jueves 28 marzo 2024

El museo Memorial del 68 de la UNAM: una visión actual

por Federico Cendejas Corzo

En el marco del aniversario 50 del movimiento estudiantil de 1968, el museo Memorial del 68 de la UNAM resulta ser, como lo promete su nombre, un espacio que da testimonio de aquella tarde fatídica del 2 de octubre y también de las acciones realizadas por los estudiantes durante el movimiento que inició en julio de aquel año, así como el contexto internacional en que se enmarcó dicho conflicto. A través de las distintas salas y también con actividades como concursos literarios y gráficos, así como la proyección de películas, tanto documentales como de ficción, este museo tiene como objetivo fundamental preservar y dar a conocer todo lo relacionado con esta etapa del acontecer nacional.

Desde mi punto de vista, una palabra que está en los muros del museo Memorial de 1968, que es un eco que se oye dentro de las paredes de la unidad habitacional Nonoalco- Tlatelolco, es la que, a mi parecer, define la masacre, la mancha de sangre con la que el 2 de octubre roció la historia de nuestro país una vez más: ignominia.

Foto: Armando Monroy / Cuartoscuro

En el museo se recogen diferentes visiones del movimiento estudiantil, con la esperanza de ver siempre con ojos nuevos dicho acontecimiento. Los muros de una de sus salas definen al recinto de la siguiente manera:

El Memorial del 68 recoge testimonios de numerosos protagonistas y analistas del movimiento estudiantil, con el propósito de preservar el recuerdo activo de un acontecimiento fundamental en la formación del México contemporáneo. La experiencia de cada una de estas personalidades constituye el elemento principal de la instalación museográfica, que incorpora diversos materiales de carácter documental provenientes de la época. Los relatos que integran la exposición distan mucho de ofrecer una imagen unívoca de lo acontecido: su riqueza radica precisamente en la pluralidad de los puntos de vista.1

La experiencia de recorrer los pasillos del recinto, llenos de fotografías, notas periodísticas, videos con entrevistas y expresiones de carácter artístico y documental, alegorías simbólicas de objetos e incluso la representación de una celda con la imagen de todos aquellos que fueron encarcelados injustamente, es verdaderamente un golpe muy fuerte a las emociones, al intelecto y a la propia idea del país en que habitamos.

Ninguna expresión de carácter museográfico había logrado removerme la conciencia como lo hizo el Memorial del 68. Contemplar, por ejemplo, la columna del periodista Abel Quezada pintada de negro, titulada con la pregunta “¿Por qué?”, o mirar los libros y objetos que muchos de los jóvenes llevaban el día de su muerte, logró que la indignación y sobre todo la impotencia se apoderaran de todo pensamiento que fluía en mi cabeza. No podía sino sentirme identificado con todos aquellos que alzaron la voz, que llevaban Rayuela de Julio Cortázar en la mochila y que por el hecho de tener el ideal de una mejor educación y de un mejor país fueran brutalmente silenciados.

Foto: Adriana Álvarez / Cuartoscuro

Pensar en la desproporción de la masacre y en la desventaja que simples y desarmados estudiantes tenían frente al ejército mexicano, me hace compararlo con una lucha entre un elefante y un conejo. Eran jóvenes llenos de entusiasmo que con una sonrisa peleaban por ser escuchados.

Un aspecto que me parece interesante señalar es la postura que se logra vislumbrar del entonces rector de la máxima casa de estudios del país, la UNAM, que nos muestra a un hombre que apoya incondicionalmente a sus estudiantes y que los alienta a expresar sus necesidades siempre dentro de un marco de legalidad y justicia. En sus propias palabras, Javier Barros Sierra mencionaría:

Podemos decir que se juegan en esta jornada no sólo los destinos de la Universidad y el Politécnico, sino las causas más importantes, más entrañables para el pueblo de México. En la medida en que sepamos demostrar que podemos actuar con energía, pero siempre dentro del marco de la ley, tantas veces violada, pero no por nosotros, afianzaremos no sólo la autonomía y las libertades de nuestras casas de estudios superiores, sino que contribuiremos fundamentalmente a las causas libertarias de México. Vamos pues, compañeros, a expresarnos.2

Tras lo peor, la matanza, muchas de las voces de los sobrevivientes y de los indignados se quisieron hacer escuchar. Ejemplos de ello: la renuncia de Octavio Paz a la embajada de México en India, y los poemas de protesta que Rosario Castellanos y Jaime Sabines, entre otros muchos autores, publicaron a raíz del movimiento, en los que se puede apreciar el dolor y la indignación entre los versos:

El aire denso, inmóvil,
el terror, la ignominia.
Alrededor las voces, el tránsito, la vida.
Y el crimen está allí.
Habría que lavar no sólo el piso: la memoria.
Habría que quitarles los ojos a los que vimos,
Asesinar también a los deudos,
Que nadie llore, que no haya más testigos. 3

La cita anterior, fragmento del poema “Tlatelolco 68”, de Jaime Sabines, muestra la visión de todos aquellos que creían en un México mejor y que luchaban por el arte y la cultura. Me refiero a que el poeta toma la voz de intelectual, pero también hace las veces de aquel que brinda palabras al que no las tiene, al que quiere reclamar y llorar y gritar con voz fuerte, pero no puede o ha sido silenciado, amenazado, desterrado.

El abuso del poder y el autoritarismo expresados aquella noche de Tlatelolco evocan el sufrimiento genuino que experimentaron quienes estuvieron ahí, por una causa justa, por un ideal auténtico. Me hace pensar también en todos aquellos que ni siquiera tenían que ver con el movimiento y que tuvieron que pagar también el precio más alto: dar su vida para demostrar que en este país no hay libertad. Hay que pensar en los peatones que iban pasando o en los habitantes de los departamentos, los niños, las mujeres y los hombres que fueron silenciados incluso sin haber hablado.

Foto: Adolfo Vladimir / Cuartoscuro

No se puede olvidar un acontecimiento así. Debería ser resarcido el daño, debería de hacerse algo, aunque sabemos que eso es imposible y que una acción así jamás podrá ser justificada con nada. Por ningún motivo debió ocurrir. Sin duda, el museo Memorial del 68 cumple de manera excepcional con su función de recordarle a la población mexicana uno de los más grandes errores que se han cometido en nuestro país, de mostrarle el horror de un gobierno represivo, la sangre, el sufrimiento y la injusticia, y también defender la memoria de quienes lucharon pacíficamente y que exigían causas justas.

Pienso que herramientas educativas como los museos son de vital importancia en la formación de los estudiantes y de la población en general, por lo que un espacio como el recinto mencionado no debe ser más que aplaudido. Por otro lado, sería bueno que el sistema educativo de nuestro país incluyera en el temario de secundaria o preparatoria el tema de este movimiento con un énfasis mayor en las asignaturas de ciencias sociales, para tener un conocimiento más generalizado de este hecho que marcó la historia de nuestro país. A mí, por ejemplo, nadie durante mis estudios básicos o de bachillerato me mencionó dicho movimiento. Evidentemente lo había escuchado, pero sin rigor académico. Fue hasta la licenciatura (instancia educativa a la que pocos mexicanos tenemos la oportunidad de llegar) que conocí mucho más a profundidad esta terrible realidad. No podemos seguir en la ignorancia de un suceso de esta magnitud. El conocimiento es poder, y recordar es vivir de nuevo, sobre todo, para que algo como esto nunca, nunca, suceda otra vez. Una buena manera de combatir dicha ignorancia es visitar este museo, espero que el presente texto sirva de invitación a todos los lectores para que vayan y lo conozcan, aprovechando que este año habrá pasado medio siglo de tan lamentable acontecimiento.


Referencias

1 Museo Memorial del 68, nota 2.
2 Museo Memorial del 68, nota 6.
3 Sabines, Jaime, Recuento de poemas 1950/1993. México, Planeta, 2009, p. 229.

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