jueves 28 marzo 2024

La Bestia

por Melina Alzogaray Vanella

Voces de las mujeres en el proceso migratorio en México.

Domingo 5 de febrero de 2012, 7 a.m. Antígona, Mariana y Melina surcamos la autopista de la Cd. de México hacia Veracruz; vamos hacia La Patrona -un pueblito cafetalero de Córdoba- donde dicen que habitan 15 mujeres mexicanas que desde hace 16 años, cada mañana, alimentan a los migrantes que pasan a cien metros de sus casas montados en “La Bestia”, el tren que los cruza desde Chiapas hasta la frontera con EU. Aquéllas mujeres se hacen llamar “Las Patronas”, haremos un registro de sus experiencias respecto al proceso migratorio. Somos tres mujeres de 30 años aproximadamente, licenciadas en algo, artistas, curiosas; nos hacemos llamar ” Colectivo A contrapelo”. En 2011 obtuvimos el apoyo del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales del FONCA. Desarrollamos talleres de historia oral y, nuestra intención es re significar sus testimonios y generar un lenguaje poético en una instalación artística que será inaugurada el 17 de mayo en el FARO Tláhuac.

A las 12 del mediodía llegamos, el paisaje intensamente verde es; un carro nos conduce hacia las vías del tren. Llegamos y allí están ellas en su cocina al aire libre, hirviendo arroz, separando frijoles, limpiando botellas usadas y llenándolas de agua. Comienza a llover. Pasan las horas, y allí estamos cociendo, separando, limpiando, llenando, asimilando. Por fin escuchamos el silbido del tren, salimos corriendo, cargando carretillas repletas de comida y agua. No para de llover.

Oímos aquél grito desesperado una y otra vez: el tren aúlla. “La Bestia de Hierro” se desliza por ese rincón del mundo, a nuestros pies vemos a cientos de personas colgadas de un hilo invisible a punto de romper. Desesperadamente, mientras el tren avanza a toda velocidad, les aventamos pan y arroz y pasteles de crema que donó una panadería en la ciudad; les damos agua y parece que por un momento estuviésemos todos jugando un juego de niños, reímos, nos miramos a los ojos, nos reconocemos, agradecen, les deseamos suerte y los vemos pasar. El tren se va. Las Patronas ríen y comentan, se apuran a regresar a su hogar.

Buscando mujeres, encontramos una pista en un hombre: Ossman.

Es de noche, justo un minuto antes de irnos a dormir, llega entre la oscuridad Ossman. Silenciosamente aparece un morrito con unos pequeños shortcitos amarillos, casi desnudo, todo sucio y lastimado, con una hebilla en su pelo y los ojos cuidadosamente delineados. Es suave y afeminado, tiene una mirada nítida, por fin se siente a salvo. Acaba de bajar del tren.

Norma y Bernarda lo reciben, le dan comida, un colchón, un cuarto y una manta. Ahorita sólo quiere dormir. Nosotras también nos vamos a acostar, no entendemos nada de la vida ni del mundo ni de nada, sólo podemos dormir. Esa noche soñamos las tres lo mismo a la vez: un grito desesperado, la tierra temblando, las venas abiertas, una luz que nos ciega. Abrimos los ojos, corazones palpitando. Malas noticias: no era un sueño, nos despertó el tren.

A la mañana siguiente Ossman irrumpe en nuestro cuarto preguntando por el baño. Tiene ropa limpia y su hebilla de siempre. Nos pide maquillaje, quiere arreglarse antes de partir. Al parecer una autoridad religiosa lo acercará en carro hacia Orizaba. Las tres estamos en calzones. Mientras nos vestimos le preguntamos si podemos hacerle allí mismo una entrevista. ¿A mí?, Ossman se acomoda encantado en el sillón café, se siente en confianza. Una de nosotras acomoda la filmadora, otra la grabadora y una tercera indaga quién es Ossman.

Dice que se llama Ossman, que es mexicano -de Arriaga-, que tiene 16 años, que va hacia Ciudad Juárez a estar con su tía que está tan gorda ya no se puede mover. Dice que va a cocinarle, a limpiarle la casa, a cuidarla como sólo él lo puede hacer.

Ossman miente su nombre, miente su edad y su nacionalidad. Tiene una voz tan suave, un rostro moreno y brillante tan bello, unos labios gruesos y tiene unos ojos negros tan de papel.

-¿Nos cuentas cómo te llamas, de dónde eres, cuántos años tienes?

Ossman: – ¿Qué ya te empiece a decir…?

-Si.

Ossman: Ah, bueno. Me llamo Ossman Madero Torres y vengo de allá de Arraiga. ¿Qué más quieres saber?

– ¿A dónde vas?

Ossman: -Esteeeeh… (silencio) hasta Ciudad Juárez.

– ¿Y por qué te vas?

Ossman: Por la necesidad que hay allá en los pueblos, como no hay dinero, nuestras familias pues, son humildes. Y uno sale, más que nada, a buscar trabajo para comer y eso.

-¿Y… ya has trabajado, de qué has trabajado?

Ossman: ¿Yo? Pues, como no tengo dinero a veces tengo que prostituirme o tú sabes, a veces te piden que tienes que tomar con ellos. A veces te obligan a hacer cosas que tú no quieres, pero como no traes dinero, ¿qué vas a hacer?, tienes que hacerlo. A veces te piden que salgas a vender cosas; o tienes que hacer limpiezas en las casas. Pero lo más que te piden los señores es, si tú quieres el “raid”, te tienes que acostar con ellos. Y si no, te bajan del carro o del tráiler.

– ¿Te subiste al tren, cuántos días estuviste allí?

Ossman: Llevo como dos días y medio, con hoy van a ser tres ya.

– Nos podrías describir detalladamente cómo ha sido el viaje desde que te subiste hasta que te bajaste, desde que saliste de tu casa más bien.

Ossman: – De hecho en ese momento andaba yo… (Silencio) trabajando pues, y en eso de repente escuché el tren, yo estaba justamente trabajando en las vías del tren. Y tuve que correr. No iba yo a alcanzar el tren pero corrí tan rápido para alcanzarlo porque iba a toda velocidad. Cuando me subí me lastimé el pie y me corté mi mano, luego se me rompieron mis sandalias. Pero como traía yo otras, en una bolsita de repuesto, fueron las que me tuve que poner. Cuando me subí había bastantes inmigrantes en el tren que íbamos.

– ¿Cuánta gente había más o menos?

Ossman: -Eran como 60 inmigrantes. Y yo me dormí un rato, llegamos a la primera estación que creo era en… ¿Cómo se llama?… en Piedras Negras creo que se llama el lugar. Ahí nos bajaron los federales, esos del ferrocarril pues, y nos dijeron que no podíamos estar ahí en las vías, que nos retiráramos. Esperé, me dormí otro rato… cuando yo me desperté…

– ¿Dónde te dormiste?

Ossman: Ahí en la calle. (Silencio) Cuando me desperté ya no había ni un inmigrante. (Traga saliva) Me acuerdo que cuando desperté llegaron otros y ahí les pregunté para dónde iban, me dijeron que a Nuevo Laredo, de ahí me subí y ese tren tardó como 6 horas para salir. Pues me subí y ese tren fue el que nos llevó a Tierra Blanca, tardó casi un día para llegar. Ya cuando vine yo de Tierra Blanca para acá, me volví a dormir. Cuando volví a despertar ya no estaban los muchachos con los que yo iba. Como estaba yo durmiendo en un vagón -de esos que tiene hueco por dentro- me bajó el policía y me dijo que yo no podía estar ahí, pues. Y caminé, andaba todo sucio, todo… o sea traigo cortados los pies por las piedras, me dolían mucho los pies. Y luego los hombres, que como uno es gay pues, todo el tiempo molestaban que si te ibas a acostar con ellos o si le vas a hacer el sexo oral. Y yo trataba de irme con las muchachas para que no me hi-cieran nada los señores. Luego cuando ya veníamos de Tierra Blanca para acá, fue que empezó el aguacero y yo venía la verdad temblando porque estaba tan fría el agua que no aguantaba, sentía que los brazos se me entumían y luego me venía durmiendo. Como … a veces no traía para donde acostarse, venía yo agarrado nomás de una rueda que trae el tren ahí, trae como unas sillitas y como tenía sueño sentía miedo de caer del “ese” pero… entre lo fuerte que se movía el tren me volvía yo a despertar y me agarraba bien pero la lluvia seguía fuerte. Y no nos podíamos bajar porque ese tren iba muy rápido y como estábamos en el puro cerro cae muy fría el agua. Ya ahí fue que se paró, aquí, no sé cómo se llama.

-¿”La Patrona”?

Ossman: Eso, se bajó aquí en Patrona. Me bajé en la entrada donde iban a repartir comida y ahí fui a la casa de una señora a pedirle un poquito de agua porque no había comido nada. Y estaban las señoras ahí comprando, porque ellas traían dinero. Y en eso me acerqué a la señora de la tienda y me regaló agua y llegó una camioneta que empezó a gritar que si queríamos comida y me dieron dos bolsitas de pan, luego vino otro señor (Silencio). Luego ya vimos que se paró un buen rato el tren, porque como justo es el cruce creo que iban a esperar que pasara el otro tren. Cuando me paré ahí, yo vi que empezó a pringar otra vez, me iba pero yo ya no aguantaba el frío la verdad, en eso empezó a llover tantito y se paró el tren hasta allá donde está la estación del ferrocarril. Ya vi que no avanzó y que todavía seguía pringando, estaba yo con mi ropa toda mojada, ya no podía ni caminar. Agarré y mejor me bajé, ya llevaba casi un día y medio sin dormir, y como se malpasa uno, estaba yo todo sucio, y por eso a veces la gente no te quiere ni hablar, y piensan que eres hasta “de la calle”. En sí, a mí no me gusta andarles pidiendo dinero ni nada de eso pero a veces uno necesita que te regalen un vasito de agua o un poquito de comida, pues la comida no se le debe de negar a nadie. Y pues me bajé del tren, y ellos se quedaron en el frío, en el agua. Ya no supe hasta qué hora salió el tren y me vine acá; y donde nos dieron el pan pregunté ahí si me podían dar alojo, me dijeron que no, que viniera yo acá a buscar a una señora que se llamaba Norma Romero, que ella me iba a dar ayuda pues. Y sí, le doy gracias a dios que las encontré a ellas y a ustedes, porque yo no tenía dónde dormir. Es feo quedarse en la calle, luego por eso a muchas personas las matan, porque te ven solo… y a veces hay locos pues, que a veces hasta traen cuchillos y eso y te pueden hacer algo. Más como andaba yo pues, así con faldita y todo, más miedo me daba porque no me vayan a violar, pues.

-¿Qué diferencia hay entre “ser hombre” y “ser mujer” cuando uno migra, y qué diferencia hay entre ser gay y subirse al tren?

Ossman: Mira, el hecho de ser gay… la mujer tiene menos fuerza que un hombre. Porque uno es gay pero a uno no se le quita lo hombre, de hecho tienes tus partes de hombre y todo. Y una mujer pues es, más débil. Hay veces que uno tiene más fuerzas y más edad para correr. Pero por ejemplo, muchas veces ustedes mujeres no se pueden subir al tren porque no pueden correr rápido por el miedo de que se vayan a lastimar y entonces no se suben. Cuando va el tren, tú te tienes que aventar y si no lo agarras o imagínate que si agarras un mal paso y te enganchas con la llanta de las ruedas y te caes y te puedes hasta volar la cabeza. Tienes que tratar de subirte rápido porque… ese día que yo me subí al tren varias mujeres no se subieron porque no pudieron, porque el tren iba demasiado rápido y, se quedaron la mayoría ahí porque el tren iba, rápido. Yo como pude me aventé para colgarme, pero también uno como que se cansa. Yo me pongo de parte de ellas porque sufrimos más que nada, siempre tenemos que andar en la calle y andar sin colchas, unas vienen hasta con pura blusita, vienen así… y en ese frío es que viene uno. Y hay muchos que se quieren pasar de listos con ellas o con nosotros, y uno tiene que defenderse porque te quieren hacer cosas que no deben, pues.

– ¿Qué es lo que esperas tú al llegar allá a Ciudad Juárez? ¿Qué deseas?

Ossman: Pues llegar allá a mi casa con mi tía. Y deseo hablarle a mi familia para que sepa que estoy bien y no se preocupe por mí porque ya llevo varios días que no llego y mi mamá debe estar preocupada. Como ella es una persona grande, para que ya no se preocupe más por mí.

-¿Si pudieras elegir, qué es lo que te gustaría en tu vida para el fututo?

Ossman: ¿Mi vida? (Silencio) Pues, poner una estética de belleza y a mí me gusta mucho cocinar, hacer cosas para vender; mi mamá me enseñó a bordar mantas, me estaba enseñando a hacer esos tejidos con una agujas de ganchito para los chalequitos y eso; sé hacer las flores de fomi; se hacer un postre que se llama “La Carlota” que es con puras galletas marías y limón, no sé si lo conocen… sé hacer tamales.

– ¿Para ti qué es ser migrante?

Ossman: Pues, más que nada ser migrante es tener valor porque no cualquiera se avienta a “órale, pues, me voy”. No, porque un accidente en un segundo así: (chasquido con sus dedos) te puede pasar. Solamente dios sabe y dice “aquí te vas a quedar” y pues aquí te quedas. Más que nada yo digo que muchas personas aprenden de nosotros, yo digo que nos deben, más que nada de apoyarnos cuando nos ven así en un lugar… porque por ejemplo ustedes, que son mexicanos, pueden necesitar de cualidades que tenemos nosotros. Puede pasar no puedan hacer una cosa y están quebrándose la cabeza de ver cómo hacer esa cosa y de repente vas y empiezas a platicar con un inmigrante y a lo mejor te puede decir la respuesta. Yo por eso creo que no deben de discriminarnos ni nada de eso, porque es feo que nos vean feo porque no tenemos dinero. Hay veces que los policías mismos (traga saliva) te quieren quitar el dinero, porque como eres de allá te dicen que te tienes que mochar para que te dejen estar ahí donde estás. Si no les das dinero, te llevan ellos, no te dejan pasar.

– Pues… ¿Qué es el tren para ti? Si tuvieras que contárselo a alguien que no lo hubiera visto nunca, que no supiera ni qué es… ¿Cómo lo describirías…?

Ossman: Pues el tren es el más pior que nada en el mundo: vienes todo sucio, vienes oliéndole las patas al otro, y con sudor y lleno de pedos y todo (Risas) Pues, ahí tienes que venir soportándolo todo. No les puedo decir “¡Ay, está hermosísimo!”, porque pues no. ¿Verdad?

-¿Venías con una mochila?

Ossman: No, venía con un shortcito amarillo que está por acá, una blusita y una chamarra. Y nada más.

-¿Te despediste de tu familia antes de salir?

Ossman: – No, de nadie. Yo nomás me vine así.

-¿Qué fuiste lo último que viste, antes de salir?

Ossman: Pues mi ranchito y mi mamá. Le dije que me iba a trabajar pero ya no regresé. Yo digo que está preocupada, una mamá siempre está preocupada por sus hijos. Le pido a dios que esté bien y hablarle pronto. Tengo puras hermanas, yo soy el único varón. Son siete, conmigo ocho.

¿Y cómo se llaman?

Ossman: -Una se llama Nevada, una se llama Mónica, Bea, Maga, Anabel y una se llama Jessica y yo me llamo Ossman y una se murió.

– ¿Nos podrías describir cómo es tu casa?

Ossman: Pues mi casa es de barro, con puras palmas, tenemos que tomar agua del pozo a veces y hervirla cuando no hay dinero. A veces tenemos animales y cuando no tenemos que comer, tenemos que sacarlos de ahí y entonces se queda uno sin animales. Tortilla con sal nos ha tocado comer. Por ejemplo, hay veces que hasta me ponía yo a llorar porque no tenía trabajo. Y tienes que buscar más que nada la comida del día porque a veces no hay ni eso. Mi mamá a veces se va a vender al mercado, hace empanaditas y cositas. Y todas mis hermanas también trabajan pero como ahora todo está caro y a veces no rinde porque muchas tienen hijos y se gasta más en la leche y los pañales. Luego que si se tiene que ir a pagar la luz, agua no pagamos porque ya te digo que es del pozo. Pero ya van dos ocasiones que se seca el pozo y nos quedamos sin bañarnos una semana o más; y entonces tenemos que pedir agua al lado para que nos llenen el pozo. Y si no nos lo llenan… ¡imagínate! Porque yo siento que muchas veces la gente se molesta porque vas y les pides; te miran feo porque dicen “tienen su casa y andan pidiendo”. Bueno, a mí me da pena a veces. Nada más tenemos, una hamaca y todas en el suelo porque no hay camas. Es dichoso el que duerme en cama. Pero nosotros no, no te puedo presumir algo que no tengo. Si hemos tenido hasta apenas un triciclo, ahora sí que ni nuevo porque era todo viejito, y eso que nos lo regalaron. Era verde. De hecho “mi papá-papá” es de allá del Salvador, fue cuando nosotras vivíamos allá. Una vez nos quiso quemar a todas nosotras adentro de la casa con el tanque de gas. Le abrió al tanque y iba a prender lumbre, pero mi mamá… se peleó con él y gritaba y los vecinos fueron a sacarnos de ahí. Yo tenía como 9 años.

-¿Y después de eso tu papá que hizo?

Ossman: A él lo agarró la policía por lo que estaba haciendo. Él le pegaba mucho a mi mamá, a veces le gritaba que mi mamá era una puta y le pedía dinero. Mi mamá le respondía que las putas siempre puteaban, o sea, pero para los hijos nomás; no para los maridos. Y no le daba nada pues. Y a veces él se iba hasta un mes de la casa y luego venía con medio kilo de frijol, una bolsita de arroz y un poquito de bistec y eso quería que comiéramos todo el mes. Y luego se volvía a ir a tomar con sus amigos. A veces le robaba el dinero a mi mamá y nos dejaba sin comer.

Por eso es que se murió mi hermanita porque no le daba leche mi mamá a veces y tenía un problema en los ojos; y se le murió de once meses. Tenía una infección en el estómago, creo. Entonces mi mamá me contó, ella no tenía dónde enterrar a la niña porque no tenía dinero. Pero que estaba allí un señor de los EU y estaba viendo a mi mamá ahí y le preguntó que si ella era la mamá de la niña, que por qué no la iba a enterrar y mi mamá le dijo que porque no tenía dinero. Dice que el señor agarró, pues, y le dio a ella para su caja de mi hermanita. (Traga saliva) Le dio, pero…. ¿cómo te diré?… ella le hizo el entierro y cuando mi hermanita se murió todos empezaron a hacer fiesta. Porque allá cuando se muere un niño no es como aquí que lloran. Allá lo celebran, hacen fiesta y todo.

– ¿Tú dices que no quieres ir a Estados Unidos?

Ossman: No.

-¿Por qué?

Ossman: Pues, porque no conozco a nadie allá, no me voy a pasar. Y luego que si te agarran allá y te regresan para acá… ¿De qué va a servir entonces que te fuiste… sufriendo todo el tren…? No, mejor me voy a Juárez. (Traga saliva) A mí en Juárez me iba muy bien porque yo traía el cabello más largo y traía yo mis pechos porque me ponía unas hormonas femeninas para mis pechos, y así atraía más yo a los señores. Creían que yo era mujer, me ponía yo extensiones, me ponía playeritas como esa (señala a una de nosotras) pero que me taparan todas mis manos porque ya ves que ellos se dan cuenta por las manos. O ya vez que los hombres tienen manzana aquí en el cuello, entonces me ponía bufanda para que no se dieran cuenta. A veces los tenía que engañar que tenía niños para que me dieran el dinero.

Y otro señor, también allá en Juárez, se quería casar conmigo y me quería cruzar para Estados Unidos. Una señora por envidiosa le dijo que yo no era mujer. Ese señor me daba hasta 4 mil, 5 mil pesos de pura despensa que me compraba a mí porque el Don quería conmigo. Pero la señora no sé… por envidiosa le dijo que yo no era mujer y él se enojó muchísimo conmigo. ¡Imagínate! Todo el dinero me lo gasté en ti y mira con lo que me saliste.

Porque yo le decía que era señorita, para no tener sexo y la señora después de que le dijo no fue ni para ella ni para mí. Se lo quedó otra amiga de mi tía. Se fue el señor y ya no lo volví a ver, mataron a sus hermanos. Como andaban tomados, se estrellaron y se murieron. Ya nunca más lo volví a ver a ese señor.

– ¿Ossman qué es para ti la frontera?

Ossman: Pues, para mí se me hace divertido ir para allá, porque allá puedes comer de todo y todo es barato. Si quieres una prendita allá todo vale 2, 3, 5 pesos; y acá si quieres un pantalón te cuesta como 100, 150. Allá no, allá las cosas están buenas para ir. Allá una tele te sale 250, ¿acá cuándo una tele te va a salir eso? A mí por eso me gusta, si te fijas allá uno engorda porque comes de todo (Risas).

– Muy bien, ya acabamos. Muchas gracias Ossman. ¿Hay algo más que tú nos quieras decir?

Ossman:-¿Ustedes compraron las cámaras o se las dieron?… ¿Y esto que hacen, lo hacen por hobby, o qué, pues?

Continuará…

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