jueves 28 marzo 2024

Días de guardar

por etcétera

El mes de junio de 2010 no tendrá el registro cronológico de esas efemérides que captaron varios rasgos del rostro nacional.

O sea, dentro de algunos años la Iniciativa México sólo será otra constatación del esfuerzo de los medios electrónicos, en particular de Televisa, por hacerse de credibilidad o será uno más de los desplantes de esos poderes fácticos que, cada vez más, se sitúan por encima de las instituciones y las leyes. Por ahora, su circunstancial alianza con el gobierno federal para intentar modificar la percepción social sobre los problemas que aquejan al país es ostensible; en tal contexto es elocuente la certeza de Felipe Calderón, quien dijo que es más importante que el país tenga buena imagen que construir carreteras.

Los días que signan la mitad del año no serán relevantes porque, a propósito de estrategias de comunicación, el Ejecutivo haya replanteado los términos de la lucha contra la inseguridad en donde ya no adquiere primer nivel el combate al narcotráfico, ni que para ello hablara en cadena nacional en los medios de radiodifusión o lo constatara mediante un desplegado en la prensa. Las dudas y sobre todo los cuestionamientos que generó, aun incluso en quienes han apoyado (casi en todo) al Presidente en esta aventura, son la expresión clara de que no siempre corresponde el despliegue propagandístico con el análisis de la realidad ni el gasto con los resultados, como sucede con los más de 300 millones de pesos al mes que, en promedio, orienta el gobierno federal para el rubro de la publicidad.

Estamos seguros de que nadie recordará mañana aquel otro rito vergonzoso de la política electoral que, en un proceso sí y en el otro también, revela los usos premodernos del poder por medio de la grabación y la difusión ilegal de conversaciones telefónicas. El ataque y la diatriba entre los actores políticos, en vez de la oferta programática, así como el emisor que se presta a promover el escándalo en lugar de hacer periodismo, es de las monedas más corrientes de la competencia y la convivencia dentro de la esfera pública.

Dentro de varios años tampoco importará el ascenso de la violencia en México ni que el 11 de junio hubiera sido el día en el que más muertos hubo por esa razón en nuestra historia moderna, y menos tendrá relevancia porque ese mismo viernes la escuadra tricolor de futbol enfrentara a su similar de Sudáfrica, en la inauguración del Mundial de Futbol que se lleva a cabo en ese país ni su triunfo contra el representativo de Francia ni el resultado con Uruguay que, sin exagerar, puso en vilo a millones de mexicanos.

Entre nosotros, nada de todo eso quedará al paso del tiempo ni aunque tenga dimensiones internacionales y que también sean dolorosas, por ejemplo el fallecimiento del extraordinario José Saramago (tal vez sucedió, como el escritor detalló en alguno de sus libros, que la muerte entró a su cama, lo abrazó y se enamoró de él, y ahora disfrute de una interminable luna de miel).

Junio sólo tendrá significado, y en particular el domingo 20, porque ese día México perdió a su cronista más recalcitrante inteligente e irónico contra el autoritarismo, y una especie de vocero de amplios segmentos de la sociedad. El mismo es registro de nuestro ingenio y aun de nuestras inconsistencias. O sea, murió Carlos Monsiváis, y con su ausencia perdimos una parte de nosotros mismos.

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