viernes 19 abril 2024

Robin Williams: El pescador de ilusiones

por María Cristina Rosas

Oh Captain, My Captain!

Robin Williams decía que la comedia consistía en actuar el optimismo. Nada más cierto: él era el rey de la comedia, si bien logró igualmente realizar memorables caracterizaciones dramáticas, combinando ambas en la pantalla grande.

Transitar de la risa a la tristeza puede ser difícil para algunos histriones, quienes suelen especializarse en categorías como las de “cómico” o “actor dramático”, pero rara vez pueden hacer ambas. Williams, sin embargo, no tenía tener problema para recorrer de ida y vuelta el camino de la comedia a la tragedia, tal vez porque así vivió.

Del drama a los psicópatas

Con cerca de un centenar de películas, Robin Williams lo mismo podía caracterizar a Adrian Croanuer, un irreverente locutor de radio en “Good Morning, Vietnam” (“Buenos días, Vietnam”, dirigida por Barry Levinson en 1987 que al profesor John Keating en “Dead Poets Society” (“La sociedad de los poetas muertos”, del director australiano Peter Weir en 1989 al Doctor Malcolm Sayer, quien luchaba para “despertar” a sus pacientes aquejados por encefalistis en “Awakenings” (“Despertares”, dirigida por Penny Marshall en 1990 al atribulado Henry “Parry” Sagan, un profesor que enloqueció tras el asesinato de su esposa en “The Fisher King” (“El pescador de ilusiones”, de Terry Gilliam en 1991 a Genie (el genio de la lámpara en “Aladdin”, película animada de Disney dirigida por Ron Clements y John Muster en 1992 a Daniel Hilard, un padre de familia separado de su mujer transformado en Euphegenia Doubtfire para estar cerca de sus hijos en “Mrs. Doubtfire” (“Papá por siempre”, de Chris Columbus en 1993 a Armand Goldman, dueño de un club de travestis en “The Birdcage” (“La jaula de las locas”, dirigida por Mike Nichols en 1996 al profesor Sean Maguire en “Good Will Hunting” (“Mente indomable”, de Gus Van Sant en 1997), caracterización que, le significó el único Premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood que obtuvo en su carrera, en la categoría de mejor actor de reparto; al psicópata Walter Finch en “Insomnia” (“Insomnio”, la tercera película del laureado Christopher Nolan en 2002 y a otro psicópata, Seymor “Sy” Parrish en “One Hour Photo” (“Retratos de una obsesión”, de la mano de Mark Romanek en 2002).

Este breve recuento de algunas de las películas más exitosas de Robin Williams permite observar ciertos patrones en sus personajes. Si bien los cómicos fueron una constante en sus inicios -y surgió de las filas de la pantalla chica en la exitosa Mork & Mindy, en que daba vida a un divertido extraterrestre-, Williams apostó sobre todo a papeles dramáticos, mientras que en los 90 se consagró como comediante y a principios de este siglo optó por personajes mentalmente perturbados. Después de “One Hour Photo” se observa una debacle donde el actor participó en papeles secundarios en diversas producciones, siendo la más destacada y financieramente redituable su breve aparición en “Night at the Museum: Battle of the Smithsonian” (“Una noche en el museo: la batalla del smithsoniano” de Shawn Levy en 2009). Tal vez ello lo haya llevado a regresar a la pantalla chica con el ánimo de relanzar su carrera, ésta vez con la serie, “The Crazy Ones”, que solo tuvo una temporada en 2013 dado que no obtuvo éxito.

En su prolífica carrera, Robin Williams se codeó con grandes luminarias de Hollywood, incluyendo a actores y actrices como Glenn Close, Al Pacino, Robert De Niro, Dustin Hoffman, Julia Roberts, Tim Robbins, Jeff Bridges, Gene Hackman, Max Von Sydow, Forest Whitaker, y directores como Francis Ford Coppola, Christopher Nolan, Barry Levinson y Steven Spielberg. En su filmografía hubo de todo: desde cintas aclamadas por la crítica hasta películas no tan buenas, algunas de ellas merecedoras de los Razzies, la frambuesa dorada -antítesis de los premios Óscar.

Hay carácteres recurrentes en los personajes a quienes dio vida Williams en cine: predominan los maestros, los médicos y en su etapa de madurez histriónica, los psicópatas. Su versatilidad para imitar acentos lo convirtió en una figura icónica, y esa versatilidad también la tuvo en el cine de animación, si bien su experiencia con Disney en “Aladdin” fue difícil. Disney había llegado a un acuerdo económico y publicitario con Williams respecto a “Aladdin”, que al final no fue respetado por la empresa. Williams solo recibió 75 mil dólares por dar voz y “vida” al famoso genio de la lámpara, pese a que la película logró ingresos por más de 500 millones de dólares en todo el mundo. Por lo tanto se produjo una controversia entre el actor y los estudios Disney, lo que llevó a que en las secuelas de la película, la empresa recurriera a los servicios de Dan Castellaneta -cuya fama obedece, sobre todo, a ser la voz, en inglés, de Homero Simpson- para encarnar al genio de la lámpara. Empero, la tensión que generó la contratación de Castellaneta para suplir a Williams en las secuelas de “Aladdin” no impidió que éste participara en Los Simpson -en el 16º episodio de la 23ª temporada en un sueño de Homero Simpson, donde Williams le revela que Stanley Kubrick lo quería [a Homero] para protagonizar la película “The Shining” (“El resplandor”), amén de que hubo un par de menciones al histrión en sendos capítulos de la exitosa serie.

En cualquier caso, ante la controversia por “Aladdin” al final Disney se disculpó con Williams y se llegó al acuerdo de que éste nuevamente fuera la voz del genio en la secuela más reciente de la película -con un salario muy superior-, arreglo que, por cierto, llevó a que todo el trabajo que ya había hecho Castellaneta en esa película fueradesechado. Las disculpas se prolongaron hasta el momento mismo del lamentable deceso del actor, cuando la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood recordó a Williams con la imagen del Genie y con la frase “Genie you’re free!” (¡Genio, ya eres libre!).

Robin Williams se caracterizó por su profesionalismo y no se tiene noticia de que haya participado en otras querellas similares con Hollywood. En realidad, los comentarios de quienes lo conocieron, amigos, colegas y directores, siempre apuntan a que era divertido charlar o trabajar con él, que era un verdadero espectáculo imitando a otros -actores, políticos, etcétera-, o al echar mano del sarcasmo, con acentos diversos -rusos, británicos, asiáticos, etcétera-. Además Williams era también solidario con diversas causas y con sus amigos.

El hombre del sarcasmo

Robin McLaurin Williams nació el 21 de julio de 1951 en Chicago, Illinois. Hijo de una exmodelo y de un ejecutivo de la Ford Motor Company, Robin tenía dos hermanos y sus compañeros de infancia refieren que era muy simpático y que a todos los hacía reir, si bien era retraído y tímido. También se sabe que era víctima de bullying en la escuela. Sus padres trabajaban y él pasaba mucho tiempo en casa dando vuelo a su imaginación. Cuando tenía 16 años, y luego de que su padre se jubilara de la empresa, la familia se mudó a California, donde Williams empezaría a estudiar ciencia política, aunque un poco después abandonó esos estudios e inició su incursión en la actuación y las artes escénicas en Nueva York y en la misma California. En la Juilliard School de Nueva York fue compañero de clase de Christopher Reeve, a quien visitaría, años más tarde, cuando el protagonista de Superman estaba paralizado tras el accidente que sufrió al caer de un caballo. Se cuenta que Williams lo visitó y lo hizo reir por primera vez desde el accidente, y Reeve, en su recuente autobiográfico Still Me (Sigo siendo yo) refiere, tras la visita de su ex compañero de clase, que a pesar de estar paralizado sabía que saldría adelante. Asimismo en diversas oportunidades Williams acudió a apoyar a las tropas estadounidenses con sus jocosas rutinas.

Robin Williams era un apasionado de los videojuegos y coleccionaba bicicletas. Era fan declarado de los automóviles ambientalmente amigables y del futbol americano y el béisbol. Tuvo tres hijos y tres matrimonios. Los nombres de sus hijos fueron tomados de personajes de videojuegos que le gustaban al célebre actor.

Pero no todo fue miel sobre hojuelas. Además de la cirugía de corazón que tuvo en 2009 por un problema en la aorta, era adicto a la cocaína y el alcohol, y si bien emprendió varias rehabilitaciones, recaía con relativa frecuencia, aunque no por ello perdía el sentido del humor. En cierta ocasión él mismo comentó, a propósito de la adicciones, que “la cocaína es la manera que tiene dios para decirte que estás ganando demasiado dinero”. En otra oportunidad afirmó que “la realidad es solo una muleta para las personas que no pueden hacer frente a las drogas”. Incluso llegó a decir “quiero rehabilitarme en el país del vino solo para dejar mis opciones abiertas”. Cuando Michael Jackson murió en su casa a consecuencia de una sobre dosis de propofol -el cual solo debe ser administrado en un hospital bajo supervisión médica-, Williams comentó con ironía que quien consume propofol para mitigar el dolor físico equivale a una persona que acude a quimioterapia porque ya se cansó de afeitarse el cuero cabelludo -aunque naturalmente expresó sus condolencias y consternación por lo sucedido.

Ese sarcasmo para referirse a situaciones personales y embarazosas contribuyó a que fuera aún más respetado y admirado. Y es que Williams, apenas abría la boca, era capaz de referirse a los temas más variados con una chispa inigualable.

Williams protagonizó varios espectáculos en diversos foros donde se le podía escuchar hablando de cualquier tema. En asuntos políticos, por ejemplo, el genial actor decía “la gente afirma que la sátira ha muerto, pero está viva y habita en la Casa Blanca”. A propósito del antecesor de Obama en la presidencia, Williams dijo: “tener a George W. Bush dando una conferencia sobre la ética empresarial es como tener a un leproso dándote un tratamiento facial: ¡simplemente no funciona!”. No hay que olvidar a “Good Morning, Vietnam” su película más “políticamente incorrecta”.

El 11 de agosto, hacia el mediodía, Robin Williams fue encontrado en su casa sin vida. Tenía 63 años de edad. Considerando la profunda depresión que padecía, tomó la decisión de despedirse en circunstancias que han causado consternación en el mundo. La depresión no es tristeza, es una grave enfermedad que en casos extremos puede conducir al suicidio.

El hombre del sarcasmo y la sonrisa aniñada se fue, corroborando que la comedia para él fue solamente una actuación del optimismo. Ésa era la cara que le mostraba al mundo. El verdadero Robin Williams, ése al que los espectadores nunca conocieron, vivía torturado y sucumbió ante sus demonios. Con ello pulverizó la consigna de que una persona se ve como se siente. Por eso era un actor excelso: logró mostrarse ante los demás como un niño grande, jocoso, burlón, sarcástico, inocente, como ese Jack de la película en que lo dirigió Francis Ford Coppola.

En la producción de “Hook” donde Williams trabajó a las órdenes de Steven Spielberg, hacia el final de la misma, el personaje de Peter Banning, un Peter Pan adulto, sentenciaba: “¡Oh no! ¡Vivir! ¡Vivir será una fantástica aventura!”. La vida de Robin Williams fue así, una fantástica aventura. Así es como hay que recordarlo. Hasta siempre, My Captain!.

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