jueves 18 abril 2024

La mudanza impresa y las mentiras digitales

por Marco Levario Turcott

El 5 de agosto pasado supimos que Post Co accedió a la oferta de compra del fundador de Amazon, Jelf Bezos, por lo que The Washington Post -y los demás periódicos que integran el grupo- serán suyos por 250 millones de dólares en efectivo. (En unas cuantas semanas muy probablemente la operación será autorizada.)

Aquel negocio es emblemático del poderío de la economía digital y el auge de las grandes firmas de la comunicación en Internet, y también es elocuente de los grandes retos que esto le implica al trabajo periodístico en el orbe. Precisamente en el archivo del portal electrónico de etcétera el lector puede encontrar un exhaustivo registro de esto que decimos por lo que, esta vez, le ofrecemos el pormenorizado ensayo de Carlos Ramírez quien, con datos a la mano y mediante evocaciones históricas muy sugerentes, repasa la tradición del rotativo estadounidense y, sobre todo, delimita los principales desafíos del periodismo tanto en lo que se refiere a las herramientas tecnológicas y su viabilidad financiera, como en lo que le implica su función social en las sociedades contemporáneas.

Con ideas precisas el trabajo de Carlos Ramírez invita a un intercambio impostergable. Por lo pronto registramos la proyección hecha por el propio Jeff Bezos al finalizar septiembre: “Un día, no se en cuántos años, podrían ser décadas, los periódicos impresos en papel podrían ser un producto de lujo”, y también añadimos que el periódico más viejo del mundo, el Lloyd’s, List anunció que el próximo 20 de diciembre finalizará su versión impresa para situarse en el ambiente digital.

Uno de los retos más persistentes del periodismo actual se encuentra precisamente en la web, por ser una plataforma (de cada vez mayor acceso social) donde se propala cualquier cosa -instantáneamente y a escala planetaria– entre las que se hallan mentiras que suscitan atención inmediata en amplias franjas de usuarios, tanto en el orden de asuntos mundiales como a nivel nacional o regional; una de las circunstancias más críticas de esto sucede en el momento en que los profesionales de la información se convierten, ya sea por ignorancia o por cierta intención deliberada, en engranajes difusores de tales falsedades.

No es fácil ir a contracorriente de los bulos, menos aún cuando los consumidores de noticias no exigen calidad informativa y solo creen en la mentira difundida; como dijera Mark Twain: “Es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada”. Por eso legiones de internautas que creen en extraterrestres o en mamuts sobrevivientes que de vez en cuando se bañan en aguas ignotas, entre otras fantasías sobrenaturales o, en la órbita de la política, dan por cierta cualquier cosa, aunque sean injurias o difamaciones. En México ya es memorable la falta de soporte documental con que se dijo que el entonces presidente Felipe Calderón era alcohólico, o recientemente fue notorio el falso acerto de que los hijos de Enrique Peña Nieto habían sido trasladados desde Acapulco a la ciudad de México luego de las tormentas que azotaron al país; el embuste se amparó en la fotografía de unos muchachos que no son familiares del actual mandatario.

En etcétera hemos documentado esos empleos perniciosos de la red y, en tal ruta, ahora publicamos el espléndido ensayo de Sergio Octavio Contreras, y es que estamos decididos a exhibir las distorsiones noticiosas aunque surjan desde el periodismo militante o las promuevan los usuarios de las redes. Según nosotros, construir ciudadanía es fundamental para mejorar la calidad de la democracia y ello incluye la responsabilidad de las audiencias para demandar soportes documentados en los partes informativos de los medios de comunicación.

Ande lector, eche un vistazo al material de este número de octubre y ponga sus cartas sobre la mesa, igual para aventarse una mano de póker con un experto jugador que para revisar la forma en que se transgrede la vida privada en Internet o para ponerse ropa deportiva y moldear el cuerpo en un gimnasio junto con el cuidado de la salud. Uno-dos-uno-dos, dele con entusiasmo, vamos.

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