viernes 19 abril 2024

Producir auténticos ciudadanos

por Gabriela Santana
Ensenada: […] Ya ves que no hay pueblo.
La tragedia del gobernante es descubrirlo.
Esquilache: ¡Buen pretexto para la mala política!
Pero ellos podrían decir lo contrario: que su tragedia es ver
cómo al más grande político le pierde la ambición.
Antonio Buero Vallejo (Un soñador para un pueblo)

“Luis Felipe de Orleáns no era un mal rey, pero el trono sonaba chocante a una gran parte de la población que había conocido los ideales revolucionarios”. Así comienza el capítulo de Los miserables en el que Víctor Hugo narra cómo en París se levanta una extensa barricada para dar continuación a la República. El episodio, además de unificar a varios de los personajes de la novela nos sirve para reflexionar cómo hemos perdido ese camino de rebeldía que verdaderamente entronizaba al ciudadano, y nos hemos conformado con creer que la democracia es eso que nos venden los gobiernos de hoy en día.

A esta conclusión llega Francisco Rubiales en su libro Políticos, los nuevos amos. Rebeldía ciudadana frente a la democracia degenerada, cuando propone que es necesario hacer una urgente revisión al concepto de “poder”.

En efecto, la política de hoy ya no entusiasma, ni convence, ni emociona, ni congrega. Los políticos ya no son merecedores de respeto porque el deterioro de la democracia ha alcanzado niveles que la sociedad comienza a considerar inaceptables.

El cuestionable “progreso”, consistente en acumular dinero y confort, impacta solamente a las minorías, pero mientras lo económico permita comprar y corromper a los demás, y mientras algunos medios se pongan al servicio del dominio, los miles de seres humanos que cada día viven en pobreza extrema, simplemente no existen. Rubiales propone que el camino es producir auténticos ciudadanos que construyan esferas independientes al margen del poder político tradicional y fuera de los “maleados” partidos, que convierten a sus integrantes en súbditos.

El autor comenta que el poder mediático debe cuestionarse también en tanto que controla los resortes de la mente humana, domina la opinión pública y es factor decisivo para el desarrollo de la democracia, la comunicación y el conocimiento.

Y es que si bien la globalización ha abierto las puertas a un mayor flujo de información, también es cierto que la clave del poder no es tanto tener información como poder procesarla y utilizarla.

En esta parte conviene detenerse para reflexionar sobre el escaso peso que hoy tienen las humanidades frente a otras disciplinas “más prácticas”, pero que no enseñan a pensar, y en cómo se sabotean las actividades mentales superiores como la lectura por la TV, y en cómo en las escuelas la palabra “competitividad” suena muchas veces más que la palabra “solidaridad”.

Escrito con un tono sumamente enfático y esperanzador, el libro de Rubiales nos pone en la disyuntiva de crecer y mejorar o quedar paralizados por el miedo. Nos invita a asumir nuestro protagonismo en la historia, trastocar nuestras escalas de valores y practicar el debate cívico, que nos haga recuperar los auténticos valores de la democracia. Sólo así se desmontará el viejo poder político y comenzarán a solucionarse los grandes problemas.

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