jueves 18 abril 2024

Políticos y periodistas “semianalfabetos”

por Juan Manuel Alegría

La suerte de un pueblo depende
del estado de su gramática
Fernando Pessoa

Mucho antes de la época homérica, el ser humano se dio cuenta de la importancia de las palabras para convencer a otros. Es en la Grecia clásica donde el discurso, la retórica, alcanza el grado de técnica para persuadir. Por ello, los políticos de viejo cuño estudiaban oratoria; así como se expresan los actuales, parece que olvidaron ejercitarse con esa arma tan esencial que es el lenguaje.

Por ello, como nunca antes, desde Vicente Fox y ahora con Enrique Peña, los críticos han tenido tan abundante material para mostrar la ignorancia y hacer burla de los desaciertos de la clase política. Son más famosos los que dijeron volvido y ler que los mejores escritores mexicanos.

Fotografía / Cecilia Rodarte

No obstante, algunos de los que cometen ese tipo de errores no tienen la misma cobertura por parte de los medios. Por ejemplo, el 19 de enero pasado, Ricardo Anaya se presentó en la ciudad de Oaxaca; ahí contó un chiste (del que dieron cuenta los medios y circuló en videos) donde demostró que no sabe conjugar un verbo:

–¿Cuándo dices que “veniste”? –dijo Anaya que le preguntaron al priista del cuento.
–Yo vine ayer –dijo Anaya que respondió el priista.
–Ah, “veniste” ayer. Es que andábamos en campaña.
–repitió el error Anaya.

El aspirante que habla varios idiomas debió decir: “viniste”. Que no se hayan ocupado de ese error de tan importante personaje tal vez no se deba a que haya cierta preferencia por otros, sino a que, probablemente, esos periodistas tampoco saben conjugar ese verbo.

Así como tienen errores los políticos, también los cometemos quienes escribimos en los medios, y quizá sea más importante observar este último punto porque, como afirma Joaquín Müller-Thyssen, director de la Fundéu BBVA: “Los periodistas no hablan peor ni mucho menos que el resto de la población, pero tienen mucha responsabilidad y se les debe exigir, dado que son una parte importante en el desarrollo de la lengua”.

Así, hay quien se apresura a usar neologismos sin sustento o extranjerismos, a crear verbos a partir de sustantivos o quien ignora normas gramaticales. Lo dice G. Martin Vivaldi en su famoso Curso de redacción: “El periodista no puede —no debe escribir de espaldas a la gramática”.

* * *

No son pocos los personajes famosos que han perpetrado yerros en sus obras escritas. Carlos Fuentes, en su libro Gringo viejo, escribe: “Bajó la mirada, alerta: los alacranes y las culebras del desierto sólo pican a los extranjeros”. El Premio Príncipe de Asturias ignoraba que las serpientes no pican, sino muerden (tampoco sabía que las culebras son inofensivas —algunas tienen saliva con propiedades tóxicas, pero no para humanos—; las venenosas son las víboras).

En Pedro Páramo, Juan Rulfo escribe: “Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo”. Obviamente que es “del cielo”. Rulfo se refiere al crepúsculo vespertino, ocaso o atardecer; al matutino también se le llama alba, aurora, orto…

Quien también fuera galardonada con el Príncipe de Asturias, Elena Poniatowska, no sabe escribir istmeña ni istmo; escribe “itsmeña” e “itsmo” (La Jornada. 18 de diciembre de 2016).

Por donde uno voltee, verá a un reportero, a un locutor, presentador, conductor o político que diga: “Fulano debe de…” o “Se debe de…”, cuando lo correcto es “Fulano debe…”o “Se debe…”.

Ese error se le descubrió también al Nobel colombiano Gabriel García Márquez. Lo contó hace tiempo Arsenio Escolar, quién era subdirector de El País, medio en el que el autor de Cien años de soledad escribía los domingos. Dijo Escolar: “Encontré que en los 15 o 20 folios, el Nobel usaba mal cinco veces el verbo ‘deber’: confundía ‘deber + infinitivo’, que denota obligación, con ‘deber de + infinitivo’, que indica probabilidad o suposición”. Dijo que, al percatarse del tropezón gramatical, buscó al Nobel:

“–Gabo, te llamo de El País, desde Madrid. Quería consultarte un asunto sobre el texto que nos has hecho llegar para el domingo. ¿Lo tienes a mano?

“–Me lo sé de memoria –me contestó, muy seco. “–Verás: en la línea tal del folio tal usas mal el verbo deber. Y en tal otra, y en esta más, y en una cuarta y una quinta. Te llamaba por si quieres que te lo arregle…

“A mi osadía le siguió un silencio de varios segundos, uno de esos silencios en los que no sabes si tu interlocutor enmudece o si es la línea transoceánica la que demora la conversación.

“–¿Y Grijelmo qué dice de esto? —replicó al cabo el Nobel.

“Álex Grijelmo (hoy presidente de Efe y un experto en lenguaje periodístico) era el autor del Libro de Estilo de El País y mi segundo en el periódico en aquella época, y asistía a la conversación en mi despacho.

“–Álex, que es de Burgos, como yo, dice lo mismo. Que usas mal el verbo ‘deber’.
“–¿Y tú por qué no eres académico, en vez de periodista? –me espetó despreciativo García Márquez tras otra pausa.
“–Todo se andará, Gabo —le repliqué sin inmutarme—. ¿Pero hoy qué hacemos de tu texto?
“–Pues arréglame el primer error para que se sepa que sé usarlo y deja los otros cuatro porque se me pone en los cojones –concluyó Márquez, elevando el tono de la voz.
“Y colgó”

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Por algo el colombiano quiso “jubilar” a la ortografía en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Zacatecas en abril de 1997.

Fotografía / Cecilia Rodarte

Hasta el insigne Fernando Lázaro Carreter, filólogo, quien fuera director de la Real Academia Española, que desde su famoso El dardo en la palabra lanzaba saetas contra la mala escritura, no se fue limpio: escribió “espúreo” en lugar del correcto “espurio”.

Se podrían enumerar muchos más errores, y no sólo de escritores en lengua española. Pero ningún crítico podría decir que, por esas faltas, deslices o resbalones gramaticales, son escritores “semianalfabetos”, como sí lo hace Dolia Estévez (aunque no con un escritor), quien así adjetiva a José Antonio Meade porque este dijo “hemos resolvido”. La famosa periodista señala que Meade “Exhibe su limitada capacidad para expresar sus pensamientos por medio de la palabra […] es un traspié gramatical inadmisible. Comprensible en un escolar de primaria que no termina de aprender las conjugaciones de los verbos […]. Meade no tiene justificación para no saber conjugar un verbo regular. A menos que, como Trump, sus estudios también sean un fraude” (SinEmbargo. Viernes 2 de febrero de 2018).

En su texto, la periodista también critica a Donald Trump y comete un desliz con el verbo “errar”: “Seguido confunde adjetivos […]. Erra en el uso del plural y el singular”. Quien quisiera insultar a Estévez podría usar lo que ella expresa sobre Meade y decir que Dolia tiene problemas con ese verbo irregular, ya que “errar” se debe conjugar: yo yerro, tú yerras, él yerra…

Después de que un lector indicara la falla de la periodista, entre las diez y las once treinta de la mañana de ese viernes, el texto fue corregido sin ofrecer disculpas a la audiencia. Por cierto, Dolia también falla al decir que “resolver” es un verbo regular; es irregular, por eso hay alguna dificultad para su conjugación.

Unos cuantos yerros

Arte / Endre Penovác

“Degolla a niño, a su expareja y a una mujer en Tecámac” (Mauricio Hernández. Excélsior. 24/ 07/2017).

“Video: Denuncian a hombre que desolla perros en Valle de México” (Excélsior. 01/ 08/2017).

Los verbos regulares son los que se conjugan en forma totalmente uniforme, sin modificar su raíz: amar, temer o partir. El problema está con los verbos irregulares, porque estos no siguen el modelo anterior; entonces, es: yo degüello, tú degüellas, él degüella. Yo desuello, tú desuellas, él desuella…

“Hace tres meses su hermana salió de su casa en Sabinas Hidalgo, Nuevo León, con su esposo Roel Garza Buentello y tres amigas […] en una camioneta Explorer color negra” (Sanjuana Martínez. La Jornada. 30/08/2015).

“En su declaración ‘El Jonas’ narra que el 26 de septiembre de 2014, vio en Lomas del Coyote, en la entrada de Cocula, una camioneta tres y media toneladas color blanca con 40 personas […]” (Shaila Rosagel. SinEmbargo. 13/10/2015).

Es cierto que hay colores que se llaman naranja, violeta o magenta (fucsia y malva son unos de sus matices), pero no existen “el color negra” ni “el color blanca”.

“45 conductores particulares infraccionados por causas diversas y 18 automovilistas sancionados por circular en carriles exclusivos” (SinEmbargo. Diciembre 15, 2015).

“También el sistema de fotomultas podrá infraccionar a quienes violen el reglamento no importando si los vehículos tienen placas de otros estados” (SinEmbargo. Abril 2, 2016).

“Policías estatales y municipales se disputan autoridad para infraccionar en Neza (VIDEO)” (SinEmbargo. Abril 29, 2016).

“Patrulla de Tránsito es infraccionada por darse vuelta en sentido contrario en calles de la Cuauhtémoc” (SinEmbargo. Junio 2, 2017).

Infraccionar no es lo mismo que multar. Si un agente nos dice que no va “a infraccionar”, quiere decir que él nos va a “infringir”, a “transgredir”, a “quebrantar” o a algo más feo.

El verbo “infraccionar” no se encuentra registrado en la RAE porque es incorrecto, pero sí “infracción” (transgresión, desobediencia, desacato, quebrantamiento o violación). Infracción viene del latín infractio, infractiones (rotura total o interna, después, abatimiento y luego, quebrantamiento de una norma). Su raíz es el verbo frangere (romper, quebrar); de ahí derivan naufragio, frágil, infringir, fractura o refractario (resistente a la rotura).

Entonces “infracción” es la transgresión, quebrantamiento de una ley, de una norma moral, lógica o doctrinal o de un pacto o tratado. Y multa significa: “sanción administrativa o penal que consiste en la obligación de pagar una cantidad determinada de dinero”. Viene del latín molta, luego mulcta (pena o castigo).

Queda claro que no es lo mismo cometer una infracción que recibir una multa.
“Denostan candidatura de Bortollini” (Verónica Gascón. El Universal. 30 de mayo de 2003).

“Acusan maderistas a Cordero de lanzar un video que denosta al chihuahuense” (Georgina Saldierna y Luis A. Boffil. La Jornada. 28 de marzo de 2014).

“Que Blanche Petrich denoste en redes sociales a Judith Calderón por su trabajo de reportera es una joya. ¿Hasta ahora descubrieron que era de escasa calidad?” (Braulio Peralta. Milenio Diario. 28 de agosto de 2017).

Denostar es un verbo irregular que significa proferir denuestos (insultos, ofensas, injurias, agravios…) o hablar muy mal de una persona o cosa. En la prensa se prefiere a palabras como insultar o injuriar, pero a veces no se conjuga correctamente, debe ser: yo denuesto, tú denuestas, él denuesta…

***

Sería un trabajo de gran envergadura registrar las fallas gramaticales de quienes participan en los medios. Es notorio cómo muchos actores desprecian la gramática. Un día sí y otro también dicen “primer vez”, “primer victoria”, “primer carrera”. Pero no dicen: “El presidente y la primer dama” o “la primer actriz”…

Fotografía / Cecilia Rodarte

El vocablo “primer” solo equivale a primero en masculino, por lo que no es correcto su uso con valor femenino en lugar de primera, como en “la primer vez”. “Vez” es un sustantivo femenino y por las reglas de concordancia, los adjetivos que califiquen esta palabra deben estar también en femenino.

Así como los locutores ya oficializaron “vendimia” (el tiempo en que se cosechan las uvas) como “mercaderías”, cuando nada tiene que ver (vendimia proviene de vindemia de vīnum “vino”, de donde también deviene “vintage”), ya es casi normal leer o escuchar que, está “en auge la corrupción AL INTERIOR del PRI”, por ejemplo. Cuando debió decirse “en el interior”.

Se usa equivocadamente “al interior de” como equivalente a “dentro de”, sobre todo en lo relacionado con instituciones, tales como gobiernos, partidos políticos o sindicatos, cuando debería utilizarse solo al indicar movimiento o dirección.

El Diccionario Panhispánico de Dudas de la RAE dice: “Se desaconseja emplear al interior de, en lugar de en el interior de, cuando no está presente la idea de movimiento o dirección”. Por ejemplo: “La pelea entre los diputados comenzó EN EL interior del recinto”: correcto.

Por el contrario, “al interior de” está bien empleado si expresa idea de dirección: “Los reos fueron conducidos al interior de la cárcel”.

Es fundamental conocer las reglas de la lengua, porque, como señaló Lázaro Carreter, a mayor capacidad expresiva, mayor capacidad de comprensión de las cosas, o lo que afirmaba Rafael Seco: “El que consigue hacerse entender mejor, el que se expresa con mayor claridad y precisión, es dueño de recursos poderosos para abrirse camino en el trato con sus semejantes”

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