo del desplome del avión, los medios empezaron a actuar como grandes aspiradoras de información a las que había que alimentar. Esos primeros minutos son clave porque hay una demanda que cubrir y que es satisfecha con reportes oficiales y datos duros en el mejor de los casos, o con especulaciones, rumores, testimonios y filtraciones, en el peor.

Fue en esos instantes que apareció la figura de Marcelo Ebrard, quien ante la ausencia de otras voces ocupó los espacios de la radio y la televisión. Minutos después hizo su aparición Luis Téllez, Secretario de Comunicaciones y Transportes, que desde ese momento asumió el papel de vocero gubernamental. Las razones de su designación sólo las saben en el propio gobierno; sin embargo, visto desde fuera el gesto le valió dos aciertos. Por un lado, encuadró el hecho como un problema de civiles, frente a lo que habría significado la aparición del procurador general de la República cuya sola presencia habría aumentado la percepción del atentado. Por el otro, con Téllez se concentró la información en un sólo emisor, suprimiendo potenciales contradicciones.

Esta decisión –vistas las acciones– estuvo acompañada por otra: la posición del Presidente de responder y no dejar vacíos. Así se entiende el mensaje que ofreció en el hangar presidencial, con el cual marcó tres rutas importantes: la incertidumbre de la autoridad sobre las causas de la tragedia; la promesa de que cualquiera que fuera el resultado se haría público; y finalmente, el tono personal del drama.

Ya en el segundo día de la crisis, Téllez mostró otra pieza del control de daños al emitir información por la mañana –justo a la hora de los noticiarios para orientar el contenido– además de realizar dos encuentros con los medios. Se trataba de no dejar espacios vacíos. También atinó al proporcionar una diversidad de voces, con funcionarios arropados con un perfil técnico, quienes permitían generar imágenes, sonidos y citas para los espacios informativos.

Del mismo modo, el gobierno parece haber entendido que en su batalla por la credibilidad –además de requerir avales externos– necesitaba de las imágenes, que jugaron un papel fundamental. Por eso, al paso de los días, la SCT ofreció las imágenes de los radares, las fotografías de las cajas negras, y por supuesto, las transcripciones de los últimos minutos en las cabinas. En su comunicación, el equipo de Téllez no sólo contó, sino mostró. Lo hizo incluso durante la ceremonia luctuosa, tan impactante en sus imágenes que incluso revistas como Quién y ¡Hola!, dedicaron ediciones especiales al tema.

El gobierno asumió un papel central en la construcción de las historias que se contaron durante estas semanas. Y vista la cobertura de la prensa, le salió bien.

La respuesta de los medios

En términos generales, la cobertura de la prensa pasó de la sospecha a la versión oficial, para concluir en la crítica al desempeño gubernamental. Pero en esas etapas, las diferencias entre los medios fueron notables, desde los que se inclinaron por el tema del atentado como El Universal que en su titular del 5 de noviembre destacaba: “Indagan sabotaje“, hasta la incertidumbre de Reforma, que el mismo día apuntaba: “Tragedia deja dudas“, pasando por los titulares más conservadores que sólo consignaron lo que hasta ese momento era lo único confirmado como, La Jornada o Excélsior: “Muere Mouriño“.

A partir de ese día, algunos diarios –sobre todo Reforma y El Universal– se alternaron al difundir la que después sería presentada como “la hipótesis más sólida”, según la SCT: la causa del desplome del Lear Jet 45 se debió a la turbulencia generada por el avión que le anticipaba y la proximidad que mantuvo el piloto que, en medio de la confusión, no pudo recuperar el control de la aeronave.

Si bien el 5 de noviembre Reforma todavía destacaba las contradicciones sobre un supuesto llamado de auxilio por parte del piloto, ya el día 6 presentaba como su nota principal: “Apunta falla a piloto”, bajo el argumento después confirmado. Como evidencia, el diario citaba entre otras fuentes a un blog “especializado en aviación” (fsmex.com) en el que un piloto aseguraba que había tenido el mismo problema con la misma aeronave, testimonio que no volvería aparecer en la cobertura ni en el debate público.

Al día siguiente, siguiendo con esa línea, Reforma insistía en su portada: “Incumple la torre en separar aviones” y para el día 7 El Universal informaba en el párrafo décimo de su nota principal que “analistas insistieron en que una de las hipótesis del accidente es que viajaba (…) muy cerca, de un Boeing 767 de Mexicana (…) y la estela de su turbulencia pudo ser la probable causa”. Aunque también agregaba que “autoridades de SCT refutaron la versión y dijeron que siempre se mantuvo a más de 4 millas de separación”.

Versiones, las de los dos diarios, que fueron gradualmente desplazadas por las declaraciones oficiales tal y como ocurriera con otros medios como La Jornada y Excélsior, que se mantuvieron en ese enfoque desde el inicio. Así, el 6 de noviembre La Jornada destacaba: “Hasta ahora todo indica un accidente, afirma Luis Téllez”; similar enfoque que el de Excélsior, “Los indicios son de un accidente”; mientras que el 8, La Jornada publicaba en su portada: “Descarta la PGR explosión previa a la caída del Jet”, prácticamente el mismo titular que El Universal: “No hubo explosión en Jet: PGR“, y que Reforma: “Descartan explosión“.

El tema perdió terreno a lo largo de la siguiente semana, en la que cedió los titulares a la crisis económica o la disputa en el PRD. Fue hasta después del viernes 14 cuando Téllez volvió a los titulares con otra conferencia de prensa con la que prácticamente cerró el caso. Las portadas del sábado siguiente así lo confirmaron. Milenio: “Impericia“; El Universal: “Error de pilotos“; Reforma: “Falla piloto en todo“, y Excélsior: “Fallaron pilotos“.

A partir de ese día la historia empezó a girar hacia otros ángulos: la ausencia de controles y protocolos de seguridad para los funcionarios federales; la pertinencia de los mecanismos de contratación de esos servicios; la existencia de supervisores efectivos de los pilotos. En todo caso, todo indica que las especulaciones sobre un atentado como la causa de la tragedia, simplemente salieron de la prensa nacional.

Si nada cambió desde la entrega de este artículo, el gobierno habría triunfado en su estrategia y los elogios recibidos por diversas editoriales y columnas sobre la transparencia en la conducción de las investigaciones, habrían concluido con un resultado satisfactorio para medios y autoridades. Algo que pocas veces se ve, sin duda digno de analizar.

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