viernes 29 marzo 2024

El arte de la radio y otros ruidos

por Emiliano López Rascón

Inicio esta colaboración recurrente para etcétera con el propósito de pensar aquí en el sonido, el audio y sus transmisiones a distancia. Pensaremos en lo que todavía se llama radio cambiando ante nuestros oídos, migrando a la tableta y al teléfono móvil, expandiéndose con recursos visuales y de hipertexto por la red. Inevitablemente serán el sonido y la radio , modelo, pretexto y metáfora para pensar mas allá. Será la radio y sus etcéteras. Serán la radio y los que hacen radio, y sus instituciones, y sus prácticas y sus patetismos. Será la radio para salirse por sus tangentes. Será la radio al cubo y a la n. Vamos a buscar siempre la expansión del campo de la escucha, a veces hablando fuerte, a veces con música de fondo y tampoco descarto buscarle a veces ruido al chicharrón; con el compromiso, eso sí, de que los truenos traigan lluvia y por ello buenas cosechas. Aquí escribiré y esto quiero, aquí mismo, agradecérselo a Marco.

El 11 de Marzo se cumplieron 100 años de redactada la carta que el futurista Luigi Russolo escribió para el músico Balilla Pratella y publicada posteriormente como L’Arte dei Rumori. Cerraba así:

“Invitamos por tanto a los jóvenes músicos geniales y audaces a observar con atención todos los ruidos, para comprender los múltiples ritmos que los componen, su tono principal y los tonos secundarios. Comparando luego los distintos timbres de los ruidos con los timbres de los sonidos, se convencerán de que los primeros son mucho más numerosos que los segundos. Esto nos proporcionará no sólo la comprensión, sino también el gusto y la pasión por los ruidos. Nuestra sensibilidad, multiplicada después de la conquista de los ojos futuristas, tendrá al fin oídos futuristas. Así, los motores y las máquinas de nuestras ciudades industriales podrán un día ser sabiamente entonados, con el fin de hacer de cada fábrica una embriagadora orquesta de ruidos.

Querido Pratella, yo someto a tu ingenio futurista estas constataciones mías, invitándote al debate. No soy músico de profesión: no tengo pues predilecciones acústicas, ni obras que defender. Soy un pintor futurista que proyecta fuera de sí, en un arte muy amado y estudiado, su voluntad de renovarlo todo. Y en consecuencia, más temerario de lo que pudiera llegar a serlo un músico profesional, como no me preocupa mi aparente incompetencia y estoy convencido de que la audacia tiene todos los derechos y todas las posibilidades, he podido intuir la gran renovación de la música mediante el Arte de los Ruidos.

MILÁN, 11 de marzo 1913.”

Llama la atención que sea un artista plástico quien tuvo la visión, en este caso la audición, de El Arte de los Ruidos que constituye un auténtico manifiesto estético, con un programa muy definido para la creación sonora de vanguardia. Se planteaba nada menos que desbordar la sala de conciertos, la partitura y las dotaciones instrumentales existentes. Tan así, que Russolo construyó poco después sus famosas esculturas mecánicas ruidosas que acompañaban a una orquesta más convencional. La colindancia de la plástica y la música como una de las definiciones del arte sonoro quedaba sellada de origen. Algunos años después este espíritu ruidísta llegaba a la radio. Notoriamente Ramón Gómez de la Serna en España, o Estridentistas como Manuel Maples Arce y Luis Quintanilla en México, se inspiraban en la naciente Telegrafía Sin Hilos para su poesía. Precisamente el poema bautizado con las abreviaturas T.S.H. fue parte de la emisión inaugural de la radiodifusión comercial en Mayo de 1923 y leída por el propio Maples Arce.

Existe una dimensión estética que se encuentra allende la programación cotidiana de la radio y sus formas estándar. La radio actual es hablada o musical, periodística o de entretenimiento, y sus combinaciones. Revistas, noticieros y mesas de conversación (Talk Shows), tienen la hegemonía de los géneros hablados, mientras que los géneros más populares definen los perfiles de las emisoras musicales.

En el cuadrante encontramos ofertas diversificadas en contenidos, estilos, actitudes, perfiles y formatos. Con mayor o menor calidad, más o menos comprometidas con valores o intereses, sirviendo a muchos o a pocos, innovando o copiando formulas, en la abrumadora mayoría de las emisoras encontramos la preponderancia de la palabra y de la música como elementos básicos que sostienen su discurso. Esta hegemonía se traduce en los dos, quizá tres, perfiles básicos de emisoras reconocidos en el medio: radio hablada y musical… y su combinación. Noticias, análisis, reportes, entrevistas, comentarios, mesas de conversación y participaciones como usos normales de la palabra y la creciente variedad de géneros musicales con sus correspondientes formatos y estilos de presentación: Revista, noticiero, mesas de conversación y cápsulas, no mucho más. En todo caso música y palabra, periodismo o entretenimiento, en formas estandarizadas dominan la experiencia de su escucha, reservándose para pocos programas y emisoras los géneros musicales o radiofónicos más experimentales y especializados. Sin menoscabo de la creatividad y eficacia que pueda existir en la producción cotidiana, la experiencia propiamente estética, la práctica artística de la radio parece delimitada a la parodia y el sketch teatral o musical. Alguna que otra dramatización, alguna letrilla ingeniosa. En algunos espacios encontramos voces interpretando literatura y conciertos. No mucho más.

Pero en los márgenes del cuadrante existe también la radio como un espacio para expandir el arco posible de la escucha, en el que las voces y los ruidos, los efectos y planos, texturas y silencios, así como palabra y música por supuesto, se despliegan y combinan mostrando sus enormes posibilidades expresivas y conceptuales. La radio que cruza límites entre la música experimental, el paisaje sonoro, la poesía, performance, la actuación vocal y la exploración sonora. La que interfiere y efectúa ficciones verosímiles, que transfigura e invierte sus códigos tal y como la escritura poética lo haría en contraste con la periodística. Una radio que hace paréntesis a su función mediadora para volverse superficie de acción poética, fin en sí, la radio por la radio. Radio al cuadrado.

No es el abordaje periodístico o divulgador de las artes contemporáneas, no es una mediación con el mundo de la cultura y las artes; es una extensa y robusta tradición, integrada por múltiples autores, escuelas, obras, instituciones, subgéneros, foros y procedencias geográficas. Hay quienes distinguen las radionovelas clásicas y los géneros dramatizados de los que propiamente pudiera llamarse radioarte; pero sus fronteras no están claras: hay radioarte bastante narrativo y radiodrama con marcada experimentación sonora. Lo mismo pasa con el documental, o feature, y otras maneras de hacer radio en donde la función estética y expresiva define la propuesta de producción frente a otras funciones como la periodística, de entretenimiento o de servicio público.

Son modos diversos, incluso contrastantes, de operar creativamente en el texto radiofónico y su red semiótica, presentes en la historia del medio desde etapas tempranas y que creció en sus márgenes al amparo de la radiodifusión pública europea. Fueron posibles también gracias al apoyo de las fundaciones e instituciones para la cultura y las artes consustanciales al estado de bienestar de los países desarrollados, hoy, por cierto, tan a la deriva. Poesía sonora, fonética paisajes y postales sonoras, interferencias, radiodrama experimental, poesía y música concreta, ruidismo y experimentación sonora, dramas de ruidos, collage audiomedia, feature, ficciones, poemas sonorizados, micropiezas, tornamesismo, radioperformances, text-sound composition, radiodrama experimental son manifestaciones del arte sonoro que al transmitirse por la radio conducen al escucha a una percepción expandida y estética del medio.

Lars Gunar Bodin, Luc Ferrarí, José Iges, Stefano Gianotti, René Farabet, Brandon LaBelle, John Cage, Hanna Hartman, Murray Shaffer, Paul Lansky, Franz Mon, Phillip Corner, Patricia Junger, Heiner Goebbels, Concha Jerez, Murray Shafer, Asmus Tietchens, Stefano Gianotti, Llorenc Barber, Caroline Wilkins, Henry Chopin, Gerhard Ruhm, Daniel Teruggi, Manuel Rocha y Maurico Kagel son algunos exponentes destacados.

La experimentación sonora ha irrumpido de manera esporádica en la cultura de masas, especialmente en el rock de avanzada, como en Revolution # 9 de los Beatles, en varias creaciones de Pink Floyd como Time y Money del celebérrimo Dark Side Of The Moon, por poner ejemplos célebres; y de manera muy clara en la trayectoria de artistas como Laurie Anderson quien en 1981 mantuvo varias semanas a su pieza de poesía sonora Oh Superman! Como número uno de popularidad en Gran Bretaña. Otros diletantes célebres han ampliado los linderos del arte sonoro en la radio y fuera de ella: William Burroughs, Meredith Monk, Yoko Ono, Mike Patton, Sonic Youth, Yes, Brian Eno, David Moss, Demetrio Stratos, Harold Pinter y Samuel Beckett, Terre Thaemlitz, Ultra Red, Juan García Esquivel, Luciano Berio, Frank Zappa…

El arte radiofónico se ha diseminado por todo el mundo adquiriendo matices y multiplicando sus estilos expresivos. En Latinoamérica, y particularmente en México, su presencia ha crecido en autores, obras, foros, concursos y espacios de programación en la radio cultural. Por ello sorprende, (o no) especialmente en la radio universitaria enarbolada de vanguardia, que el centenario del manifiesto de Russolo no estuviera en su agenda y así pasó, ridícula, ruidosamente, en silencio.

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