martes 16 abril 2024

El otro padrón

por Gustavo Gómez

¿IBOC? ¿Eureka 147? ¿DRM? No importa. Según ya adelantó Joaquín Vargas Guajardo, ex presidente de la CIRT, “exigiremos renovaciones automáticas y de largo plazo; defenderemos nuestro derecho legítimamente ganado para acceder en forma directa y sin concurso a las nuevas tecnologías. Que quede muy claro: las nuevas tecnologías son para nosotros, los radiodifusores actuales”.1 La frase tiene la terrible claridad de mostrar lo que efectivamente está en juego: para qué es la digitalización y quiénes se beneficiarán de ella.

Existe un discurso predominante que asocia digitalización con mayor democratización y acceso pleno a la Sociedad de la Información. La digitalización sería un proceso natural que por sí sola ampliaría los derechos ciudadanos, al permitir la interactividad con los medios y multiplicar las fuentes de información.

Este “destino manifiesto”, sin embargo, está en discusión. Hay varios escenarios posibles, y el que tendremos estará en función de las decisiones y políticas que se implementen ahora y la forma que adopte la transición desde lo analógico a lo digital. Por ello es importante que las organizaciones de la sociedad civil se involucren lo antes posible, incidiendo en esos procesos.

Aunque pareciera que lo único importante es el estándar tecnológico que se usará, existen otros aspectos a considerar que se desarrollan y concretan en función de otras decisiones, tales como el marco regulatorio, el modelo y las políticas públicas adoptadas para la transición desde lo analógico a lo digital.

La digitalización es un proceso tecnológico donde datos, gráficos, sonidos e imágenes se transforman en bits, y se codifican y comprimen las señales originales. Cuando la digitalización es aplicada en tecnologías que utilizan el espectro radioeléctrico para su propagación (radio y TV), la compresión produce una optimización del uso de este recurso limitado. Y al ahorrar uso de espectro, lo hace menos “finito”.

En países con dificultades para el acceso a nuevos operadores y competidores en las capitales y áreas metropolitanas, y con una alta concentración de medios en pocas manos, este avance tecnológico podría abrir espacios para una mayor diversidad de voces e imágenes u obtener el resultado opuesto.

Para eso hay que preguntarse, primero, sobre quién se apropiará de este ahorro de espectro y para qué se utilizará.

Al permitir la inclusión de más radios en el mismo ancho de banda que hasta ahora ocupaba una sola emisora, es una excelente oportunidad para democratizar las comunicaciones en nuestros países, permitiendo que entren otros operadores para ampliar la competencia y la diversidad de informaciones y opiniones.

O puede significar la consolidación del poder de los radiodifusores ya instalados (como dijera Vargas Guajardo) que ven la digitalización como una oportunidad de ampliar las posibilidades de negocios de la industria, con mejores condiciones para enfrentar la competencia con otras plataformas tecnológicas.

Aunque la elección del padrón que utilizará México para la radio digital condicionará su futuro, estos escenarios posibles no dependen sólo de decisiones técnicas sino también de decisiones políticas en torno a cuál será el nuevo marco regulatorio y cómo se hará la transición entre un sistema y otro. Aún se está a tiempo de dar esa pelea.

La paradoja de la transición

Una paradoja ocurre durante el periodo de transición: en lugar de optimización y ahorro de espectro, los mismos empresarios que ya tienen frecuencias necesitarán más para sus radios, y seguramente será sin concurso y gratis. Lo necesitan para mantener una señal analógica y otra digital, con los mismos contenidos, para no perder audiencia mientras la población adquiere los nuevos receptores. Los ya concentrados dueños de medios, tendrán el doble de concentración.

Cuando se dice que podrá haber más radios en el mismo espacio que hoy ocupa una, se está hablando del momento cuando la migración digital haya terminado. Y el énfasis debería estar en “podrán”, pues salvo que haya políticas y regulaciones que lo afirmen, los radiodifusores bien pueden utilizar el espectro sobrante para brindar servicios complementarios para mejorar sus ingresos, no para que haya una mayor diversidad de contenidos.

¿Cuánto durará esta transición y uso doble del espectro? Este aspecto adquiere una particular importancia para países como los nuestros, donde la transición puede ser muy larga. ¿Y cuándo devolverán el espectro “analógico” que ya no utilicen? También debería regularse explícitamente este aspecto. De lo contrario, puede que alguien piense en quedarse con todo, sin pagar nada a cambio y como parte de sus nuevos “derechos adquiridos”.

Los estándares en juego

La reciente propuesta de iBiquity para aprovechar mejor la banda de FM usando los intercanales entre dos emisoras es muy seductora, aunque es más lo que no dice sobre el estándar IBOC, que lo que dice. Eso sí, demuestra en un solo acto que lograr una mayor diversidad de medios ya es posible usando en forma más óptima los avances de la tecnología actual, sin tener que esperar el ya famoso apagón analógico. Si hubiera voluntad política podrían duplicarse los medios existentes en las ciudades que hasta ahora se decía que estaban “saturadas”.

Algunos apuntes para el debate sobre la norma IBOC estadounidense:

1. Actualmente una emisora analógica en FM utiliza un ancho de banda de 200 Khz. Durante la transición, IBOC necesitará el doble de espectro (400) para mantener la señal analógica junto con la digital en el mismo canal, y pretende mantener ese ancho de banda al finalizar la migración. En 2006, iBiquity solicitó a la Federal Communications Commission (FCC) de Estados Unidos un aumento de la banda adicional de 200 a 250 Khz, lo que llevaría el nuevo ancho de banda a 450 Khz. ¿Ahorro de espectro?

2. Estudios recientes (Canadá, 2006) muestran que las emisoras digitales pueden ocasionar graves interferencias a emisoras analógicas cercanas que no hayan podido hacer la migración (sean públicas, comerciales, de carácter local o comunitarias). La versión de IBOC para AM se vuelve tan inestable en las noches que hace casi imposible su uso en esas horas.

3. Es costoso. Con la actual tecnología analógica basta con pagar el trasmisor una vez. Con IBOC, además de su compra hay que pagarle al fabricante tasas anuales por el uso de la licencia. Aunque habrá planes accesibles al principio para imponer el estándar, en julio de 2007 los radiodifusores que usan IBOC estarán pagando diez mil dólares y en julio de 2008 unos 15 mil dólares anuales, que se irían incrementando hasta llegar a 25 mil dólares anuales. Aunque para grandes conglomerados mediáticos estos costos podrían no ser inaccesibles, para los medios locales y regionales, sean comerciales, públicos o comunitarios, sería una tarea casi imposible.

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