jueves 28 marzo 2024

Los irresponsables maestros de la actuación

por Natalia Traven

Al hablar de la formación de actores en la actualidad es inevitable la mención del pionero y fundador del primer “Sistema” de actuación: Konstantin Stanislavsky (1863), cofundador del “Teatro de Arte de Moscú”, cuya labor sentó las bases para la aproximación a un trabajo escénico más orgánico, de cierta profundidad psicológica y de mayor verosimilitud.

La aproximación naturalista de Stanislavsky y su sistema vivencial le llevan a desafiar la actuación tradicional, los procesos dramáticos y la teatralidad, y logra despojarlas de la actuación afectada, artificial y declamada que prevalecía.

Así empieza el desarrollo de su conocido “Sistema”, con el que impulsaba a los actores a investigar a profundidad la situación del personaje y sus motivaciones para que éstos pudiesen evocar sus propias experiencias de vida y actuar a partir de las mismas.

Incluso sienta las bases del Group Theatre (1931- 1941) en Estados Unidos y el renombrado Actor´s Studio, destacadas escuelas de actuación que con los principios Stanislavskianos desarrollan el “Método” de actuación, bajo el cual se forman conocidos actores norteamericanos.

Después del “Sistema” se desarrollan numerosas teorías de actuación y técnicas de formación actoral.

Actualmente, en nuestro contexto, pocos maestros de actuación e incluso escuelas, siguen con compromiso las bases de formación actoral proporcionadas por investigadores de nuestro quehacer teatral.

Hoy día, proliferan escuelas, instituciones, academias, talleres, etcétera, que dicen formar actores sin realmente especializarlos en su arte. Muchos de los maestros, generalmente actores y directores, carecen del conocimiento específico (entrenamiento y aplicación) sobre herramientas actorales más allá de las que dictan los libros o las aprendidas en talleres y escuelas con maestros que, a su vez, carecen de conocimiento real y experiencia en la aplicación de una técnica particular.

Algunos tantos, aunque con amplia experiencia dentro del la práctica escénica, conocen poco de la pedagogía de la misma e incluso se ven limitados en la transmisión adecuada del proceso creativo como tal.

Quizá los que más preocupan son aquellos que hacen uso de la figura que representan como maestros, forman actores dañándolos con la distorsionada comprensión de la “técnica vivencial” con la que fuerzan a los jóvenes a tocar aspectos de su vida o imaginar situaciones que generan, en ocasiones, daño en su autoestima, desconfianza en sus habilidades y desconocimiento de un proceder real para su ejercicio escénico.

Compartir lo que con años, experiencia y estudio se ha adquirido, no es cosa fácil o al menos no es habilidad de todos. Mucho se ha dicho de personas excelsas en su arte y ejecución, que a veces no son del todo óptimas para poder comunicar cómo llevan a cabo lo que hacen.

Muy pocos maestros que imparten actuación conocen específicamente una técnica actoral. Se forman como lo dicta la línea de formación de actores en México: un mucho de todo y un poco de nada. Saben superficialmente, o por medio de talleres múltiples y clases con maestros que, a su vez, desconocen a profundidad alguna de las tantas técnicas desarrolladas por verdaderos investigadores del arte actoral.

De tal suerte, terminan siendo verdaderos verdugos sádicos con los jóvenes o psicólogos sin licencia y desconocimiento del daño profundo que, en ocasiones, puede causar la inducción a la remembranza de eventos traumáticos del individuo. A esto se suma el hecho de que, muchas veces, se induce al joven actor a “imaginarse” en situaciones, que si bien atraviesa el personaje, no necesariamente han sido vividas por el joven, además de un sinfín de historias con componentes más proyectivos del maestro mismo, deseos insatisfechos y hasta perversiones.

Es frecuente escuchar cómo prevalece una tendencia al sadismo y el maltrato psicológico de algunos maestros hacia los alumnos dentro de ciertas clases de actuación; bajo el pretexto de contactar con las emociones, se les induce a una suerte de insultos y adjetivos peyorativos, con los que se intenta hacer énfasis en la discapacidad del alumno o la falta de habilidades y los múltiples defectos que tiene, según la percepción del docente. Además se les obliga a imaginar, en la mayoría de los casos, historias de su vida que podrían ser necesidades perversas del docente mismo.

¿Cómo suponer, pues, que a otro ser humano le puedan mover los mismos eventos e imaginaciones catastróficas? ¿Cuál es realmente el objetivo de fragmentar la autoestima de un joven estudiante para satisfacer las necesidades de expresión del maestro? ¿O las simples necesidades narcisistas? Además, la edad en la que se encuentran dichos jóvenes es de alta vulnerabilidad psíquica.

Este maltrato psicológico abunda en la formación de actores. Pocos son los maestros comprometidos con una técnica en cuanto a la profundidad de su conocimiento y su aplicación. Menos aún quienes tienen la habilidad de transmitirle al estudiante cómo aplicarla y su funcionamiento en su arte para llegar al tan subrayado “sentido de verdad” en escena.

Hoy día existen un sinfín de estudios sobre la mente que dan elementos claros y precisos de cómo el ser humano es capaz de generarse estados emotivos por simples disparadores sensoriales (memoria sensorial, componente de la memoria afectiva), lo que es en sí es la vivencia.

Actualmente, muchos maestros de actuación, directores escénicos y actores, siguen creyendo que la “técnica vivencial” es aquella que exige al actor “acordarse de historias tristes o “traumáticas” de su vida, para que pueda acceder al contenido emotivo a las motivaciones de los personajes para lograr el tan preciado sentido de verdad sobre la escena, y por lo tanto, verosimilitud en la interpretación del personaje.

Nada más lejano de eso. Si las historias tristes son lo único que almacenas en tu memoria, así será. La vivencia es, como su nombre lo indica, solo lo vivido según tu propia percepción. ¿Qué tan distorsionado has percibido lo que vives? ¿Hace daño? Depende, ¿qué tanto daño te has hecho al vivir como has vivido?

Quizá, más allá de la vivencia, lo verdaderamente iatrogénico son aquéllos que intentan formar actores dañándolos severamente.

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