jueves 18 abril 2024

⿿El Chapo⿝ El escándalo del video sin audio

por Roberto Alarcon Garcia

Una vez en el aire, la única manera de neutralizar un ruido es mediante su choque simétrico con una onda en la misma frecuencia e intensidad, lo que se llama en audio contrafase y eso sólo puede conseguirse en condiciones artificiales y en completa oposición de 180 grados de unas bocinas. Una vez escapado de la bocina, sólo queda la reducción de daños. A pesar de ser efímero, el sonido es como la tinta: se corre, impregna, se filtra. El gobierno federal metió todo el ruido con el show de sus tartamudeos y su video mudo para enmascarar lo inocultable.


No sabría qué tan intencionalmente, y es lo de menos porque el resultado es el mismo, pero con la evidencia parcial de las cámaras de seguridad y las entrevistas desde la celda se fortaleció la narrativa de una fuga espectacular, cinematográfica, de un pillo irreal y astuto, comparable Houdini. Un chingón que burló un sofisticado sistema de vigilancia y seguridad que podía estar preparado para todo menos para alguien así. Engrandeciendo al escapista intentaba minimizarse la culpa, pero la condición para ello era amordazar al video.


¿Cómo les llegó a parecer buena idea intentarlo, con el riesgo del atronador escándalo si llegaba a difundirse tal y como finalmente ocurrió? Lo sorprendente es que por unos meses logró pasar en silencio, sin generar mayor inquietud. Sospecho que esa confianza se debe a que en la cultura visual que permea no causa mucha extrañeza por un video de cámaras de seguridad sin audio. Parece que nos hemos acostumbrado dar crédito al ver sin la necesidad de oír. La objetividad delineada y aprehensible de la imagen, frente a la elusividad multifocal de lo sonoro. Cuando emerge el sonido en la imagen ésta cambia por completo; es otra.


Ya se habían controlado los daños cuando la banda sonora original devolvió el escándalo a los umbrales iniciales de la crisis poniendo de manifiesto la triste y mediocre realidad, muy lejos de la fantasía hollywoodesca que habían proyectado. El revelador sonido envilecía tanto al sistema de seguridad como al villano al que tampoco debió hacerle mucha gracia que ya consta que su presunto virtuosismo no era sino vulgar soborno e intimidación. Policías retardados llamándole Don Joaquín, a quién claramente se enseñoreaba en el centro penitenciario.


No es el conde de Montecristo sólo es un tipo con poder y dinero. Y el eco de los martillazos repercutió más allá del video, multiplicándose hasta el escándalo, sepultando todo resto de credibilidad oficial, ya no se diga en cuanto al control de la seguridad y la aplicación de la justicia, sino en la simple comunicación de lo sucedido. Después de escuchar “El Rey” mientras había golpes en el baño ya puede uno creer que mientras el criminal más buscado despegaba en su avioneta, en el penal del máxima seguridad hubo fiesta, la orquesta de los presos comenzó a tocar, tocaron rockanroll y todo se animó…


Después de oír el video me pregunto dónde era más libre el enano Guzmán si dentro como pachá del altiplano o afuera a salto de mata en la sierra. Me consuela un poco pensar que estando muy por debajo de la estatura y temple del héroe o antihéroe que Forbes, la DEA y Rubido nos han vendido extrañará, a menudo las comodidades de su reclusión. Claro si no es que su poder corruptor le permite estar en la típica lujosa villa en un paraíso fiscal frente al mar tomando un daiquirí como todo granuja simpático de película gringa. Como digo, ya nos hicieron posible creer cualquier cosa.


Y ya que estamos en el celuloide, para terminar con mejor sabor de boca recordemos dos escenas de Shawshank Redemption (1994) -traducida acá como “Sueño de Fuga”- protagonizada por Morgan Freeman y Tim Robbins. En ellas el sonido se nos revela decisivo: Una en la que Andy Dufresne al fugarse en medio de una tormenta, utiliza la diferencia de velocidad entre el sonido y la luz para abrir un boquete en el tubo de drenaje para introducirse en el. Con el flash del relámpago, levanta la piedra y espera el chasquido para aporrear la tubería simultáneamente y así enmascarar el ruido producido que pudiera alertar a los guardias.


La otra y previa escena es cuando el mismo Dufresne se encierra en la oficina del corrupto Norton, director de la cárcel y reproduce un pasaje de las “Bodas del Fígaro” en el tocadiscos con el micrófono del perifoneo local para que todos la escucharan en el centro penitenciario.


“Todavía no tengo idea acerca de qué cantaban esas damas italianas, la verdad ni me interesa. Hay cosas que es mejor no saber. Prefiero pensar que era algo tan hermoso que no puede expresarse en palabras y por eso mismo te hace sufrir. Les digo que esas voces se elevaban a una altura y lejanía que nadie alcanza a soñar en ese lugar gris. Era como un hermoso pájaro aleteando en nuestra jaula que hizo derretir esos muros. Por ese momento todos en Shawshank nos sentimos libres”, narra Red en la voz de Freeman.


La música más allá de las palabras, de los muros y de lo visible haciendo tangibles mundos sublimes. La libertad tiene que primero experimentarse o no llega siquiera a concebirse. Para un recluso institucionalizado como Brooks, ya no hay vida posible afuera sin custodios, horarios y barrotes. Aunque los cantos broten del centro mismo de la prisión, son mensajeros de una exterioridad que sintoniza y despierta un anhelo interior, como un recuerdo de que a pesar de todo, incluso de nosotros mismos, somos libres.

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