viernes 19 abril 2024

¿Qué tiene que ver el póker con la vida?

por Melina Alzogaray Vanella

Conversaciones con un jugador

Cuando le dije a Eric que quería entrevistarlo me sonrió feliz y me invitó un jugo de mango. Fue el 15 de agosto cuando, bajo el calor de la selva, fuimos a su casa. Para llegar tomamos un taxi, su morada queda en la cima de una montaña de Mazunte, tiene luz de paneles solares como casi todas las casas de los “weros” que vivimos en aquel lado de la montaña; su nevera está desenchufada y su cocina parece un pueblo fantasma. Sin embargo tiene una preciosa galería techada, repleta de mosaicos mexicanos y una vista panorámica del pueblo y del océano pacífico. El aire que corre es tan puro que nos hiere. Eric se disculpa porque su casa aún no esté terminada, hay una terraza con el esqueleto de una palapa que desde hace años no se acaba.

Además de vivir en Canadá, Eric vivió ocho años en EU, siete en Tailandia, uno en Israel, algunos meses en Egipto, Londres, Irlanda. Y hace ocho años que habita este pueblo costeño de Oaxaca que pertenece al municipio de Santa María Tonameca, donde vive la gente del sol. Llegó aquí con un amigo en motocicleta, iban hacia Ushuaia, el plan era recorrer América Latina en dos años. Pero la neta es que para llegar a Puerto Escondido se tardaron seis meses. Allí se dieron cuenta que debían ir más rápido. El próximo destino sería la ciudad de Oaxaca, les llevaría nueve horas llegar, era demasiado tiempo sobre la carretera. Decidieron entonces hacer una hora hasta el pueblo más cercano (Mazunte), dormir allí y salir al día siguiente, ni bien amaneciera. Curiosamente esa noche se emborracharon: no podían partir crudos, así pasaron los días y se quedaron semanas… La historia es que al poco tiempo Eric compró un terreno en Mazunte, hizo su casa; y junto a Epi -su amigo y socio- lleva adelante el SIDDARTHA, uno de los bares más concurridos de la playa, donde puedes comer exquisito, bailar bien rico con “Los Nieros” o jugar al póker con Eric cada semana.

“Si ahora mismo agarro una moneda, y te reto a que apostemos; si ahora mismo te digo vamos a tirar la moneda diez veces, y si lo que dices tú sale seis veces, me ganas. (…) Ya estás en desventaja, ¿seis de diez?, ¡estoy robándote! Esa es una trampa, la típica trampa de todas las máquinas del casino. La estructura está en contra de ti. Puedes ganar un día, una semana o, tal vez ganes un mes seguido, pero a huevo terminarás perdiendo. La diferencia con el póker es que no juegas con un casino, juegas con otras personas, lo que importa es tu destreza”. A Eric le da vergu%u0308enza decirlo pero al final de la entrevista confesará que se asume como un profesional del póker, es decir que su actividad constituye su medio de ganarse la vida; lo hace con pasión y con disciplina.

Si él pudiera elegir preferiría no trabajar, de hecho me dice que si tuviera suficiente lana no se dedicaría a jugar al póker, se brindaría solo a viajar. Me repite que no le gusta trabajar, pero que si debiera hacerlo, sin dudas sería actor de cine.

Eric prende su cigarro y me explica “Hay tres fases de evolución en un jugador de póker: la primera es comprender exactamente qué cartas tienes tú en las manos; la segunda fase supone que además de saber lo que tú tienes, puedas también suponer lo que tiene tu oponente. El tercer nivel consiste -además de saber cuáles son tus cartas y saber lo que tiene el otro gu%u0308ey-, en adivinar qué es lo que él piensa que tú tienes”.

Eric está ansioso por contarme su verdad. ¿Tú crees que el póker es apostar? El 90% de la gente que pierde es porque no entiende nada: “cuando tú comienzas un pequeño negocio tienes el mismo porcentaje de probabilidades de sobrevivir que de ganar una partida de póker”. Me pregunto: ¿Qué tiene de espiritual el póker? ¿Qué te enseña para la vida? ¿Qué se aprende de perder? ¿Y de ganar? Elegimos nuestra mesa y nuestras sillas. Eric mezcla y reparte las cartas, comienza la entrevista.

¿Cómo llegaste a ser quien eres?

Hace muchos años leí un libro que decía que cada uno de nosotros, tenemos tres momentos críticos que marcan nuestro camino. Claramente puedo compartir contigo uno de esos momentos, siento que aquel suceso fue la gasolina que prendió el fuego para que yo llegara a ser quien soy; y eso fue cuando salí por primera vez de viaje solo desde mi casa. Vengo de una familia de clase media, mi padre es plomero y mi madre ama de casa. Yo acababa de graduarme de la secundaria, y me regalaron -al igual que a mi hermano mayor- un viaje de verano a Israel. El regalo era por dos meses para luego regresar y estudiar en la universidad. Yo había escuchado de varias personas que habían viajado por Europa y me gustaba la idea; les dije a mis padres que quería irme por un año. Ellos me respondieron “tú no tienes la lana, nosotros tampoco, olvídalo, no es una opción. Solo podrás ir por el verano a Israel y regresarás a estudiar”. Fue entonces cuando yo hice una trampa, ellos me dijeron que aquél era “mi regalo”. Con mi madre llamamos a su agente de viajes pidiendo un boleto redondo a Israel, costaba dos mil dólares. Mi madre me mandó con la lana a pagar, al llegar pregunté cuánto valía un boleto solo de ida, me dijeron que valía la mitad. Le dije “dame solo la ida”. Pagué la mitad, regresé a la casa y le dije a mi madre que regresaría en un año. Ellos se enojaron mucho, me dijeron que no iban a ayudarme. Mis padres son muy buenos y siempre hemos tenido una muy buena relación; pero en aquella ocasión peleamos mucho. Yo nunca cociné ni me lavé mi ropa, mi madre desesperada se preguntaba cómo iba a sobrevivir. Pertenezco a una típica familia judía donde la mamá hace todo. La neta, tenía tanto miedo que fue la primera vez que vi rojo y me prometí a mí mismo que, aunque muriera en el camino, yo regresaría al año siguiente.

Ya en Israel mi primo me regaló un viaje de fin de semana a Egipto. Mi primo regresó a Israel y decidí quedarme unos meses a vivir allí. Yo sabía que había muchas mentiras. Al pertenecer a una familia judía siempre escuché que los árabes eran animales malvados. Sin embargo, al llegar a Egipto descubrí que los árabes eran iguales a los israelitas, gente muy caliente, “si alguien no te gusta lo matamos, si tú no nos gustas, te matamos”. Cuando estuve allí me aceptaron como familia. Siempre vi a los árabes y a los israelitas como dos hermanos peleando. Al vivir allí, en medio del desierto, con una familia de gente muy humilde (hasta se duchaban con agua del mar), que eran como niños, siempre sonriendo de una oreja hacia la otra. Comprendí que -a diferencia de lo que había aprendido- el dinero no era lo importante para ser feliz. En Montreal la gente tiene mucho dinero y le cuesta mucho abrazar la felicidad; sin embargo en aquel desierto de Egipto las personas vivían en una extrema pobreza pero sinceramente estaban felices. Y allí se me prendió otra luz. Supe que tenía que viajar para descubrir todas las mentiras que aprendí desde niño. Al año regresé a Montreal y cumplí 21.

Mis padres querían que comenzara la universidad; mientras que una jefa en una tienda de ropa en la que yo trabajaba, me regaló un arete de Nike (en esa época yo era un fanático de Nike) y cada día en la calle diez o 20 personas me lo querían comprar. Al tiempo tuve la oportunidad de trabajar en un tianguis, en el puesto del padre de un amigo, pensé que vendiendo joyería de Nike haríamos mucho dinero, fuimos y regresamos en coche a Nueva York en 32 horas y compramos pendientes, anillos y aretes por 200 dólares. Cuando el padre vio que eso no estaba registrado legalmente nos aseguró que no teníamos derecho a venderlo allí. Salimos a venderlo por la calle, y ese mismo día se nos escurrió la mercadería de las manos. Con ese dinero me fui otra vez de viaje y trabajé de mesero, de cocinero, de basurero…

¿Cómo es que tus padres llegaron a Montreal?

La familia de mi padre es de Marruecos, tenían mucho dinero pues eran dueños de una empresa de camiones. Tuvieron que salir huyendo de los nazis, allá por la época de Casablanca, tomaron un barco a Israel y en el camino les robaron todas sus pertenencias; entonces se vieron obligados a dejar a sus ocho hijos en orfanatos. En uno de ellos creció mi padre y al salir lo metieron en el ejercito, al terminar se fue a vivir a Montreal.

La historia de mi abuelo materno es mucho más desgarradora que cualquier película: su familia era una de las más ricas en Polonia, dueña de la estación de tren de su pueblo, propietarios de la granja más grande del país, vendían grano a toda Polonia. Tenían uno de los tres coches de su país. Sabían que se avecinaba la guerra, pero no imaginaban el horror que sucedería. Mi bisabuelo mandó a mi abuelo a comprar víveres para refugiarse en la casa durante el tiempo que durara la guerra. Viajó tres días para ir, y tres días para regresar. Cuando llegó encontró que los nazis ya habían pasado por su casa: mataron a toda su familia, los animales, quemaron todo, no quedó nada. Mi abuelo quería escapar de la guerra y decidió ir a Rusia. En la frontera los rusos le dijeron “¿Quieres entrar en Rusia? ¡Entonces vas a pelear por nosotros!” y lo metieron a pelear en el ejército. Intentó escaparse y lo agarraron y lo metieron en la cárcel de Siberia que tiene las condiciones carcelarias más duras de todo el planeta (me dijeron que de allí salen vivos dos de diez personas). Permaneció preso siete años, al salir regresó a su casa en Polonia pero ya había otra gente viviendo allá, el dueño lo sacó con una escopeta. Fue a Rusia, conoció a mi abuela, nació mi mamá, luego fueron a vivir a Israel. Cuando mi madre creció se fue a Montreal y allí conoció a mi papá.

¿Cómo aprendiste a jugar al póker?

Mis padres. (Eric se ríe) Muchos de mis primeros recuerdos son en Las Vegas. Nos mudamos por ocho años de Montreal a Los Ángeles; muy cerca de Las Vegas, cada fin de semana íbamos allí en familia. Desde niño iba a jugar a las máquinas de video juegos, en los casinos, nos dejaban en cuartos para niños y nos quedábamos horas y horas jugando. Si se nos acababa el dinero teníamos que llamarlo por teléfono y él venía corriendo a dejarnos más dinero para mantenernos entretenidos y entonces ellos podían seguir jugando. Yo no entendía nada, era un mundo repleto de luces y video juegos, para mí era genial.

Una vez que aburrido en la fila del restaurante del casino me puse a jugar al Jackpot, gané. Sonó la alarma, llegó el gu%u0308ey de la seguridad, buscaba al ganador, yo saltaba de alegría como el niño que era diciendo que era yo el ganador. Mi padre dicía “cómo cree, fui yo el que jugué y ganó”. También recuerdo de niño escuchar en medio de la noche gritos eufóricos, me despertaba, iba a la cocina en pijamas y veía a mi padre con todos sus cuates jugando póker. Y mi padre preguntaba “¿Oye Erik qué haces despierto?”, y yo “Es que me despertaron”, y me decía “Bueno, tú vete a dormir, ustedes hablen más bajo”. Eso era normal, no me enojaba. Y como a los 15 años comencé a jugar con mis amigos. Yo tenía varios grupos. Los “mal amigos”. Que con el tiempo comenzaron a hacer trampa, eran muy sucios. Siempre el póker me gustó mucho. Era muy bueno.

A los 18 años comencé a jugar en el casino de Atlantic City (mi hermano mayor me prestaba su identificación, él era muy chingón). Yo jugaba borracho porque allí el alcohol era gratis, tenía mucha actitud, disfrutaba mucho. Como con cualquier cosa, te das cuenta que eres bueno para eso. Me iba más o menos bien, jugué muchos años pero no seriamente.

Por esa época me sucedió algo memorable, a los 21 años jugué mi primer torneo por 20 dólares de entrada, los torneos eran algo nuevo para esa época. La verdad es que muchos de los apostadores son gente muy triste, lusers, no cuidan su cuerpo, ellos son más bien apostadores, pero no verdaderos jugadores de póker. Y en mi mesa apareció Phil Ivey (que actualmente es el Michael Jordan del póker y más), entonces no era famoso, yo lo vi y me di cuenta que era diferente a todos, no decía nada, ni una palabra, estaba en el juego al 100%. Yo le tenía miedo, nunca vi alguien así, él era una piedra. En un juego me toca la mejor mano, as rey, esa jugada casi no se puede foldear, tienes que resubirlo. Me quedé reflexionando, cuando me di cuenta era mi turno y lo único que sabía era que con ese tipo yo no quería jugar. El crupier me dice “Te toca, te acaban de retar, fue él” y señala a Phil Ivey y yo para mis adentros pensaba “Mierda… no quiero jugar con él, pero tengo as rey”, lo miro y él me está mirando fijamente como una roca y pienso “no mames, no quiero jugar con este gu%u0308ey”, miro mis cartas y son muy buenas “tengo que jugar”, no sé qué hacer; finalmente lo vuelvo a mirar y entiendo que no quiero jugar con él, entonces foldeo mis cartas. En ese momento yo supe que él era especial. Después de dos años lo vi en la tele, hoy es el jugador más caliente en el póker.

La cuestión es que jugué por dos años una vez a la semana pero no lo hacía seriamente, no leía libros ni nada. Tú puedes jugar por muchos años pero eso no significa que aprendiste. Actualmente hay investigaciones que aseguran que el póker es más complicado que el ajedrez. Sin embargo, otra cosa interesante del póker es que puedes ver a un profesional jugando con un amateur y por dinero. ¿Dónde viste eso? No lo ves en ningún deporte, ni siquiera en el ajedrez, en cualquier disciplina destruirían al amateur. En el póker puede suceder y hasta el principiante puede ganar.

¿Qué es el póker?

Para algunos, un vicio, para otros, chamba. Para mí es un poquito de chamba, aunque nunca gané suficiente dinero, pero me ayudó mucho en los momentos que lo necesitaba. Ganas o pierdes, pero muy poca gente gana. Solo para que te des una idea: el 90% pierde, tienes un 10% que se divide en los que ganan un poco y una minoría que gana una buena cantidad. Es muy duro pero a mí el póker me permite crecer, porque para ser mejor jugador tienes que buscar la verdad, preguntarte por qué perdiste, no puedes echar culpas afuera. Buscar el equilibrio mental para desenterrar la verdad. En ocasiones pierdes con la mejor mano. Es igual que la vida, debes mirar “la foto grande”, a veces hiciste todo bien pero te va mal; en el póker es igual, no tienes el total control. El póker implica que comprendas todo ese rollo de buscar la verdad dentro de ti y de tener una cabeza zen preparada para perder sin enojarte, si lo logras creces como persona.

¿Y cuáles son las principales variables a la hora de jugar?

Es impresionante conocer las habilidades que tienen algunas personas, si alguien no tiene experiencia y se sienta en una mesa profesional es muy fácil leer lo que tiene en su mano, lo expresa con detalles. Un estudio en los 70′ analiza dónde pones tus manos, si te tapas la boca, si miras de frente, tu respiración… Son infinitas las señales que da el cuerpo… las reacciones son las de “pelear o correr”, por ejemplo si alguien tiene una mano muy buena es normal que se agite tu respiración y empieces a temblar, sabes que vas a ganar y te empiezas a preparar para pelear, hasta yo podría escuchar los latidos de tu corazón. Con el tiempo comienzas a controlarlo, lo haces con calma, aunque no siempre estás en tu mejor momento.

¿Qué se necesita para ser un buen jugador de póker?

Conciencia. La cantidad de información que está ahí es infinita, como en la vida, exactamente igual, sabemos exactamente lo que tenemos que hacer, sin embargo, hacemos otra cosa. Una vez me sucedió algo muy cabrón y eso rayó mi cabeza. Yo tenía dos ases, yo le subí, y alguien me resubió, yo le resubí, y el gu%u0308ey me miró, yo me quedo impoluto y él me enseña dos reyes. ¡Tira sus cartas y tenía dos reyes!

¿Sabes lo que es eso? ¡Estás esperando toda la noche para que te toquen dos reyes! Y si tú tienes dos ases y alguien en la mesa tiene dos reyes eso es verdaderamente un regalo del dios, porque ese gu%u0308ey te va a regalar todo su dinero. Hasta un profesional puede perder en ese momento, en ese sentido sí hay suerte. Lo que sucedió fue que él me abrió un rey y me miró, me dijo “Me duele foldear esta mano pero creo que tú tienes los dos ases, voy a esperar para otro momento, porque no me siento cómodo”. Entre todas las combinaciones de manos, esa era la única en la que él tuvo miedo de mí. Yo me estaba muriendo por dentro, no entendí. Al terminar me dijo “¿Oye, tenías los ases?”. Y yo tiré mis cartas cerradas sin enseñárselas y con mucha vergu%u0308enza le dije “¡Claro que no!”. ¿Cómo ese tipo pudo leerme así?, me sentí un pésimo jugador, me levanté de la mesa y me fui a mi casa, vi una alarma en mi cabeza que me decía “Oye, si ese gu%u0308ey te pudo descifrar es porque tú no eres tan bueno”.

En el póker, como en la vida, muy poca gente puede escuchar esa “pequeña voz” que tenemos dentro, somos necios. La mayoría de la gente que juega al póker no es profesional. No van a foldear. La intención es jugar, divertirse y tener esperanzas de ganar. El que es realmente bueno tiene la confianza de escucharse a sí mismo y hacer lo que él sabe que tiene que hacer. Hay que tener mucho valor y disciplina para lograrlo. Un amateur juega con sus cartas, un profesional juega con las personas, puede leer tus debilidades.

¿Y qué es lo que tanto seduce del póker?

Hay millones de razones para que alguien venga a jugar, es una montaña rusa de adrenalina y emociones, el póker hace que la gente se sienta muy vital. En la vida cotidiana no puedes sentir eso, y no importa la cantidad de dinero, puedes sentirlo por 5 centavos si juegas con una moneda y un amigo a “cara o sol”, si lo haces puedes sentir esa adrenalina. Comienzas a conocer a alguien cuando está en una mesa, si se enojan, si son pacientes, o templados. El póker te pone en una situación de presión y si pones juntos a los dos mejores amigos, probablemente también verás sus colmillos.

¿Entonces el póker saca lo peor de la gente?

No. Lo único que el póker hace es “subir el volumen”. Devela quién eres realmente. Te pongo un ejemplo: tú te encuentras una cartera con mil dólares y tiene una credencial, tú conoces a la persona pero no es tu amigo. Estás sola, nadie te vio. ¿Qué haces? ¿Te quedas con la lana? (Silencio que pesa en el aire) Ahí es cuando sabes quién es alguien, porque hablar es fácil. Tus acciones son las que realmente importan. Pensar bajo presión devela tu condición humana.

¿Y tú… te enojas?

¡Mejoré mucho! ¡Guau! Aprendí que el enojo no me deja pensar, si pierdo y me enojo me estoy equivocando. Pero que si gano y demuestro mi alegría también está mal. El mejor estado es el neutral. La excitación que produce la felicidad puede nublarme y llevarme a tomar malas decisiones por creerme un ganador. Tú puedes ver a Phil Ivey perdiendo un millón de dólares y no se le mueve ni una sola pestaña.

¿Cuántos tipos de jugadores de póker existen?

Hay algunos que son débiles y otros que son agresivos. Los que no hablan nada y los extrovertidos. En general un jugador que se comporta como una piedra es el mejor. Sin embargo existen excepciones; Phil Hellmuth es uno de los mejores jugadores del mundo y explota siempre como un niño, incluso insulta a la gente. Es de los jugadores más odiados. Tú lo ves en la TV sentado en una mesa junto a los otros ocho mejores jugadores del planeta, y si lo ves bien los ocho se están burlando de él. Y esas ocho personas son muy especiales, ellos son sabios. No hay ego, pura conciencia.

¿Crees que la gente que juega póker pertenece a algún sector social?

No. No hay diferencia. Hay actores famosos y hay pobres anónimos. Nada en el mundo está creciendo tanto como el póker. Es un juego atractivo, divertido, no importa cuánto jugaste, siempre puedes ganar.

¿Se trata de suerte entonces?

No es suerte, es algo que se aprende y que te lleva mucho trabajo. Necesitas una disciplina que no se puede comparar a muchas chambas. No hay nadie empujándote, eres tú contra ti mismo.

¿El póker es otro patrimonio de los hombres? ¿Cómo habitan las mujeres ese mundo?

Cada vez hay más, incluso si son inteligentes tienen ventajas. El machismo genera dos reacciones; existen aquellos que les tienen miedo y foldean antes de tiempo. Por el otro; te encuentras con gu%u0308eyes que las subestiman y creen que por ser mujeres no son capaces de ganarles, y los pendejos pierden. Créeme que allí sale toda la mierda.

¿Qué hay de espiritual en el póker?

Bueno, me enseña en cada momento dónde estoy. Es una meditación y al mismo tiempo es una práctica muy dura porque en el momento de perder… imagínate ir a tu chamba y perder dinero. Hay muy poca gente que puede imaginarse el póker como una chamba, pero en verdad sí puede serlo.

Cuando me enojo sé que no estoy viendo la “gran fotografía”, como en la vida; si tú te enojas nadie te va ayudar, solo empeoras la situación. Recuerdo la tranquilidad de Al Pacino en “El Padrino”, allí está el carácter, es impresionante, así es Phil Ivey. Tienes que perder, no puedes siempre ganar. Es muy estúpido enojarte por eso. Para ser un buen jugador de póker tienes que ser una gran persona. Y no se es una gran persona por arte de magia, se aprende en la vida a ser una gran persona. Algunas cosas podemos controlarlas, pero en general debemos subordinarnos a un orden universal que nos supera y controla casi todo. Lo que puedes cambiar, cámbialo. Y lo que no puedes cambiar, acéptalo. No puedes estar en desacuerdo con la realidad. No hay nada peor que mentirse a uno mismo.

¿Y qué has dejado de hacer tú por el póker? ¿Cuál es tu límite?

Hablando de dinero, podría decirte que lo que le he invertido al póker en los últimos cinco años no ha valido la pena. Si calculáramos mi salario por horas sabríamos que es horrible. El póker créeme que puede ser una chamba, pero es un camino muy largo donde tienes mucho que aprender y mucho que perder. Para aprenderlo tienes que apostar a huevo, si no pierdes el sentido de realidad. Si no hay dinero no hay póker. El camino de los que ganaron millones es muy difícil; tienen años sufriendo, pasaron tiempos perdiendo mucho dinero. La mayoría tienen que pasar por eso varias veces, pero creo que ninguna persona que haya hecho algo grande en su vida ha podido evitar la resistencia, si quieres llegar lejos tienes que atravesar la oscuridad. El único que puede entender lo que estoy diciendo es otro jugador de póker.

¿Eres un adicto al póker?

No.

¿Por qué no?

Si eres un profesional no estás allí por la adrenalina -aunque la sientas-; estás allí para controlarla, para aprender tu camino. Mucha gente me ve jugando y cree que soy adicto, puedo jugar 8-10 horas diarias. Yo creo que el póker es mi camino, la forma de aprendizaje que elegí para aprender de la vida. Asumo que por estos días me dedico demasiado a eso, y debo equilibrar mi vida, dedicarle tiempo a mi cuerpo, a mi salud, a las cosas importantes de la vida.

¿Y cuáles son para ti las cosas importantes de la vida?

(Eric se queda en silencio otra vez) Esa es una buena pregunta. (Se ríe) Paz. La paz es importante. Cuando salí de viaje comprendí la distinción entre felicidad y paz. La felicidad no implica que tengas paz. La felicidad va y viene, es como un botón, algo lo toca y de repente eres feliz. Tocan otro botón y te enojas rápidamente. Sin embargo, si de verdad tienes paz, no importa lo que pase, tú vas a estar contento porque ves y comprendes la “gran foto”. Como dijo un gran amigo mío: “Todos los problemas son iguales, no importa cuáles sean, todos los problemas son problemas”. Lo que importa es cómo tú resuelves esos problemas, cómo vas a actuar. Cada uno de nosotros tenemos nuestros miedos.

¿Y entonces, cuál es tu mayor temor?

(Eric vuelve a quedarse en silencio, pero esta vez lo hace por largos minutos)

Tal vez el hecho de que no vaya a vivir al máximo. Es algo que siempre pensé en sacarlo de mí, quise confrontarlo desde mi primer viaje. Pero no es que a la muerte la vea como algo malo, más bien me identifico con los Samuráis que ejercitan tener el pensamiento de la muerte siempre presente en su cabeza; porque si tú persistentemente estás consciente de que vas a morir, en todo momento vas dar lo máximo de ti. Quizás mi mayor temor sería no dar lo máximo de mí. Tenemos tanto potencial, yo no quisiera perder el poco tiempo que tenemos. La mayoría de la gente tiene mucho miedo de vivir; y no solo vive con miedo, también toma sus decisiones con miedo. Es como en el póker, tú puedes hacer una gran apuesta aunque no tengas buenas cartas, pero si tienes miedo de hacerlo, ciertamente no podrás.

¿Qué es dios para ti?

¿Dios? Todo. Somos todos iguales y siento que cada uno tenemos un dios dentro de nosotros. Gandhi lo dijo claramente: “Dios es amor con la verdad”. Para mí es tan preciso, recuerdo que cuando lo leí comprendí que uno puede ser muy honesto y buscar siempre la verdad. Sin embargo, tú puedes decir la verdad con cariño o puedes decirla como un hijo de puta. Esa combinación de amor con verdad, es para mí lo máximo que tenemos dentro de nosotros, es una conciencia.

¿El personaje de “Eric, el jugador de póker” aparece cuando te sientas en una mesa, o se despierta contigo cada mañana?

En mis mejores momentos está conmigo siempre, es lo mejor de mí. Es un nivel de conciencia.

¿Podrías relatarme cómo fue tu “mejor noche” de póker?

Fue hace diez años en Tailandia, era una partida casi famosa, había un profesional jugando en el evento con nosotros (campeón mundial en 1991-92). Para esa época yo ganaba mucho dinero vendiendo joyería y artículos fashion para mujer (bolsas, ropa, etcétera la cuestión es que empecé a jugar. Yo era el más pobre de ese grupo. Todos ellos eran multimillonarios (fábricas de diamante, fábricas de oro, bares, etcétera), todos multimillonarios. Podías ganar o perder en una sola noche 10 mil dólares. Y en aquel juego rompí casi todos mis records personales (por ejemplo la cantidad más grande que aposté), el juego creció con el tiempo y cada vez fue más serio, jugábamos hasta dos veces por semana. Aquella noche no estuvo tan caliente pero ya llevábamos diez horas jugando y acordamos que cerraríamos la noche en media hora, ya estábamos todos muy cansados. Y en esa media hora restante tuve una racha en la que empecé a ganar, ganar, ganar… En aquel momento ni siquiera sabía jugar tan bien, ellos jugaban un poco mejor que yo. Sin embargo esa noche gané diez mil dólares, pasó la media hora y nadie quería parar el juego. Yo les dije “Discúlpenme caballeros, pero yo ya me voy a casa, dijimos media hora y ya se cumplió el tiempo”. Eran como las cinco de la mañana y jugamos con dinero tailandés en efectivo, mis bolsas estaban llenas de dinero, casi no cabían entre mi ropa, mis bolsillos explotaban. Regresando a la casa, me sentía en las nubes e hice algo que recordarlo siempre me pone muy feliz. Fui caminando al tren y al llegar a la estación tomé, como siempre, un taxi-moto para llegar a mi casa, me cobraba dos pesos. Yo nunca había sentido tanta satisfacción de ganar tanto dinero y pensaba que ese gu%u0308ey del taxi no ganaba ni 100 dólares en un mes aunque trabajara muy duro. Entonces pensé: “Yo quiero que este gu%u0308ey ahora también se sienta como yo, no quiero estar solo, voy a hacer algo para él, solo porque el día de hoy tuve mucha suerte y tengo que compartirla…”. Saqué un billete de 500 bahts y le dije que se lo quedara que el resto era propina. Solo quería hacer algo chingón. El gu%u0308ey no se lo podía creer, gritaba gracias. Yo me sentía muy bien de saber que esa noche él también estaría feliz.

¿Y cuál fue tu peor noche?

La semana siguiente lo perdí todo. (Me río un buen rato con Eric). Recuerdo que al salir de allí veía rojo, bloqueado, enojado. Y para mis adentros decía “¿Que pedo? Hace una semana estabas igual que ahora, sin nada, y ahora regresas al mismo lugar, no pasa nada”. Estaba tan enojado conmigo mismo, jugué como un culero, un pendejo loco, jugué muy mal. Es muy clásico, es parte de aprender; cuando ganas mucho, fácilmente te crees invencible y lo pierdes todo.

¿Y tú cómo te imaginas al póker dentro de 100 años?

El mundo del póker siempre está cambiando, si viajas 40 años atrás no existía casi el póker. Esos tipos antes eran un mito. Con la explosión de Internet es más fácil aprender. Muchos profesionales son expertos en matemáticas, y cada nuevo libro supone una evolución. Hoy el mundo es más inteligente porque hay más información, mejora el promedio de buenos jugadores.

Creo que en el futuro habrá más profesionales y será cada vez más aceptado en la sociedad como una profesión; todavía las personas tienen un gran conflicto, no pueden imaginar el póker como un trabajo. Una de las llaves del póker es una agresión muy fina y muy precisa. Supongo que esa agresión de la gente en el futuro también se va a desarrollar.

También existen muchas cosas bonitas en el póker, mi libro favorito se llama “Zen y el Arte del póker”; la verdad es impresionante cómo el autor conecta el póker con tu mundo interior. Saber jugar bien al póker es saber vivir bien, tomar decisiones con calma. Tener la capacidad inmediata de cambio y transformación. La mayoría de la gente no puede aceptar los cambios. Si no puedes hacer eso, no vas a lograr nada en la vida. La vida es cambiar. Hay gente que aprende de lo que hace, y hay otra gente que sigue haciendo lo mismo toda su vida. Sinceramente nunca vi nada que se parezca tanto a la vida como el póker.

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