Escuchar el disco del IMER, Navidad en el México del siglo XVIII, en lugar de la más reciente producción de Dylan.
No criticar a los medios oficiales (los mal llamados medios públicos) para no hacerle el juego al enemigo.
Decir que la sonrisa de Carmen Aristegui es un motivo más para querer la patria.
Afirmar que Radio Centro o MVS son malas empresas por el trato que dieron a José Gutiérrez Vivó pero al mismo tiempo reconocer que éstas le ofrecieron un espacio a Aristegui. En ese sentido, lo que aún ignoramos es si Radio Centro o MVS también son motivos para querer la patria.
No interrumpir ni con el pétalo de un estornudo los soliloquios de Andrés Manuel López Obrador.
Sostener en todo momento que las principales empresas radiodifusoras nunca tienen la razón (incluso cuando la tengan).
Olvidar los permisos para operar casinos que Santiago Creel entregó a Televisa porque ahora el senador es aliado de la reforma de los medios.
Sentir ternura por Manuel Bartlett, sobre todo cuando critica a los medios.
Aceptar como dirigente para la reforma de los medios de comunicación a Demián Bichir (y esperar a que, alguna vez, escriba algo sobre el tema).
Denunciar las presiones de las televisoras en el Caballito, y luego hacer lo mismo en la sede del Senado porque moralmente la causa lo permite.
No dormirse ante ningún programa del Canal del Congreso o del Canal Judicial.
Llamarle Elenita a la señora Poniatowska
Reírse con los chistoretes de German Dehesa, Jesusa Rodríguez y el Llanero Solitito.
Sostener que grabaciones telefónicas o videos prueban la culpabilidad de alguien (aunque luego habría que luchar contra la invasión de la vida privada).
Defender sólo nuestros derechos humanos y los de los aliados.
Integrar alguna ONG y viajar gratis por todo el mundo (la lucha es la lucha).
Criticar a la CNDH y a la Suprema Corte y luego denunciarlos ante organismos internacionales.
Creer en todo lo que dice Reporteros sin Fronteras y afirmar que, luego de Irak, nuestro país es el de más riesgo en el mundo para el ejercicio periodístico (por eso todos los periodistas, bueno, algunos, son unos héroes).
Apoyar la libertad de expresión que hay en… ¡Venezuela! (háganos usted el grandísimo favor).
Luchar por la libertad de expresión exigiendo el uso del lenguaje políticamente correcto.
Hablar de los “niños en situación de calle” en vez de llamarles callejeros o vagabundos; a las putas decirles sexo servidoras, y a los ancianos o viejos adultos en plenitud (aunque sea de plenitud… pero de achaques).
Participar en el redondeo (si no, cómo distribuir la riqueza).
Platicar con un taxista sobre la reforma energética, medios, economía y finanzas, salud, discriminación, empleo, deportes, ecología, agricultura, ganadería, derechos humanos, astronomía, procesos electorales, poesía, literatura, música, pintura, escultura y arte. Ah, y al final de la charla preguntarse “¿por qué personas como nosotros” no dirigimos el destino del país (y del mundo)?
Jamás irle al América (entre otras cosas, porque es la presencia de Televisa en el futbol mexicano).
Poner @ para evitar la discriminación de género (y exigir cuotas para las mujeres en los partidos políticos).
Admirar a la mujer sólo por la belleza de su alma. Lo demás es sexismo.
Enviar cartas de amor a través de Sepomex (y esperar la respuesta también por esa vía).
No tomar lechita Alpura al ver Canal 22.
Evitar escribir este texto “en estado inconveniente”.
Ver la imagen de la chica etcétera con la seguridad de que usted no será demandado por sus miradas lascivas.