jueves 28 marzo 2024

Radiodrama en onda corta

por Emiliano López Rascón

Hay contenidos que simplemente no transitan y no hay que forzarlos a pasar por la radio. Esto vale, creo, también para ciertas expresiones más allá de la palabra, particularmente algunas de la música académica contemporánea; pero aún así he llegado a preferir entre los sabios a quienes se distinguen por su plasticidad verbal y el uso de los recursos expositivos capaces de deslizarse por diferentes niveles de abstracción para lograr comunicar sus conocimientos con eficacia y claridad a diferentes auditorios.

No sé realmente si la vocación esencial de la radio sea formar, entretener o enajenar. No sabría decir si el jodido nivel educativo en México sea producto de la mafia en el poder (de las telecomunicaciones) o el desprecio gubernamental por los medios culturales y educativos; pero sí sé que cada que un erudito académico toma el micrófono en lugar de ser un facilitador se vuelve un obstáculo para el saber, juega del lado de los malos ya sea por ignorancia, torpeza o miedo.

Así pues, patrióticamente, ofrezco las 15 nociones para el académico al micrófono:

III.- HEURÍSTICA

1.- La radio NO enseña filosofía o física. No ahorra la lectura de textos de filósofos, ni las clases o la práctica; así como tampoco sustituye una película, ni a una terapia psicoanalítica o médica. La radio aproxima, excita la curiosidad, puede traducir algunos contenidos, en suma, ser un primer paso hacia; pero nunca el camino en sí.

2.- La radio no es un aula, ni sala de conferencias, ni el laboratorio, tampoco los puede reemplazar. En la radio no se habla a colegas, sinodales, ni alumnos. No hay calificaciones ni evaluaciones a los oyentes, por lo que no hay ningún poder sobre ellos, más bien al contrario: lo atienden, lo ignoran o le cambian de sintonía. Ah, y a la mayoría le vale un pepino nuestro currículum y grados académicos.

3.- Sólo se puede teorizar en la radio lo que el medio radiofónico permite. Difícilmente se genera conocimiento en la radio, acaso se transmite, salvo el caso de las formas conversacionales propias de las humanidades que eventualmente por la fricción dialéctica pueden alumbrar uno que otro descubrimiento.

4.- El nivel cultural promedio del auditorio en el DF es de tercero de secundaria. En emisoras culturales es de tercero de bachillerato. Así pues, hay que adquirir la habilidad de ser claro, lineal y directo; pero sin resultar chabacano, “pedagógico” o condescendiente. Explicar con peras y manzanas sólo hará que le arrojen jitomates al marchante. Una cosa es que los radioescuchas sean distraídos o con poca formación académica y la otra es que sean tontos.

5.- El tiempo en cabina pasa mucho más rápido que en el receptor. Los escuchas tienen muchas opciones en el cuadrante y poca paciencia. El promedio de escucha a una señal continua no llega a los tres minutos. Cuando algo no les interesa le cambian a los 25 segundos.

6.- En la conversación radiofónica hay que exponer una, máximo dos ideas por intervención dentro de un bloque de 12 minutos. No se debe concentrar, condensar o complicar ideas; sino distribuir, desplegar, explicar, pues.

7.- Se debe evitar usar seguido conceptos abstractos o muy especializados o hay que tomarse el tiempo de explicarlos con ejemplos y analogías. En la radio no hay citas, notas a pié de página o referencias textuales, no hay pizarrón ni libro de texto. En la academia hay que sostener y fundamentar todo lo dicho para lo cual es necesario un aparato critico y un sistema de referencias que en la radio sólo debe usarse en casos imprescindibles.

8.- Excepto en los podcasts, considerados como emisiones casi radiofónicas, no se puede detener, ni pausar, regresar, subrayar releer o adelantar la radio.

9.- En la radio funciona mejor el uso de frases cortas: sujeto, verbo y predicado. Más en coloquio: nada de oraciones largas o con muchas subordinadas. Con varios interlocutores debe evitarse encimar las voces o hablar todos al mismo tiempo.

10.- Es obvio pero se olvida: la gente no está viendo los gestos que naturalmente se hacen al hablar, no están los ademanes para matizar o enfatizar, sólo se cuenta con la entonación, la radio ocurre “a ojos cerrados” Cuando una emisión de radio es también televisada es mejor olvidarse de los televidentes que de los radioescuchas.

11.- Las imágenes sensoriales concretas, metáforas, figuras y ejemplos cotidianos ayudan a la exposición, la mundanidad y la conexión horizontal con emociones y preocupaciones del promedio, sin embargo acá como diría Wilde: la naturalidad es una pose. El mejor orador en radio es aquel que domina una falsa naturalidad.

12.- El giro inesperado, la idea a contrapelo, lo políticamente incorrecto, la polémica ayudan a atraer la atención, pero la coherencia y la claridad para argumentar son indispensables para mantenerla o para sostener el respeto del respetable. Y cuidado: el mal chiste sale muy caro.

13.- El proverbio, el aforismo, el vox pópuli, el dicho, lo que es patrimonio colectivo y sus paráfrasis son eficaces puntos de partida, de contraste, de apoyo o incluso desenlace para transitar hacia pensamientos singulares, sofisticados o innovadores. No todo tiene que ser evidente y claro. Una dosis de misterio es seductora.

14.- No hay que leer. Aún con especialidad en locución es un riesgo si el texto no fue adaptado a la oralidad de la radio. Se pierde fácilmente la conexión con el sentido y caer en una lectura plana, sin énfasis, mecánica, débil y en muchas ocasiones atropellada. El que lee comienza a proyectar angustia, inseguridad o se pertrecha en una ausencia emocional e incluso cierta soberbia reactiva.

15.- Salvo el privilegiado de la palabra, dado el escaso tiempo, hablar en el medio sin un texto o esquema previo es arriesgarse a resultar confuso, errático y a veces hasta tartamudo. Siempre es buena idea crear un índice de enunciados como guía.

Todo esto, lo sé, es para poner nervioso hasta el más experimentado de los conductores, sin embargo y como un adicional: para los nervios, para la locución y sí, para la vida, lo básico es la correcta respiración.

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