viernes 29 marzo 2024

Quirófanos televisados

por Ignacio Herrera Cruz

Coma, una película de 1978 estelarizada por Michael Douglas, Richard Widmark y Genevieve Bujold, es un thriller médico de buen suspenso, que trata sobre el tráfico de órganos en un hospital. Su director Michael Crichton, en otra vertiente de su polifacética carrera, es uno de los escritores de best-sellers mas conocidos del mundo; pero no sólo eso, es un médico egresado de Harvard que de sus experiencias en el área de urgencias extraería la idea tras ER, Sala de emergencias, la serie televisiva sobre temas médicos que mayor tiempo se ha sostenido en la pantalla chica, pues comenzó en el otoño de 1994 en Estados Unidos y no concluirá sus transmisiones sino hasta la primavera de 2009.

A diferencia de otros melodramas que versan sobre esos asuntos, ER no está centrada en un personaje principal, sino que el punto neurálgico son los hechos de vida y muerte que rodean ala profesión médica en un hospital de Chicago, más los conflictos personales de médicos y enfermeras.

El elenco de ER a Io largo de las sucesivas temporadas ha estado integrado por muy buenos actores, el mejor ejemplo es George Clooney, y aunque es tal vez el más importante de los programas que se ha centrado en los médicos, no fue el primero ni será el último, pues la televisión ha estado enamorada de estos profesionistas desde casi sus comienzos.

Cirugías teledramatizadas

En blanco y negro, enfundado en su bata inmaculada el doctor James Kildare (Richard Chamberlain) cautivó a la audiencia a principios de los 60, tanto en Estados Unidos como en México; al mismo tiempo surgió su competidor, el doctor Ben Casey, encarnado por el actor Vince Edwards.

Como comenté en un artículo anterior’ a principios de los 60, en los tres canales (2, 4 y S) que luego compondrían Televisa, no había discriminación entre la programación nacional y extranjera, por lo que esas series formaron a la primera generación de telespectadores sobre la forma en la cual se podía recibir un programa y qué estándares de calidad esperar de ellos.

Así, en el otoño de 1964, Ben Casey se transmitía los domingos a las 10 de la noche por el Canal 4, en competencia directa con la serie siempre popular Los íntocables en el Canal 2 y películas de cine mexicano en Canal 5; los lunes era el turno en el mismo horario del Doctor Kildare en el 2, frente a Dan Rover, ¿quién puede decirnos hoy de qué trataba? en el 5, y Las mejores faenas, conducido por Pepe Alameda en el 4.

Llegó el color en la segunda mitad de los 60 y eso abrió nuevas posibilidades a las series médicas. A principios de los 70 la más famosa fue la de Marcus Welby estelarizada por Robert Young, la cual, al igual que sus dos antecesores, giraba en torno de los conflictos del personaje principal, que debía imponer su visión acerca de la forma de tratar a sus pacientes, en contra de puntos de vista opuestos de otros médicos, en ocasiones sus superiores, en otras sus competidores.

Auge, alegoría y el cierre de una década

El episodio más visto en la historia de la televisión estadounidense transmitido el 28 de febrero de 1983, fue el cierre de la serie MASH (acrónimo de Mobile Army Surgical Hospital, traducido al español como Hospital Quirúrgico Móvil del Ejército). La serie -que surgió de la película del mismo nombre de 1970 dirigida por Robert Altman- nominalmente pasaba en un hospital de campo durante la guerra de Corea.

En realidad hacía referencia a los acontecimientos de Vietnam. MASH, que comenzó como una serie cómica se fue volviendo progresivamente más oscura con el transcurso de sus 11 temporadas, que abarcaron una guerra que solo duró tres años.

Existen muchas teorías de por qué ese último capitulo de MASH alcanzó la audiencia que alcanzó; quizá fue el cierre simbólico de lbs 70, una década para los estadounidenses de frustración, incertidumbre y desencanto.

La década dorada para la profesión

Entre el final de MASH y la aparición de ER si bien los médicos no desaparecieron como protagonistas de series, no participaron en las de mayor éxito. Así, importadas de Estados Unidos y vistas por las noches en Canal 5 o directamente en los sistemas de paga de su país de procedencia, se pudo ver al Doctor Quincy, un forense que utilizaba las autopsias para resolver muertes dudosas, algo que profundizaría CSI en sus varias encarnaciones; estuvo también Doogie Howser, una comedia acerca de un muchacho menor de edad que se graduaba de médico y debía combinar el solucionar sus problemas hormonales con las consultas.

Pero son tres series principalmente las que han vuelto la primera del siglo XXI una época dorada para los médicos en la televisión. La crítica televisiva de The New York Times, Alessandra Stanley, se cura en salud antes de opinar de las tres: “A diferencia de un libro o una pelicula, una serie televisiva es una obra mercurial en progreso; cada capitulo varía en calidad e impacto. En otras palabras, los críticos nunca se equivocan, es el programa que mejora -o empeora- en el transcurso de la temporada”.

Por orden de aparición cronológica tenemos a Nip/Tuck (la traducción aproximada sería Cortar y remendar), cuyo ángulo interesante es el de que la medicina ya no se utiliza para curar, sino mayoritariamente para propósitos cosméticos: lo que motiva a Christian Troy (Julian McMahon) y Sean McNamara (Dylan Walsh) es primordialmente la riqueza y en segundo término la fama. Sus pacientes, en general, no están al borde de la muerte y tienen la necesidad del ingenio científico para reponerse, sino que desean cambiar de apariencia o volverla más atractiva.

De nueva cuenta tomemos la opinión de Stanley, publicada en julio de 2003: “Las escenas quirúrgicas del programa son tan atrevidas y gráficas como sus escenas de sexo y mucho más repelentes que cualquier cosa de ER… Nip/Tuck es inusual, pero el programa es de cierta forma como otro éxito crítico The Shield: así como la serie policiaca transformó las convenciones al centrarse en policias corruptos… Nip/Tuck es un drama escrito con agudeza, sin pretensiones intelectuales. Es una sátira oscura que logra ser tan absorbente como una telenovela”. Por su parte, Álvaro Cueva señaló en algún momento: “Me gusta Nip/Tuck, por inteligente, porque nos da nuestro lugar como televidentes, porque nos reta, porque nos escandaliza, porque nos mueve el tapete, porque nos hace vivir”.

Después surgió Dr. House, Io que lo vuelve especial no es sólo un homenaje a Sherlock Holmes, en su parte cerebral, en sus manías, su uso de drogas y su egocentrismo; sino que-ses un médico contrario a la tradición que es condescendiente con quien busca su ayuda.

Stanley escribió de su debut en noviembrede 2004: House maneja todos los clisés imaginables de los programas médicos en un popurrí de inanidad que es casi irresistible… los personajes del programa son planos y así lo es Ia escritura, pero hay algo universalmente atractivo sobre la sangre, las vísceras y en una camilla arrastrada a toda velocidad”.

Lo que salva al doctor Gregory House (Hugh Laurie) es su brillantez, que le permite trasgredir límites que quizá como pacientes y telespectadores no le permitiríamos a un doctor (y personaje) mediocre. Para Cueva: “Dr. House va más allá del tradicional concepto de serie de televisión. Es una obra maestra de la comunicación audiovisual que a ratos coquetea con las más profundas manifestaciones artísticas”.

Al último, pero no al final está Grey’s Anatomy, respecto de la que retomamos de nueva cuenta la opinión de Stanley en su evaluación en marzo de 2005: Ahora que se acabó Sex and the City y ER está en su última etapa, la ABC ha concebido un drama que es la mezcla de un poco de ambas… Sexo y el hospital de la ciudad… En una era de esposas deseperadas y OC es refrescante ver un programa de televisión cuyas heroínas aspiran a un trabajo significativo tanto como a sexo sin complicaciones… Si usted amó los textos médicos, amará el programa”.

Grey’s Anatomy-que por su título hace referencia al principal libro de texto que se emplea en las facultades médicas de Estados Unidos y a su personaje principal, la doctora. Meredith Grey (Ellen Pompeo, una actriz anoréxica de nulo carisma)- funciona por generar una historia sólida y evolutiva a los doctores que rodean a Grey, los cuales son bastante atractivos como Derek Shepherd (Patrick Dempsey), el amor imposible; la ex modelo de ropa interior Izzie Stevens (Katherine Heigt la fría y racional Cristina Yang de ascendencia asiática (Sandra Oh), y la bella neonatóloga Addison Montgomery (Kate Walsh), quien obtendría su propia serie derivada Private Practice, aunque sin el éxito esperado. Según el columnista de asuntos de tele de Milenio: “Tiene a su favor, además de una magnífica producción, una afortunadísima combinación de amor, humor y acción”.

Lo que le imprime sentido a las series sobre doctores se da en el marco de una doble conjunción.

En primer lugar, en el avance de la ciencia aplicada a la medicina que permite que asuntos aparentemente increíbles sean factibles: desde el desciframiento del genoma humano y del ADN hasta los ultrasonidos, los trasplantes de órganos, nuevas y mejoradas drogas y pastillas que permiten hacernos soñar con el alargamiento de la vida y en remediar los daños de la naturaleza o de accidentes.

En segundo lugar, a que las tematicas en la televisión se han liberalizado en combinación con la tecnología. Los canales de paga han vuelto más elásticos los límites en cuanto a lenguaje, sexo y temas susceptibles de ser abordados en un ambiente doméstico. Una operación que antes sólo se sugería, ahora pude recrearse de una manera bastante gráfica y un conflicto que hace poco parecía atrevido abordar, ahora es una cuestión común.

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