jueves 18 abril 2024

¿Pintores o payasos?

por Andrea Zelaya Freyman

El arte últimamente se ha vuelto algo tan subjetivo que a veces parece ser una especie de timo o engaño. El primer artículo que leí sobre el tema fue de Mario Vargas Llosa, “Tiburones en formol”, en el que habla sobre la subasta de Sotheby’s de las piezas de Damien Hirst (del grupo de young british artists) donde sus amigos y el galerista participan para inflar los precios. “El escándalo de la subasta de las obras de Damien Hirst muestra que el arte moderno es un gran mercado en el que todo anda revuelto: lo genuino y lo falso, los creadores y los payasos”.

Posteriormente, el escritor profundiza sobre el tema en un ensayo que publica en Letras Libres llamado “La Civilización del Espectáculo”, en el que analiza la banalización del arte y la literatura, escribe sobre cómo se ha renunciado a los cánones tradicionales del arte y sobre sus embaucadores. Luego publica un libro con el mismo título en el cual se extiende y habla también de la Academia de Arte de Gran Bretaña, cuestionando muchos de los performance y las piezas que ahí se exhiben. También critica al artista de la década de los 60, Piero Mazoni, quien vende sus heces como arte.

En la historia del arte podemos constatar que lo más importante ha sido la liberación de las restricciones y que cada propuesta refleja de algún modo los valores sociales de la época. Todo acto de libertad está justificado cuando significa la ruptura con aquello que la constriñe, pero en un tiempo en donde ya no hay restricciones, los actos libertarios resultan un absurdo o un desatino. Desde que el arte se liberó de la mímesis, probar que una destreza técnica fue perdiendo importancia y, después de las vanguardias, la idea del artista genio se empieza a desmitificar, se entra en un terreno dudoso para el espectador, ya que cualquiera puede decirse artista y no debe mostrar ningún atributo de buenas a primeras; especialmente en el arte conceptual, aunque también sucede con el arte abstracto, en el que puede haber obras excelentes o juegos de azar de amateurs.

El filósofo Denis Dutton, en su libro “El Instinto del Arte”, describe esa habilidad del artista como una cualidad adaptativa que lo hace destacar sobre el resto. Pero al perder el propósito de mímesis la garantía de destreza se va perdiendo. Al liberarse, el arte conceptual da cabida a grandes obras en las que el proceso (que evoluciona a partir del action painting de Jackson Pollock, donde lo que importa es el momento de creación artística más que su resultado) o la idea son protagonistas, pero también da entrada a que cualquiera crea que puede ser artista ante la ausencia de requisitos técnicos. Joseph Beuys desmitifica la idea del artista cuando la homogeiniza a todos los hombres; Beyus dice que todo individuo lo es y todo proceso es arte, inclusive pelar una papa, mientras sea consciente.

Podemos dividir el arte en dos categorías: el que da protagonismo a la forma y el que brinda prioridad al concepto; en la primera, por ejemplo, el cubismo propone cambios a nivel formal, rompe con la mímesis para representar al mundo y a la realidad de una forma totalmente diferente. En este terreno entran el impresionismo, el futurismo, el art noveau, el arte abstracto, etcétera. Cuando se prioriza al segundo se encuentra el surrealismo, ya que no rompe con la forma tradicional de representar los objetos, casi todos sus elementos cumplen con la mímesis. Esta corriente artística se dirige a la idea, a lo que se quiere decir desde el subconsciente y el mundo de los sueños. Otras corrientes son el simbolismo, el dadaísmo, el realismo mágico, hasta acabar con la desobjetualización del arte donde la forma es anulada y lo único que importa es el concepto.

Antes del arte conceptual, la forma y la idea no se habían separado tanto y me parece que la antítesis de este tipo de arte podría ser el hiperrealismo, en donde el concepto es prácticamente irrelevante y solo se busca como excusa para representar la realidad ultradetallada, que no dice nada, así que se encuentran ante una lucha de una excelente idea versus una muy buena destreza.

Los cuadros de Jackson Pollock fueron grandes obras de arte en su tiempo pero en mi opinión si hoy se reinterpretan, no lo serían. Recordemos la historia de Marla Olmstead, la niña que pintaba de forma similar al artista estadounidense. Ella se hizo famosa hasta que la entrevistan para 60 Minutos y se dieron cuenta de que su padre la dirigía para hacer sus pinturas y, por ello, su obra perdió todo valor. El psicólogo Paul Bloom habla de esto en su libro Los Orígenes del Placer, y de cómo la historia detrás del cuadro o del artista hace que éste aumente de valor. Nos gustan las historias y entre más significado tenga algo, más valor le damos; otra de las causas por las cuales creo que el arte ha desembocado en lo conceptual.

El filósofo Gilles Lipovesky habla del capitalismo artístico y dice que ha logrado hacer seres humanos más creativos y artísticos, ya que al tener libertad se hace arte de todo, pues no hay reglas y se puede hacer lo que se quiera. Nos hemos sensibilizado porque el diseño se ha privilegiado, la estética se halla presente incluso en los objetos de uso cotidiano, estamos muy interesados en lo bello, que se ha vuelto muy importante. Los rígidos estándares que se peleaban para evaluar una obra de arte se han flexibilizado hasta desaparecer. Lo que nos hace entrar en caos a la hora de tratar de distinguir el arte popular del verdadero arte o del artista del embaucador.

Por ejemplo, es complicado saber si Joseph Koons es un auténtico artista o solo un entretenedor casado con la Chicholina. Su arte kitsch propone varias cosas interesantes al romper con la idea de lo único, el aura de Walter Benjamin, la labor del artista y jugar con la reproducción de la obra al no involucrarse en el proceso físico de creación. Muchas de estas cosas ya las había propuesto Warhol, así que se vuelve algo complicado que nos hace cuestionarnos sobre cuánto se puede plagiar a otro artista, autoplagiarse o saber si ya se ha dicho el mensaje las veces suficientes. Por otro lado, la libertad de materiales y de medios da entrada a grandes artistas como Richard Serra, escultor minimalista, con sus laberintos de metal que generan todo un ambiente interactivo y sublime para el espectador, quien deja de ser pasivo y se vuelve parte de la obra.

Este tema se vuelve confuso. El arte se ha dirigido a la originalidad en vez de a la estética en los últimos años. Sin embargo, cuando no hay muchas reglas que romper podría parecer un “arte” injustificado y cuando ya se han roto la pregunta sería cuántas veces más debemos oír el mismo mensaje. Otro asunto es saber hasta dónde algo es arte o espectáculo, ya que a veces los performances caen en el amarillismo con su idea de llegar al sentimiento de la forma más alarmante y grotesca. El espectáculo no está peleado con el arte aunque opino que lo limita, pues hay una línea delgada que no se debe pasar. El cine y las series de televisión, por ejemplo, pueden ser arte siempre y cuando se mantengan al margen. Nunca se puede olvidar la parte intelectual en la que el artista se corresponde con el espectador; tiene que haber una transmisión del mensaje, aunque sea subjetivo, y dar cabida para que se reinterprete la obra o acción. Creo que lo mejor será encontrar el equilibrio entre estética, concepto y emoción.

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