sábado 20 abril 2024

Mandarinas y limones

por Alfonso Gumucio-Dagron

El panorama de los estudios de comunicación social (así, entrecomillado) es desolador, no solamente en América Latina sino en el mundo entero. Hace 25 años alguien tuvo la pésima idea de cambiar el nombre de las facultades de periodismo a facultades de comunicación social, con lo cual se desvirtuó completamente la naturaleza de esos estudios. Lo que hacen 99% de esas carreras y facultades es periodismo dirigido a los medios, no es comunicación ni estudian la comunicación, y de social, tienen muy poco.

Esto no es una cuestión de nombres solamente, sino de contenidos. Los periodistas trabajan en el campo de la información y los comunicadores en el campo de la comunicación (y las niñas bien estudian comunicación empresarial para luego trabajar en las empresas de su papá).

No es lo mismo comunicación que información. Ambos campos son diferentes, se parecen tanto entre sí como los limones se parecen a las mandarinas. Los dos son cítricos, pero de sabor y uso muy diferente. Los limones abundan, las mandarinas son más raras.

Sucede lo mismo en los estudios de periodismo y comunicación: abundan las carreras de periodismo disfrazadas de comunicación social, pero aquellas que realmente se ocupan de la comunicación y de lo social son muy raras. Seguro que en la cabeza del lector neófito los hay incluso entre los profesionales de los medios ya está la pregunta: pero, ¿en qué se diferencia la información de la comunicación?.

No debe sentirse mal el lector de no entender, todavía, la diferencia entre ambas, porque ni siquiera los catedráticos de comunicación son capaces de manejar con propiedad ambos conceptos. Abundan los profesores que enseñan en las carreras de periodismo sin haber publicado en su vida un texto especializado o investigación sobre el tema. Hay quienes incluso dirigen facultades de periodismo y comunicación sin haber reflexionado jamás sobre estos asuntos, administradores grises, que uno no entiende cómo obtienen esos cargos.

Comunicación e información
La etimología griega y luego latina de la palabra comunicación la asocia a conceptos muy diferentes a los de la palabra información. La comunicación (communio) es el acto de compartir y de participar, lo cual implica diálogo y horizontalidad. En cambio el periodismo es vertical en un sólo sentido, porque informa, es decir, pretende dar forma (dictaminar) a lo informe (lo que no tiene forma determinada). La comunicación es un intercambio, un diálogo en dos o múltiples sentidos, donde hay más de un polo generador de mensajes de información, y no uno solo, como sucede en el periodismo. Acudir a un diccionario etimológico nos ayuda, sin duda, a empezar a distinguir entre información y comunicación.

Esta explicación simple y llana debería bastar para entender la diferencia, pero lamentablemente en la realidad los intereses comerciales antes que los académicos definen el rumbo de las universidades; hay contadas excepciones. Y así terminamos con tantos limones, que ya no sabemos qué hacer con ellos.

Tan escasas son las excepciones, que en el mundo no hay más de 20 universidades que se ocupan de la comunicación para el desarrollo y el cambio social, que son las que conciben precisamente la comunicación como intercambio y diálogo horizontal (recordemos a Paulo Freire, fallecido hace poco más de una década, que tanto aportó sobre este tema).

En cambio, hay más de dos mil facultades de periodismo, aunque se disfrazan detrás del rótulo de la comunicación social. En realidad lo que hacen es reproducir periodistas y publicistas, no comunicadores. Producen por miles profesionales para la radio, la televisión y los periódicos, para las agencias de publicidad y de relaciones públicas. En países donde los medios ya están saturados (casi siempre de mediocridad), estos novatos periodistas y reporteros poco creativos, (a quienes en algunos países llamamos colgandijos porque solamente saben estirar el brazo con una grabadora o un teléfono celular) no tienen otra alternativa que buscar trabajo como relacionadores públicos en empresas o instituciones gubernamentales, y se la pasan haciendo boletines institucionales o convocando a conferencias de prensa. Cuatro años de estudio para eso. (En realidad, los mejores periodistas que yo conozco no han pasado como estudiantes por las facultades de comunicación social).

Foto: Frank Polich/Reuters

Comunicadores y periodistas
En el campo del desarrollo y del cambio social hay necesidades urgentes e importantes que no son satisfechas por el actual ejército de periodistas. Cuando yo trabajaba en los años 90 en la Unicef en Nigeria y luego en Haití, necesitaba urgentemente contratar comunicadores, pero solamente recibía currículum vitae de periodistas. Estos eran profesionales muy capaces para redactar artículos o producir programas de radio y televisión, para organizar conferencias de prensa o preparar boletines, pero eso no era lo que necesitábamos para mejorar las condiciones de vida en las comunidades.

Cuando uno habla de un comunicador, se refiere a un profesional que tiene pensamiento estratégico, y es capaz de planificar acciones de comunicación de mediano y largo plazo, a favor del desarrollo y el cambio social. Un comunicador entiende la comunicación como un proceso, no como una suma de mensajes. Los periodistas (soy también periodista, además de comunicador) tenemos un sentido inmediato y oportunista de la realidad, y valoramos mensajes por encima de procesos. El perfil ideal sería una mezcla de periodista y comunicador; rara vez se da, aunque en América Latina tenemos varios de los buenos.





Las 20 universidades que
en el mundo se especializan en comunicación para el desarrollo y el cambio social son en este momento más necesarias que las dos mil que producen periodistas, pues mientras el mercado de trabajo en los medios masivos de información está saturado, hay cada vez mayores necesidades en los proyectos y programas de desarrollo. Sin embargo, hay algunas barreras: muchos de los que toman decisiones en las agencias de desarrollo y cooperación, no tienen la menor idea de la comunicación y están convencidos de que es algo que sirve para hacerse publicidad y ganar visibilidad institucional.

Las cosas están cambiando lentamente y es parte del trabajo de los comunicadores (y también de los periodistas honestos) explicar la diferencia que existe entre ambas profesiones. La comunicación para el cambio social y el desarrollo atraviesa por una situación similar a la que vivió la antropología a principios del siglo pasado: demoró 50 años en ser reconocida como una disciplina diferente de la sociología. Hoy también, pocos son los que distinguen entre el periodismo y la comunicación, pero ya se está abriendo el campo poco a poco gracias a recientes congresos y publicaciones especializadas.

Tenemos demasiadas universidades clon que copian sus programas de periodismo de unas a otras, y le tienen mucho miedo a las palabras desarrollo, cambio social, así como a la comunicación alternativa, participativa, ciudadana, horizontal, etcétera. En esas facultades de periodismo siguen leyendo los textos mal interpretados de Schramm, Lerner o Rogers, y de esa manera se supeditan a un pensamiento generado en Estados Unidos. Incluso se sigue leyendo al primer Everett Rogers, el de la Difusión de Innovaciones (1962) y no al posterior a 1976, que revisó críticamente su posición. Pero lo grave de esto no es que los alumnos de las carreras de comunicación social lean a teóricos de Estados Unidos. Lo grave es que ignoren el pensamiento producido en América Latina, que es bastante en calidad y cantidad, si revisamos la bibliografía de Beltrán, Pasquali, Díaz Bordenave, Prieto Castillo y tantos otros. Los estudiantes ejercen a veces presión para que los programas de estudio mejoren, pero la resistencia de quienes ven la universidad como un negocio, es enorme.

Foto: Vincent Kessler/Reuters

Honrosas excepciones en América Latina
En la Universidad del Norte, en Barranquilla, Colombia, comenzó a funcionar en 2006 una maestría con énfasis en comunicación para el cambio social. En la Pontificia Universidad Católica del Perú, en Lima, está una licenciatura en comunicación para el desarrollo, bajo la responsabilidad de Luis Peirano (decano) y Hugo Aguirre (director). En la Universidad Andina Simón Bolívar, en su sede de La Paz (Bolivia), hay una maestría en Comunicación para el Desarrollo que dirige Erick Torrico, a su vez presidente del Observatorio Nacional de Medios (Onadem). En la Universidad de La Plata se ofrece la maestría de Planificación y Gestión de la Comunicación (Plangesco), orientada precisamente hacia el desarrollo.

Ojalá en otros países tuviéramos más universidades como éstas, y más profesionales y académicos que entienden la necesidad de una comunicación que contribuye en los cambios sociales.

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