viernes 29 marzo 2024

¿Por qué los músicos se cansan?

por Daniel Herrera

La próxima vez que vaya a su bar favorito, observe a su músico predilecto. Si no tiene uno, comience a buscarlo. Sea todo lo exigente que quiera, no se conforme con lo primero que escuche. Muchos observan al cantante o al guitarrista. Los bateristas no se quedan atrás. Y luego ya vienen todos los demás. No importa, observe al músico-obrero que puede tocar por más de cinco horas si es necesario. En algún momento, ese músico externará cansancio. No cualquiera, será una extenuación distinta.

Existen múltiples problemas físicos que un músico puede afrontar: desgarres en las manos, síndrome del túnel carpiano, problemas musculares y agotamiento. Este último no sólo es físico, sino, casi en su totalidad, mental. El asunto con la música es que no sólo va dirigida al cerebro, sino también al cuerpo entero. Y lo mismo sucede con quien interpreta, pero al revés. No sólo utiliza su cuerpo para tocar, sino también el cerebro. A nivel neuronal, tocar un instrumento requiere que distintas partes de nuestro cerebro se coordinen.

Dice Daniel J. Levitin en su libro This is Your Brain on Music, que aquella impresionante habilidad que cualquiera posee de recordar el ritmo, tiempo y en general una canción completa desde la última vez que la cantamos hasta ahora, que decidimos volver a hacerlo, se encuentra específicamente en el cerebelo. Este puede recordar los ajustes, los valores, por decirlo de algún modo, y gracias a eso podemos sincronizar lo que escuchamos, con lo que recordamos y lo que expresamos.

Si esto funciona con cualquier persona, en el cerebelo de un músico la actividad debe ser constante e intensa. Observe de nuevo a su músico menor que ha decidido ganarse la vida como obrero y se desgañita en un pequeño escenario tocando hasta 15 horas a la semana. A veces parece que trabaja mecánicamente. Ni siquiera voltea a ver al público. En otras ocasiones de verdad se apasiona.

El cansancio se siente muchas veces en la espalda y cuello de aquellos que cargan su instrumento durante toda la noche. Brazos, piernas y pies no se quedan atrás. Las manos y los dedos también pueden doler. Pero el peor dolor o hartazgo es el auditivo. Nunca lo he podido explicar con exactitud. El oído se agota, molesta cualquier sonido y no hay manera de evitarlo. Ni siquiera tapándonos las orejas. No podemos cerrar el oído, como sí se puede hacer con la vista. Es una molestia física que también se siente en el cerebro. He experimentado esto más de una vez y la única manera de combatirlo es durmiendo, no hay más. Sé que otros músicos pasan por algo similar, aunque no siempre sucede y no todos lo sufren igual.

El cansancio mental proviene de la actividad a la que es sometido el cerebro. Para tocar no sólo el cerebelo se ve involucrado, también el tallo cerebral y la corteza motora, además de los lóbulos frontales, que son la región más avanzada de nuestro cerebro.

Intentaré explicarlo de otra manera, para eso tomaré como punto de partida una idea de Aaron Copland que aparece en el ya clásico Cómo escuchar la música. El compositor afirma que todos escuchamos en tres planos que combinamos todo el tiempo: el plano sensual, el expresivo y el musical.

En el primero no hay un verdadero esfuerzo, se escucha por puro placer sin poner atención. En el segundo se busca un significado a las notas. Atención, no se limita a buscarle significado a las letras sino a los sonidos mismos. Una complicación, sin duda, porque, ¿cómo encontramos la expresión de cada sonido? ¿Cómo llegamos a una interpretación segura? Si el problema principal es que los músicos no utilizan la realidad para expresar su ser interno. Quiero decir, que a pesar de que los sonidos están en la realidad, aquellos que escucha un músico dentro de su mente no están anclados a lo que experimenta a diario. Es la diferencia con el escritor o el pintor quienes utilizan la realidad para crear. En ese sentido, la música es una expresión viva que necesita apreciarse en el momento y la literatura tiene la tendencia a encapsular, fragmentar y fosilizar las experiencias.

Esto me lleva al tercer plano, que es el de las notas mismas. La sucesión de acordes, la armonía y la melodía. El escucha que no es músico no pone atención a esto, aunque esté ahí a la mano. De hecho, este personaje sólo percibe el conjunto de los tres planos. Por otra parte, muchos músicos le dan tanta importancia a este tercer plano que se olvidan de lo principal. La música puede tener un gran despliegue de habilidades y virtuosismo, pero, al final, todo se trata de conectar con el público, de comunicar el segundo plano sin que nadie se dé cuenta y sin perder de vista el tercero. Regresemos a su músico favorito que decidió dedicarse a tocar cada fin de semana casi las mismas canciones. Olvidemos al rockstar que llena estadios o al concertista. Vamos a quedarnos con el común denominador de los músicos en el mundo. Obsérvelo bien y, si el grupo es de calidad aceptable a alta, verá que todos saben bien qué hacer en cada segundo de cualquier canción. No sólo conocen las posibilidades armónicas de las canciones al dedillo, sino, además, siguen el ritmo, sin fallar, todos siguen el ritmo.

La característica más elemental de la música es el ritmo, también es la más vieja. La música nació con el ritmo y el más antiguo que conocemos proviene de África. Como dice David Byrne en su libro Cómo funciona la música, todos somos africanos y la música de percusión se creó en sociedades igualitarias para ser bailada y tocada al aire libre.

En el libro de Levitin citado arriba, se afirma que en toda cultura o civilización el movimiento fue parte integral de la creación musical. El ritmo es lo que bailamos, desde el jazz hasta la cumbia. La batería, las congas, los bongós, los timbales, los instrumentos de percusión producen fuerte excitación en cualquier público. Para el autor no es una “coincidencia que hacer música requiera la coordinación rítmica y el uso de nuestros cuerpos, y la energía se transmite de los movimientos corporales al instrumento musical”.

La comunión entre los tambores y la religión es bastante sencilla de seguir. Me viene a la mente la música yoruba. Nacida en Nigeria, se afianzó con facilidad en Cuba. De ahí ha viajado por todo el continente americano, hasta tener representaciones comerciales que vendieron mucho en su momento. Una clara muestra es la canción Aguanile, escrita por Willie Colón y Héctor Lavoe en 1978. La pieza es una combinación de salsa boricua, música afrocubana y una letra que hace referencia a la santería. Cantada tanto en yoruba, un fragmento en latín y la mayor parte en español, la pieza es un rezo de protección. Lavoe cantapara que los orishas limpien su casa con agua y le llenen de bendiciones. Después, el cantante también se encomienda al dios cristiano y desea proteger a los demás, especialmente a las muchachas.

Se dice que Lavoe no practicaba la santería pero sí fue cercana a ella. No sé eso, pero lo que me parece obvia es la relación de los tambores y el éxtasis religioso. La canción comienza con la apertura del rezo y rápidamente se recoge en un guaguancó tocado por las congas que nunca abandonará la pieza. La sucesión de acordes es la misma siempre y el coro refuerza esta repetición. Lo anterior comienza a crear un efecto sobre el escucha, quien puede entrar en un trance rítmico expresado a través del baile. Es sencillo entender por qué la música de percusiones es fundamental para las fiestas religiosas.

He tocado más de una vez Aguanile. El bajo está obligado a mantener el tempo dentro de una síncopa. Con otras palabras, se debe arrastrar el ritmo, pero mantenerlo firme. Bien tocado implica toda mi concentración. Tal vez otros músicos no lo requieren, pero en mi caso, así es. Después de terminar la canción quedo exhausto por un par de minutos. No soy un hombre de fe, no creo en asuntos espirituales, pero sí sé que la música produce efectos tan poderosos sobre el cuerpo que puede llevarnos a confundir las múltiples conexiones neuronales, las descargas eléctricas con intervenciones divinas. Pienso que todavía nos falta mucho por entender cómo funciona la música en nuestro cerebro y el resto del cuerpo, pero cada día estamos más cerca de comprenderlo por completo. Cuando eso suceda, la música seguirá siendo algo misterioso que se apodera de los cuerpos. Por mientras, creo que podemos estar seguros de algo: su músico local, si trabaja bien, está haciendo un tremendo esfuerzo. Es un esfuerzo agradable y la pasa bien, sin duda. El cansancio por el que pasa será por completo satisfactorio. Si a usted le gusta lo que está tocando, aplauda por lo menos. El cerebro y el cuerpo de nuestromúsico favorito lo agradecerá.

 

También te puede interesar