viernes 29 marzo 2024

El otro Tolkien

por Iván de la Torre

Se puede ver a Henry Darger como una especie de J. R. R. Tolkien alucinado y pobre, vagando por Chicago durante seis décadas, mientras trabajaba en silencio y completa soledad en su inmensa saga sobre “Las hermanas Vivians” publicada después de su muerte como “El reino de lo irreal” (The Story of the Vivian Girls, in What is known as the Realms of the Unreal, of the Glandeco-Angelinnian War Storm, Caused by the Child Slave Rebellion).

“El reino de lo irreal” está situado en un enorme planeta sin nombre alrededor del cual gira la Tierra, habitado por los esclavistas Glandelianos y sus vecinos, los católicos Abbieannianos.

Las heroínas de la saga son las siete hermanas Vivian, princesas de Abbiennia, “niñas de gran belleza, con increíble coraje y genio militar, pequeñas santas” que encabezan la rebelión para liberar a los niños-esclavos de los gandelianos, y que se enfrentan a los ejércitos del general John Manley en medio de un clima cambiante y aterrador, ayudadas por dragones llamados Blengins y héroes que suelen ser alteregos disfrazados del propio Darger.

Como los mártires de la Biblia, Las Vivian y sus seguidores atraviesan diferentes pruebas en un mundo fantástico lleno de dragones, tormentas que parecen vivas, explosiones repentinas y salvajes batallas donde los Gandelianos, vestidos con uniformes “confederados”, torturan, descuartizan y matan a pequeñas niñas desnudas.

¿Reflejos de Juana de Arco?

Darger empezó a escribir su saga a los dieciocho años inspirado por el asesinato de Elsie Paroubek, una niña de cinco años, que en “El reino…” se llama “Anna Arounburg” y terminó completando doce libros que suman más de quince mil páginas, escritas a máquina y sin espacios entre líneas.

Los críticos ven en las escenas de tortura que abundan en “El reino…”, una transcripción del martirio que sufrieron los primeros cristianos, y en las cinco hermanas Vivians reflejos de Juana de Arco (Darger iba cuatro y hasta cinco veces por día, todos los días, a misa otros especulan que Darger puede haber sido, dadas sus costumbres personales, el asesino de Paroubek, aunque no existan pruebas que lo demuestren; asimismo, una tercera línea interpretativa cree que el autor intentaba descargar en su obra lo que había vivido de niño como interno de un hospicio.

Darger ilustró su saga con centenares de acuarelas y collages que muestran -entre otras cosas- espectaculares batallas épicas en un escenario fantástico donde puede verse, sin ninguna censura, a hombres acogotando a extrañas niñas con pene en medio de nubes y tormentas que parecen tener vida propia. También escribió un diario y una autobiografía de cinco mil páginas llamada “Historia de mi vida” aunque gran parte del libro trate sobre un misterioso tornado llamado “Sweetie Pie”.

En su autobiografía, Darger cuenta que su madre murió en 1896, al dar a luz a su hermana menor, a quien su padre dio, inmediatamente, en adopción. “Nunca la vi”, dice Darger, “ni siquiera conozco su nombre”, aunque sus personajes femeninos, según los especialistas, intentan reflejar a esa niña desconocida.

En 1900, a los ocho años, Darger fue enviado por su padre, que ya no podía mantenerlo, a un internado católico llamado “Mission of Our Lady of Mercy” donde sostenía apasionados debates sobre la guerra civil con uno de sus profesores; pero su comportamiento era extraño (hacia ruidos raros en medio de la clase y hablaba solo) y sus compañeros ya lo llamaban “El loco”.

A los doce años, por consejo de un doctor, lo internaron en un asilo para “débiles mentales” del que consiguió, tras varios intentos frustrados, escapar cinco años después.

Instalado en Chicago, descubrió que su padre había muerto en 1905. Su vida era la que siempre seria: trabajaba en un hospital -primero en el St. Joseph, luego en el Alexian Brothers- hablaba con poca gente, iba a misa todos los días y recogía basura que guardaba obsesivamente en su cuarto.

Tenía un solo amigo, William Shloder, con quien fundó “La Sociedad Protectora de los Niños”; pero Shloder abandonaría la ciudad a mediados de los treinta, dejándolo solo.

Desde entonces no se le conocerían familiares o amigos cercanos. Al parecer, fue rechazado las dos veces que intentó realizar el servicio militar (en 1918 por un problema de vista, y en 1945 por su edad) y fracasó en su intento de adoptar un niño.

En 1932 le alquiló al fotógrafo Nathan Lerner la habitación en la que viviría hasta poco antes de su muerte: un segundo piso en el North Side de Chicago.

Kiyoko, esposa de Lerner, entró un día a la habitación de Darger y vio tirados en el piso algunas de sus acuarelas: “eres un muy buen artista” le dijo; a lo que este contesto con un simple “sí, lo soy”.

En 1972, Darger, de 80 años, le confeso a Nathan que ya no podía subir las escaleras para llegar a su cuarto y le pidió que lo ayudara a buscar otro lugar donde vivir. “Henry consideraba a Nathan un guardián, un padre” cuenta Kiyoko, “y siempre lo llamaba señor”. Lerner consiguió que “Las hermanas de la Caridad” aceptarán cuidar al anciano Darger.

Entonces el matrimonio se dispuso a limpiar la pieza y encontraron, casualmente -aunque es posible que la mujer de Lerner recordara esas ilustraciones desparramadas en el suelo décadas antes-, bajo pilas de diarios viejos, los doce volúmenes de “El reino…” y los dibujos.

Lynne Warren, que por entonces vivía en el vecindario y hoy es curador del Museo de Arte Contemporáneo, se ofreció a ayudar con la limpieza y quedó asombrado por ese cuarto lleno de pelotas, pilas de diarios, bolas de hilo y figuras de Madonna cubiertas de polvo.

“Entré a un mundo totalmente nuevo. Realmente sentí que había visto el interior de la mente de Henry”, explicaría después.

Darger murió el 13 de Abril de 1973, a los 81 años. Gracias al interés y la promoción de Lerner, en 1977, el “Hyde Park Art Center” montó la primera exposición sobre “El reino de lo irreal”.

En 2002 se inauguró un Centro de Estudios Henry Darger y en 2005, la película de Jessica Yu sobre su vida fue finalista al premio Oscar; en su ciudad sin embargo, todavía es ignorado según Lisa Stone, curadora del Instituto de Arte local: “Yo siento que la gente y las instituciones no insistan para mantener las cosas aquí y las reconozcan como una parte realmente importante de la historia artística de Chicago. Pero no estoy sorprendida, la gente no reconoce lo que tiene hasta que lo pierde”.

Hoy, la colección Darger del “American Folk Art Museum” vale millones de dólares y los coleccionistas pagan hasta 100 mil dólares por una pieza de ese extraño mundo bizarro, descrito muy bien en el segundo volumen de la zaga: “grandes desastres, enormes batallas, inmensos fuegos, desagradables tragedias, aventuras de heroínas, devastadoras guerras y desastrosas tormentas. El lector nunca lo olvidará”.

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