jueves 28 marzo 2024

La “guerra” al narco: estrategia equivocada

por Rubén Aguilar Valenzuela

El expresidente brasileño, Fernando Henrique Cardoso, ha planteado de manera muy clara que “la guerra contra las drogas no funciona” y dice estar convencido de que “con la represión no se está disminuyendo el daño, sino aumentándolo”. Señala también que “invertir tanto en combatir la producción no conduce a nada”.

“La política prohibicionista de Estados Unidos y países europeos de la reducción de daños no lograron ni reducir los mercados ni reducir el consumo: ambos han aumentado”, asegura el escritor Carlos Fuentes y con Cardoso coindice en que “las políticas en vigor han atacado la oferta más que el consumo”.

Es evidente que “la guerra contra las drogas” ha sido enormemente costosa y contraproducente a sus propósitos. A partir de 1998, cuando la ONU acuerda e impulsa la política prohibicionista, todos los datos objetivos señalan que el problema se ha hecho más grave. La consecuencia “ha sido invariable: genera más corrupción, violencia, lucro e inestabilidad”, que afecta de manera desigual a los países por su nivel de desarrollo, como lo señala el académico argentino Juan Gabriel Tokatlian.

En esa misma dirección el diplomático español Ignacio García-Valdecasas plantea que “la represión produce graves daños y no soluciona nuestro problema de drogodependencia. Es obvio que la estrategia seguida en los últimos 50 años ha fracasado”. Y que a consecuencia de la política prohibicionista “lo que hace 60 años era un fenómeno minoritario se ha convertido en un problema masivo en el que la represión juega el papel de detonante y caldo de cultivo”. Añade que “el resultado ha sido no sólo una catástrofe sanitaria, sino también la proliferación del crimen organizado, el incremento de delitos y, a la postre, una amenaza contra la democracia y el Estado de derecho”.

Él se hace dos preguntas que me parecen inteligentes y muy pertinentes: “¿Qué ha ocurrido exactamente para que en 60 años se haya pasado de una situación de tolerancia, con unos pocos drogadictos conocidos y compadecidos, a una situación de represión con un problema masivo de drogodependencia? ¿Es posible que el detonante del proceso fuera precisamente el comienzo de la cruzada represiva?” Su respuesta es que precisamente eso ha sucedido.

Cambio de paradigma

El expresidente brasileño, también académico, piensa que ha llegado el momento “de plantear un nuevo enfoque” que conduzca a la búsqueda “de”otro camino”. Para ello ve la necesidad de “abrir un debate y no delegar este difícil asunto a la policía, cerrando los ojos a un problema que está contaminando a toda la sociedad y que llega a poner en jaque la democracia”.

De acuerdo a García-Valdecasas ante el fracaso de la actual estrategia de lo que se trata es de “encontrar la manera más eficaz de luchar contra ellas (las drogas) y sólo desde la legalización se podrá atacar la raíz del problema: las causas del consumo masivo”. En su visión “No hemos aprendido del fracaso de la Ley Seca. En sentido contrario, la lucha contra el tabaco, igual o más adictivo que otras drogas, muestra el camino a seguir. ¡Basta de hipocresías!”

Fuentes considera que eliminar la oferta no elimina la demanda y piensa, en compañía de otros estudiosos del tema, que la solución camina en el sentido de convertir “el consumo, de actividad criminal, en problema de salud pública y a los adictos en pacientes, en vez de compradores. Con ello, se reduciría la demanda y bajarían los precios”. Conviene recordar, con pena, que sus dos hijos, ya fallecidos, eran adictos a las drogas.

Para Tokatlian la solución está en impugnar el prohibicionismo actual y “exigir que los Estados reviertan el florecimiento del crimen organizado” a través de una “diplomacia ciudadana” mundial que “ayude a cuestionar y repensar las políticas prevalecientes frente a las drogas” que se proponga, entre otras cosas, rechazar los enfoques militaristas y trabajar en propuestas de carácter global.

Para el caso de la estrategia de “guerra” contra el narcotráfico que impulsa el presidente Calderón retomo una reflexión del diplomático español citado: “Era bastante previsible que terminaríamos llegando a donde estamos porque ¿bajo qué lógica se puede criminalizar la fabricación y el comercio de un producto cuya posesión y consumo están socialmente tolerados…;”. Si no cambia la actual estrategia de lucha tampoco habrá de hacerlo la comunicación que hasta ahora se ha propuesto como único objetivo celebrar la “guerra” y sus resultados. Ésta ha sido un fracaso y también su comunicación.

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