jueves 25 abril 2024

La virtualidad literaria

por Fedro Carlos Guillén

Existen pronósticos que son un suicidio en si mismos y que nunca deberían proferirse; recuerdo señaladamente el de un noble amigo, cuyo nombre permitiré reservarme, que en una isla a la que acudimos en viaje de juventud y por motivos misteriosos sentenció con aire mandarín y señalando al horizonte: “solo un imbécil se perdería aqui”. Exactamente seis horas después, una patrulla de 20 personas lo tuvo que buscar durante siete horas porque (anticipable como un meteorito) se había perdido.

Tengo Ia sensación que lo mismo ha pasado con algunas innovaciones que supuestamente llegarían arrasando y cumpliendo pronósticos de hecatombe. Cientos de personas lúcidas vaticinaron la desaparición del cine y de la radio con la llegada de la televisión, de hecho se generaron sesudas discusiones acerca de los efectos sociales que se producirían ante esta notabilidad tecnológica. Se asumia que sólo un idiota saldría a la calle con los inconvenientes asociados para irse a meter a un galerón si podia sustituirlo por un aparato que cabía en la sala y no tenía problemas de estacionamiento, ni de molestas colas en medio dela lluvia. La historia, que todo lo ajusta inexorablemente, demostró que estos vaticinios eran profundamente equivocados: hoy, la radio es un medio pujante aunque -debemos admitirlo- de lucidez desigual. Para documentar lo anterior, querido lector, le invito a que en un ejercicio sociológico, sintonice 104.1 de Frecuencia Modulada después de las ocho de la noche. Se encontrará con un señor llamado “El Panda” cuya noble misión en el cuadrante es hacer bromas de lesa humanidad (como decir que habla “El sancho”) a un grupo de escuchas que imagino con el mismo coeficiente intelectual del perchero roto de mi casa. Pero no divaguemos. El cine tampoco recibió ningún certificado de defunción y las razones son ligeramente obvias; sólo en el cine uno puede ver un close up del tamaño de mis malos pensamientos de Monica Belluci y sólo en el cine se pueden alcanzar territorios pre copulatorios de riesgo calculado y deseable (fajar ante una televisión y en soledad le da un tono edulcorado y completamente descafeínado al lance amoroso). Por supuesto hay razones menos banales, pero el punto es simple: los pronósticos ante el advenimiento de nuevas tecnologías siguen latentes y el más reciente se relaciona con una madre denominada Kindle que fue creada por nuestros buenos amigos de Amazon. Se trata de un aparato que vale 359 dólares, es inalámbrico y tiene la capacidad de conectarse a un servidor en el que se puede escoger entre un repertorio literario de 130 mil obras de las cuales la empresa tiene los derechos de reproducción. La obra seleccionada aparecerá en el monitor y entonces el lector cibernético podrá disfrutarla entre las miradas de admiración que provocan tales artilugios en la gente con aspiraciones.

A mí la idea anterior me parece temible por muy diversas razones. El sólo imaginarme que debo pulsar la tecla fast forward, en lugar de ensalivar me el índice para cambiar una pagina me produce escalofríos. Asimismo,nomeimaginollegandoami librero para sacar un aparato parecido a un tostador de Ia estantería, para luego sentarme en un sofá y leerlas obras completas de donlosé María Pemán(que en paz descanse). Es evidente que tampoco tendré el gusto de que algún amigo literato me dedique su más reciente obra, ya que con un plumón simplemente se lograría vandalizar el Kindle y tampoco se trata de eso.

Existen pocos placeres mas elementales y sencillos en la vida como el de elegir un libro, un lugar comodo y ponerse a leer hasta que la narcolepsia o la calidad de la obra lo determinen. Hacerlo sobre un catálogo “en linea” me parece tan atractivo como una cita en la Comisión Nacional del Cacao, con el funcionario responsable. Por lo anterior es que me atrevo a pronosticar el profundo fracaso de estas iniciativas pos modernas y advierto de antemano queatodo aquel ambientalista que use como argumento la devastación de selvas y bosques, le explicaré que para eso existen plantaciones forestales de eucalipto, justamente para que podamos vivir con cierto hedonismo leyendo libros como libros y no en una porquería de 40 watts.

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