jueves 28 marzo 2024

La publicidad de Camel

por Diana Andrade Uribe

A principios del siglo pasado, el misterio de Oriente arrojó al mundo occidental uno de sus símbolos exóticos más emblemáticos: el dromedario. Este animal de respiración fuerte y espíritu resuelto anunció su llegada a la arenosa escena del mercado mundial en una cajetilla de pequeños cilindros de generoso sabor turco.

La compañía tabacalera fundada en 1875 por Patrick Reynolds, se dedicaba a la fabricación de tabaco para pipa, hasta que en 1907, su hijo R.J. Reynolds elaboró de esa vaga evocación asiática una arquitectónica de la imagen ajustada a la figura del rumiante. Años más tarde, el estadounidense haría de ésta la metáfora de una marca que denotaba el viaje emprendido por un espíritu valiente.

Para que la imagen del dromedario no se disolviera en los bolsillos, junto con el aroma de las hebras del tabaco, R. J. Reynolds inventó la envoltura que se convertiría, tiempo después, en uno de los objetos de mayor exhibición del hombre: la cajetilla de cigarros. En un principio, este envoltorio era un cubilete de papel doblado que guardaba diez cigarros -de no más de seis centímetros- protegidos por un papel metálico. Fue hasta 1931 cuando a éste se le recubrió con celofán, y así se logró conservar el aroma y el sabor del tabaco.

La influencia del artista Owen Jones (1807-1875) quien recopilara en su obra Grammar of ornament más de tres mil muestras de ornamentaciones y diseños del arte islámico -resultado de sus múltiples viajes al Oriente Medio- determinó las creaciones de los artistas gráficos de la época. Los ilustradores norteamericanos abrevaron de Owen las reminiscencias de Egipto y elaboraron, a partir de ellas, el diseño de la cajetilla del camello.

Reynolds utilizó el nombre de Camel, no sólo por la imagen que significa y que hace del animal una figura claramente memorizable, sino por la sencilla disposición fonética de la que goza la palabra, lo que permite su fácil pronunciación en cualquier idioma.

Ubicada en Carolina del Norte, Estados Unidos, la cigarrera inició su proceso de comercialización en 1913. De las primeras estrategias que resolvió R. J. Reynolds para llevar a cabo la campaña de la tabacalera, sobresalió la del juego de palabras por aliteración: transformó el estribillo de una canción patriótica escocesa (“The camps bells coming”) a la frase que inauguraría la marca: “The camells are coming”. La repercusión de este ardid publicitario tuvo otro efecto: polemizar la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.

Luego de ese artificio, vendría una pericia más para difundir la marca: utilizar la imagen de una mascota del circo más famoso de la Unión Americana: The Barnum and Bailey. Así, mientras esta carpa se encontraba en Winston, el fotógrafo R. H. Haberken capturó a “Old Joe”: el ungulado árabe que sirvió de modelo para ilustrar la publicidad de los paquetes de cigarros por más de 60 años. Bajo la expresión “andaría una milla por un Camel”, la marca lanzó al mercado norteamericano su primera cajetilla en 1914. A partir de ese instante, la cigarrera se posicionó en el gusto del consumidor. Y durante los primeros 70 años, Camel cifró su acierto comercial en la fiel conservación del diseño de sus cajetillas: un desierto cubierto de aristas piramidales, tres palmeras de gracioso equilibrio y, en relieve, un camello sombreado por el suave color pajizo.

En 1918, Patrick Reynolds, fundador de la compañía que años más tarde sería la segunda empresa cigarrera más importante del mundo, moriría de cáncer de páncreas, debido a su hábito de mascar tabaco.

La omnipotencia publicitaria de los años 20, luego de la Primera Guerra Mundial, se volvió para Camel el medio eficaz que expondría la relación de la cultura norteamericana con el tabaco: convirtió la imagen del simple hábito de ingerir nicotina, al elegante acto de fumar. Desde sus primeros años, la marca propuso en los anuncios de periódicos y revistas de gran circulación, una gráfica publicitaria de vanguardia y glamour. Con refinadas viñetas a color y sofisticadas elaboraciones de cómic, el arte figurativo y testimonial de Camel reprodujo los motivos que hacían de ésta la marca preferida entre los consumidores.

Enjoy smooking a Camel
Desde 1966, los dorsos de las cajetillas de Camel, en Estados Unidos, mostraron textos que conferían ciertas características al tabaco, tales como: “El tabaco turco es el de hoja más suave y aromática del mundo”; o el de “Camel, una marca de primera calidad que proporciona auténtico placer al fumar”; seguido hasta nuestros días del mensaje de prevención sanitaria: “Dejar de Fumar reduce importantes riesgos en la salud”.

Pero era común, al menos hasta mediados de los 60, encontrar en revistas como Newsweek, Time o Life anuncios publicitarios de Camel inaugurados por textos en recuadros azules que enunciaban la calidad de la marca: “Entre menos costoso es un tabaco, es más suave… escoge Camel”; o “Camel está hecho con la mezcla de los más finos y caros tabacos turcos y domésticos, que crean un sabor sin igual”; y luego aparecían en gran escala los testimonios e imágenes de celebridades, deportistas, damas de “la alta sociedad norteamericana”, periodistas y actores que narraban las experiencias placenteras que les concedía este cigarrillo.

Las estrategias publicitarias
La publicidad de Camel, desde su inicio, comercializaba los “placeres cotidianos” -a través del hábito de fumar-y llevaba a cabo una exploración en los mundos de la moda. La moda convertida para la marca en nombres, actitudes y pasiones de la época: fabricó una suerte de espíritus “auténticos” con los que mercadeaban una forma de “sentir el mundo de otra manera”.

“Las situaciones de emergencia requieren su presencia durante muchas horas… con una pausa en algún lugar y tal vez el placer de un cigarrillo… luego, de vuelta a su trabajo, velar por la vida de los demás”.

A principios de los 40 apareció la campaña “Más doctores prefieren fumar Camel”, creada por el publicista norteamericano Michael Roy. En ésta se intentó demostrar que el cigarro no representaba un riesgo mayor en la salud de los fumadores. Los anuncios de Time y los spots televisivos de la marca divulgaban testimonios de médicos que favorecían su consumo. Incluso aseguraban que al fumar se lograría una mejor digestión. Sin duda, esta estrategia consiguió un aumento en la oferta de la marca.

Al tiempo, Camel vería en la Segunda Guerra Mundial una táctica más de consumo.

La cajetilla se convirtió en el distintivo de camaradería en las trincheras. Esta vez, no serían las celebridades las que festejaran los efectos placenteros del tabaco, sino las figuras que encarnaron el espíritu de la guerra. La publicidad haría de este escenario bélico una serie de pequeñas historietas con el arte del cómic, en las que exponían el carácter combativo del logotipo. En 1943, Life publicaría un anuncio bajo el lema: “Camel, el favorito de los hombres del Ejército”, a ésta se unirían los testimonios de los integrantes de la Armada Norteamericana, de los infantes de Marina y de los hombres de la Guardia Costera, que decían preferir el cigarro turco porque les producía un profundo placer en bajas dosis de nicotina. La repercusión de la campaña logró atraer a seguidores cada vez más jóvenes, y Camel simbolizó, en este sentido, el prototipo del hombre valiente, arriesgado y seguro de sí mismo.

La imagen del camello no sufrió modificaciones hasta principios de los 80. En cambio, este icono multiplicó sus significados al paso del tiempo. Mucho representó para la marca que diversas estrellas anunciaran su cigarrillo, con el fin de posicionarlo en el mercado. Entre ellas, el actor de cine mudo, mejor conocido como “The duke”, John Wayne: saldría fumando un Camel en Life de 1951. Este hombre, que confesó su afición por los cigarrillos hacía 25 años fue símbolo de lo rudo y masculino, así que le vino bien a la imagen que disponía la tabacalera.

La gestión de la identidad de la marca no se redujo al diseño de un logotipo atractivo, sino también a los múltiples mensajes con que transmitió su flexibilidad para adaptarse a distintas situaciones humanas. Por eso, en uno de sus carteles publicitarios en Newsweek aparecía la figura de un hombre, que luego de realizar la expedición al interior de “La China prohibida”, fumaba afuera de una cueva y en compañía de animales de carga. En la fórmula que seguía la campaña de Camel para todos sus anuncios de los 30, 40 y 50, se leía el testimonio de James L. Clarck, el científico y explorador más famoso de Estados Unidos, quien relataba la experiencia de su exótica aventura.

De la estrategia de adaptar la marca a diversas situaciones, la marca detonó una serie de actitudes estereotipadas, de hombres y mujeres que preferían al camello. La publicidad de Camel se reducía a mostrar a individuos en ambientes “masculinos” confiriéndoles un aire de distinción y celebridad a los mismos. En Life aparecía, por ejemplo, la imagen de un tipo maduro y galante en su yate. En Saturday Evening Post se asomaba la figura de un hombre con frac que jugaba billar. Todas estas ilustraciones de las publicaciones entronizaban la figura del ego: un hombre apuesto, maduro, culto, con éxito y clase. En la revista Family Circle aparecían hombres que hacían alarde de sí mismos, con expresiones como “la experiencia es nuestro mejor maestro”.

Camel representaría, asimismo, al hombre valiente y rudo, que en medio de una situación de peligro opta por “subirse al camello”. En Time, a menudo, salían hombres piloteando aviones de guerra, o francotiradores estadounidenses en acción, y dentro de estas escenas -sacadas como de película- exponían el porqué de su elección por la marca.

A finales de los 30, en la revista femenina Good Housekeeping, la publicidad de la marca crearía otro símbolo: la elegancia y sensualidad de las mujeres que fuman. En estas publicaciones aparecían “distinguidas damas” vestidas con prendas y joyas lujosas en habitaciones tapizadas de flores y cuadros antiguos, a lado de un piano o sentadas como emperatrices en tronos de tela fina. O bien: sensualmente reclinadas en un reposet. En revistas como Look se veían jovencitas en bañador a la orilla de una alberca, y muchachos alrededor de mujeres risueñas en una reunión. Camel, de esta forma, obtendría su título de nobleza por ese glamour que imprimía al acto de dar con la muñeca un ligero golpecito seco al tabaco, y ungía a esa imagen femenina un tenue acento de provocación erótica.

El Camel de los 70
Esta época marcó el surgimiento de tendencias innovadores en el arte de Camel; luego de 57 años con el mismo gráfico en las cajetillas, ese apetito de libertad -distintivo de los 70- se manifestó en el diseño de los paquetes: un camello negro de dimensiones mayores al original sobre un fondo blanco. Así, por vez primera, la marca Camel rompería su relación con la imagen prototípica de Medio Oriente: no más desierto, pirámides ni palmeras.

Esta actitud de libertad e independencia quedaría expresada en los carteles de al menos dos campañas del sello. Una de ellas (“Camel: no son para todos, pero pueden ser para ti”) exhibía a un camello en libertad, detrás de un grupo de personas que miraban absortas un orangután tras las rejas; este trabajo publicitario pretendió mostrar que sólo aquél que gozaba de un espíritu libre podía fumar Camel. Lo mismo sucedió con la campaña “Descubre un tipo de…”; los carteles exponían el prototipo del hombre de esos años: ataviado de melena revuelta, patillas y bigote oscuros. La frase sugería el acto del individuo por descubrir, con plena espontaneidad, un patrón de vida, una actitud, “un tipo de…” -al que habría de darle un nombre y llenarlo de sentido-. La vida de este pack duró seis años en el mercado; en 1976 volvería su diseño tradicional.

Otro ejemplo de libertad creativa quedó expresado en la portada del disco Mirage de la banda homónima de la marca de cigarrillos. En 1974, este grupo de rock progresivo con influencias de blues, jazz, y famosa por sencillos como “Lady fantasy” y “Freefall”, cobró notoriedad cuando el disco fue ilustrado con el frente de las cajetillas. La agrupación supo cómo librarse del acoso de la cigarrera que, además de acciones legales en su contra, les propuso cambiar el nombre de una de las canciones: “Mirage” por “Twenty to the pack” (veinte en el paquete), a lo que los integrantes de la banda se opusieron, y tan sólo añadieron a la cubierta del álbum la frase “Música inspirada por…”.

De ese espíritu liberador insinuado por el camello de los 70, devino la proposición a experimentar la vitalidad de la aventura. Y con la expresión “Donde el hombre pertenece”, la marca materializó este “modo de ser” en 1980. En los carteles se mostraba a un joven de jeans, chamarra de piel y un morral, dando las últimas bocanadas de humo, para luego lanzarse a la aventura, en la avioneta que lo esperaba. Un par de años más tarde, sería una caricatura la que representara este espíritu de arrojo.

“Aún se pueden vivir emociones tan intensas como el sabor de Camel”. Con esta voz en off se iniciaban los comerciales para la televisión, en los que circulaban escenas de viajeros que se hallaban en la osadía de vivir una aventura de naturaleza exótica. Las montañas, pantanos, selvas y cascadas eran “todo terreno” para el hombre Camel. No en vano utilizaban para estos spots televisivos la banda sonora de la película “El bueno, el malo y el feo”, que fuera protagonizada, en 1966, por ese otro símbolo del hombre valiente y temerario: Clint Eastwood, quien a su vez, en películas como “Los puentes de Madison” de 1995, apareciera fumando la marca de cigarrillos. Estos comerciales finalizaban con una voz áspera que decía: “Camel: es el sabor de la aventura”. Una identidad que hasta finales de los 90 había explotado el logotipo del camello.

La caricatura de la imagen
Para la campaña publicitaria de Francia en 1974, el ilustrador británico Nicholas Price creó la caricatura del camello que sustituiría la imagen de Old Joe, y en 1988 éste vería interrumpida su aparición en los anuncios y carteles de la firma que celebrara su 75 aniversario. Ese mismo año, el equipo de mercadotecnia de R. J. Reynolds, junto con la agencia Trone Advertizing, dotó de una fisonomía humana a su nuevo rumiante: Joe Camel, una caricatura de mirada arrogante y personalidad disipada, con la que la cigarrera marcó otro rumbo en la configuración de su marca: la expresión lúdica del paso de la juventud a la edad adulta.

En una entrevista, el creador de Joe Camel dijo “[…] me acordé de cómo Sean Connery, en James Bond, podía mover las cejas de forma expresiva…”. Este símbolo de gallardía caricaturizaba los comportamientos del joven que jugaba a ser el “James Bond” de la década. Con una imagen fanfarrona y un remedo de gángster adolescente de los 40, Joe Camel aparecía fumando en los anuncios de la tabacalera, casi siempre con gafas oscuras y con un aspecto cosmopolita.

En las ilustraciones de revistas y en la publicidad panorámica de calles y carreteras de grandes ciudades norteamericanas, exhibían a un Joe en escenarios clichés que representan a un mundo juvenil, casi siempre masculino: un auto cinema, la playa, un bar; en un coche de lujo; en una mesa de póquer. La marca reprodujo en cada una de sus ilustraciones el símbolo de la rebeldía y la ansiedad de la juventud que jugaba a ser adulta.
En ese entonces, la caricatura se convirtió en un poderoso rival para Mickey Mouse; Barbie y Bugs Bunny, porque con el tiempo captaba mayor atención entre los niños, y fácilmente la relacionaban con un personaje de cuento. Incluso, Joe Camel aparecía en revistas de espectáculos como la Entertainment Weekly, en pop-up tridimensional, a la manera de las ilustraciones de los libros de cuentos para niños.

Esta situación devino en polémica, y nuevamente la marca protagonizó, con esta campaña, una escandalosa controversia. La American Medical Association solicitó a Reynolds que retirara la publicidad de Camel, ya que según la asociación, instigaba a que los niños comenzaran a fumar desde los seis años de edad. Tras diversas quejas y desavenencias que causó la campaña, ésta fue retirada en julio de 1997.

La irreverencia gozosa del pop
David LaChapelle es, hoy por hoy, el fotógrafo más influyente y polémico en la escena mundial de la moda. Heredero de la tradición del pop-art de Andy Warhol, LaChapelle ha capturado con su lente, desde los noventa, celebridades del cine y la música que van de Elizabeth Taylor a Madonna. En 1998, luego de crear diversas campañas publicitarias con Diesel, Pepsi, L´Oréal, hizo para Camel, en conjunto con la agencia Mezzina/ Brown de Nueva York, una de las campañas más irreverentes e innovadoras en la historia de la marca, después de que Joe Camel fuera removido: “El sabor poderoso”.

El sentido de esta publicidad pretendió elaborar una apología contestataria de los “placeres prohibidos”. Y situó la imagen del camello, como en los años 40, dentro de la escena de la moda y la parafernalia. En su momento, fiel al retrato de su espíritu, Camel vendió la actitud desafiante, rebelde y burlona contra la cruzada antitabaco. En una de las fotos -con colores saturados y chillantes- aparecía, por ejemplo, la escena de un edénico jardín-discoteca, donde hermosas mujeres caníbal rodeaban a una suerte de Adán semidesnudo, dándole a saborear una manzana con la silueta de un camello.

La irreverencia hizo de esta campaña la preferida por muchos asiduos a la firma. Una foto, igual de atrevida, mostraba a un guardia-lagarto, que mantenía felices a sus presos (un hombre y una mujer) facilitándoles el símbolo de su libertad: los cigarrillos Camel. En otro anuncio: la imagen de una sirvienta echa las cenizas en la comida que prepara para ricos políticos y empresarios; campaña, que sin duda, ofreció extravagantes versiones de las advertencias que hacían de la figura de Camel, un gozo prohibido.

Las presiones comerciales hicieron de las imágenes y significaciones del pop, un valor estético redituable. Así sucedió en 2004 con Camel No.9, una estrategia polémica en sí misma: su publicidad se hallaba en el nuevo diseño del pack: una caja negra con la silueta de un camello rosa. El diseño y el nombre hacían alusión a la fragancia Chanel No. 9, el perfume caro de las “estrellas”. Dirigida completamente a un público femenino, la campaña hizo lo que en los 40: mostrar que la cajetilla denota en la personalidad de la mujer un dejo de distinción y celebridad.

Aunque los anuncios no mostraban a ninguna fémina fumando, sí aparecía en revistas como Vogue, Cosmopolitan y Glamour la ilustración de una cajetilla en un fondo lleno de flores, adornos púrpuras y rosas -lo que suponía una obvia y estereotipada referencia femenina-. En 2008, tras un anuncio saturado de la marca en la revista Rolling Stone, se prohibiría a todas las revistas dirigidas, sobre todo al público femenino y joven, anunciar la marca.

El arte de Camel
Camel llegó a México en 1986, con la caricatura de Joe. En la radio podía escucharse una voz en off que declaraba y preguntaba “Ya viene Joe, ¿sabes quién es Joe?”. Pero, años después, la publicidad de Camel se explicaría en el contexto de una renovación constante; su estrategia mayor se centraría en el diseño de su envase. La cajetilla se convirtió en una máquina que reproducía experiencias sensoriales, no sólo vinculadas al sabor del tabaco, sino al concepto de la campaña: percibir la figura del camello, no como un objeto tangible, sino como una imagen enigmática, que podía reproducirse en inasibles escenarios humanos.

El grupo de mercadotecnia de British American Tobacco México (BAT), compañía que comercializa la marca desde 1986, de la mano de diversas agencias de publicidad, ha hecho de la imagen del camello un fetiche de moda. Las campañas se han dirigido a los art collectors de Camel. En México, la agencia Lowe inventó el concepto de las siluetas del camello en los escenarios más insólitos y comunes. Esta maniobra de mercado, que insinúa un “¿ya lo descubriste?”, sugirió al consumidor cambiar el modo de mirar las cosas cotidianas: un camello formado en el cielo, por la disposición de los edificios; una constelación que proyecta la imagen del rumiante; su cabeza, como punta del iceberg, fueron algunas de las ilustraciones de esta campaña.

Las postales publicitarias se convirtieron en un medio alternativo y eficaz donde se reproducían los diseños de las cajetillas. La empresa Escaparate, líder en la producción de postales para promocionar marcas en México, reveló que las imágenes innovadoras de Camel eran las más solicitadas entre los consumidores.

Es imposible rastrear cada una de las colecciones del arte de Camel. Pues al menos son 90 los países que crean el imaginario del camello, y éste se renueva cada año. El logotipo, en México y al menos desde 2002, creó otra forma de adicción: la euforia por coleccionar los packs. Dalí, Picasso, Da Vinci, Miró y Botero son algunos de los pintores elegidos por los diseñadores gráficos, ilustradores y creativos de la marca para expresar en las cajetillas la insinuación más frívola del kitsch: utilizar todas esas referencias del arte pretencioso para imitarlos libremente con la imagen irreverente del camello. Estas cajas crearon una fuerte identidad propia, y pronto se convirtieron en un arte-objeto que produjo reacciones instantáneas entre los consumidores de la marca.

Luego de que en 2004 se prohibiera toda publicidad de tabaco en radio y en televisión, Camel daría mayor énfasis al diseño de sus cajetillas, con el fin de insertar en la mente del consumidor la imagen del camello como un referente directo del tabaco. Dos años más tarde, la marca invitaría a un grupo de artistas visuales para que elaboraran lo que sería el próximo diseño de la campaña “Camel Strot”.

En un evento privado, los creadores mostraron las propuestas de sus diversas connotaciones relacionadas con la figura del rumiante. Sobresalió la polémica escultura de Roberto de la Torre titulada “Oro bajo”: fundió un camello de oro con joyas y alhajas provenientes de las casas de empeño. Esta propuesta “de bajo kilataje” pretendió establecer una relación con el mito griego del “vellocino de oro”, y con él mostrar lo que a lo largo de 90 años Camel había transmitido en su publicidad: la búsqueda incesante de los consumidores por disfrutar de las bondades que una figura tan extravagante como el camello podía ofrecerles. Al final, como en el mito de Jason y los argonautas, el carnero sería tan sólo una ilusión.

En 2008, Japan Tobacco International (JTI) presentó, en varios países, el nuevo diseño de las cajetillas tradicionales de Camel con un estilo “más elegante y moderno”. El camello aparecía más grande, con un marco de color circulado en el interior. Ese mismo año, la marca lanzó una de las campañas más importantes en México para los coleccionistas: “Camel labyrinths”. Junto con la agencia Lowe, el mexicano y artista gráfico Gabriel Martínez Meave construyó las gráficas hiperrealistas que juegan con el camello en los caminos de los laberintos. Y significa a estos como lugares de búsqueda, a los que se accede para encontrar el espacio interno de uno mismo. Esta publicidad ilustró las cajetillas de los cigarros, junto con la colección de dos estaciones del año: Summer y Winter; así como la edición limitada de “Genuines cities”, donde aparecía la imagen del camello en varias ciudades del mundo.

En este 2009, Camel expresa la personalidad de su camello: “único sólo como Camel”. Esta frase que aparece al menos en tres de sus cajetillas, supone la búsqueda que hace el dromedario para descifrar en el arte el enigma del mundo. Y sugiere que sólo algunos pocos están en condiciones de descubrir su misterio: “Crea un verdadero arte inolvidable, en un mundo lleno de enigmas y misterios, es necesario ser único como Camel”. La historia de la publicidad del camello es la narración de un viaje que no termina; un viaje que hace del placer un eje inherente de la memoria de la marca. Habrá de verse cuántas personalidades más puede mudar el dromedario para satisfacer al consumidor y al coleccionista, que como todo hombre moderno, es un ávido devorador de signos. ¿Cuántas ilusiones más fabricará este carnero pajizo?

Fuentes
1.Borrini, Alberto. Publicidad, diseño y empresa. Buenos Aires. Ediciones Infinito, 2006. 153-155 págs.
2.López Novoa, M. y Pereira Dominguez, Mª C. (2001): “Educación, publicidad y consumo. Una mirada a la atractiva campaña publicitaria de un producto poco saludable”. En Revista Padres y Maestros. Monográfico -Medios de Comunicación: medios educadores- La Coruña. Número 261, junio, pp. 14-21. ISSN: 0210-4679.
3. Ortiz, Alejandro. Libro Camel. Primera Edición, México, 2006.
4.http://es.wikipedia.org/wiki/Camel_(tabaco).
5.”Sabías que” en la revista en línea Muy interesante (2008) http://muyinteresante.com.mx/2008/07/no-te-muevas/.
6. Revista en línea Qué pasa (2006). Entrevista con J.R. Reynolds: www.icarito.cl/medio/articulo/0,0,38039290_101111578_227311408,00.html.
7.Galería de diseños de Camel en http://graphic-design.tjs-labs.com/gallery-view?product.
8.Sobre la banda homónima de Rock y la polémica con la tabacalera en www.rock.com.mx/camel.html.
9. Página oficial del diseñador mexicano Gabriel Meave ilustrador de las cajetillas de Camel Da Vinci, Camel Maya y Camel Grecia: www.meave.org/.
10.Página oficial del artista visual Roberto de la Torre. Escultura “Oro bajo” (2006): www.arteven.org/profile/RobertodelaTorre.
11.Página oficial de British American Tobacco México: www.batmexico.com.mx.
12.Sobre la prohibición de las publicidades gráficas en revistas Revista en línea Latin Spots (2007): www.latinspots.com/website/nota/.
13.Sobre David LaChapelle “David LaChapelle:Celebrity Portraits as Social Commentary?” en Revista en línea www.culturekiosque.com/nouveau/books/rhebooks3.html.
14.Ilustraciones y diseños de revistas desde los años 30’s en http://blog.modernmechanix.com/covers/.
15.Información para los coleccionistas de productos de Camel: www.camelcollector.com/.

Estampas de la publicidad tabacalera en México
Luego que en 1853 el estado mexicano liberara el cultivo y comercio del tabaco en México, surgieron pequeñas fábricas y talleres artesanales llamados “chinchalitos”. Fue Ernesto Pugibert, un empresario francés quien fundó la primera gran tabaquera en México en 1875: El Buen Tono. La empresa producía 30 mil cigarros al día; asimismo, contaba con un capital total de un millón de pesos. Sus marcas más afamadas eran: Country club, Campeones, Jazz; Chinacos, Bacará; Dominó y Número 12. Esta empresa se mantuvo a la vanguardia en cuanto a sus audaces campañas publicitarias. En 1923, Pugibet, instaló una de las primeras radiodifusoras comerciales: la CYB que daría lugar a la XEB.
Joe Camel
Desde 1890, la cigarrera contó con un taller de litografía para cajetillas e impresos. Nueve años más tarde se contrató al grabador Juan Bautista Urrutia, quien se encargaría de desarrollar historietas y fotonovelas que definieron la identidad de los productos. Además de los carteles publicitarios e impresiones a papel, la agencia de publicidad de El Buen Tono ilustró las portadas de varias partituras de connotados músicos; elaboró lapiceros, ceniceros; encendedores, calendarios; hacía platos conmemorativos de cerámica pintada del castillo de Chapultepec y de Porfirio Díaz, bajo la inscripción: El Buen Tono elabora los mejores cigarros de la República.

La publicidad de la empresa se dirigió, sobre todo, a la comunidad francesa en México, a la que dedicaba anuncios cada 14 de Julio. De igual forma lo hacía con los norteamericanos residentes en México cada 4 de Julio. Hacía 1910, en las cajetillas de cigarros aparecían estampas coleccionables con ilustraciones de los uniformes del ejército mexicano. La empresa La Honradez, de 1865, ilustraba sus cajetillas con imágenes de los emperadores Maximiliano y Carlota.

Delicados ha sido una de las marcas líder en el mercado mexicano y un gran competidor para las marcas de manufactura norteamericana: Camel y Marlboro. Con una imagen ceñida al prototipo del hombre mexicano: varonil, valiente. La marca, desde su surgimiento comercializó su producto sin vendedores. Así, y de manera exclusiva, los cigarros sólo podían conseguirse en las instalaciones de su fábrica, hoy Museo de San Carlos, con tarjetas de racionamiento. En la década de los setenta, los creativos de la marca organizaron torneos de dominó en diversas cantinas y salones del país.

Hubo otra marca cigarrera en México que compitió con la audaz publicidad de Delicados. En periódicos de los años cincuenta, como en El Universal, aparecían anuncios de los cigarros Elegantes. Este sello lanzó una de las campañas más atrevidas en 1957: El tapado fuma elegantes. Con una clara referencia al sucesor presidencial de Adolfo Ruiz Cortines: Adolfo López Mateos, y una crítica hacia la censura del partido oficial el PRI. La ilustración elaborada por Abel Quezada mostraba a un personaje con un capuchón con dos agujeros a manera de ojos, y una osada leyenda: ¿Quién será? Será el sereno, pero el tapado fuma Elegantes.

D.A.U.

También te puede interesar