sábado 20 abril 2024

Las metamorfosis eróticas de Dalí

por Enrique Esteban Zepeda Vázquez

Contra la pornografía y la obscenidad. A favor del Dios Eros y el Erotismo

“Quizá, y sin el quizá, la mayor diferencia que existe entre el erotismo y la pornografía es que el erotismo es divino y trae suerte, mientras que la pornografía es infrahumana y trae mala suerte. Los romanos, expertos en erotismo, lo sabían, y su lengua da a la palabra obscenus el significado de mal augurio. El erotismo está al lado de los que llevan corbata, los ricos. ¡Está al lado de los dioses, de las águilas! El pornógrafo, en cambio, es pobre; no lleva corbata, su miserable destino se parece al de las tortugas para aplastar. Alguien ha visto alguna vez una tortuga rica, a excepción de la de Joris-Karl Huysmans, ¡y reventó de rica! Todos los que hoy llevan “cuello de tortuga” están condenados a la decadencia, a la pobreza sin remedio, y llevarán siempre los dientes sucios de mayonesa crónica. No es posible concebir una tortuga arrastrando penosamente una corbata en la que se pegarían escupitajos, colillas, restos de tortillas a las finas hierbas y otras inmundicias. El pornógrafo de rostro prematuramente envejecido de tortuga, obsceno manco impúdicamente calvo y caliente, os ofrece en las esquinas las postales sucias con su pequeña pata de tortuga que apenas osa sacar de la chaqueta acorazada de mugre. Eros, el dios del amor, al contrario, está bien erguido y alza los brazos al cielo para blandir su corbata microgamética, carcaj que le cuelga del cuello de alabastro incorruptible. Este carcaj de tortuga, anti-tortuga, con sus dardos espermáticos, es el más glorioso e imperial de los atributos místicos del ángel de las águilas de las religiones aplastadoras de las mugrientas tortugas; los Ganimedes ‘anticonsoladores'”.

Port Lligat, domingo 4 de agosto de 1968

Salvador Dalí

 

Prólogo de Les métamorphoses érotiques.

Las perversiones de Dalí

Tendremos una idea de la cosmogonía erótica daliniana al conocer ciertos acontecimientos de su vida, algunos recuerdos reales y otros producto de sus “falsas memorias”, que fueron importantes para el desarrollo de su personalidad y que plasmaron sus fobias, obsesiones, predilecciones y deseos, determinando su forma de enfrentarse al mundo y satisfacer sus necesidades, incluso las sexuales. Todas ellas acompañadas de su respectiva dosis de escándalo, exhibicionismo y provocación, sobre todo, a través de los medios, a los que utilizaba para hacerse publicidad a niveles masivos y difundir su imagen a nivel internacional.

Dalí cuenta a André Parinaud1 que antes y durante su adolescencia, las chicas de su edad le intimidaban y paralizaban. Dijo haber conocido los placeres de la masturbación, pero con retraso en relación con sus compañeros y que estuvo obsesionado por un miedo atroz a las enfermedades venéreas, así como por la creencia de ser impotente, “con un sexo pequeño, triste y blando”. No obstante, cuenta que tuvo una joven novia con la que sentía placer haciéndola sufrir, al haber ensayado con ella, durante cinco años, toda una gama de sentimientos egoístas, narcisistas, paranoicos y sexuales, explotando los más diversos aspectos de su perversidad sensual.

De 1921 a 1928, Dalí entabló una entrañable amistad con el poeta Federico García Lorca, sobre la cual Ian Gibson2 señala que poco antes de su muerte, Dalí le confió que se trató de “un amor erótico y trágico, por el hecho de no poderlo compartir”, refiriéndose al hecho de que el poeta había sentido por él un intenso amor físico al que hubiera querido corresponder.

En 1929, en París, conoció a Picasso y Joan Miró lo introdujo con los surrealistas. No obstante, en ese entonces, seguía sin entablar relaciones con mujeres, ni siquiera con prostitutas. Contó Dalí a Parinaud que “aún siendo joven, elegante, seductor y genial, ninguna mujer lo reconoció”, por lo que “hubiera querido torturarlas sabiamente con plomo fundido, recortarles la punta de sus senos, devastar su sexo y su culo bello y provocador”.3

En verano de ese año, ya en Cadaqués, Dalí se enamoró de Gala, quien junto con su esposo, el poeta surrealista Paul Éluard, y la hija de ambos, Cécile, llegaron a visitarlo. Ambos se cautivaron y ella abandonó a Éluard. Por lo que respecta a su relación con Gala, cada uno tenía permitido expresar su sexualidad como quisiera. Ella viajaba con sus jóvenes amantes o los llevaba al Castillo de Púbol que Dalí adquirió en 1968, para que ella tuviera una cierta intimidad.4

Por su parte, Dalí gustaba de participar del cledalismo inventado por él; es decir, una “forma singular y majestuosa de erotismo de un refinamiento extremo, reservado a una limitada élite que compone una sociedad secreta daliniana”, en ceremonias eróticas (no vulgares orgías) en las que elegía a los participantes y dirigía la actuación, sin tener contacto, “pero acompañando los placeres del voyeurismo con un poco de masturbación”. 5

Otros acontecimientos posteriores consolidaron la personalidad del “Divino” Dalí; tales como su aceptación e ingreso en los círculos más exclusivos de París, su exitoso exilio en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y su regreso triunfante a España en 1948, así como sus frecuentes viajes a París y a Nueva York, donde se hospedaba en lujosos hoteles y -como Louis XIV- gustaba de rodearse de una corte de personajes extraños: hippies, mujeres y hombres hermosos, periodistas, editores, etcétera.

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Este año se cumplen 30 de la publicación de Les métamorphoses érotiques.

Las metamorfosis

Este año se cumplen 30 de la publicación de Les métamorphoses érotiques, de Salvador Dalí; una edición de 300 ejemplares. Se trata de una selección de láminas sin encuadernar, contenidas en una carpeta de seda roja dentro de un estuche púrpura también de seda, que reproducen dibujos mediante el sistema de la imagen múltiple, lo que da una visión del erotismo daliniano.

Dalí utilizó como base de sus ilustraciones las imágenes contenidas en dos manuales de lecciones, del tipo utilizado para la educación de los niños de fines del siglo XIX y del Catalogue of the great exhibition of the works of industry of all nations, publicado en Londres en 1851. Dichas imágenes fueron metamorfoseadas por Dalí en un periodo de 30 años a partir de 1942. A cada una de ellas le agregó títulos o breves textos que describen las transformaciones y le dan el valor correspondiente dentro del universo erótico daliniano.

En el prólogo de esta obra, Dalí hace una distinción entre el erotismo y la pornografía: “el primero es divino, trae suerte y está del lado de los ricos, de los dioses y de las águilas, mientras que la segunda es infrahumana, de mal agüero y practicada por los pobres”. Para ilustrarlo, hizo la metamorfosis de la escultura Eros y Psique, de Antonio Cánovas, sobre cuya base agregó una tortuga en la que reposa Psique y de cuyo caparazón surge una flor de lis. Vemos que la lengua de colibrí de Eros cruza el pecho y atraviesa el corazón de Psique, hasta penetrar en su ombligo.

La lámina VII del libro, por ejemplo, podría tratarse de uno de los ritos eróticos que le gustaba organizar a Salvador Dalí, a donde “atormentan” a la actriz central, “víctima” del cledalismo de Dalí. El dibujo original representa diversos animales y sus sonidos, pero Dalí la transforma en una de sus “ceremonias eróticas” al agregar en el centro de la imagen a una mujer desnuda, cuyos senos son lamidos por el león y el toro, a los que dibuja penes erectos y testículos, lamidos a su vez por el perro, el borrego, el ruiseñor y la rana.

1 Charles Marie George Huysmans (1848-1907), mejor conocido como Joris-Karl.

2 Parinaud, André; Dalí, Salvador. Confesiones Inconfesables. Bruguera, Barcelona 1975. 1ª. ed.

3 Gibson, Ian. Lorca-Dalí. El amor que no pudo ser. Plaza Janés, Barcelona 1999.

4 Parinaud, André; Dalí, Salvador. Op. Cit.

5 Puignau, Emilio. Vivencias con Salvador Dalí. Editorial Juventud, Barcelona 1995.

6 Powels, Louis; Dalí, Salvador. Les Passions selon Dali, Denöel/Ferenczy Verlag, A.C. Zürich, Paris, 1968.

 

Sólo un espíritu divino es capaz de transformar la obscenidad de los fetiches burgueses de consumación usual en una sacralización libidinosa

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