viernes 26 abril 2024

Google, el gran cerebro colectivo

por Regina Freyman

Cuando era niña, mi padre me contaba una historia siniestra. Era un cuento de ciencia ficción sobre la posibilidad de unir todas las computadoras del mundo y hacerle a esa gran mente electrónica una pregunta que inquieta a la humanidad: ¿Existe dios? Entonces mi padre hacía un gran silencio y mi hermana y yo esperábamos ansiosas. La respuesta llegaba con una voz queda y en un ritmo parsimonioso: ahora… sí, respondía la gran cibermente. ¿Había el hombre construido al fin su gran dios?

¿Pregúntale a Google?

Quise buscar la fuente de aquel cuento y, como cualquier persona del siglo XXI, acudí a la búsqueda. ¿Si Google no lo sabe, entonces quién? Lo más parecido que encontré fue un cuento de Isaac Asimov que se llama La última pregunta [http://www.physics.princeton.edu/ph115/LQ.pdf]. Las variantes son notables, pero la idea es bastante parecida.

Hace muy poco vi la película “Código Enigma”, donde se reivindica al personaje de Turing, el científico inglés creador de la primera computadora. En una escena, un policía interroga a Turing; curioso, más allá de la investigación que le ocupa, pregunta: ¿las máquinas piensan? La respuesta es clara: a su modo cada cabeza piensa distinto y una máquina también.

Vivimos en la era de Google, que se vislumbra como el gran cerebro colectivo (se me objetará, que hay más buscadores, que no todo el mundo usa Google, pero el alcance y el dominio que ha ido ganando derriba los cuestionamientos), es más, cuando me pidieron que escribiera sobre Google y el derecho a la privacidad, acudió a mi mente la imagen de un gigante enorme que nos conecta a todos. Así que introduje en el buscador Google1 the world brain, así, solo porque se me ocurrió, y resulta que encontré el título de un documental (2013) en Google sobre Google. [http://www.imdb.com/title/tt2551516/].

Google se ha convertido en la memoria del mundo, las llaves de la biblioteca mundial, no solo ha tomado fotos de todos los rincones de la Tierra, sino que se ha apropiado de la información de miles de usuarios vía Wi-Fi, olvidando la privacidad y el derecho a la intimidad.

p-books e-books

Google Print es un proyecto de 2003 que se oficializa en octubre de 2004; su misión era digitalizar todos los libros impresos. En 2005 su nombre cambió a Google Books Search. Su antecesor es el proyecto Gutenberg, iniciado en 1971.

Desde 2004 Google2 ha digitalizado gran parte de los libros de las más grandes bibliotecas del mundo y promete hacer que el contenido de millones de libros sea consultado libremente en Internet, y tal vez crear la biblioteca universal de referencias cruzadas. El proyecto ha digitalizado más de 15 millones. No solo eso, Google sabe quién lee sus libros y por cuánto tiempo, puede acceder a las lista de lecturas que podrían, potencialmente, ser proporcionadas al Estado, la empresa, etcétera.

Bajo los auspicios de la Asociación de Editores de Estados Unidos, cinco editoriales: McGraw-Hill, Pearson Education, Penguin USA, Simon & Schuster y John Wiley & Sons, presentaron una demanda contra Google en octubre de 2005 relativa a la infracción de derechos de autor; estas empresas son socias de Google. ¿Cómo explicar esto? A partir del desdoblamiento del proyecto en dos:

1. Libros digitalizados a través del “Proyecto para Bibliotecas” que estuvieran descatalogados que reviven digitalmente.

2. Comercialización de los textos que en su “rescate” omitieron los derechos de muchos muchísimos autores y editores.

Pat Schroeder, excongresista y ahora presidente y director ejecutivo de la Asociación de Editores de Estados Unidos, declaró que: “Mientras que los autores y editores saben lo útil que puede ser el motor de búsqueda de Google y que la biblioteca de impresión podría ser un excelente recurso, la conclusión es que bajo el esquema original Google estaría tratando de hacer millones de dólares usurpando el talento y la propiedad de los autores y editores”.

En 2008, Google llegó a un gran acuerdo con las dos asociaciones de editores y escritores más importantes de Estados Unidos (Association of American Publishers y The Authors Guild) para permitir la venta de libros mediante Google Books directamente en formato digital (PDF) sin la intervención de Amazon, por ejemplo. El acuerdo comprende que el importe de compra destine un 37% a Google y un 63% al editor o autor que tenga los derechos sobre la obra. Los editores recibieron 125 millones de dólares. El convenio (de más de 300 páginas) otorgó a Google un derecho exclusivo para vender los escaneos de todos los libros fuera de impresión pero con derechos de autor, libros llamados huérfanos.

La coalición Open Book Alliances (Internet Archive, Microsoft, Amazon y Yahoo!) interpuso una demanda contra el acuerdo, por lo que éste se encuentra suspendido en espera de una resolución judicial.

Hay al menos dos grandes argumentos en contra de este acuerdo por parte de la Open Book Alliance: el primero se refiere a los derechos de autor. Los opositores al acuerdo alegan que no debe permitirse que Google Books realice digitalizaciones masivas sin aclarar primero la situación de las obras, ya que ello incluirá con casi toda seguridad vulneraciones en el derecho de autor. Podría decirse que se trata de una acción preventiva.

La segunda oposición es quizás más grave, ya que se dirige al corazón del tema; y se refiere al hecho de que el acuerdo establece un sistema algorítmico para calcular el precio de las obras descatalogadas, obras que a la larga serían, a su vez, el núcleo del negocio de Google Books. La Open Book Alliance alega que esto situaría a Google Books en una posición monopolística, a la vez que de cuota de mercado (impide la presencia de otras empresas en la comercialización de estos millones de títulos) y de fijación de precios.

Robert Darnton (2009), director de la biblioteca de la Harvard University, analiza las implicaciones del acuerdo e insiste en los peligros de monopolio en la explotación de estos títulos. Reconoce el papel de Google y lamenta que las administraciones públicas no hayan sabido crear una gran biblioteca digital. Opina que las bibliotecas tienen que defender la digitalización pero que sea acompañada de acceso abierto real, ya que el monopolio es uno de los mayores obstáculos a la difusión del conocimiento.

El 22 de marzo 2011, el juez federal Denny Chin rechazó el acuerdo de Google con editores y autores para compartir y vender millones de libros, ya que presume que esto le daría una gran ventaja sobre sus competidores.

 El libro impreso, que en inglés llaman p-book (abreviación de printed books) para diferenciarlos de los e-books, no son tecnología muerta, por el contrario, son contenedores que dieron forma al conocimiento, que fueron igualmente enjuiciados como monopolios de la ideología y que siguen aquí como puentes entre el pasado y el presente. Significaron ladrillos con los que, de forma colaborativa, integramos la gran historia de nuestra sociedad, grandes depósitos contra el olvido. Baste decir que en gran parte de nuestra historia en la era Gutenberg, el libro, su producto fundamental, ha servido de arma de dominio no solo de fuerzas de la naturaleza, sino sobre otros hombres y mujeres, textos que alinearon culturas, organizaron el poder y la autoridad. Internet, este nuevo almacén de memoria digital, no es más que una nueva forma de tecnología de la comunicación que constituye una parte fundamental de los medios materiales por los que las sociedades se han creado, mantenido, transformado, e incluso, a veces, destruido.

Los e-books son el peldaño más reciente en la historia de la difusión del conocimiento, su capacidad de reproducir la forma y función de los libros impresos sigue la lógica de la acumulación capitalista y cómo ha cambiado en el último siglo, expresan una crítica práctica del capitalismo consumista pero avanzan de firma más intensa en la ambición de la acumulativa consumista.

World Wide Brain

A los 72 años, H.G. Wells publicó en 1938 el libro de ensayos y discursos Cerebro mundial (World Brain). El Cerebro Planetario o Cerebro Global ha servido de discusión para el impacto de la infraestructura de comunicaciones global Internet o World Wide Web que nos hace sentir que una mente global está emergiendo. Las palabras del escritor británico resultan proféticas: “Podríamos construir una verdadera Enciclopedia Mundial con una verdadera memoria planetaria para toda la humanidad”.

Wells creía que había una tendencia evolutiva en la humanidad que conducía “…hacia la liberación, la abundancia, una Pax Mundial, un control mundial de la violencia”, pero temía “…una conspiración abierta para crear una nueva unidad, una nueva síntesis organizacional y social en el mundo para manipular el poder y la inteligencia un nuevo tipo de síntesis social y política… organizaciones especiales ad hoc, sociedades de fomento de la investigación, de defensa de Investigación, para la Traducción de documentos científicos y la difusión de los nuevos conocimientos”. La nueva organización enciclopedia que proponía se convertiría en el cerebro colectivo humano. Suponía que de esta red colectiva emergería una forma vital que exige la subordinación de la voluntad, la inteligencia y los intereses de la gente común.

La suposición de Wells hoy resulta un tanto utópica, pero hay algo de cierto sobre la subordinación individual, sin embargo, ésta no se obtiene por una ética o credo común, sino más bien por la seducción hedónica y narcisista. Se exacerba el gozo del yo para obtener una sumisión consumista que cada vez más paga por intangibles que se configuran en sí mismo al hacer de este supuesto yo una mercancía. Y plantea preguntas complejas sobre el valor del individuo versus el Estado, sobre la naturaleza de los beneficios individuales y sociales y la forma en que son los mejores quienes, generalmente, se ven favorecidos.

El cerebro humano es el sitio tanto de lo irracional como de lo racional y esto tiene implicaciones para un presumible cerebro mundial. Lo que me recuerda la pregunta “¿Nos hace estúpidos Google?”. Y la mejor respuesta que oí fue que ya lo éramos desde antes.

La respuesta la tiene ¿Google?

Google parece omnisciente, omnipotente, omnipresente y afirma ser benevolente. Sin advertirlo, se ha ido convirtiendo en el lente a través del cual vemos el mundo. En la primera parte de este siglo, el entusiasmo se desvaneció ante las grandes esperanzas de una red abierta y libre, se corrompió ante las presiones simultáneas de la falta de seguridad (en la forma de fraude, spam, virus y malware) y los intentos de monopolio corporativo de la cultura y la tecnología, la resistencia a la apertura, transparencia, rendición de cuentas y la verdadera democracia. Un tiempo existió un vacío de poder en la web pero invitamos a Google a llenarlo.

Las preguntas se plantean en dos arenas, la individual y la pública. ¿Cómo usamos Google, qué esperamos de él y qué le regalamos a cambio de sus servicios? Un sistema de comunicación eficiente y ético debe incluir medidas para la gestión adecuada de tiempo y espacio para que ningún medio o grupo de comunicación ejerza un monopolio del conocimiento y, por tanto, restringa la cosmovisión de una sociedad. El reto es encontrar formas de asegurar que seguimos viviendo en una cultura plural y en expansión. Pugnar por la construcción de un ecosistema en línea que pueden beneficiar a la mayoría y a largo plazo.

Google almacena nuestras rutas, nuestras memorias y documentos, sabe de nuestras relaciones íntimas y públicas, tiene una gran cruzada de alfabetización educativa para el uso de sus herramientas, tanto en educación como en la empresa, nos mira desde el cielo con su gran satélite telescópico, situándonos en contexto, da cuenta de nuestros viajes y hasta nos dice cómo llegar, dónde comprar y cómo hacerlo; nos mira microscópicamente analizando las rutas de nuestros intereses, comercios y conversaciones, nos ubica y nos descontextualiza, piensa por nosotros, nos entretiene, nos mima y martiriza, le tememos y nos fascina, quizás como esa voz que responde a los profetas desde lo alto y desde dentro:

La conciencia de AC (la gran computadora) abarcó todo lo que alguna vez había sido un universo y pensó en lo que en ese momento era el caos.

Paso a paso, había que hacerlo.

Y AC dijo:

¡HÁGASE LA LUZ!

Y la luz se hizo…

Advertencia: Este artículo fue elaborado mediante búsquedas copiosas, lectura en Google y enviado a través de Gmail. En algunos casos usé Google traductor (aunque tuve que mejorar algunas cosas). La película referida la vi en línea. Este texto será publicado en la red y si lo has encontrado, quizás lo hiciste mediante Google Search. ¡Suerte!

También te puede interesar