jueves 28 marzo 2024

La Colifata, tiempo de palabras

por Andrea Recúpero
Buenos Aires.- ¿Qué es LT 22 Radio La Colifata? ¿Es sólo un medio de comunicación o es algo más? ¿Qué sustenta 18 años de un trabajo sin interrupciones, cuando pudo haber sido sólo una moda, como lo fueron otros proyectos mediáticos? ¿Por qué sigue convocando a miembros de la comunidad, artistas y terapeutas, al punto de haber inspirado al menos 50 experiencias similares fuera de Argentina y más de 20 en el país? ¿Quiénes hacen La Colifata? ¿Los pacientes psíquicos o los profesionales de la salud mental? ¿Qué papel tiene la comunidad en esta experiencia? ¿Qué dicen los que hablan en La Colifata? ¿Hay un guión o cada uno dice lo que quiere? ¿Es un proyecto terapéutico? ¿Qué lugar ocupa en este espacio la palabra?
De éstas y otras preguntas surgió esta nota que hoy se acomoda en la página como en un cuaderno de apuntes, como instantáneas de todo lo vivido y aprendido en el lapso de dos semanas, durante las visitas a los jardines del Borda, desde donde los sábados se transmite La Colifata, y del extenso diálogo con el fundador del proyecto, el psicólogo Alfredo Olivera. Son apuntes inspirados en la sintaxis de La Colifata, un discurso que se ordena en el tiempo y que sin saber hacia dónde va, genera trama y contenido. Un texto que se teje y desteje en el acontecimiento, que germina en un presente donde la palabra propia y de los otros es protagonista.
Para empezar, es imprescindible informar. La Colifata es conocida en todo el mundo como la radio de los internos del Hospital Municipal José Tiburcio Borda, ubicado en la ciudad de Buenos Aires, y considerado el instituto más importante de Argentina dedicado a atender la salud mental. Unos 800 pacientes viven actualmente en ese hospicio, que ocupa 32 hectáreas y cuyo futuro es incierto desde que el actual alcalde, el dirigente de derecha Mauricio Macri, anunció su cierre y la construcción de un centro cívico en esos terrenos. Sólo algunos internos, unos 54 en el primer semestre de 2008, unos 46 en el primer semestre de 2009, participaron los sábados en el espacio-radio La Colifata. Eso no significa que todos los sábados participen todos, sino que algunos van rotando y otros no faltan. Incluso, al ser dados de alta, un 50% continúa acercándose al Borda para participar todos los sábados. También se involucran en el programa pacientes externados, los profesionales que coordinan La Colifata, y la comunidad, ya que se trata de un dispositivo radiofónico abierto donde todos pueden apropiarse de la palabra.
Para llegar a La Colifata hay que atravesar parte de los jardines del hospital, un conjunto de edificios antiguos y sólidos que salpican el verde. Los árboles y los gatos son el paisaje. Algunos internos caminan por allí, en soledad y rápido, como si llegaran tarde a alguna parte. Van en pijama o sus ropas están desaliñadas. Algunos están muy desabrigados para estar al aire libre los últimos días de invierno en Argentina. Casi todos llevan consigo una bolsa de plástico con sus pertenencias. Fuman y se muestran amigables ante los desconocidos. Es un cuadro familiar para el ojo acostumbrado a asistir a la decadencia de algunas instituciones gestionadas por el Estado en Argentina, pero inédito para alguien que nunca estuvo en un hospital psiquiátrico.
El sol de la tarde, apenas son las 14:30 horas, filtra cualquier atisbo de sensación negativa e ilumina un espacio colorido y variopinto, donde un montón de personas se acomodan en sillas de plástico en una ronda imaginaria que se cierra en torno a una mesa donde, al comenzar la emisión, se ubicarán Olivera y su equipo de trabajo, junto a dos computadoras y una miniconsola para operar la parte técnica del programa. Eso es todo, no hay más equipos, junto a un par de parlantes y unos cuantos micrófonos que pasarán de mano en mano y marcarán los turnos de intervención de cada participante. En una pizarra está escrita con gis la rutina del día.
Los árboles proyectan sus sombras sobre los participantes y sobre el círculo que delimita el espacio radial. También el viento agita sus hojas y ese crepitar junto al trinar de los pájaros es el sonido de fondo de toda la transmisión, hasta entrada la noche.

I
El eje es la palabra. Devolverles la palabra, que la hagan propia. Cuando la sociedad considera que el loco es aquel que dice incoherencias, aquel cuya palabra no tiene ningún valor, algunos -que son muchos- reman contra la corriente, resisten y avanzan.
La primera transmisión de La Colifata se realizó el 3 de agosto de 1991, sin apoyo institucional y sin medios técnicos ni económicos. Olivera, quien era entonces estudiante de primer año de psicología, con una grabadora de periodista comenzó a registrar los testimonios de pacientes internados en ese hospital en torno a un tema, que luego sería reproducido en un programa de una FM comunitaria. La primera vez que los grabó, uno de ellos sugirió hablar acerca de por qué “la mujer es un bichito raro”, otros querían dibujar y otros contar chistes.
“Entonces lo que hago es relanzar lo que dice (el paciente) Carlos de la mujer, de que hay grandes y chiquitas. Y otro dice ‘casa sin mujer, barco sin timón’ y otro, ‘Dios le dio una piña al hombre y le arrancó una costilla y de ahí salió la mujer’, y así empezaron a salir un montón de cosas verdaderamente interesantes, y mi posición tenía que ver con tratar de facilitar la posibilidad de la circulación de la palabra. Y venía como anillo al dedo el objeto grabador porque la única consigna era que quien quisiera hablar tomara el grabador en sus manos y luego se lo pasara a otro que quisiera hablar y entonces este tercero -que era un testigo de eso que acontecía- circulaba de mano en mano y ayudaba a que exista la posibilidad del encuentro en la palabra, porque inclusive marcaba el límite de uno hacia otro, quién hablaba quién escuchaba. Ahí empieza un incipiente proceso de construcción de grupalidad”, recuerda Olivera en diálogo con etcétera, al ser consultado sobre los orígenes del proyecto y de lo que luego se llamará “Clínica del acontecimiento o del asombro”.
El sábado en La Colifata, apenas empieza el programa, el micrófono comienza a circular. En la primera media hora aparecen las palabras “felicidad”, “muerte”, “Dios”. Cada uno a su turno hace su aporte, se engancha con lo que dijo el otro, o con lo que trae preparado. Algunos escriben durante la semana lo que quieren decir. A lo largo de la tarde, la emisión dura unas siete horas en promedio, se habla de política, de la amenaza de cierre del hospital, de “los médicos buenos y malos”, del “porqué se valora más el ‘seso’ (los sesos/la mente) que el sexo” y los externados comentan proyectos vinculados a su inserción laboral. También son entrevistados los invitados, todos aquellos integrantes de la comunidad que se acercan a la radio para conocerla, motivados por cuestiones personales o vinculadas al estudio o la profesión.
De a poco, lentamente, pero sin pausas, se teje la trama. Julio, uno de los protagonistas de La Colifata que ya dejó atrás la internación, es el encargado de las entrevistas a los invitados. “¿Cómo te llamas? ¿Qué te trae por acá? ¿Cómo va a ser la nota que escribes? ¿Cuándo y dónde se va a publicar?”, pregunta al aire. Así gira el micrófono hasta que todos los invitados se presentan, un grupo de estudiantes de trabajo social, los integrantes de un grupo de rock, un estudiante francés que hizo hace un tiempo un trabajo sobre la radio y se acercó a agradecer y a saludar a los “colifatos”, como se llaman -un poco en broma, un poco en serio- a sí mismos. Es un ritual de bienvenida e inclusión del otro en ese espacio.

II
Los medios de comunicación tradicionales necesitan la palabra. El lenguaje es herramienta para comunicar. La palabra-herramienta se despliega como las alas de un ave lista para emprender el vuelo, confiada en sus fuerzas. La palabra también es herramienta para sanar.
A esta altura es imprescindible subrayar que La Colifata no es sólo una radio, sino un proyecto terapéutico de Salud Mental y Clínica Comunitaria que utiliza los medios de comunicación como una herramienta para generar espacios en salud. Según Olivera, en este proyecto el trabajo se articula en dos campos: el clínico y el comunitario, y tiene en cuenta para su abordaje cinco dimensiones: salud mental, inclusión, participación, desestigmatización y empoderamiento ciudadano.
Coordinados por profesionales, los integrantes de La Colifata, la mayoría internos o ex internos de instituciones psiquiátricas, toman la palabra y/o realizan acciones durante el espacio radiofónico de los sábados. La radio les permite establecer un lazo con la sociedad y se constituye no sólo en un canal de expresión, sino en un modo de inclusión y en un medio que colabora en su recuperación, que es el objetivo a alcanzar. Al mismo tiempo, la radio promueve la reflexión e, incluso, motiva acciones de parte de la comunidad en el área salud, al tornar visible la problemática de los pacientes psiquiátricos.
Lo singular de La Colifata es que los afectados hablan en nombre propio, nadie habla por ellos. El sábado 19 de septiembre, uno de los internos denunció que en el hospital “se está comiendo muy mal” y también repetía que “acá hay camas y dicen que no hay”, lo que generó la reacción de otros que se sumaron a esa denuncia, por ejemplo.
¿Pero por qué es tan importante la palabra? “Para crear recursos simbólicos, para disminuir el sufrimiento, para ampliar capacidades ligadas a la posibilidad de disfrutar de la vida. Para crear lazo social. Para verse implicado en la relación con otros. Para configurar un ‘otro’ como destinatario de un decir. Para alcanzar autonomía. Para deconstruir mitos y generar preguntas en el imaginario social en relación a certezas que funcionan reduciendo condiciones humanas, como el del loco-criminal o el loco-genio”, explicó Olivera.
III
Los pasos son cortos, pero firmes. Lentos y hasta inseguros. Los pasos lentos del que aprende todo otra vez. Con ayuda es más fácil. Cuando hay un sostén, una voz, la palabra del otro, todo es posible.
La Colifata aborda, entre otros, pacientes con psicosis o sufrimiento psíquico, en los que falla la función simbólica, y que necesitan espacios de palabra en la palabra, pacientes con empobrecimiento en la vida social, que necesitan crear lazos, pacientes que registran continuas reinternaciones y necesitan condiciones para sostener el alta médica, y también pacientes que manifiestan dependencia extrema de otros y necesitan construcción de autonomía.
La radio, como herramienta terapéutica, les permite apropiarse de la palabra, lo que apunta a “que puedan armar su juego con el lenguaje, que no sean hablados, sino que puedan acercarse a la posibilidad de experimentar que en la palabra pueden significar su existencia, pueden producir sentido a su presente, recuperar su historia como propia y generar proyectos y enunciarlos”, precisó Olivera.
“Pero lo que activa todo este proceso es que esto se da en un encuentro con el otro, en ir recuperando al otro como el destinatario de un posible decir. En muchos casos, algunos de los que se acercan tienen como principal interlocutor las voces que escuchan, que lo atormentan, que los instan a decir o hacer tal o cual cosa. En la medida que ellos puedan experimentar la posibilidad de la palabra como aquello que además le pone una pausa a la acción, en tanto función de la palabra que es representarla (la acción misma), eso puede ser muy beneficioso. Entonces nosotros tratamos de diseñar un espacio que aloje lo diverso, lo que cada uno trae, no sólo en lo que dice sino en el modo de traerlo, hacer un lugar a las diversas estéticas del ser y del estar, y nuestra tarea como coordinadores de este espacio es ayudar a que se pueda generar trama alojando lo que a priori puede ser pensado como imposible de incluir”, continuó el creador de La Colifata.
Es sábado, la transmisión de La Colifata se desarrolla sin sobresaltos. De nuevo están casi todos los participantes, internos, externos, coordinadores e invitados. Hay caras nuevas, una pareja se hace caricias toda la tarde, lo que provoca diversos comentarios del resto. ¿Cuánto hace que no tengo una novia?, se pregunta un interno en voz alta. Las visitas también están allí y son entrevistadas, la columna política es sobre el libertador José de San Martín, se habla de masonería, un pacientes externado canta acompañándose de un órgano eléctrico y luego César interpreta, afinado y de un modo original, el tema “Volver a empezar,” de Alejandro Lerner. Otra participante, “Plumita”, lee una poesía llamada “Ella”, dedicada a la primavera, en las que imágenes marinas evocan el cuadro El nacimiento de Venus, de Sandro Boticelli. Todas y cada una de estas acciones tienen un espacio donde acontecer, y al mismo tiempo reciben -generan una devolución de los presentes. Todos hilan un texto esta tarde, en la que también hay baile en los cortes, sándwiches de pan integral y bastante sol abrigando al grupo.

IV
Estar seguros, ser libres, independientes. El objetivo es levantar el vuelo y ganar autonomía. Acallar las voces interiores. La palabra es humana. La palabra es de todos.
“En la radio lo central es la palabra, pero en el dispositivo lo que importan son las experiencias de encuentro y es imposible pensar una experiencia de encuentro por fuera de lo simbólico, puede ser pre-verbal, puede ser una mirada, sentir que algo ocurrió, que dos seres se cruzan en una mirada y sienten que algo pasó”, insistió Olivera.
“Plumita” recita su poema sobre la primavera. Lo hace sin pausas. Tiene rima y al escucharlo es inevitable pensar que es producto de uno o varios días de trabajo. Ella escribe durante la semana y los sábados lo lee. Termina la lectura, tras los aplausos, un integrante del grupo pide la palabra. Su intervención introduce una pregunta, relacionada con una discusión que ya tuvo lugar varias veces en La Colifata: ¿qué es un artista? ¿Qué hace un artista? Poco después, le dice a “Plumita”: “esta poesía es tu primavera”.
“Nuestro rol en el dispositivo es ayudar a tramatizar (sic) lo que se presenta como disperso, somos tramatizadores de lo disperso y los recursos que utilizamos no sólo son recursos que vienen del campo de la salud mental -la psicología, la psiquiatría-, sino recursos que vienen de la comunicación y, puntualmente, de la radio”, completó Olivera.
Por ejemplo, cuando se pone al aire una cortinilla del periodista argentino Lalo Mir, uno de los primeros difusores de La Colifata en AM, hablando de lo que significa para él que alguien de la comunidad se acerque al hospital, puede tener valor dentro del dispositivo. “En definitiva es ir tejiendo una trama, no sabemos cuál es el contenido de ese guión, se va tejiendo colectivamente y lo que nos importa es que algo acontezca, que ocurra algo”.
Además, el equipo profesional que trabaja en La Colifata conserva el archivo de todo lo dicho por los pacientes que forman parte del dispositivo. Esto permite, por ejemplo, que durante las transmisiones se puedan poner al aire fragmentos relacionados con el tema convocante en el presente, pero que fueron dichos en emisiones anteriores. La edición de los programas anteriores es utilizada en el dispositivo radiofónico de los sábados como una herramienta más de la trama.
Olivera se detiene un momento. Guarda silencio. Se interrumpe y gira hacia una computadora que está detrás de él en la oficina donde recibe a etcétera para hablar de la “Clínica del acontecimiento o del asombro”, como se llama este proyecto de salud metal asociado a los medios de comunicación. Ha hablado las últimas dos horas, infatigable y apasionado, de este rol que desempeña desde 1991. Apenas un doble click sobre una carpeta con el nombre de un paciente sirve para ilustrar el alcance de todo lo que explicó sobre “el dispositivo” La Colifata. En ese archivo figura todo lo que ha dicho X en la trasmisión del último sábado, ordenado en columnas que clasifican “su decir” según los temas que introdujo él o intervenciones realizadas a partir de lo que trajo otro participante. Pero el trabajo de los profesionales no termina allí. Olivera también puede recuperar lo que dijo X hace dos meses sobre el mismo tema, y también hace dos, tres años. Y puede hacerlo cuando el programa es transmitido e intervenir así -con la herramienta edición- en lo que ocurre en ese momento en los jardines del Borda.
Con estas transcripciones, el seguimiento de cada uno de los pacientes en tratamiento en el dispositivo abierto (el espacio radiofónico La Colifata), más una serie de interconsultas con otros profesionales que asisten a cada uno (casi todos tienen un psiquiatra y algunos terapia individual), más la información sobre las condiciones sociales y familiares, se teje el revés de la trama.
El objetivo es que superen los problemas y ganen autonomía. No alcanza con que el paciente se estabilice, sino que estas personas que están en situación de grave vulnerabilidad psíquica y social, después consigan un trabajo y tengan la posibilidad de abrirse a un mundo de relaciones y de activar proyectos de vida.

¿Qué es la Clínica del Acontecimiento?

“Lo que sustenta la “Clínica del acontecimiento” es que nosotros no jugamos a la radio, la radio no es una excusa como señuelo para lo terapéutico, la radio no es un taller de labor-terapia, no es un espacio donde se desarrollen habilidades cognoscitivas, no es un taller cerrado. Es la radio la que inaugura la posibilidad de un presente convocante, un presente que llame ser parte de ese presente, que incorpora nuevos actores a este proceso -que no son los técnico-, sino que es la comunidad. Y este punto es importante, porque también la comunidad está atravesada por la problemática de la locura, o ese fenómeno que se llama locura, y está el problema de la estigmatización”, resaltó Olivera.
“El espacio radiofónico de los sábados es un dispositivo abierto, en tanto genera encuentro con otros, permite a ese otro ser constructor de ese espacio -el oyente, el visitante- y ubica a estas personas en un presente, en algo que ocurre. Además, la gran ventaja de pensar los medios como herramientas ligadas a procesos de salud mental, a la vez nos permite abordar esta problemática social como la oportunidad de que no sólo hable aquel que fue ubicado en el problema, sino que se exprese también la dificultad para alojar a ese diferente. Esto es lo social, la comunidad extramuros”.

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