jueves 18 abril 2024

Los seis grados de compartición en telecomunicaciones

por José Luis Peralta

(Primera parte)

Una de las conclusiones de la última Conferencia Mundial de Telecomunicaciones Internacionales de la UIT (Unión Internacional de Telecomunicaciones), celebrada en Dubai en diciembre de 2012, señala que para impulsar la cobertura planetaria de los sistemas es primordial que los países miembros establezcan acuerdos de intercambio de facilidades operativas, con el propósito de que cualquier ciudadano pueda disfrutar de la itinerancia como una cualidad más del suministro de servicios. “Los Estados Miembros, acordó la Unión al respecto en la fracción 4.4 del artículo 38 del Reglamento, producto de la reunión, fomentarán medidas para asegurar que las empresas de explotación autorizadas suministren una información gratuita, transparente, actualizada y precisa a los usuarios finales, sobre servicios internacionales de telecomunicación, incluidas las tarifas de itinerancia internacional y las condiciones aplicables relevantes, de manera oportuna” (UIT, 2012:5).

El abrigo al suministro internacional de los servicios que se convino en el máximo organismo de coordinación de las telecomunicaciones, puntualiza algunos temas centrales que casi siempre pasan desapercibidos para el usuario o suscriptor. Como una especialista recordaba en el 2005, las infraestructuras institucionales de comunicación son “la más grande maquinaria mundial” (Ruelas, 2005:19), y este distintivo excepcional puede aplicarse en efecto porque las telecomunicaciones implican el abatir las distancias, y si aplicamos esa necesidad a escala planetaria es obligatorio entonces que todos los países armonicen no solo los estándares y normas de funcionamiento, sino también las estructuras técnicas y comerciales que acompañan y distinguen la prestación y permiten que sin importar donde se localice un teléfono nazca la posibilidad de interacción y comunicación con cualquier parte del mundo. Con los adelantos tecnológicos y el avance científico de hoy, estas posibilidades se han acrecentado y ya es habitual que mediante los dispositivos móviles se fundamente la itinerancia de la comunicación, o bien la llamada ubicuidad de los sistemas. Estas cualidades implican un suministro uniforme y una disponibilidad sin límites, para que los enlaces puedan realizarse a toda hora y en cualquier lugar. Así, resulta comprensible que las resoluciones de la Conferencia promuevan que cada operador nacional adopte y adapte aquellas medidas que faciliten la prestación equivalente de los servicios, tanto en tarifas como en niveles de calidad e incluso en las aplicaciones que se ofertan. Ahora se trata de provocar que aquella gran maquinaria mundial de las telecomunicaciones propicie y acoja la movilidad y tránsito de los suscriptores por cualquier lugar de nuestro planeta sin cambiar su vocación y características naturales.

La itinerancia internacional de la comunicación que hoy debe distinguir a los sistemas de telecomunicaciones, pone en la mesa varios temas de relevancia para el progreso de los servicios a nivel nacional, y asimismo para el escenario globalizado. De inicio, resalta la importancia del esquema técnico-económico conocido como roaming, mismo que se revitaliza y evoluciona de ser una facilidad disponible en el suministro de cualquier operador para su oferta en sus mercados de origen, a convertirse en un requerimiento cada vez más prominente que traspasa las fronteras y exige una cobertura al menos regional, cuando no incluso para todo un continente. A nivel local, el esquema conlleva que las redes móviles existentes deban establecer acuerdos de intercambio para ampliar su cobertura propia y extenderla hacia la totalidad del territorio, llevando una oferta que puede conjuntar toda la gama de servicios que las dos redes de por sí proporcionan. El roaming es entonces ante todo una fórmula operativa para optimizar los recursos y activos de cada compañía operadora, para beneficio del usuario y de su itinerancia por la República. Tales acuerdos de intercambio demandan desde luego un proceder regulatorio, en concreto para normar los convenios de interconexión que ameritara cada caso y para promover que las tarifas de los servicios puedan uniformarse, sin que alguno de los agentes concurrentes obtenga ventajas por el tamaño de su red, su extensión, o el número de usuarios suscritos. De conseguirse transparencia en la conformación de las tarifas del roaming nacional, podría satisfacerse además una de las demandas más generalizadas de los suscriptores, cuya queja periódica ha sido la poca información sobre las tarifas aplicables y el monto de las mismas, que se considera muy elevado sobre todo en comparación con las vigentes en otros países.1

A escala internacional, el empalme de facilidades para concretar una oferta nacional integrada, armónica y suficiente, es la base para celebrar convenios de intercambio con proveedores foráneos, donde por igual se homologuen los servicios y aplicaciones a ofrecer y se definan y acuerden planes tarifarios compartidos, que clarifiquen los cargos por distancia o por ubicación geográfica y establezcan los términos del pago que deben asumir los suscriptores. Con ello, se atendería la solicitud de empresas e instituciones globales que buscan claridad y certeza respecto al costo de los servicios de telecomunicaciones que consumen. Esta demanda fue planteada en la Conferencia de Dubai, e igual recogida y acordada por los países miembros para proceder a satisfacerla de común acuerdo.2

En tanto mecanismo de concertación, de intercambio y de beneficio para suscriptores y compañías prestadoras, el roaming ejemplifica toda una tendencia internacional en el desarrollo de los servicios de telecomunicaciones, que hoy arroja ya distintas evidencias y produce cada vez más el consenso de su pertinencia como fórmula de amplio provecho para la expansión comercial y social de las telecomunicaciones. Con orígenes en más de una década, la compartición de infraestructuras y la creación del entorno para su aprovechamiento colectivo, es en efecto el concepto a evaluar porque representa una ruta viable para impulsar el avance de los servicios y con ello el optimizar su impacto y profundizar sus ventajas y provechos. Así, en las páginas que siguen se aborda el tema, y se presentan algunos de los datos y referencias más representativos que lo definen y ejemplifican.

* * *

En marzo de 2008, la octava versión del Simposio Mundial de Organismos Reguladores que anualmente celebra la Oficina de Desarrollo de las Telecomunicaciones (BDT) de la UIT, desarrolló el tema central “Compartición de Infraestructuras Innovadoras y Estrategias para Promover un Acceso Asequible”. Una de las premisas motor que los organizadores activaron para animar el evento fue por demás imaginativa: para volver realidad la teoría del sociólogo Duncan Watts -el creador de la teoría seis grados de separación, la cual postula que cualquier residente de la Tierra puede conectarse con cualquier otro habitante a través de una cadena de conocidos de no más de seis eslabones3– es primordial que exista una amplia infraestructura de comunicaciones que aterrice los enlaces previstos y permita la comunicación entre aquel emisor primario y el último receptor de su mensaje. De acuerdo con la BDT, para conformar esta amplia plataforma comunicacional, inalámbrica por naturaleza, debe forjarse una estructura compartida y única, que conjunte y ensamble los esfuerzos, activos, experiencias y desempeños de los operadores para configurar una red amplia y universal, capaz de conectar a todo el mundo efectivamente. Tal simbiosis en pos de los servicios unificados, construidos por todos en igualdad de condiciones y con una férrea voluntad de cooperar, sostiene entonces la analogía que se ha tomado como título de esta colaboración: se trata de animar y de permitir que los seis grados de separación entre individuos se concreten mediante la compartición de los servicios de telecomunicaciones.

Al asumir la premisa señalada, surge una pregunta fundamental: ¿cómo entender la compartición de infraestructuras? Con base en Domínguez (2010), puede establecerse una primera enunciación sobre el tema: una red de telecomunicaciones integrada mediante la compartición es aquella infraestructura funcional donde dos o más operadores autorizados aprovechan algunos de sus componentes, pero sin subordinar sus intereses comerciales o de desempeño empresarial a esos acuerdos y sin perder tampoco la relación con sus respectivos usuarios o suscriptores.

En el entorno descrito, la compartición es ante todo un esquema de colaboración cuya lógica responde a la necesidad de encontrar nuevas estrategias de mercado para profundizar el desarrollo global de las telecomunicaciones. Casi en todo el mundo, los sistemas y redes de servicio nacieron y evolucionaron como propiedad pública y bajo el control directo de los Estados nacionales. Ello aseguró la integridad de la red y el suministro en condiciones semejantes para todo el país, integrando a las comunidades de menor solvencia económica mediante el subsidio cruzado que permitió financiar su cobertura a través de los ingresos obtenidos por los servicios más rentables, como la larga distancia.

Después, la liberalización de los mercados que arranca en los ochentas y se ha mantenido en los últimos años con distinta intensidad, permitió que los capitales privados llegaran al sector, y con base en un esfuerzo regulatorio progresivo se ha procurado garantizar el acceso entre redes y sobre todo hacia aquellas de mayor fortaleza y cobertura, que surgieron de la privatización de las infraestructuras públicas y mantuvieron y sostienen aún una posición dominante. Por su parte, los sistemas móviles han evolucionado de manera vertiginosa, y hoy en día representan el segmento de servicio de mayor dinamismo tanto tecnológico como económico. La movilidad del usuario que aseguran y su funcionalidad más allá de la conducción de voz, ha derivado en el crecimiento sostenido de la demanda para transportar y distribuir datos. Las redes e infraestructuras existentes deben lidiar entonces con el problema de aumentar su capacidad para el manejo de un flujo de comunicaciones que no cesa de crecer y de requerir mayores anchos de banda, para soportar aplicaciones cada vez más complejas y pesadas. Para los países de mayor desarrollo económico, resolver esta problemática conlleva el crear nuevas infraestructuras de banda ancha, o bien incrementar la capacidad, conducción y funciones de las redes existentes, y cualquiera de las dos alternativas significa dedicar recursos cuantiosos que no siempre están disponibles y cuyo retorno puede dilatarse en el tiempo, mientras las nuevas propuestas técnicas maduran y satisfacen las necesidades del mercado. Para las naciones emergentes el problema es más agudo todavía porque implica generar apenas las redes necesarias para que el país aproveche la tecnología de vanguardia en comunicaciones, y todo el potencial de la información y el conocimiento implícito en su apropiación social. En ambos casos, el lograr que uno o varios protagonistas enfrenten en conjunto la necesidad de instrumentar o comercializar los servicios que se requieren y urgen, es una estrategia adecuada porque se satisface el requerimiento sin que se comprometa la salud financiera de sus protagonistas. La compartición de facilidades tiene entonces un amplio campo donde anidar y desarrollarse.

Ante el escenario recién descrito surge un primer distintivo de la compartición de infraestructuras: se le invoca y se le utiliza para reducir los costos de desarrollo, operación y explotación de las redes de telecomunicaciones, y con ello fortalecer la capacidad de sus protagonistas para la provisión de los servicios que se demandan en el corto y mediano plazo. La UIT explaya tal premisa, y con claridad establece la conveniencia de aprovechar el mecanismo para atender la implementación de las redes de comunicaciones que hoy se precisan en todo el mundo, ya que igualan el requerimiento de los estados más avanzados y aquellos de menor solvencia económica. “Promover el mayor acceso posible a la banda ancha cuesta dinero, señala el organismo de principio. Es posible que la implantación de estaciones de base móviles o de redes dorsales de fibra para dar servicio a las zonas rurales no sea rentable, si cada proveedor de servicios debe construir su propia red. Del mismo modo, el tendido de fibra hasta cada hogar, edificio o repartidor, que es el objetivo de muchos países desarrollados, puede revelarse imposible si ello depende sólo de los operadores. Las empresas pueden, no obstante, compartir parte de sus infraestructuras manteniendo al mismo tiempo la competencia en la prestación de servicios” (UIT, 2009:18).

El movimiento empresarial que se describe no es el único y la compartición de infraestructuras puede tomar asideros distintos. El proceso se experimenta y practica tanto para impactar a los componentes pasivos de una red como a aquellos de naturaleza activa. El primer caso remite a los elementos civiles no eléctricos de las redes de telecomunicaciones, tales como los mástiles y torres; las zanjas para conformar ductos de conducción de cables; las instalaciones de equipos y de alimentación, o inclusive los sistemas de aire acondicionado. Por su parte, los elementos activos son los componentes electrónicos, y entre otros resaltan por ejemplo las radiobases o los conmutadores de nodos de acceso en el caso de las redes de fibra óptica. En los documentos de información general del Simposio de la UIT de 2008, se plantea que los integrantes activos son la inteligencia de la red, por lo cual el proceso de compartición se torna más complicado porque incluyen los equipos y sistemas donde se genera el mayor valor agregado de las infraestructuras de telecomunicaciones, y por lo mismo representan bienes que las empresas cuidan y protegen por la utilidad económica que les aportan (Cfr. UIT, 2008).

Para Domínguez (2010), la compartición se explica además si las categorías anteriores se aplican en las dos tipologías existentes de red, la móvil y la fija. En las primeras se comparten tanto elementos activos como pasivos, y en los últimos casos que se han registrado a nivel internacional incluso pueden incluirse las frecuencias de operación y la red básica de transporte. Al adicionar estos recursos, según el especialista, las empresas implicadas buscan reducir los costos de despliegue y de explotación de la red. Por el lado de las infraestructuras fijas, el cuello de botella habitual es el acceso del usuario final, por lo que la compartición tiene sentido si se intenta disminuir los cargos de equipamiento de la última milla, para establecer la conexión final con el cliente. Estas observaciones toman cuerpo ya en casos concretos, que ilustran la voluntad de los operadores por racionalizar sus inversiones dedicadas sin que esa disminución limite su expansión o les reste oportunidades de negocio en los mercados que explotan. El dicho de la Unión afina el punto con un ejemplo por demás ilustrativo. “Los precios elevados pagados por los operadores de telefonía móvil en el Reino Unido para las licencias de tercera generación, apunta, impulsaron a Orange y Vodafone a firmar un acuerdo sobre la compartición de redes de acceso radioeléctrico, cuando se percataron de que las estaciones de base en las zonas rurales podían resultar antieconómicas si las dos empresas construían las propias. Así, Orange y Vodafone gestionarán independientemente su tráfico y serán responsables de su calidad de servicio. En resumen, compartirán infraestructura pero competirán en los servicios” (UIT, 2008:14). El movimiento que se describe se adiciona a otros más que han florecido en Europa, donde la compartición tiene ya raíces y ha generado mayores pruebas y evidencias de sus ventajas para las telecomunicaciones nacionales y transfronteras. El Cuadro sinóptico adjunto presenta algunas muestras concretas de compartición entre operadores móviles, y como se observa, la vanguardia es de Orange y Vodafone, quienes con la sinergia descrita buscan obtener provecho de la compartición en el rubro de los componentes activos.

Respecto a las redes fijas, la compartición se considera decisiva no sólo para el beneficio de las empresas participantes, sino también para la creación de infraestructuras de avanzada que solventen las necesidades genéricas de comunicación de todo tipo y soporten el aprovechamiento colectivo de dichas herramientas tecnológicas. Tal posibilidad se desprende de las afirmaciones del Departamento de Negocios, Innovación y Habilidades de Reino Unido, cuyo testimonio se antoja decisivo para el advenimiento y explotación de redes de banda ancha…

“La compartición de infraestructuras puede ser considerada como una medida pro-competitiva para promover la banda ancha, debido a que reduce los altos costos de desplegar infraestructura a través de fiber-to-the-cabinet (FTTC) o fiber-to-home (FTTH). La obra civil representa hasta el 80% del total de costos de despliegue, por lo que se reducen las barreras de entrada de los proveedores de comunicaciones comprometidos en desplegar infraestructura” (Citado en Consejo Consultivo de Cofetel, 2012:2).

Ejemplos de compartición de infraestructura entre operadores móviles de Europa

Fuente: Adaptado de Domínguez, 2010.

Las evaluaciones de la entidad británica son ya elemento de juicio para las compañías operadoras. Un botón de muestra se testimonia en España, donde los movimientos de dos operadores enfrentados habitualmente en el mercado móvil ahora se asocian y demuestran que la reducción de costos evocada es argumento suficiente para unirse y llevar a cabo proyectos de compartición con colmada voluntad e independencia en cada parte. De esta forma, Jazztel, empresa que se autodefine como “operador global de telecomunicaciones que ofrece soluciones de banda ancha para los mercados españoles”,4 enfatiza que la compartición no altera “la plena libertad y autonomía comercial” de las empresas que participan, y con tal inspiración ha firmado un acuerdo de colaboración con la misma Telefónica Española, cuyo propósito es compartir los accesos en las infraestructuras verticales de fibra óptica, para ofrecer velocidades hasta de 100 megas a los hogares ya conectados o bien para aquellos que se cubran con el despliegue mutuo de nuevas acometidas. El esquema que ambos operadores habrán de implementar incluso se describe como un modelo colaborativo de despliegue y uso compartido de las infraestructuras de telecomunicaciones, y su importancia radica además en que alcanza una ventaja doble: responde al marco normativo que la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones (CMT), el órgano regulador español, ha establecido en el tema de la compartición, y a la vez adelanta la respuesta a las previsiones de la Comisión Europea, que a nivel continental evalúa el implementar medidas obligatorias de compartición con miras al tránsito de toda la región y sus operadores hacia las redes de telecomunicaciones de próxima generación5, que deben funcionar en el mediano plazo con rasgos distintivos similares.

El esquema de cooperación señalado destaca también otro factor decisivo de la compartición como estrategia de crecimiento: el protagonismo del Estado y de sus agentes reguladores en su fomento e implementación operativa. La UIT introduce ese involucramiento como vector sustantivo del proceso, y le adscribe un cometido nodal para añadir una segunda funcionalidad a la compartición, todavía más importante: el sustentar el aprovisionamiento generalizado en las infraestructuras de telecomunicaciones de la sociedad en su conjunto y de todos los ciudadanos que la integran. Se busca fortalecer la convicción de que los gobiernos son entidades esenciales para facilitar el aprovechamiento eficiente de las redes y sistemas instalados y por instalar, y que las actividades de identificación de las regiones que requieren una mayor atención y de diagnóstico sobre la forma más eficiente de canalizar el apoyo público, son responsabilidad de los organismos estatales, únicos que pueden concebir e instrumentar los planes nacionales de crecimiento y explotación de las infraestructuras asociadas. “A menudo son los gobiernos clientes importantes, enfatiza la Unión, y pueden ayudar a volver interesante la inversión en un lugar marginal actuando como clientes principales en ciudades remotas mediante la conexión de diversas instalaciones públicas tales como escuelas y hospitales” (UIT, 2009:24). Asimismo, a esa intromisión virtuosa en la expansión de los servicios, desde luego se adiciona la facultad de regular las condiciones del suministro, y de incidir en las bases de desarrollo del sector y en las estructuras operativas del mercado. El cuadro siguiente ilustra por ejemplo la adopción de tres medidas de compartición de infraestructura por parte de los 193 estados miembros de la UIT, y como es evidente el porcentaje mayoritario se centra en la promulgación de regulación para fomentar el uso compartido de infraestructura por parte de las compañías de servicios móviles, segmento dominante en buena parte de los países del globo.

Porcentaje de países miembros de la UIT que exigen o autorizan la compartición de infraestructuras (hasta 2007)

Fuente: UIT, 2009:14.

(Fin de la primera parte)

También te puede interesar