viernes 19 abril 2024

Las Olimpiadas que vienen

por María Cristina Rosas

Adiferencia de Estados Unidos, empeñado en usar el poder duro, esto es, la fuerza bruta en sus relaciones con el mundo, China promueve la imagen de un país “amistoso”, impulsor de la cooperación con las naciones del orbe. Emplea el poder suave sin renunciar al poder duro –como queda de manifiesto en la modernización de sus fuerzas armadas y en el saqueo de los recursos naturales, por ejemplo, del continente africano, que requiere para su vertiginoso crecimiento económico. Se recordará que antes del 11 de septiembre de 2001, China era percibida como una “amenaza” para Occidente. Tras los ataques terroristas, China se apresuró a cerrar filas con EU y cuando George Bush señaló que quien no combatiera este flagelo estaba contra los estadounidenses, la dirigencia china pragmáticamente replicó “estamos contigo”. La “amenaza china” se diluyó y su lugar lo ocupa el terrorismo internacional.

Durante los Juegos Olímpicos las autoridades chinas mostrarán al mundo un país moderno, progresista. La organización de los juegos es una actividad costosa, prácticamente vedada para los países en desarrollo, pero para una nación como ésta, en plena bonanza económica, el presupuesto para construir todas las obras de infraestructura requeridas, estimado de manera conservadora en dos mil millones de dólares –equivalentes al presupuesto anual de Naciones Unidas–, es más que posible. Además de atraer la atención mundial donde los atletas chinos podrán mostrar sus logros, la posibilidad de incrementar la derrama económica procedente del turismo antes, durante y después del magno evento es un beneficio adicional. El interés de la comunidad internacional por China crecerá, posibilitando mayor acercamiento a un país que pugna porque “no le tengan miedo”. Asimismo se espera que mejore la infraestructura turística: todavía en gran parte de los hoteles es muy difícil comunicarse con el personal si no es en chino mandarín y esto incluye a las cadenas de cinco estrellas más prestigiadas. Es cierto que el gobierno promueve el aprendizaje de ese idioma en todo el mundo, pero es muy importante que sean capaces de comunicarse con la comunidad internacional a fin de evitar malos entendidos y otros problemas.

Todo esto supone beneficios y costos. Para empezar, China es motivo de un creciente escrutinio internacional, por lo que situaciones como la del Tíbet tienen un impacto mediático significativo, pese a que se trata de un conflicto que se agudizó con la victoria de Mao Tse-Tung a finales de los años 40 del siglo pasado –y si la comunidad internacional está tan interesada en la suerte del Tíbet, cabría preguntar por qué justo ahora y no antes ha tratado de ayudar a los tibetanos–. En este mismo tenor, numerosas figuras políticas, artísticas y académicas en EU y Europa, insisten en que esperan que las Olimpiadas tengan un efecto en China, similar al visto en Corea del Sur, cuando albergó los Juegos Olímpicos en 1988, particularmente en terrenos como los derechos humanos, la democratización y la libertad de expresión. De hecho, continuamente se hace alusión a las palabras que el presidente del COI pronunció en 2001, cuando anunció la adjudicación de la sede de las Olimpiadas a China: “… queremos promover… el desarrollo de la sociedad, incluyendo la democracia y los derechos humanos”, dijo.

Las relaciones de China con Sudán también han salido a la luz por los Juegos Olímpicos. Dado que éste es el principal socio comercial de Sudán, donde hay un genocidio, la comunidad internacional le pide que presione al gobierno sudanés para lograr paz y estabilidad, particularmente en Darfur. Aun cuando parece exagerado responsabilizar a China por esto, diversas luminarias del espectáculo como Steven Spielberg, Mia Farrow y George Clooney han criticado a Beijing por su política en Darfur. Spielberg fue más lejos al renunciar a la asesoría que le brindaba a China de cara a las Olimpiadas, como protesta por los acontecimientos en Sudán. ¿Es válido castigar a China por las acciones del gobierno de otro país? ¿Quién castigó a EU y la Gran Bretaña por cooperar con el gobierno sudafricano durante el apartheid? Y más importante: ¿quién se preocupa por sancionar a Sudán, el infractor primordial en esta ecuación? El COI fue muy claro al opinar que “…reconocemos que Darfur es un asunto muy complejo, con circunstancias muy trágicas, pero que es un tema que debe resolver Naciones Unidas”.

Además de Sudán, las relaciones de China con Myanmar también están en el ojo de la tormenta, debido al apoyo que Beijing le prodiga al gobierno militar de ese país. Dado que en la ONU China se ha opuesto a presionar al régimen de Myanmar, no falta quien pide un boicot a las Olimpiadas. Claro está que los estragos del ciclón Nargis del 3 de mayo propició que la comunidad internacional flexibilizara su postura, toda vez que las víctimas en ese país, entre muertos y desaparecidos, superan a las 130 mil personas.

A la lista hay que agregar que la OMS sostiene que la contaminación ambiental en Beijing es dos o tres veces superior a los niveles considerados como saludables. Algunos países como Japón y Corea del Sur señalaron que sus atletas llegarán lo más tarde posible a Beijing y que establecerán campamentos fuera de la ciudad para proteger su salud. En contraste, EU señaló que la calidad del aire en Beijing no es un tema importante. Y figuran dos temas más: el agua de la llave en Beijing no es recomendable para el consumo humano, y los alimentos para los atletas, dado que, debido al empleo de esteroides para la producción de carne en China, existe la preocupación de que, quienes la coman, resulten positivos en las pruebas de doping. Hay quien piensa que se trata de un boicot contra China, lo cual le supone pérdidas millonarias.

A nivel interno, el advenimiento de las olimpiadas supuso acciones del gobierno chino encaminadas a mejorar la infraestructura a costa de los residentes en determinadas localidades en las que serían construidas instalaciones deportivas, o bien, destruyendo el patrimonio histórico para erigir modernos hoteles que alojarán a los visitantes. Una de las acciones más polémicas es la reubicación de los residentes en diversos distritos de Beijing. Si bien las personas desalojadas han recibido compensaciones, algunas se quejan de que los montos recibidos son inferiores al valor catastral de sus viviendas. También hay impugnaciones respecto a desalojos forzosos y existen algunos testimonios que revelan que quienes protestaron por estas medidas fueron encarcelados. Eso no es todo: hay quien afirma que los desalojos han procedido en áreas donde no habrá ninguna sede para las diversas competencias olímpicas, y que pese a ello las autoridades han justificado sus acciones argumentando una “remodelación” necesaria ante tal evento, cuando pareciera que el verdadero objetivo es edificar hoteles, parques y otras atracciones para los turistas extranjeros, mismas que serán muy redituables puesto que generarán más ingresos para el gobierno.

El gobierno chino pide a la población que apoye los esfuerzos para lograr el éxito en las Olimpiadas. Sin embargo, es innegable que hay un notable malestar, que seguramente encontrará canales para materializarse una vez que concluyan las justas olímpicas. Muchos habitantes, particularmente en Beijing dirán: “muy bien, hicimos lo que se nos dijo y la olimpiadas transcurrieron sin problemas, por lo que ahora es nuestro turno para que nos hagan caso”.

Como es costumbre, cada vez que se avecinan los Juegos Olímpicos, una preocupación recurrente es la seguridad. Los sucesos en las olimpiadas de Munich, en 1972, alertan respecto al impacto mediático del terrorismo, de cara a una audiencia de millones de espectadores. China, además del separatismo del Tíbet, enfrenta un problema tanto o más grave en la provincia de Xinjiang, donde reside una comunidad que profesa el islam; se denomina uygur. Ésta representa 45% de la población de Xinjiang (estimada en ocho millones de habitantes), superando a la población de la etnia han que, según registros no oficiales, asciende a 41%. Los uygurs, con tendencias separatistas, ahora son calificados como terroristas. De hecho, el pasado 10 de abril, el gobierno chino reveló que logró desactivar un posible ataque terrorista orquestado por los uygur, contra objetivos olímpicos, incluidas instalaciones deportivas y turísticas. Diversas comunidades uygur refutaron estas acusaciones, argumentando que el gobierno chino las utiliza para justificar la represión. Beijing señaló, sin mostrar mayores evidencias, que detuvo a 35 sospechosos en un operativo desarrollado a lo largo de diez días.

¿Hasta dónde Occidente y China, cada uno por su lado, explotan mediáticamente los Juegos Olímpicos en beneficio propio? Occidente desea concesiones de China, en tanto que las autoridades chinas quieren aprovechar la presunta hostilidad de EU, Europa y otros países para exaltar el nacionalismo y suprimir posibles disidencias o malestares de la sociedad. Esto último constituye un arma de dos filos: efectivamente, le permite al gobierno chino tomar decisiones y lograr el apoyo de la población, pero al mismo tiempo, abre la posibilidad de actitudes antioccidentales que pueden generar hostilidad contra los turistas y los visitantes extranjeros en general. El antioccidentalismo en China no es nuevo, y tiene antecedentes muy desafortunados. En la actualidad, debido a la actitud de Francia, quien ha sugerido un posible boicot a los Juegos Olímpicos debido a la política de Beijing respecto al Tíbet, numerosos manifestantes chinos han quemado banderas galas frente a la tienda Carrefour, además de que varios periodistas extranjeros reciben cotidianamente amenazas de muerte.

Con todo, el devastador terremoto que tuvo lugar el pasado 12 de mayo en la provincia de Sichuan y que podría haber provocado 50 mil muertos y desaparecidos, más 200 mil heridos, pareciera una oportunidad para calmar los ánimos entre China y la comunidad de naciones. El 14 de mayo, por ejemplo, China solicitó ayuda internacional para atender a las víctimas. Prácticamente todos los países occidentales, más Naciones Unidas y numerosos organismos nogubernamentales desplegaron una cuantiosa ayuda. Muchos de los gobiernos que apoyan a China en las labores de rescate han hecho donativos en dinero y especie para las víctimas, como parte de un “esfuerzo inicial”, de manera que están dispuestos a dar ayuda adicional. En esos términos, al menos, respondieron Japón y Estados Unidos. Asimismo, la reconstrucción de la zona afectada es otra valiosa oportunidad para China, a fin de mostrar que está en condiciones de responder a las emergencias, lo cual no es un tema menor, si se piensa en todo lo que está en juego en las Olimpiadas de agosto próximo.

También te puede interesar