jueves 28 marzo 2024

La democracia en las redes, una ficción

por Mireya Maldonado

La polis, el concepto que ha trascendido miles de años e idealmente armoniza los intereses de los individuos con la comunidad y el Estado, parece tomar forma en un universo que, de pintarse hace una década habría parecido fantasioso. Pero la ciudad concebida por los griegos ¿verdaderamente ha encontrado un nicho en las redes sociales para que los cibernautas argumenten, opinen, debatan, exijan cuentas a sus funcionarios y representantes y den seguimiento a los asuntos públicos? Más aún, esos políticos, cualquiera que sea su función, ¿responden, gestionan y se relacionan de forma horizontal con los ciudadanos en las plataformas tecnológicas? Lamentablemente todo apunta a que la respuesta para ambas preguntas es que todavía no.

Todos los días la WEB se inunda de voces. El 82%, de 46 millones de internautas mexicanos, son usuarios de redes sociales, un número apetecible para los pobladores de nuestra clase política que, paradójicamente, es la que menos interés despierta en ellas. Según una encuesta de Consulta Mitofsky de enero de 2012, resulta que sólo se interesan en política 12% de los asiduos a Facebook y 16% de quienes están en Twitter. Asimismo, Javier Allard, director general de la Asociación Mexicana de la Industria de Tecnologías de la información (AMITI), dice que aún es reducido el número de políticos que utilizan las redes sociales para generar diálogos o discusiones.

Hasta ahora los usuarios son más reactivos que proactivos. Sobre todo Facebook y Twitter muestran los rostros de aquellos que agradan o transgreden reglas, opinan o vociferan, evidencian actos de prepotencia, provocan renuncias y emergen movimientos que se prenden y apagan. Mientras, los protagonistas de la política están ahí para ventilar sus grescas internas, mofas entre correligionarios, deslindes de incómodos, búsqueda de posicionamiento. Observan, vigilan e inundan de mensajes, sobre todo en procesos electorales, con la esperanza de cautivar a seguidores de sus cuentas al estilo de Barack Obama. Pero, en la mayoría de los casos, no han logrado responder a las preocupaciones esenciales de los ciudadanos, que pocas veces los leen con atención.

Eso, además de otros abismos. En el estudio Mapa de ruta 2025 para transformar a México a través de las Tecnologías de Información y Comunicaciones, la AMITI señala que “de acuerdo a datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) de 2010, mientras que los hogares en países como Corea y Suecia contaban con acceso a Internet casi en su totalidad, con 96.8 y 88.3% respectivamente, en México sólo el 22.3% de los hogares tenía acceso a éste; lejos del promedio de la OCDE, de 71.6%, e incluso ligeramente por debajo del acceso en países como Brasil y China, 27.1 y 23.7%, respectivamente.

“Igualmente existe una brecha a nivel estatal. Según la Encuesta sobre Disponibilidad y Uso de Tecnología de Información y Comunicación en los Hogares 2011, mientras en el Distrito Federal, Baja California y Sonora el 53.6, 53.4 y 49.6% de la población son usuarios de internet respectivamente, en Chiapas, Oaxaca y Guerrero apenas son el 22, 23.8 y 24.5%. De acuerdo a esta misma encuesta, el mayor crecimiento en los usuarios se da en los mexicanos más jóvenes”.

Los datos anteriores reflejan las diferencias abismales que aún se deben zanjar para que exista una participación más representativa de todas las zonas del país sin perder de vista que la tecnología, si bien una herramienta efectiva, no suple la riqueza de contenido de los mensajes.

En México, varios políticos han incursionado con éxito en las redes, algunos se han disuelto entre miles de cuentas que se abren y cierran en instantes, otros creen que basta con trasladar a Facebook o Twitter, primordialmente, prácticas de antaño envueltas en el celofán de la tecnología para sugerir influencia entre seguidores, lectores, simpatizantes y opositores.

Cierta empresa de publicidad publicó recientemente el ranking mundial de los cincuenta líderes políticos de México con mayor número de fans en Facebook, correspondiente al mes de mayo. Entre ellos, Heriberto Félix Guerra se halla en el tercer sitio. Con base en una nota publicada en El Economista en 2011, Business Thinking era la “única agencia mexicana reconocida como un caso de éxito por dicha red social porque logró que un personaje político reuniera 700 mil seguidores en un lapso de cinco meses”.

El personaje con el que la empresa tijuanense logró este caso de éxito, en tan poco tiempo, es el exsecretario de Desarrollo Social. Dicha agencia genera aplicaciones que al parecer hacen más eficiente el mensaje que se transmite, desde encuestas hasta software de percepción. A pregunta expresa sobre la habilidad anunciada respondieron que “los políticos usan varias herramientas de Facebook para dar a conocer sus mensajes y propuestas; esto ayuda a que tengan buena percepción y los sigan personas reales. A diferencia de Twitter, esa red social es mucho más segura ya que los perfiles son reales en un 95%”. Bien por las nuevas tecnologías de la información aplicadas al marketing político, pero habría que analizar cuántas personas de esa abrumadora cifra que, por ejemplo, tiene en su cuenta Heriberto Félix están realmente interesadas en sus mensajes.

Las redes sociales y su influencia

Muchos están convencidos de que gracias a esas voces que van y vienen se ha fortalecido la necesaria participación ciudadana, la transparencia, y que la democracia al fin ha encontrado el resorte que la impulsa. Sin embargo, es indispensable que quienes legislan, gobiernan, administran o son gobernados sepan usar esos espacios que algunos han catalogado como el “quinto poder”. Y, en realidad, ese es el meollo del asunto ¿existe la polis en las redes?

Aparentemente, la incesante actividad en ellas ha hecho mella en las decisiones de quienes se desenvuelven en la política, ha roto con prácticas anquilosadas, le ha dado espacio irrestricto a la protesta, ha cambiado la fisonomía de la participación ciudadana. Aparentemente.

Gerardo Luis Dorantes Aguilar, doctor en ciencias políticas y sociales, considera que “desde la aparición de la televisión, no se había visto un impulso a la reflexión y el debate como con la emergencia de Internet, debido a la celeridad y omnipresencia que ha imbuido a la información y al conocimiento, lo que ha generado nuevos parámetros para su examen. Es así que, desde científicos sociales hasta los gurús del ciberespacio, han especulado ampliamente sobre sus efectos en las decisiones políticas. Por ejemplo, Andrew Shapiro asegura que ‘aun con una vívida imaginación, no es muy fácil comprender hasta qué punto la Red permite a los individuos tomar un fuerte control sobre la política’.

“Hasta ahora, la literatura teórica y empírica sobre la materia ha generado más preguntas que respuestas, si bien no cabe duda que las nuevas tecnologías hipermediáticas han modificado las maneras de hacer política. Sin embargo, esta discusión no debe limitarse, como ocurre de manera frecuente, a una visión maniquea entre si Internet y las redes sociales influyen o no en las decisiones de la clase política, tal como en el pasado se planteara el caso de la televisión. No obstante, lo que parece quedar claro es que, en última instancia, la Interred en sí misma no garantiza la democracia”.

Para Diego Beas, autor de “La reinvención de la política: Internet y la nueva esfera pública”, existe un malentendido pues el hecho de que los políticos cuelguen información en un sitio web o en las redes sociales no equivale a transparentar la gestión pública. Y sí, usarlas es inevitable, simplemente porque mucha gente está en ellas, incluso reemplazan la utilización de los medios de comunicación tradicionales. Pero eso no quiere decir que los políticos escuchen, dialoguen e interactúen con los ciudadanos”.

Esa nueva forma de hacer política, opina el articulista de diarios como El País, no se traduce en la apertura de procesos políticos que incorporen nuevos actores, que incidan en la formulación de políticas públicas. La prueba de fuego consiste en preguntarse si, efectivamente, se están dando esos cambios. Muchos expertos coinciden en que no. Las redes no hacen que madure una sociedad, no reemplazan su necesaria participación en la actividad política para consolidar una democracia.

En este tema sobre la influencia de las redes en las decisiones de los políticos, Zoé Roledo, senador del PRD cree que “hay una perversión o por lo menos una equivocación”: las calificaciones, recriminaciones o reprobaciones de los actos de un servidor público, por ejemplo, son respuestas reactivas. “Lo deseable sería que influyeran en la prospectiva o cuando se planea una acción. Esos son los ámbitos donde debería existir una relación bidireccional de las redes sociales con los actores políticos. Por ejemplo, si yo presento una iniciativa de ley que afecta o beneficia a un grupo de chiapanecos, la relación óptima sería preguntarlo antes y a partir de las respuestas generar una retroalimentación, Pero generalmente ocurre lo contrario, las acciones políticas preceden la reacción”.

En cambio Laura Rojas, senadora del PAN, considera que antes era prácticamente imposible para la ciudadanía tener acceso a legisladores, presidentes municipales, al presidente de la república o inclusive a directivos de organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), desde donde también se toman decisiones muy importantes. Incluso quienes querían comunicar algo tenían que ser políticos famosos, el coordinador de la bancada o el presidente del congreso, para que les hicieran caso los medios de comunicación. “Hoy, aunque no seas un rock star de la política, si eres un buen twitero se puede llegar a muchísimas personas, académicos, periodistas, artistas. Hay una interacción”.

Las redes sociales tienen un peso importante no sólo en la conducta de los políticos sino en alguna medida en la toma de sus decisiones, en resumen han democratizado la comunicación, la han hecho horizontal. También ayudan a rendir cuentas y a la transparencia, lo cual provoca “que uno tenga más conciencia de que está permanentemente vigilado y tienes que tratar de comportarte de la mejor manera posible, de hacer mejor tu trabajo y eso abona a la calidad de la democracia que todos los ciudadanos esperan”.

Javier Allard coincide cuando comenta que las redes contribuyen al fortalecimiento de la democracia. Antes de ellas, la poca gente interesada en la política buscaba información en las columnas periodísticas o programas de radio específicos. Ahora, con facebook o twitter, existe la posibilidad de llegar a un número de personas infinitamente superior, quienes además critican, comentan, opinan. Existen mayores oportunidades en el debate, por ejemplo, el que se desató con la Reforma en las telecomunicaciones.

Sin embargo, se debe reconocer que desafortunadamente aún tienen mayor peso la crítica ácida, dura o majadera en las redes. Hay quienes hacen campañas virales para atacar reputaciones que equivalen a los periodicazos de antaño. La facilidad en la comunicación, que no imaginábamos siquiera hace cinco o seis años, es un arma de dos filos y el problema radica en cómo le enseñamos a la gente a filtrar la información viral, falsa. Evidentemente es necesaria la educación para contrarrestar el bullyng cibernético que está en su apogeo, explica el director general de AMITI.

¿Sabemos usar las redes?

Los políticos utilizan las redes sociales porque aspiran a tener mayor contacto con el entorno más próximo y con el ciudadano. Saben que ellas juegan un papel importante en la relación con la gente y a la postre en procesos electorales. Pero ¿saben usarlas? ¿Y los usuarios comunes?

Con base en el estudio de la AMITI denominado Mapa de ruta 2025 para transformar a México a través de las Tecnologías de Información y Comunicaciones, “uno de los principales atrasos que México enfrenta en la materia es la poca preparación para el uso y aprovechamiento de las TIC en la ciudadanía. De acuerdo al Reporte Global de Tecnologías de la Información 2013, elaborado por el Foro Económico Mundial, México se encuentra en la posición 87 de 144 países en el subíndice que mide la disposición de la ciudadanía para el aprovechamiento de las TIC, posición por debajo del lugar 63 donde se ubica el país en el índice general. En dicho subíndice se evalúa la calidad del sistema educativo, haciendo énfasis en el área de ciencias y matemáticas, así como el porcentaje de inscripción a educación secundaria y el grado de analfabetismo entre la población adulta”.

El doctor Dorantes, quien también es profesor-investigador nacional de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y Especialista en Internet y política, considera que “por la novedad y el vertiginoso desarrollo de los nuevos medios sociales, incluidas las redes digitales, la realidad empírica ha mostrado que una buena parte de la clase política y de la mayoría de los adultos, incluso en el mundo, no posee aún las capacidades intelectuales, las habilidades técnicas, ni el tiempo, para asimilar cultural y operativamente los nuevos productos tecnológicos que operan en línea. Sin embargo, si tanto la imprenta y las telecomunicaciones como las computadoras e Internet son medios que han permitido modernizar al orbe, no se debe pasar por alto lo que señala Walter Ong: ‘una vez tecnologizado, el mundo no puede ser des-tecnologizado.’

“En consecuencia, la porción moderna de la elite en el poder, en general, se vale de jóvenes bien preparados o de empresas especializadas en lo que se conoce en inglés como community managers; que pudiera traducirse como gerentes de la comunicación digital en red, para que transmitan diversos mensajes políticos a sus clientelas, reales y potenciales, previamente indexadas. Ello no implica que algunos gobernantes seguramente realicen un esfuerzo propio de comunicación digital.

“Los agentes políticos utilizan esas redes en la comunicación gubernamental y en la electoral. En este último escenario de actuación política, la comunicación digital encuentra su nicho natural. No obstante, existen varios mecanismos y algoritmos para hacer crecer, incluso de manera desproporcionada y atropellada, las clientelas virtuales”.

Diegos Beas agrega que hoy, sobre todo en Twitter, se refleja la imitación de prácticas monolíticas propias de la política mexicana que lleva gente a las plazas, foros o mítines. Esas prácticas ahora se replican por medio de bots, trendig topics y la manipulación de algoritmos que le dan una supuesta mayor importancia a un usuario de Twitter.

Incluso, el hecho de que varios políticos no manejen sus cuentas y tengan gente especializada que lo hace por ellos, para simular conversaciones e ideas, es la burda evidencia de lo poco que entienden la utilidad y relevancia de las redes sociales así como para qué sirven. Simplemente las toman como una moda en lugar de trabajar en una nueva forma de hacer política, para enriquecer el debate. Pero es muy fácil que queden en evidencia si los ciudadanos se dan a la tarea de revisar, a través de Internet, la información en torno a sus propuestas, a sus ideas y les dan seguimiento, explica el periodista español.

Por su parte, Zoé Robledo cree que “muchos compañeros políticos se confunden en dos temas: primero, encargarle a alguien más que twitee equivale a que a la hora de un mitin sea otro quien dé el discurso en lugar del personaje central. Así de grave lo veo porque esa red social, a diferencia de otros medios de comunicación, es mucho más personal”. Tampoco debe creerse que es una vía unidireccional donde los followers esperan ansiosamente qué vas a decir, pero no los escuchas. Si twitter no es bidireccional no sirve para nada.

“Los políticos mexicanos tenemos todavía un reto enorme: aprender a usar las redes sociales en función de sus reglas que no se van a adaptar a las de la política mexicana, por el simple hecho de que hoy existen más personas que twitean que aquellas que votan y nos guste o no y eso crecerá. Cuando los niveles de votación y de participación en las cosas públicas disminuyen y se incrementa la interacción en las redes sociales es un indicativo de que nosotros tendremos que adaptarnos”.

Otro error, explica Zoé Robledo, consiste en considerar que si uno tiene 5 mil seguidores todos estarán de acuerdo con lo que decimos en las redes. En Twitter más no siempre es mejor. El hecho de que a uno lo sigan líderes de opinión que si generan influencia y una masa crítica, es más importante que contratar a diez chavos que me están retuiteando. Afortunadamente ya empieza a haber herramientas que miden cuál es el número real de seguidores a partir del análisis de los mismos. En cuanto a quienes se dedican al quehacer político, cualquiera que sea su ámbito, y aumentan falsamente sus seguidores, el senador perredista opina que “equivale a pensar que los acarreados a un acto público incrementan la influencia. Es como hablarle a sordos y los bots no votan”.

Little Brothers

La frontera entre lo público y lo privado en la esfera política, que evidentemente se diluye actualmente en las redes, resulta también un tema inevitable porque, como dice el doctor Dorantes, la diferencia ha quedado superada. “Modificando la idea de George Orwell, parece ser que, gracias a las redes sociales digitales, ya no existe un Big Brother. Lo que ahora prolifera son millones de Little Brothers, quienes se vigilan unos a otros”.

Esa opinión nos remite a una realidad que traspasa lo virtual: cuando se comparte un estado, una opinión o imágenes, automáticamente se vuelven información pública. Esto viene a cuento por el caso reciente de Lilia Varenka Torrealba, adscrita a la Subsecretaría de Gobierno del Distrito Federal, quien subió fotografías en las que ostentaba armas de fuego. Su defensa, por demás endeble, consistió en argu%u0308ir una invasión a su intimidad. A la postre renunció.

El senador Robledo señala que los políticos, a la hora que eligen esa profesión, deben saber que su tarea es la cosa pública y en esa opinan todos no sólo porque tienen el derecho sino la obligación. Además, lo que hacen afecta a la ciudadanía. “Nuestros jefes son los electores y deben conocer cómo actúo en la vida pública y en la privada en términos de lo que hago en la sociedad”.

La senadora Laura Rojas coincide cuando comenta que “todo lo que subes a una red social deja de ser privado en ese momento. Facebook incluso tiene candados para restringir, por ejemplo, fotografías a un cierto círculo, pero al final del día cualquier otro puede compartirlas. Cuando se sube algo a una red social en ese momento se renuncia a la privacidad.”

Pero una cosa es lo que se publica en las redes y otralos datos personales de sus usuarios que si deben ser protegidos. El doctor Dorantes dice que “cada vez que un internauta, político o no, accede al ciberespacio por cualquier camino, coloca una gran cantidad de datos personales que de otra suerte permanecerían en la intimidad. Sin saberlo, un usuario de la Red, al conectarse con una o más personas, al mismo tiempo, se enlaza con diversos bancos de datos cuyos fines nada tienen que ver con sus intenciones comunicativas. Estamos pues viviendo lo que pareciera ser una nueva era: la Era de los Datos. A estos bancos acceden no solo los gobiernos y las empresas; también diversos medios masivos”.

Sobre este tema, The Guardian dio a conocer la segunda semana de junio la identidad de la fuente que reveló la recolección de datos privados, a gran escala, de usuarios de Google, Facebook y Microsoft por parte del servicio secreto estadounidense. El técnico Edward Snowden, de 29 años dijo: “No quiero vivir en una sociedad que hace estas cosas. No quiero vivir en un mundo donde todo lo que digo y hago queda registrado”.

Trascendió en las redes

Otro fenómeno que se percibe actualmente en las redes es que ahora son uno de los instrumentos para revelar cuestiones que anteriormente eran trascendidos en los medios o revelaciones periodísticas.

Al respecto el doctor Dorantes explica que “Internet es un nuevo espacio público que, a diferencia de los medios tradicionales, como la prensa, la radio y la televisión, involucra de manera virtual y simultánea todos los niveles y actores del mundo de la política y de la comunicación, así como a relevantes segmentos de la sociedad. Como afirma Sarah Oates, la Red “puede abarcar a los agentes políticos y del gobierno que transmiten sus mensajes en redes separadas; a los medios que se encuentran interpretando esos mensajes también en mallas apartadas, y a los ciudadanos frente a sus computadoras absorbiendo el contenido de internet”. Todo ello en tiempo real y, si se desea, de forma anónima.

“Además, mientras los medios tradicionales transmiten información a los receptores en una sola dirección, los usuarios de internet tienen un espacio de relación biunívoca con el mundo en línea. Como suele decirse, los usuarios de la Interred han pasado de ser meros consumidores a productores de noticias; es decir, ahora somos prosumidores. Esta nueva condición permite a cualquier persona conectada, no solamente a la clase política, develar todo tipo de cuestiones a sabiendas que sus revelaciones tendrán un mayor efecto, viralidad y cobertura que los trascendidos en los periódicos. Por lo tanto, las redes sociales digitales constituyen un gran incentivo para dar a conocer, sin censura, datos e informaciones de relevancia social y política. El caso paradigmático es el de Wikileaks.”

La senadora Laura Rojas explica, en este aspecto, que las redes sociales también sirven para hacer públicas las posiciones políticas, sus razones, los respaldos a alguien o a alguna causa e incluso para deslindarse. “Esto me parece muy valioso porque antes se aventaba la piedra y se escondía la mano”. Un ejemplo muy reciente es la historia que vivieron en el Partido Acción Nacional (PAN) en las últimas semanas: las posiciones con respecto al Pacto por México. “Hay quienes dicen que no están de acuerdo y otros que si pero hacen todo lo posible por sabotearlo.

“Yo lo dije en Twitter muchas veces: diferir o disentir de la opinión del otro está bien. En ningún lado son deseables las unanimidades ni las incondicionalidades hacia personas o grupos. Me parece que es atinado hablar de la participación del PAN en el Pacto, una decisión institucional votada por el comité nacional, el consejo nacional y después ratificada; es decir, no fue tomada por el presidente del partido. Entonces vale la pena preguntarnos sobre esa y cualquier otra decisión: hasta cuándo vamos a participar, en qué condiciones pero, si por un lado te dan la mano y por el otro tratan de robarte las elecciones en Veracruz, evidentemente tienes que reaccionar.

“Disentir, debatir fuerte con argumentos, datos, razones y dialogar, hacer propuestas, criticar incluso duramente el actuar de cualquier compañero del partido me parece que son cosas indispensables de la política y de la democracia. Sin embargo, lo que sí está muy mal es perder el respeto en este proceso y eso fue lo que vimos, lo que yo lamento profundamente y condeno. No se vale pasar a los insultos, a las descalificaciones a la burla que vimos, lamentablemente, de parte de varios senadores hacia el presidente del partido. Creo que hacer eso en privado está muy mal y en público peor porque generamos una imagen de gente que no sabe dirimir sus diferencias de una manera civilizada y con respeto”.

Al respecto, Zoé Robledo opina que “con respeto a mis compañeros pareciera que Twitter se convirtió en el siguiente ring después de que se acabaron las posibilidades de dirimir las diferencias en una mesa política.” Ese tipo de hechos, agrega “podría abonar a esa concepción de que los políticos no logramos ponernos de acuerdo pero la parte positiva muestra que este mundo no es color de rosa, es una pugna constante, son batallas cotidianas. Incluso en el diálogo entre políticos siempre se busca que haya un vencedor y un vencido. Entonces creo que puede acercar más a los ciudadanos hacia lo que realmente es la política”.

Y precisamente sobre esas guerras intestinas de los partidos ventiladas en las redes, el doctor Dorantes dice que “sin entrar al debate sobre si la tecnología es neutral o no, ha quedado aclarado que su uso no lo es. En consecuencia, cabe advertir que si bien los medios digitales han fortalecido el ejercicio del Derecho a la Información, así como a la transparencia en el ejercicio de la política, su utilización indiscriminada e irresponsable, como lo ha sido en la Era pre digital, tiene efectos negativos para la vida democrática. Es por ejemplo, el caso de los trolls.

“Si bien las redes sociales permiten ventilar asuntos públicos que de otra manera permanecerían ocultos, también es cierto que muchas personas o grupos de interés se valen de ellas para filtrar cuestiones personales que nada tienen que ver con los procesos políticos, lo que daña seriamente la salud democrática de una sociedad.

“Lo que se califica como guerras intestinas al interior de los partidos, constituyen procesos políticos, por ende públicos, que deben conocerse por la ciudadanía. Incluso, el tono de las mismas, sin caer en la degradación del adversario o en el discurso del odio. Es parte del espectáculo de la política. Luego entonces, los agentes políticos deben ver estos procedimientos con mayor objetividad, tranquilidad y sin desgarrarse las vestiduras”.

Ya en estos caminos, la pregunta que resulta inevitable es si los políticos usan las redes para presionar decisiones en uno u otro sentido en el andamiaje del poder. El investigador de la UNAM dice enfático: “¡Por supuesto que sí! De hecho, esto siempre ha sucedido. ¿Qué son si no, por ejemplo, las columnas políticas en el diarismo? No obstante, el uso de los medios para presionar la agenda de decisiones políticas y de política no se circunscribe a la elite gobernante. Los medios, digitales o no, son el instrumento favorito de los grupos de interés y las organizaciones gubernamentales para estos fines. Lo relevante es que mediante Internet y sus plataformas, como por ejemplo la Blogósfera, muchos ciudadanos interesados en participar en los procesos de elaboración de las políticas públicas han encontrado un medio idóneo, si bien poco utilizado, para influir en la toma de decisiones.

Política y ciudadanía: lejos en las redes

Los políticos mexicanos que usan las redes ¿están interesados en acercamientos reales con la ciudadanía o sólo las usan para dirimir diferencias personales y como medio de promoción que se intensifica en periodos de elecciones? Gerardo Dorantes explica que “a diferencia de los análisis en materia de comunicación que colocan a los medios en el centro de la influencia mediática, un buen número de estudios ha mostrado evidencias de que una cosa es el emisor de los mensajes y otra muy diferente el receptor de los mismos. Esto significa que al analizar toda la comunicación, incluso la que se lleva a cabo mediante la red, es necesario diferenciar entre quién habla y quién se hace oír. En consecuencia, si bien vale asegurar que los políticos modernos tienen interés en ser escuchados, aunque en muchos casos sólo sea en las campañas político electorales, cabe preguntarse también que porción de la ciudadanía de veras está interesada en hacerse advertir.

“Para tal fin y con objeto de comprender mejor el impacto político de Internet, es conveniente partir de una visión macroscópica del tránsito por el ciberespacio y las rutas que los usuarios típicos siguen para su acceso. Es decir, responder a la cuestión de a dónde va y por dónde circula la gente al interior de Internet.

“Con datos obtenidos de Hitwise, provenientes del análisis realizado sobre una muestra del diez por ciento de los diez millones de hogares inscritos en algún servicio proveedor de la Red, Matthew Hindman escribe que para marzo de 2007, una décima parte (10.5%) del tráfico total en la Red se dirigió a sitios pornográficos o denominados para adultos. Asimismo, 9.6 % consultó sitios para servicios de correo, tales como Hotmail o Yahoo. Otro 7.2% del tránsito accedió a diversas máquinas de búsqueda y 2.9% consultó sitios de noticias. Finalmente, 0.12%, una centésima parte del total, consultó sitios políticos.

“Si bien estos datos no son recientes, hay otras evidencias, si bien parciales, que muestran que esta tendencia sigue prevaleciendo. Asimismo, la literatura disponible permite asegurar que en el mundo, no nada más en México, la democracia electrónica, tal como es concebida por algunos estudiosos optimistas sobre la materia, no ha mostrado evidencias empíricas sobre su influjo en la participación política de la ciudadanía. En resumidas cuentas, la política en línea, incluidas las redes sociales, es la política de siempre”, opina el doctor Dorantes.

Asimismo, Si tomamos en cuenta que el 40% de los internautas se encuentran en un rango de edad de 18 a 34 años, según la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI), el acercamiento con ese sector es un reto para los políticos. En este tema el senador Robledo reconoce que “no sabemos hablarles a los jóvenes no solamente en su lenguaje sino a partir de sus intereses. Si yo tuviera que dar un consejo sobre cómo acercarnos a ellos creo que sería hablando menos y escuchando más para entender sus preocupaciones.

“En la política es muy fácil que nos dé ceguera de taller. Aquí se están matando los del PAN, creemos que la nación entera está al pendiente de ello y no es cierto. La gente tiene sus propias preocupaciones. En se sentido la herramienta sirve mucho para escuchar, no tanto para hablar. Twitter permite ver cómo se comporta un sector de la sociedad y yo veo una actividad intensa de muchos jóvenes en la protección de derechos o en el llamado a que los ciudadanos ejerzan su ciudadanía de una manera más amplia”.

En cuanto al papel que tiene un político frente al ejercicio de la ciudadanía, la senadora Rojas señala que “la responsabilidad que tenemos nosotros es poner toda la información en la mesa de la forma más eficiente: a través de una página en Internet. También es importante que la masa crítica no solamente esté en áreas metropolitanas sino en todos los Estados, en los municipios. Ahí es donde se concentra la mayor opacidad en el país, porque nadie vigila a un regidor o un presidente municipal. Inclusive los gobernadores todavía están bastante acorazados en ese sentido.”

Por otra parte, agrega, falta lo concerniente a los recursos públicos del congreso. Esa es una crítica que se nos ha hecho mucho y sobre la cual “presenté una propuesta de reglamento de transparencia para el senado.”

¿Algo positivo pasa en México?

Hace poco, The Economist publicó, en su portada de sitio web, que la exhibición y denuncia de actos ilegales de algunos políticos y su familia por medio de las redes sociales indican que “algo positivo está sucediendo en México”.

El doctor Dorantes dice que “no sólo esta prestigiada revista ha hecho este tipo de señalamientos optimistas. Analistas académicos, opinadores mediáticos, agentes políticos e importantes porciones de la sociedad han externado puntos de vista en este sentido, en todo el orbe.

“Al igual que todos ellos, soy virtualmente optimista en torno al futuro de las nuevas tecnologías de información y comunicación, de Internet y de los medios y las redes sociales digitales: en suma, sobre la llamada e-democracia, ya que, como señala Steven Clift, ‘existe una creciente alianza a lo largo del espectro político favoreciendo los cambios incrementales en los sectores democráticos en todo el mundo.’ Ello se debe a que una serie de pequeños desarrollos, menos conocidos, sobre la participación política en línea dará lugar a saltos espectaculares sin precedentes e inesperados en la democracia.

“Sin embargo, hoy por hoy, en virtud del control del ciberespacio básicamente por parte, de empresarios y políticos, coincido con Michael Margolis y Gerson Moreno, entre una importante cauda de analistas de la cibergalaxia, cuando aseguran que ‘en lugar de revolucionar la política en el mundo real, la actividad política en Internet ha tendido a reflejar y reforzar los patrones habituales de la época pre digital’, concluye el doctor Dorantes.

Pero el doctor Julio Labastida Martín del Campo, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, si cree que las redes son un factor importante para la democracia, ya que hoy impiden que el poder se concentre y propician que la información circule sin presiones a ciudadanos. Son un nuevo fenómeno social y no sólo tecnológico.”

Por ejemplo en China hay un intento de controlar las redes; sin embargo, los usuarios de las redes han logrado dar golpes a la corrupción en aquel país. “El cambio político lo provocará ese gran vehículo pues los medios están acotados. Es más, considero que tienen el primer lugar de importancia en la época actual, ya que su margen de maniobra demarca a la política. Si bien es cierto que estamos construyendo una democracia de calidad y eso toma su tiempo, las redes sociales son factores de vigilancia, de rendición de cuentas y crítica. Exhiben los problemas de un país y provocan una reacción sobre los gobiernos. Es un poder ciudadano que contrarresta al de la clase política, lo limita, lo vigila y en algunos casos lo corrige. Ahí están los casos de la primavera árabe o de Croacia. En resumen, El doctor Labastida señala que “las redes sociales son uno de los factores para que los políticos tomen conciencia de que no están solos gobernando.”

Pero ¿cómo podemos vislumbrar esa relación entre políticos y ciudadanos en un futuro no lejano? La AMITI, en su Mapa de Ruta, dice que “en el año 2025, México tendrá una sociedad que participará en el entorno político de manera proactiva a través de medios digitales. La sociedad Mexicana se comunicará con sus representantes gubernamentales, individual y colectivamente, de manera dinámica. Consecuentemente, la población tendrá un mayor nivel de influencia, tanto en las decisiones públicas como en el planteamiento de soluciones a los problemas públicos a través de mecanismos de colaboración en línea.

“Además, los canales de información de dominio público se habrán incrementado con más y mejor información, permitiendo a los ciudadanos supervisar el gasto y los proyectos que realiza el gobierno. Lo anterior provocará que la población sea más consciente de su capacidad para influir en las decisiones y motivará una mayor participación ciudadana y evaluación de las acciones del gobierno. De esta forma mecanismos como el voto electrónico, el referéndum en línea y los chats con las autoridades, habrán transformado el concepto de debate público y consolidarán la influencia de los ciudadanos en la vida política del país.

“Cabe destacar que aunque la mayoría de las plataformas en que se lleva a cabo esta participación son facilitadas por los gobiernos, en realidad muchas de ellas son diseñadas por los ciudadanos para satisfacer sus necesidades. Dicha inclusión política también mejorará la igualdad social y creará un acceso a la cultura más amplio y rápido.”

Finalmente ¿qué nos deja este recorrido? Existe una gran cantidad de usuarios en las redes sociales por la moda y el potencial, pero hace falta el resto de las piezas del rompecabezas para trascender la etapa reactiva: ciudadanos informados, participativos, que exijan, debatan y propongan con argumentos. Es decir, que ejerzan su ciudadanía. Políticos que se comuniquen de forma horizontal y respondan proactivamente, medios de información con un juego más ágil y útil para los intereses públicos, una cobertura más equilibrada en todo el país de las tecnologías de la información. En resumen: la herramienta única o el momento idílico que resuelva los problemas de la humanidad es pura utopía.

También te puede interesar