viernes 19 abril 2024

Internet ha muerto, ¡vivan los internets!

por Ariel Ruiz Mondragón

Internet, según sus profetas, encerraba una gran promesa ecuménica: sería una herramienta que eliminaría las barreras geográficas y permitiría un diálogo prácticamente universal. La otra cara de ello era la amenaza de la uniformización, que borraría la riqueza de la diversidad cultural bajo los embates de la cultura mainstream.

Sin embargo, la realidad suele ser mucho más compleja, como lo muestra Frédéric Martel en su más reciente libro, Smart. Internet(s): la investigación (México, Taurus, 2014), en el que expone el estado actual de la red de redes, sus posibilidades y limitaciones, tras un extenso trabajo que lo llevó a medio centenar de países para conocer el uso que le dan a esa herramienta.

“¿Internet es una cosa estadounidense que sufrimos? No, es una cosa territorial que debemos dominar”, expresa el autor, quien también anota que ese instrumento “está profundamente arraigado en un territorio y una comunidad, y adopta una fuerte dimensión de proximidad”. Por ello, “el futuro de Internet no es global, está enraizado en un territorio. No está globalizado, sino localizado”.

Así, Martel concluye su libro de forma contundente: “‘Internet’ ya no existe. A partir de ahora debemos hablar en plural y sin mayúscula: los internets”.

Sobre esa investigación conversamos con Martel, quien es doctor en Sociología por la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales y tiene estudios en Derecho, Ciencia Política y Filosofía. Director de Investigación del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París, ha sido investigador invitado en Harvard. Autor de nueve libros, ha colaborado en Newsweek, The New Yorker, The New York Times, Magzine Littéraire, L’Express y The Nation.

¿Por qué escribir y publicar un libro como el suyo?

Porque ya he escrito un libro sobre la cultura de masas en la globalización y porque me pareció importante escribir un libro sobre globalización y digitalización en la época actual.Creo que Internet refleja el mundo real. Por ello mi teoría es que no es posible comprenderle desde la computadora, sino que hay que salir al campo y estudiarle allí. Este libro es el resultado de ese proyecto, de viajes a más de cincuenta países, con más de dos mil entrevistas hechas durante varios años.

En un país como México, por ejemplo, que es rico y es considerado como uno de los grandes mercados emergentes, además de como una de las democracias y economías más importantes del mundo, Internet, o los internets, son una de las claves para mantenerse en el futuro al menos en ese nivel.

Considero que es importante para México -aunque no solo para él- que intelectuales, periodistas, economistas y políticos se den cuenta de la importancia que Internet tiene para su economía y para su país.

La tesis principal del libro es que no hay una Internet global y, más aún, que no lo habrá nunca; la transición digital, contra lo que dicen sus creadores, no es una homogeneización o uniformización cultural, sino que más bien es un territorio.

¿Por qué Internet es territorial?

La infraestructura de Internet sí es algo global, como lo es también la red telefónica, por ejemplo. Por eso ya en los años 70 del siglo pasado tuvimos la capacidad de hacer una llamada a alguien que estaba en la India, pero no lo hacíamos porque no hablábamos la misma lengua o no tenemos nada que decirle a las personas de ese país, o quizá porque sencillamente no conocemos a nadie allá.

Con Internet pasa lo mismo: Creemos algunas veces que todo el mundo se unirá a la conversación global, que las fronteras ya no son tan importantes como antes, como lo decían los fundadores de las grandes start ups de Silicon Valley. Además, su contenido se volvería muy uniforme y el mundo se haría plano.

Yo no creo en eso. Pienso que Internet nos hace construirnos en conversaciones que están muy fragmentadas, y por ello yo sí creo que las fronteras siguen siendo importantes en Internet.Cuando menciono el término “territorialización” me refiero más bien a un territorio simbólico; nunca he dicho que antes creyera que Internet era global, sino que yo opino que es local. No es eso lo que yo creo, es algo bastante más complejo. Un territorio es una frontera simbólica, como pueden ser la lengua, la esfera cultural en la cual nos desenvolvemos y, en ocasiones, coincide con las ciudades o con los países en los que radicamos.

Por ejemplo: hay millones de mexicanos que se comunican todos los días con otros millones de mexicanos que viven en Estados Unidos -allá hay más de 40 millones de mexicanos-. Si observamos eso podríamos decir que es global, pero no lo es: se trata de mexicanos que hablan en español con otros mexicanos. La conversación, por lo tanto, no se da con los estadounidenses, sino con los mexicanos que viven allá, y eso es diferente. En el mundo hay muchos ejemplos de este tipo, como los otaku de Japón o del movimiento de lesbianas y gays, quienes se comunican entre ellos aunque estén en diferentes países e incluso a nivel global.

Pero también señala en el libro que en Internet hay una parte que sí es global, como la cultura mainstream. ¿Por qué esta sí tiene un significado global?

En Internet sí existe una parte de la conversación que es global. Internet, en general, no es global, pero sí hay muchas excepciones, y aunque estas conversaciones reflejan apenas un pequeño porcentaje de todas las que existen, son reales; por ejemplo, los videojuegos, que son globales, incluso en la forma tradicional en que se juegan en consolas y, por supuesto, también en línea.

En cine, los grandes éxitos de taquilla en general sí son muy estadounidenses y muy globales. Así que ese aspecto mainstream sí existe, pero también hay fenómenos de carácter nacional que también son mainstream, como las telenovelas en México, el famoso Bollywood de India, las series de televisión del Ramadán en el mundo árabe o el miembro del movimiento K-Pop de Corea, PSY, con su éxito Gangnam Style.

¿De qué depende el éxito de una smart city?

Este es un punto clave: ¿por qué en algún lugar se pueden desarrollar las ciudades inteligentes y en otr o no? En el libro intento dar una respuesta.

Pienso que no se trata solo de unos cuantos factores: Silicon Valley, por ejemplo, no fue el resultado de una decisión que haya tomado un presidente o un gobernador. Quizá su desarrollo se debe a la expansión de las carreteras que hizo Eisenhower; otros factores son la modernización del aeropuerto de San Francisco, que se convirtió en central, e incluso la presencia de los hippies, la generación beat, el movimiento lésbico-gay del área de Castro, los emprendedores capitalistas, el sistema de banca de la Costa Oeste, las universidades de Stanford y de Berkeley, etcétera.

Por eso cada quién debe crear una ciudad inteligente a su manera. Todos los países que, como Rusia, China y Kenia, quieran imitar este modelo de Silicon Valley, fracasarán.

En varias partes del libro hay testimonios en los que se ve que el desarrollo digital puede ayudar a combatir la pobreza, desde Silicon Valley hasta Kenia. Pero el propio libro describe que junto a estos centros hay pobreza. ¿Qué ha pasado con aquella idea?

Por supuesto no podemos esperar que Internet por sí solo resuelva los problemas, pero sí creo que Internet puede ayudar por medio de aplicaciones, sitios web, enciclopedias gratuitas en, por ejemplo, las favelas de Río de Janeiro, en Brasil, las zonas de miseria en México, los slumps de la India, los townships como Soweto en Sudáfrica, etcétera. Visité todos estos lugares y la forma en que Internet ayuda a estas personas a hacerse de información, a tener una enciclopedia de manera gratuita o incluso diccionarios de lengua de grupos tribales que antes no los tenían lleva al empoderamiento de lo digital. Eso sí es eficiente y funciona.

No se puede esperar todo, pero sí creo que se puede esperar cierto cambio positivo de Internet si se usa de manera adecuada.

En su amplio recorrido por el mundo encontró diversos usos de Internet. En ese sentido, ¿cómo influyen los regímenes políticos que pudo observar, desde las democracias hasta los totalitarismos, en la definición de los territorios de Internet?

Sí influyen, totalmente: si vemos un mapa de la libertad en Internet y un mapa de las democracias, más o menos coinciden. Por ejemplo, en Corea del Norte no existe Internet; este año he ido a Cuba dos veces, anunciaron apertura de más de cien cibercafés para la población, pero yo estuve allí hace pocas semanas y no funcionan; es una mentira.

China es un problema muy diferente porque crearon un Internet propio: no permiten Twitter, pero produjeron Weibo; con Baidu sustituyen a Google, Renren sustituye a lo que conocemos como Facebook, Youku equivale a YouTube, y el sitio de MSN se conoce como QQ.

Así podemos observar que todas las dictaduras y los autoritarismos sí le tienen mucho miedo a Internet y lo usan, a su manera, para controlar.

¿Y qué ocurre con las democracias? El libro también menciona el caso de Edward Snowden, por ejemplo.

Sí, la primera democracia que tiene miedo de Internet es, por supuesto, Estados Unidos, quienes son los creadores, básicamente, de Internet. Pero yo no creo que toda la información personal, la secreta y confidencial, deba estar en Internet, y por esto es que ni Snowden ni WikiLeaks tienen siempre la razón. El hecho de que divulguen secretos no los convierte en poseedores de lo correcto. Pero Snowden sí hizo algo más: demostró cómo está organizado un sistema para espiar a todo mundo, no solamente a aquellas personas con las que habría una razón para hacerlo, sino a cualquier persona, de una manera oscura y totalmente criticable. Así es que yo creo que él pudo haberse equivocado en ciertos aspectos, pero en general tuvo la razón porque mostró este espionaje masivo.

A partir de esta confrontación entre democracias y totalitarismos parece que hay dos modelos de Internet: el autoritario chino y el desregulado de Estados Unidos, que oscilan entre el control y la participación. ¿En el futuro cómo se desarrollarán estos dos modelos?

Pienso que hay muchos internets. Al final habrá diferentes maneras de hacer Internet, pero considero que a la larga el modelo chino no va a funcionar porque está vinculado a un régimen autoritario y no podemos creer razonablemente que se vaya a expandir, porque eso significaría una disminución de la libertad de expresión y el final de la democracia.

El modelo chino es una excepción que seguramente tendrá sus aliados (por ejemplo Irán, quizá Rusia, Cuba, Corea, Venezuela y tal vez algún país africano), y creo que la manera estadounidense de ver el asunto es la que prevalecerá al final.

Pero con lo anterior tampoco quiero decir que la nube debe estar sin control, porque nuestra privacidad y la información confidencial están en juego. La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha sido una gran abogada para defender la privacidad en Internet; a Ángela Merkel también la entrevisté para el libro y me comentó que es preciso proteger nuestra información.

Esto tampoco quiere decir que nos tenemos que ir al extremo del modelo chino, y de hecho éste es un mensaje para los norteamericanos: no caigan en más vigilancia en masa, como lo demostró Snowden, que no nos espíen dentro de la nube porque esto significaría una balcanización de Internet, que es algo que preferiría China.

Mi idea principal es que no estamos en un proceso de uniformización debido a Internet, sino justamente todo lo contrario: ahora hay mucha mayor diversidad que antes, y podemos tener acceso a esa diversidad. Yo diría que el software, las conversaciones, las prácticas, los sitios web, todos son muy diversos.

Al final del libro se señala que faltan reglas para los internets, e incluso propone una justicia digital. ¿Cómo hacerlo?

En primer lugar, hay que decir que no tenemos que regular Internet, porque no puede ser regulado; lo que tenemos que regular es a los grandes participantes de Internet como Google, Apple o Facebook. Creo que eso debe ser hecho por Estados Unidos a través de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, la Comisión de Comercio, la Comisión Antimonopolio del Departamento de Justicia de Estados Unidos o la Suprema Corte. Si ellos no actúan, considero que la Unión Europea tendrá que intervenir, pero incluso Rousseff en Brasil, y el gobierno francés y, por qué no, también el mexicano, deberían hacerlo.

Yo no me considero enemigo de Estados Unidos, pero creo en la privacidad, en la protección de los datos personales. La regulación de los grandes participantes no es marxista, izquierdista o resultado de un enfoque radical; por el contrario, es una regla básica de la economía de Estados Unidos: creemos en la economía de mercado, pero tiene que ser un mercado justo, sin el abuso de posiciones dominantes y sin interferir, atacar o violar la privacidad de las personas.

Otra parte del libro es la de Internet como un instrumento de guerra, como en el caso de Hezbollah, Hamás y Al Fatah en el conflicto entre Israel y Palestina. ¿Cuál es su uso en esta materia?

Un punto interesante de Internet es que sirve tanto para lo bueno como para lo malo, así que puede ser, a la vez, una herramienta para la emancipación de las mujeres en los países musulmanes, y también un excelente instrumento para reclutar y organizar a los terroristas.

Internet es, en cierto modo, un reflejo de la vida y, por ello, de las expresiones locales. En el mundo árabe, por citar un ejemplo, hay millones de personas que siguen y adoran a un cantante muy famoso que se llama Mohamed Assaf, pero seguramente en México no hay una sola persona que lo conozca. Esto es un ejemplo más de que el mundo árabe, en cierto modo, también está aislado.

Otro ejemplo es el hashtag #JusticiaAyotzinapa, que está muy presente y es una conversación muy importante aquí en México, pero no es algo que se esté replicando en el mundo.

Otro asunto es lo que se ha dado en llamar la “alta cultura”, que ahora, en términos económicos, ha pasado a ser un modelo no lucrativo. Ese paso de la cultura a lo digital ha generado temor en personajes como Mario Vargas Llosa y Alan Finkielkraut. ¿Cómo atisba el futuro de la alta cultura en Internet?

Tuve una discusión con el mismo Vargas Llosa; él escribióun capítulo de su libro La civilización del espectáculo dedicado a mi libro Cultura mainstream. Fue muy amigable y discute mi propuesta, pero insiste en que no le gusta la idea de cultura que yo describo. Siento decirlo, pero creo que se equivoca: esta idea de las jerarquías y de la élite que le habla al pueblo está acabada, y creo que es algo que murió antes de Internet, pero aún más gracias a Internet.

Además, creo que, por ejemplo, las series de televisión, los videojuegos, el manga e incluso las telenovelas pueden ser formas de arte. Esta idea de las jerarquías está completamente de cabeza hoy en día. Sin embargo, a la vez, creo que en Internet sí necesitamos algún tipo de jerarquía, pero uno mismo es el que las va creando. Uno de los problemas básicos de Internet es la abundancia, así que necesitamos sitios web y personas que nos ayuden a encontrar lo que buscamos, y no puede ser simplemente el crítico tradicional, pero tampoco podemos permitir que sea un algoritmo. En el libro a esto le llamo “curaduría inteligente”, lo que significa utilizar tanto el algoritmo como la presencia humana para seleccionar en esa abundancia.

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