miércoles 24 abril 2024

Despreocupados

Cuando se habla de estimaciones y pronósticos nuestra reacción suele ser escéptica, sobre todo ante predicciones desagradables. Así pasa cuando nos dicen que fumar, mata; que las hamburguesas tienen colesterol o que la falta de previsión nos llevará a una vejez difícil. Y es que por encima de investigaciones o experiencias que se invoquen para tales augurios, nuestra duda se explica en tanto disfrutamos de eso que supuestamente algún día nos llevará a la desgracia.

Sin embargo, en los últimos años diversos elementos se han ido sumando para justificar que atendamos un fenómeno que éste sí parece una predicción razonablemente fundada en estudios científicos, en hechos cada vez más cotidianos y en el simple sentido común. Me refiero al calentamiento del planeta que, de no atenderse, arrasará con recursos fundamentales para la vida como hoy la conocemos.

Una de cal

En el ruido informativo de cada día, destacó El Universal. En abril el diario publicó notas que orientan sobre los términos en que actualmente se discute el asunto en el ámbito internacional. De la notable cobertura de ese diario retomo algunos datos interesantes:

En el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU, crece el consenso en torno a que la degradación del medio ambiente encuentra entre sus causas la acumulación de gases generados mayoritariamente por Estados Unidos y las naciones europeas del norte del globo, donde se calcula que los efectos del calentamiento serán menos agudos, además de que las condiciones económicas permiten destinar millonarios recursos a la prevención y búsqueda de alternativas. Al revés, los países pobres de áfrica, Asia y Latinoamérica ubicados más cerca del Ecuador han lanzado muchos menos contaminantes a la atmósfera, pero sufrirán con mayor rigor ante la extinción de sus recursos, sequías e inundaciones, agravadas por su incapacidad para financiar acciones preventivas.

Aunque existen compromisos internacionales para equilibrar los pronósticos, las potencias industriales se concentran en sí mismas, como destacó Henry I. Miller, investigador de la Universidad de Stanford, al recordar que “como en el hundimiento del Titanic, las catástrofes no son democráticas”, pues aquella noche de abril de 1912 se ahogaron en el Atlántico muchos más pasajeros entre quienes viajaban en secciones baratas del barco. Así, predijo, veremos el mismo fenómeno con el calentamiento global.

Atento a la historia, el presidente George Bush retiró desde 2001 a su país del Protocolo de Kioto, principal plan de la ONU para contener emisiones de gases causantes del efecto invernadero. Desde entonces el mandatario sostiene que su gobierno no comprometerá medidas ambientales mientras China e India no hagan lo mismo.

Primeros en saltar del barco

Los modernos profetas del clima anotan también que la crisis energética y ambiental exacerbará los incentivos que hay en el mundo para el estallamiento de conflictos sociales, presiones migratorias y guerras por la disputa de recursos naturales. Frente a ese dato, Reino Unido, titular en turno de la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU, preocupado por preservar “la paz y la seguridad”, inscribió el cambio climático en ese foro, es decir, como un asunto fundamentalmente de seguridad, pero sin precisar ¿la seguridad de quién?

Para despejar dudas sobre el enfoque estadounidense ante la debacle ambiental, un grupo de científicos, analistas militares y generales de alto nivel difundió hace días un informe que, según la nota de Juliet Eilperin publicada en El Universal el 16 de abril, advierte que en los próximos 30 o 40 años habrá guerras por agua y alimentos, una creciente inestabilidad causada por hambruna, enfermedades, elevación de los niveles del mar y olas de refugiados. “El caos resultante, precisó el documento, será un caldo de cultivo para disturbios civiles, genocidio y el crecimiento del terrorismo”.

“Sensación de urgencia” expresaron en entrevistas los generales de Estados Unidos y juzgaron que ante los cambios climáticos será más difícil que naciones débiles atiendan las necesidades básicas de sus ciudadanos, pues consideraron que “cuando un gobierno no puede proporcionar ya los servicios a su población, garantizar el orden doméstico y proteger al país de una invasión, maduran las condiciones para que la agitación, el extremismo y el terrorismo llenen el vacío”. Se entendió que frente a tales ineficiencias, los países no-débiles habrán de hacer algo para protegerse.

A la ligera

Si los científicos tienen razón, ¿qué estamos haciendo nosotros? Supongo que la agenda es amplia y se desarrolla en ámbitos muy diversos, pero el de la comunicación no es de importancia menor. ¿Estamos realmente enterados del impacto que nuestros estilos de vida tienen en el ecosistema? ¿Sabemos cuáles son los hábitos que debemos cambiar hoy para que mañana nuestros hijos o nietos no mueran en el intento? ¿Tenemos alguna idea de qué se hace para controlar nuestras industrias y giros altamente contaminantes?

Pero la despreocupación que domina no es una zona muy segura. El 23 de abril, por ejemplo, Primero Noticias de Televisa transmitió un reporte según el cual “el tamaño de la población es el doble de lo que los recursos naturales pueden soportar”. Un super en pantalla decía: “LA POBLACIóN MUNDIAL DEBE REDUCIRSE A la mitad para contrarrestar el calentamiento global” (las mayúsculas son del original, tal como se vio en TV). La fuente fue “un estudio británico”. Al margen de esa simplificación, habrá que hacer algo en serio antes de quedar en la mitad que sobra.

La mayoría de los medios no han dado relevancia a nuestra subsistencia en el planeta, al menos no en México. No se trata de inducir el pánico, pero sí luce necesario un esfuerzo informativo responsable, sistemático y veraz, que promueva y se articule con políticas públicas que se definan cuanto antes para afinar el diagnóstico y fomentar la responsabilidad y la prevención, bajo la premisa ineludible de que la desigualdad y la pobreza agregan complejidad al problema en nuestro país.

No basta tratar el tema como noticia de relleno o nota de color pero tal vez nos acercamos al límite para contemplar seriamente a la sustentabilidad de nuestro entorno natural como asunto central, no sólo en la agenda informativa, sino en nuestra cultura y para nuestra supervivencia.

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