jueves 28 marzo 2024

Los riesgos de ser periodista en México

por Mireya Maldonado

El gobierno mexicano signó hace tiempo el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el cual básicamente dice, en el artículo 19, fracción dos, que toda persona tiene derecho a la libertad de expresión, lo cual comprende recibir y difundir informaciones de toda índole. Sin embargo, varias organizaciones han coincidido, en fechas recientes, en datos que, más que prender focos rojos, los convierten en llamaradas. La libertad de expresión, en muchas regiones del país, está amordazada.

Reporteros Sin Fronteras (RSF) dijo a finales de septiembre que México es el país más mortífero de América Latina y uno de los más peligrosos para los periodistas en el mundo. De enero de 2000 a septiembre de este año fueron asesinados 81 periodistas.

La situación parece agravarse cuando el tercer trimestre de este año es calificado por Artículo 19 como el más violento para la prensa mexicana en la administración de Enrique Peña Nieto. Tan solo a mediados de octubre, en promedio, cada 29.1 horas, se atenta físicamente contra un periodista.

De enero a septiembre, dicha organización documentó 222 agresiones a la prensa mexicana: 94 ataques físicos, 40 actos de intimidación, 37 amenazas, 23 detenciones arbitrarias, tres asesinatos y un ataque a las instalaciones de un medio de comunicación.

Ello pese a que el gobierno mexicano tiene una Ley, una Fiscalía y un Mecanismo para brindar seguridad a las víctimas. No obstante “ha sido omisa en sus investigaciones”, dijo Darío Ramírez, director general de la agrupación en México y Centroamérica.

¿Quiénes son los culpables: la delincuencia organizada, el propio Estado que debería garantizar la seguridad no solo de periodistas sino de cualquier persona, tal vez muchos de los propios medios de comunicación que presentan como notas marginales las muertes, agresiones o desapariciones de sus reporteros, la escasa solidaridad gremial, la indiferencia de muchos mexicanos ante un drama que afecta aún más a su democracia?

El recuento comprende asesinatos, intimidaciones, ataques cibernéticos, asaltos, irrupciones, amenazas, agresiones, encarcelamientos, intentos de una ley mordaza y la clonación de ejemplares periodísticos. Datos y cifras abundan, pero ¿cuál es el problema de fondo?

Jaime Contreras, reportero de Excélsior, opina que “En el caso mexicano el problema de fondo es el crecimiento de los llamados poderes fácticos que desde hace más de dos décadas, muy probablemente desde tiempos de Zedillo y con singular acento en Fox, Calderón y ahora Peña, se dispararon y ahora son inmanejables, aunque en su momento el propio Poder en turno les dio alas para repuntar.

“Hablamos lo mismo del clero, los grandes monopolios televisivos, los gobernadores con todo y feudos y esbirros que les acompañan, y desde luego, el narcotráfico y sus representantes que -todos- han dislocado, corrompido y deshecho no solo la profesión periodística, sino todo lo que tocan.

“Recuérdese los casos de periodistas y reporteros en general que no pueden ejercer su chamba en grandes zonas de Sinaloa, Sonora, Coahuila, Michoacán, Guerrero, Morelos, Baja California, Nuevo León y algunas que se me escapan. ‘Plomo o plata’, como hiciera famosa la frase Pablo Escobar Gaviria”.

Esta consigna aplica lo mismo en la procuración de justicia y por lo mismo en el trabajo de abogado o juez, la agricultura y lo que conlleva, los negocios comerciales, financieros o industriales, etcétera.

Luis Roberto Castrillón, periodista y docente, brinda más datos: “En 2013, la propia Fiscalía de Atención a Delitos contra la Libertad de Expresión había señalado que de 2000 hasta ese año habían sido asesinados en México 98 periodistas.

“Creo que el dato es contundente. Comparado con sitios donde existen guerras civiles actualmente, como el caso de Siria o incluso la década que lleva de intervención Estados Unidos en Irak, no han dado cifras tan altas como esa.

“La percepción general es que los crímenes contra los periodistas refieren un tema de libertad de expresión. Personalmente, me parece que más bien es un tema de seguridad que afecta no solo al periodismo sino a todo el país”.

El gobierno, en sus tres niveles, ha fallado o incluso -hay casos plenamente identificados como el de Quintana Roo o el de Iguala- están “coludidos con el crimen organizado. En esta corrupción del poder público y red de complicidades, la actividad criminal se realiza a plena luz del día y en sus momentos más terribles, incluso con extrema violencia. Frente a ello, muchos periodistas han decidido hacer su trabajo: informar y poner en alerta a la sociedad.

“La consecuencia ha sido su muerte, secuestro o presión a través de amenazas, como mínimo. Ahí entonces ya no es solo un tema de la libertad para ejercer una profesión, sino de proveer seguridad a sus ciudadanos, una de las principales funciones del Estado, y si no se cumple, la falla es total.

“Un dato específico: durante las campañas electorales de 2012, ni PRI, ni PAN, ni PRD tuvieron en sus plataformas de campaña algún punto referente, siquiera una mención o pronunciamiento respecto de la seguridad para el ejercicio del periodismo en México”, subraya Luis Roberto Castrillón.

Ulises Castellanos, director de Círculo Rojo, opina que “el problema de fondo en México es la impunidad, y mientras no se resuelva de fondo el tema de la justicia, de la corrupción, del poder político sin escrúpulos, no habrá rincón para un periodismo seguro. Un día, cuando den tregua las guerras en Medio Oriente, éste será el país número uno en inseguridad para el periodismo, sin duda”.

Hilda García, periodista radicada en Los Ángeles, considera que esa inseguridad no solo atañe a los periodistas. “Se ha vuelto inseguro ser taxista, ser camionero, ser policía. Digamos que es un problema de toda la sociedad. Nada más hay que ver el tema de los normalistas.

“Ser periodista te pone en peligro en cualquier circunstancia y lugar. Ahí tienes a todos los asesinados en Irak: son estadounidenses, británicos, españoles, y tampoco hay un levantamiento por ellos ni reacciones en Estados Unidos. Se parte de que como los periodistas no son noticia y ‘para qué se meten en esas cosas'”.

Pero independientemente de las responsabilidades del Estado, de la impunidad, ¿hay poca solidaridad gremial? Es decir, ¿la muerte o amenazas sobre un periodista mexicano motiva notas que se pierden en el maremágnum de información pero no hay iniciativas con mayor visibilidad y peso para que los periodistas se unan en todo México?

“La decisión de publicar notas o no, y en qué jerarquía, a favor de lo que les pasa o deja de pasar a los reporteros, la tienen los dueños de los medios que, como se ha demostrado ad nauseam, todo tienen menos intención de apoyar la mano de obra de la que disponen”, explica Jaime Contreras.

Aunado a ello, agrega, hay bastantes comunicadores que a pesar de haber hecho señalamientos en algún momento, “en donde se muestran preocupados por sus compañeros, a la hora de los hechos -represión, despido, secuestro, desaparición- se hacen a un lado y, si acaso, lo lamentarán en el rincón de una cantina con sus pares”.

Pero también “ha habido muchas iniciativas visibles para unirnos y desde larga data. El problema no son las iniciativas, sino las coyunturas político-económicas que impiden que éstas se hagan realidad. Colegialización, capacitación, ingresos, prestaciones, respeto a los más elementales derechos, cese a represión y otras consignas han campeado por lo menos desde inicios de los 80”.

En cambio, Luis Roberto Castrillón opina que “el problema es que también ahí, entre el gremio, no parece haber mucho interés. En Veracruz, luego del asesinato de Gregorio Jimenez hubo un interesante movimiento que incluso atrajo la presencia de grupos de periodistas del centro del país y otros estados, pero sé, de fuentes directas con las que hablé, que no hubo una solidaridad total entre el gremio en esa entidad.

“Ahora, hay que dejar claro un punto: en ocasiones, un periodista que se abstiene de soli darizarse, puede que no sea por desinterés o falta de empatía, sino porque esté amenazado por grupos criminales o por el criminal de su editor o jefe de redacción que le pide que ni se meta o lo corre”. También “hay casos que han sido dados a conocer con el espacio mínimo necesario. Cierto que la agenda de los medios luego los arrastra. Creo que en la televisión y la radio es donde menos han sido relatadas sus historias, pero la irrupción de medios en la web ha permitido una difusión de esos casos, en muchas ocasiones, más amplia”.

Ulises Castellanos, a su vez, opina que sí existe solidaridad gremial. “Ahí están Periodistas de a Pie y Artículo 19, entre otros que siempre salen a defender esos casos”.

Sin embargo, Hilda Garcia afirma sin más: “No hay solidaridad gremial, pero tampoco comunitaria. México dejó de ser solidario. En efecto, ahí están Periodistas de a Pie y Articulo 19, pero no es el gremio, son grupos pequeños dentro del gremio.

“Valoro mucho el trabajo de ellos. Incluso Marcela Turati es una tipaza y excelente periodista, pero creo que los demás los hemos dejado solos”.

No obstante, hay caminos. Como dice Luis Roberto Castrillón: “ante la ausencia del cumplimiento del Estado, lo que le ha quedado a los periodistas es la organización y la capacitación.

“Por una parte, la organización ha permitido crear redes de respaldo, de auxilio e incluso aplicaciones en dispositivos de comunicación para alertar en caso de una situación de riesgo o extrema. Existe un intercambio de información entre algunos grupos que permite incluso ‘arropar’ a los periodistas cuando salen a hacer una cobertura a algún sitio peligroso”.

Los programas de capacitación han permitido crear protocolos propios de seguridad para el periodista. En tales esfuerzos se ha contado mucho con el apoyo de instituciones como Freedom House, Artículo 19 o becarios del International Center for Journalists como Jorge Luis Sierra, que incluso tiene un proyecto de mapeo de atentados. También está el trabajo de Periodistas de a Pie, Nuestra Aparente Rendición, entre otros. Afortunadamente, en la mayoría de los casos la pertenencia a un medio u otro no han impedido la colaboración.

Y Jaime Contreras hace una reflexión válida tanto para quien escribe como para quien se informa: “el periodismo, como el resto de las profesiones, ha avanzadoa trompicones, gritos y sombrerazos, pero lo ha hecho al lado de la sociedad a la que sirve. Quienes ya llevamos algunas décadas en esta pasión, constatamos que ha habido avances notables en el ejercicio periodístico, en donde se incluye, también y por supuesto, a la democracia.

“También hay esos círculos de poder descritos que pretenden hacer que retrocedamos como grupo de profesionales, no necesariamente como gremio. Estoy seguro de que no lo van a lograr, pero también sé a cabalidad que en el camino pueden despeñarse -o los despeñan, como diría Nietzsche- algunos compañeros. Ojalá me equivoque”.

De todas formas queda un sabor acre en la boca, pues como dice Ulises Castellanos, “efectivamente, éste es un país peligroso para los periodistas, porque tocan al poder en todos sus rostros, al poder criminal, al poder político, al poder social, al poder empresarial. Pero también debe ser el país más peligroso para ser estudiante o el más peligroso para ser taxista. ¿Acaso habrá algo más peligroso hoy en día que ser mexicano?”

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