martes 16 abril 2024

El señor lavado de cerebros: fotocopia, exploración y photoshop

por Iván de la Torre

Madonna, siempre atenta a las novedades y hábil como nadie a la hora de usar la popularidad ajena para aumentar la propia, leyó el reportaje y le encargó la portada de “Celebration”, su disco de grandes éxitos.

Con el reconocimiento de los medios, el apoyo de Michael Jackson, Angelina Jolie, Brad Pitt y Jude Law, y un look fácilmente reconocible (jeans gastados, barba crecida y un eterno sombrero que lo hacía parecer el hermano gemelo de Zach Galifianakis o un actor porno en decadencia), Guetta se convirtió en un artista internacional, sumando exposiciones en las galerías más prestigiosas del mundo: Nueva York, Toronto, Ciudad del cabo, Barcelona y Londres.

Este éxito es fácil de explicar: a diferencia de los principales referentes del arte callejero (incluyendo a su amigo, el esquivo Bansky, que se niega a mostrar su cara o conceder entrevistas), Guetta no parece preocupado por la política ni las contradicciones del sistema; su trabajo (agradable, simple, directo) recuerda los posters que estuvieron de moda en los ochenta, con los personajes más populares del siglo veinte usados para vender un mensaje de alegría, fe y esperanza: Mickey abrazando al vagabundo de Chaplin; Albert Einstein sosteniendo un cartel con la inscripción “Amor es la respuesta”; Obama con el traje de Superman…

En los reportajes, Guetta insiste con este mensaje: “no estoy aquí para juzgar a nadie; mi arte dice: la vida es bella, amor es la respuesta y nunca hay que rendirse”.

Ante ese personaje exótico que pasa sin transición de la humildad más absoluta a la soberbia extrema (“Está Warhol, y después estoy yo…”), los críticos dudan: ¿existe realmente o todo es una broma montada por Bansky, el eterno rebelde antisistema, para obligar a la sociedad a reflexionar sobre el estado actual de las artes plásticas donde, como demuestra Damien Hirst (famoso por vender en diez millones de dólares un tiburón disecado con el título “La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo”) importa más la actitud que el talento, la capacidad de generar publicidad que la propuesta artística?

Bansky se muestra estudiadamente ambivalente cuando le preguntan sobre el tema: “Quizás es un genio en sí mismo, quizá tuvo suerte o quizás el arte sea un chiste… el Mr. Brainwash no sabe mucho de arte, especialmente del suyo. Parecer juzgar el éxito de una exhibición de arte por cuantos metros cuadrados cubre y cuanto dinero hace. Esto probablemente lo hace el máximo artista de nuestro tiempo…”.

Para Thierry, todo es mucho más simple: los críticos están tan aferrados a sus teorías sobre lo que está bien y lo que está mal que son incapaces de reconocer a un genio cuando lo ven: “Pollock era un maestro y los especialistas decían ‘¡eso no es arte! ¡Es arrojar pintura sobre el piso!”; lo mismo le sucedió a Marcel Duchamp, el artista más importante del arte moderno. El tiempo pondrá las cosas en su lugar”.

¡Esperemos!

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