viernes 29 marzo 2024

Elecciones: ¿para qué la transparencia?

por María Marván Laborde

A la memoria de

Miguel Ángel Granados Chapa

Por su honestidad intelectual, por el

delicioso uso del lenguaje.

Ha comenzado el tiempo electoral, y la necesidad de abrir y entrar a debate sobre candidatos y partidos, sobre propuestas de gobierno y personalidades. Deberíamos entrar a debatir quién ha hecho bien las cosas y quién lo ha hecho mal. En cualquier país que asume tener cierta normalidad democrática, los tiempos de campaña sirven para que los partidos gobernantes presuman sus logros y los opositores saquen los trapitos al sol de los malos gobiernos. México, que ha alcanzado certidumbre en la competencia electoral, se refugia en viejos fantasmas del pasado y ha impuesto reglas que sólo se explican por el rencor de esa hegemonía que hoy es historia. Esas restricciones sólo sirven para debilitar nuestra de por sí enclenque capacidad de debate.

En estas absurdas prohibiciones de las leyes y reglamentos de las autoridades electorales se prohíbe hacer campaña sucia y se prohíbe destacar logros de gobierno. ¿Para qué queremos entonces los ciudadanos la transparencia? Si tuviésemos una lógica completa de vigilancia del poder, de rendición de cuentas, si quisiéramos estar informados para poder fortalecer la vida pública, para discutir lo público en público, necesariamente tendríamos que estar debatiendo los errores y aciertos de los gobernantes.

Hoy en México, los principales partidos, son gobierno, y son oposición. Todos tienen representantes en prácticamente todos los Congresos, tienen plumas en los diferentes diarios. Todos los estados de la República tienen leyes de transparencia y acceso a la información, en teoría podríamos pedir información de cualquier gobierno para juzgar su capacidad administrativa, para enterarnos de sus prioridades y el buen sentido en el uso de los dineros públicos, es decir, de nuestro dinero. Sin embargo, en México está prohibido tener discusiones con contenido. Por mandato de ley las campañas serán promesas huecas, populismo puro aderezado con slogans estúpidos y frases rimadas repetidas hasta ensordecer la capacidad de escucha de todos nosotros.

Las campañas sucias se harán vía Internet, vía cadenas de correos y con el uso de toda la tecnología que no pasa por radio, televisión o diarios. Los peores videos de Youtube se cargarán desde servidores con IP en el extranjero. Los atacados se defenderán a través de los mismos medios. Como todo será fuera de los medios regulados, jamás podrá aclararse nada. En el ámbito de lo incomprobable, el ruido será rumor y será irrelevante si son calumnias o denuncias fundadas en datos duros. Por si esto fuera poco, nuestras autoridades electorales, de por sí minadas por la irresponsabilidad de los diputados, harán el gran ridículo tratando de controlar lo incontrolable.

¿Para qué queremos transparencia y acceso a la información si no sirve para fortalecer el debate público en tiempos de campaña?, ¿qué decisión puede ser más importante que la de elegir a nuestros gobernantes y representantes? ¿Qué democracia prohíbe debates con contenido? ¿En qué país se pretende controlar Internet, YouTube, Facebook, twitter?

¡Claro! Nos queda una esperanza, que haya transparencia en las cuentas de los dineros electorales, que haya pulcritud en los manejos de los tiempos en los medios de comunicación. Que al menos los militantes de los partidos puedan conocer sus padrones de afiliados. Que haya posibilidad de auditar el padrón electoral, ¡En fin! Que formalmente la democracia permita confiar en el proceso electoral y evite que los procesos electorales se conviertan en lavandería del dinero del crimen organizado.

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