viernes 19 abril 2024

El “Ya basta”

por Marco Levario Turcott

La causa primigenia del terror que provoca el narcotráfico está en la falta de capacidad para combatirlo, no en los partes noticiosos que registran esa lesiva actividad. Más allá de las omisiones o de los relieves informativos que hay sobre el tema en los medios, y que se expresan precisamente como resultado de su autonomía editorial, el gobierno federal es el principal responsable de procurar la seguridad de los mexicanos.

El “Ya basta” expresado por el presidente Felipe Calderón el pasado 12 de mayo frente al lacerante problema del tráfico de drogas es, sin duda, compartible, pero sin pasar por alto que su gobierno es la instancia en que recae el respectivo combate. Sin dejar de señalar que los medios de comunicación no siempre acometen con ética y profesionalismo la función de informar al respecto, resulta erróneo considerar que por eso se convierten en promotores de la estrategia de miedo promovida por quienes delinquen. Ni la prensa, ni la radio, ni la televisión son responsables de la inseguridad que priva en el país y, además, estamos seguros de que no es con campañas mediáticas sugeridas desde el gobierno como se podrá enfrentar al narcotráfico con mayor eficacia.

No cabe duda de la responsabilidad social que tienen o deben tener los medios en éste y en otros temas centrales, y en ese sentido tampoco debiera cuestionarse la necesidad de que en éstos prive, en un acto de autocrítica, mayor mesura al informar. Desde los medios, sin embargo, hubo una respuesta que no contempla esa, por lo demás necesaria, revisión interna y sólo se reparó en algo así como en una defensa gremial de la actividad periodística con un tono y una arrogancia que lo único que constata en realidad es, precisamente, la necesidad de revisar sus excesos. El error del Presidente en modo alguno significa una andanada contra la libertad de expresión y por eso no se requieren héroes que defiendan algo que no está en cuestionamiento.

Pese a ello, vale la pena reconocer los sesgos sensacionalistas e incluso amarillistas que el tema llega a tener en el tratamiento de las noticias, incluso es indispensable registrar que en pocas veces hay más relevancia informativa en las acciones de la delincuencia que en los logros de quienes las combaten. Por citar un caso recurrente en los medios, ocurre que a través de éstos y por impulso de tener alguna primicia, los delincuentes son avisados de algún operativo en su contra, incluso hasta en la nota se les proporcionan fechas, nombres y croquis. Entre otros aspectos, ésa podría ser la materia de discusión para un acuerdo entre el gobierno y los medios, que hasta donde sabemos, se encontraba en la víspera de este cierre de edición. Pero de ahí a dejar de denunciar las insuficiencias de los acciones del Ejército hay mucho trecho, más aún, es obligación de los medios resaltar, como una forma además de decir su propio “Ya basta” en tanto reflejo que son de la sociedad, los operativos que no resultan exitosos, así como el alarmante incremento de la violencia en México.

En aquella convocatoria del Presidente hay una equivocación adicional. Sucede cuando de manera implícita alude al efecto benéfico provocado por los medios cuando éstos dan el parte de acciones exitosas contra el narcotráfico, como si la generación de un contexto amable en el entorno mediático pudiera atenuar el problema. Evitar el sensacionalismo contribuye a no incrementar el miedo o a la falta de un diagnóstico sobre la dimensión del problema, pero esa realidad virtual no significa que la ferocidad del narcotráfico haya disminuido. Ojalá Felipe Calderón informara con la precisión que le implica una razón de Estado como lo es ésta, en qué situación se encuentra este cáncer social y cuáles son los avances que se han tenido, así como la expectativa que tiene para su extirpación. Sin duda, ello contribuiría al manejo sobrio y puntual de las noticias de parte de medios de comunicación. Y es que, en efecto, se trata de una relación, la del gobierno y los medios, que necesita tener visos claros y no arengas que sólo incrementan el ruido y nos alejan de las tareas sustantivas.

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