martes 16 abril 2024

El cine despreciado

por Víctor Ugalde

A finales de la década de los 20, en los tiempos conocidos como del Maximato, la cultura popular sostenía frente al Palacio Nacional y refiriéndose al presidente Pascual Ortiz Rubio, “¡Aquí vive el Presidente! pero el que manda vive enfrente”, indicando las oficinas de Plutarco Elías Calles.

Al paso de los años, esta situación pareció superada por la institucionalidad republicana y la concentración de poder de la presidencia imperial, situación que en ocasiones obró en favor de nuestro cine como fue de 1936 a 1982 y en otras culminó en un desastre, como sucedió de 1988 a 2000.

Desgraciadamente esta situación se repitió en pleno siglo XXI durante el mandato del presidente Fox. Los integrantes de la comunidad cinematográfica la vivieron en carne propia debido a la actitud asumida por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) ante el cine en particular y la cultura artística en general.

En el sexenio que recién terminó, el gabinete del Ejecutivo en materia de cinematografía (Imcine, Conaculta y SEP) entregó, año con año, un presupuesto de acuerdo con las necesidades fílmicas y la SHCP presentó al Poder Legislativo otro de menor cuantía, considerando que cualquier gasto en cultura es innecesario y a fondo perdido, y que el país tiene mayores carencias en áreas como la salud, el rescate bancario y muchas más.

Afortunadamente para nuestro cine, la sensibilidad, visión y compromiso por parte del Poder Legislativo logró corregir la miopía hacendaria, así como el espíritu reduccionista y limitativo de su entonces titular Francisco Gil Díaz y por esto no se afectó el desarrollo de esta actividad, estratégica y prioritaria para todas las sociedades que se llamen modernas y quieran permanecer vigentes como creadoras y no exclusivamente como consumidoras. El Legislativo aprobó presupuestos más consecuentes de acuerdo con las necesidades de esta industria cultural que permitió revertir la trágica situación en que la había sumido el gobierno del ex presidente Ernesto Zedillo.

De 2001 a 2006 se realizaron 213 largometrajes de ficción y documental (cuadro 1). Cifra minúscula para las necesidades de un país con más de 100 millones de habitantes y que contó, en su pasado reciente, con un nivel de producción de más de 80 películas anuales en la década de los 80. Cifra mínima pero importante pues supera los 96 largometrajes realizados durante el sexenio de 1994 a 2000 (cuadro 2), logrando un incremento en la producción de 121.87%, gracias al esfuerzo colectivo de productores particulares e independientes y a los diversos estímulos y apoyos generados durante el sexenio foxista como la captación del derecho de un peso por cada espectador que asistiera al cine (2003-2004) que la Suprema Corte de Justicia de la Nación revocó en un fallo a todas luces incostitucional adjudicando el dinero que pagó el espectador a las distribuidoras trasnacionales y al estímulo que permite acreditar el 10% del pago anual del impuesto sobre la renta en la inversión de un largometraje (2006), mismo que fue boicoteado por la SHCP y se tuvo que corregir para 2007. Estas iniciativas más el respectivo incremento del presupuesto fílmico permitió superar las 54 cintas que se produjeron en el sexenio zedillista con apoyo gubernamental y para el sexenio 2000-2006 esta cifra se incrementó hasta 131 películas, logrando un incremento de 133%. Por su parte los productores privados o independientes realizaron, sin apoyo gubernamental, 82 largometrajes, superando con más de 40 los realizados anteriormente, lo que representó un incremento de 95% en el mismo periodo.

Rosario Tijeras

Este repunte fílmico permitió una derrama económica de más de tres mil 834 millones de pesos en el sector productivo, mismo que fue aportado por la iniciativa privada en 67% que impulsó la utilización de la capacidad industrial instalada y generó la creación de más de 30 mil empleos, ampliando el número de contribuyentes y la captación tributaria.

Las nuevas políticas en la selección y aplicación de recursos a través de los fideicomisos públicos como el Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (Fidecine) que impulsa al buen cine comercial y el Fondo de Producción Cinematográfico al Cine de Calidad (Foprocine) que impulsa al cine de calidad artística, experimental y de autor permitieron incluir a más directores y guionistas en el acceso a los recursos públicos de la producción dejando atrás la tan criticada política de concentrar los escasos fondos en unos cuantos cineastas cercanos a los funcionarios en turno. En el sexenio que terminó sólo 16 directores realizaron dos o más películas con apoyo gubernamental destacando Arturo Ripstein, Felipe Cazals, Marcel Sisniega y Carlos Reygadas con tres; y 12 más con dos filmes: Fernando Sariñana, Carlos Carrera, Ignacio Ortiz, Gabriel Retes, Marissa Sistach, Rodrigo Pla, Patricia Arriaga, Alejandra Islas, Julián Hernandez, Alejandro Lozano y Luis Velez. Los 95 directores restantes sólo realizaron una con apoyo gubernamental. La inyección de más de mil millones de pesos (cuadro 3) superó en 142% los recursos destinados por el gobierno zedillista (cuadro 4) y gracias a esto se logró que debutaran más de 80 cineastas como Fernando Eimcke, Alejandro del Solar, Jaime Aparicio, hasta veteranos de más de 50 años como Sergio Arau y Luis Velez, sólo por citar algunos. Siendo estricto, en realidad los cineastas beneficiados con el apoyo del Estado mexicano fueron más de acuerdo con los datos proporcionados por el Imcine pues se aprobaron 163 proyectos en total y sólo se filmaron 131, quedando listos para su rodaje durante el primer semestre de 2007, 32 largometrajes.

Desgraciadamente este incremento en la producción fílmica no se ha visto correspondido proporcionalmente en materia de exhibición y estreno, lo que está gestando un problema que se deberá resolver a corto plazo. Mientras en el sexenio zedillista se produjeron 96 largometrajes, se estrenaron 109 (cuadro 6). Esto se debió a que la comunidad fílmica peleó por la creación de una nueva ley de cine y por ello los exhibidores se vieron presionados a exhibir todas las cintas mexicanas que tenían varios años enlatadas para restarle argumentos de lucha frente a los legisladores.

En la administración foxista se produjeron 213 largometrajes y sólo alcanzaron exhibición en salas 138 cintas (cuadros 5 y 6), quedando pendientes de estreno 75 películas. Algunas de 2006 están en proceso de terminado pero más de 30 ya tienen varios años esperando su acceso a las pantallas, ejemplos de éstas son: Espinas, de Julio César Estrada; Corazón marchito, de Eduardo Lucatero; Mujer alabastrina, de Rafael Gutierrez y Elisa Salinas; Mezcal, de Ignacio Ortiz; Erendira, de Juan Mora; La vida inmune, de Ramón Cervantes y La última mirada, de Patricia Arriaga.

La dificultad de acceso a las salas se debe sobre todo a que las tres mil 840 existentes en el país (cuadro 7) se encuentran saturadas con las múltiples copias de unos cuantos títulos estadounidenses. Esta alta concentración ha aumentado año con año desde la firma del TLC, primero por la casi desaparición de nuestro cine (1994-2000) y ahora porque la política de los exhibidores y distribuidores tras-nacionales ha relegado a nuestro cine de las mejores fechas y condiciones.

Nicotina

Si comparamos los cuadros 5 y 6 vemos que los 109 estrenos mexicanos (1995-2000) representaron el 6.38% del periodo y las cintas estadounidenses 61.51% quedando 32.10% para la cinematografía del resto del mundo. De 2001 a 2006 los estrenos mexicanos se incrementaron en 26% (muy por abajo del incremento en la producción) al pasar a 138, lo que representó 8.5% del total de los estrenos. En ese mismo periodo, el número de estrenos en general se redujo de mil 707 a sólo mil 616 que significó un decremento de 5.33% y las cintas estadounidenses disminuyeron en 10.8% al pasar de mil 50 a 937. Esto nos llevaría a concluir de manera simplista que hemos avanzado en los estrenos pero como lo muestra el cuadro 7 este incremento no se reflejó en el número de asistentes e ingresos de manera proporcional pues los 60.9 millones de espectadores que vieron nuestro cine sólo representaron 6.62% del total y en materia de ingresos sólo se alcanzó 6.89% con los 30 mil 12 millones de pesos recaudados. Estos datos son los que llevaron al presidente de Canacine, Miguel Dávila, a comentar, en su informe de 2006, que a los mexicanos no les gustaba nuestro cine pero la realidad es otra pues las cintas estadounidenses acapararon 88% de las pantallas dejando solo 6.6% para nuestro cine y casi la misma cifra para el cine del resto del mundo, práctica que pervierte la libre competencia.

El desmedido número de copias con el que se estrenan los títulos de EU, mismos que saturan los 490 complejos existentes en el país, reducen la oferta real para el público e impiden el acceso de nuestro cine a las salas en buenas condiciones. Esto perjudica a la cinematografía nacional pero también a los espectadores, que se refleja en su pobre incremento en los últimos años. Tomemos como ejemplo los dos años de mayor asistencia, 2004 y 2006. En 2004 asistieron 469 mil 779 espectadores por pantalla y para 2006 a pesar del incremento en el número de salas en 9.9%, la asistencia se redujo en términos reales a 428 mil 906 espectadores por sala, representando una caída de 8.71%. En ese mismo periodo el número de espectadores para nuestro cine se incrementó de nueve millones a 10.7 millones, es decir, 18%, sin embargo dividiéndolo con los estrenos de esos años el rendimiento por estreno pasó de 500 mil espectadores a 324 mil 242 debido a la mala programación que sufre nuestra cinematografía pues sólo se programa en malas fechas, se reduce el número de funciones arbitrariamente y las semanas de permanencia, aunque estén en momentos de gran éxito, como le sucedió a Un mundo maravilloso de Luis Estrada que la sacó su propia distribuidora (Fox) para privilegiar a una cinta estadounidense. Problemas a los que hay que agregar la mala distribución de los ingresos en taquilla que se quedan mayoritariamente los exhibidores y las compras leoninas que impone el duopolio televisivo.

A esta dura realidad se suma que la SHCP, manteniendo el camino de su predecesor, hizo caso omiso de la petición realizada por la comunidad fílmica, las autoridades de cultura del Ejecutivo y a las comisiones de Radio, Televisión y Cinematografia y la de Cultura de las cámaras de Diputados y Senadores y redujo el presupuesto de 2007 a 210 millones de pesos lo que significa una caída de 17.5% demostrando que el que manda vive enfrente, por esto sólo nos resta decir que malos vientos soplan para nuestro cinematografía.

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