sábado 20 abril 2024

Redes y batalla en las alturas

por José Luis Durán King

Un periplo, de acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, es un “viaje o recorrido”, generalmente “con regreso al punto de partida”. También es, atendiendo a la misma fuente, un “recorrido o trayectoria espiritual de una persona”. Y algo más: “En la geografía antigua”, señala, una “circunnavegación”.

Tres bellas definiciones, profundas, para una idea. Así de profunda ha sido mi relación con etcétera, un medio al que ingresé como colaborador semanal en mayo de 1993. En aquel tiempo -es decir, hace 18 años- escribía la columna “Guía de Perplejos”, un espacio delicioso y ecléctico, en el que siempre tuve oportunidad de hablar de temas, por decir lo menos, bastante alucinados.

Enfatizo esto último, porque desde su origen etcétera fue -y se mantiene- como una revista que pondera la libertad de palabra, que nunca corteja con puntos de interés que lo alejen de su perfil editorial y lo aproximen al mandato o al sinuoso camino de lo conveniente. No, la dignidad y la historia ya templada de este magazine, afortunadamente, son un freno automático que impide el paso a cualquier acto que atente contra la impronta que la define como una publicación seria, especializada, de consulta y también de entretenimiento.

Dicen que la edad ablanda, que el paso del tiempo da experiencia y sabiduría, que las personas pierden enjundia y entusiasmo por lo que hacen cuando los años se acumulan y las hojas del calendario adquieren una gravidez similar a la de las losas de concreto. Puede ser, por qué no. En mi caso, el periplo que realicé antes de volver a ésta, mi casa editorial, ahora como editor, sólo sirvió para añorar, cada vez con mayor fuerza, mi regreso. Y aquí estamos.

En estos 18 años, las cosas, las personas, el país han cambiado, y de qué forma. En 1993 escribía mi columna en una máquina portátil Olivetti. Una vez que terminaba la enviaba vía fax (imagínense) a la redacción de etcétera, que entonces era una publicación en formato tabloide, en blanco y negro. Los lunes confirmaba con los compañeros que todo estuviera en su lugar y después a esperar a que llegara el jueves para adquirir el número vigente, el cual, una vez leído, era colocado en uno de los apartados de mi librero.

La desvelada dominical, el fax, la Olivetti, el formato tabloide en blanco y negro y la búsqueda de información en revistas y diarios extranjeros de papel también yacen como recuerdos de una época remota en uno de mis anaqueles mentales.

Hoy hay Internet. Suena exagerado, pero la red, la súper carretera de la información -como se le denominó en sus orígenes- transformó no sólo a los medios, también lo hizo de manera contundente con la sociedad y su forma de relacionarse e informarse; es vehículo de autopromoción profesional, amistosa y sentimental. Se ha vuelto, asimismo, una ventana a la intimidad y a la cotidianidad de los participantes, que muestran sin empacho y más bien con descaro sus miserias y grandezas.

Los políticos, que siempre llegan con retraso a la modernidad -y, cuando llegan, intentan aplicar las más descabelladas normatividades-, temen y adoran la actividad on line. Twitter, Facebook y demás redes sociales, son un vehículo extraordinario para la promoción de sus idearios o, cuando se carece de ellos, para sus ocurrencias, siempre con aspiraciones a ser legisladas.

Es tal la importancia de este intercambio internacional de mensajería que el Presidente Calderón obligó a su gabinete a tener cuenta de Twitter. Él mismo predicó con el ejemplo y desde hace varios meses mantiene una relación virtual con la ciudadanía a través de esta red social, aunque, eso sí, su equipo de asesores tiene mucho cuidado en depurar los mensajes que a su parecer sean insultantes.

Es de tal dimensión el presente y futuro de Internet que es la actual manzana de la discordia entre tres potestades monopólicas de nuestro país: Telmex, Televisa y TV Azteca. En el agarrón que el trío protagoniza en las alturas, las empresas susodichas hacen todo con tal de incluir la potencia de la red en su oferta de información y entretenimiento.

Para nadie es un secreto que incluso la televisión tradicional va a la baja entre las preferencias del público consumidor. Y el coloso y los dos titanes de los medios de comunicación hacen hasta lo imposible por no ausentarse de esta fiesta, donde los mirones somos de palo, aun tratándose de una disputa de bienes públicos.

Esa batalla de las telecomunicaciones ha sido pormenorizada en las páginas de etcétera, que funge, una vez más, como bitácora, registro fiel y puntual, en este tema álgido que indudablemente forma parte de la agenda política presente de nuestro país.

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