jueves 28 marzo 2024

Asistimos a una nueva interrelación entre política y comunicación derivada, sobre todo, del espectacular desarrollo, pluralidad y competencia de los medios de comunicación masiva,así como de las novedosas y sofisticadas formas de utilización de la información y su consecuente incidencia en la formación, percepción y reacción de públicos específicos. Por ello, el estudio, comprensión y elaboración de propuestas frente a los desafíos de la vida política de nuestro tiempo supone, necesariamente, el análisis y la reflexión en torno al nuevo papel de los medios y su incidencia en nuestra vida política y social.

Los medios en el contexto actual

Tratemos de ponderar la importancia de los medios en la coyuntura actual. Es común decir que en México estamos en pleno proceso de transición democrática. Con ello, apuntamos que transitamos a lo largo de un proceso que inicia en un régimen de dominación más discrecional que legal, para arribar a otro con mayor predominio legal, propio de los regímenes democráticos.

El momento emblemático de esta transición lo configura, sin lugar a dudas, el resultado electoral del 2 de julio de 2000 al evidenciar que las condiciones sociales, el marco jurídico y la correlación de fuerzas ya garantizan el desarrollo de la lucha por el poder en un marco de eventual equidad e imparcialidad entre los actores políticos contendientes, tanto en sus fines –diferentes cargos de elección popular en los tres niveles de gobierno–, como por sus medios –procesos electorales regulados y determinados por un puntual calendario electoral–.

Al constituirse los procesos electorales en la principal vía legal, legítima y eficaz de acceder al poder, se pone fin al sistema de partido hegemónico y se consolida la democracia electoral en el país. Esta mudanza redimensiona el papel de los medios en la vida política nacional.

No podía ser de otra manera. En una democracia electoral, la comunicación políticai es una herramienta estratégica fundamental tanto en la consecución como en la administración del poder público, porque su origen y destinatario es el ciudadano.

La comunicación se constituye en una de las principales armas que se blanden durante la contienda política que se dirime en la arena electoral.ii Sirve para lograr el posicionamiento de un particular candidato frente a otros; se emplea para promover la plataforma política de un singular partido político frente a otros; se esgrime para persuadir al ciudadano a sufragar, o no, en un sentido específico.

Una vez ganada la lucha electoral y constituido el nuevo gobierno, la comunicación es fundamental no sólo para difundir las acciones de la nueva administración, sino para vencer y/o neutralizar resistencias a proyectos y programas específicos de gobierno,iii al tiempo de ayudar a construir el consenso necesario entre los gobernados para propiciar condiciones mínimas de gobernabilidad.

En resumen, hoy sin los medios no se puede llegar al poder y mucho menos gobernar. He ahí su trascendencia: en estos tiempos de los medios depende, en buena medida, el acceso al poder, la gobernabilidad democrática y el control político. Revisemos algunos de sus claroscuros.

iEn lo general se coincide con la definición propuesta por Canel: “la comunicación política es el intercambio de signos, señales, o símbolos de cualquier clase, entre personas físicas o sociales –políticos, comunicadores, periodistas y ciudadanos– con el que se articula la toma de decisiones políticas así como la aplicación de éstas en la comunidad”. María José Canel, Comunicación política. Técnicas y estrategias para la sociedad de la información, Madrid, Tecnos, 1999, pp. 23-24.

ii“La contienda electoral tiene un carácter de contienda o competición entre las distintas opciones políticas que aspiran al poder. Los partidos se ‘pelean’ para conseguir más votos que los demás”, Canel, op. cit., p. 33.

iiiCanel define a la comunicación que se da en el ejercicio de gobierno como “comunicación de instituciones” y consiste, según la autora, en “el conjunto de reglas (principios) y procedimientos (aplicaciones específicas) de la comunicación de intención persuasiva que, con recursos psicológicos e informativos, llevan a cabo las instituciones para influir en los destinatarios con el fin de conseguir en éstos una adhesión permanente para ejercer y distribuir poder, y realizar el bien público”, op. cit. p. 76.

Medios y opinión pública

El surgimiento y desarrollo de los medios de comunicación está, como Habermas lo demostró,i estrechamente vinculado con el surgimiento y desarrollo del capitalismo como modo de producción y de la democracia como forma de gobierno, porque son decisivos en la conformación de la opinión pública, sustento tanto del mercado como de la ciudadanía.

Conforme se fueron creando y expandiendo nuevos medios de comunicación masiva, a partir de la instalación de la primera línea telegráfica en 1794, se fue facilitando la difusión, el debate y la participación de un mayor número de ciudadanos respecto de los asuntos públicos.ii

Con la aparición de la prensa en el siglo XIXiii se consolida la posibilidad de informar de manera sistemática e inmediata a un gran número de ciudadanos interesados en los asuntos públicos, así como la de recoger sus apreciaciones, juicios y opiniones respecto de los mismos temas. En este sentido, con la aparición de los grandes periódicos se cumplen las condiciones básicas que establece Sartori para la existencia de la opinión pública: “una opinión es pública no sólo porque es del público (difundida entre muchos) sino también porque implica objetos y materias que son de naturaleza pública: el interés general, el bien común y en sustancia, la res pública“.iv

La evolución de la opinión pública irá de la mano del desarrollo de los medios de comunicación: el periódico a finales del siglo XIX, el cinematógrafo en los albores del XX, la radio en la década de los 30, la televisión en los 50, el correo directo y el telemarketing en los 80, Internet en los 90 y la creciente variedad de telecomunicaciones en los inicios del nuevo milenio.v

Hoy en México, la opinión pública se ha visto beneficiada en su conformación por el desarrollo, pluralidad y alcances de los medios que actualmente configuran un escenario mediático en el que se dificulta en extremo el ocultamiento de la información, la censura, el predominio de un pensamiento único o la preeminencia de una verdad absoluta.

Medios y cultura democrática

Los medios han contribuido en la promoción y formación de una mayor cultura democrática en las sociedades mediáticas, al propiciar la difusión y comparación de diferentes puntos de vista, fomentar los valores propios de la convivencia democrática, impulsar la transparencia en la lucha política y el ejercicio del poder público y, de esa manera, consolidar el espíritu crítico propio de la modernidad, fundamento de la cultura cívica.

Recordemos, a manera de ejemplo, que el análisis y discusión que da sustento teórico a la Constitución de Estados Unidos es protagonizado por Hamilton, Madison y Jay en los periódicos el Diario Independiente, El Correo de Nueva York y El Anunciador Cotidiano y que se publicó desde 1780 con el título, ahora clásico, de El Federalista.vi

En este sentido, es posible señalar que la etapa de escándalo mediático que hemos estado viviendo en los últimos años es característica de los regímenes democráticos, y en nuestro caso ha significado una suerte de curso intensivo de educación cívica para la sociedad en general: no sólo hemos oído hablar de la corrupción, sino que la hemos visto y cada día nos enteramos de sus múltiples modalidades; hemos visto acontecimientos ignominiosos como Aguas Blancas o los linchamientos, nos hemos enterado puntualmente del mal uso que en algunas ocasiones se hace de los recursos públicos; recientemente, casi todas las familias se politizaron de un día para otro y de pronto se encontraron discutiendo un tema netamente político e, incluso, aprendieron un término jurídico como el desafuero.

iJurgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública, España, Gustavo Gilli.

iiEn este sentido, resulta reveladora la declaración que en 1794 realizó Barére con motivo de la inauguración de lo que podemos considerar un primer medio de comunicación masiva: la primera línea telegráfica: “Es un medio que tiende a consolidar la unidad de la República, por la unión íntima e inmediata que proporciona a todas las partes. Los pueblos modernos, mediante la imprenta, la pólvora, la brújula y la lengua de los signos telegráficos, han hecho desaparecer los mayores obstáculos que se oponían a la civilización de los hombres”. Citado por Armand Mattelart, La mundialización de la comunicación, Barcelona, Paidós Comunicación, 1998, p. 12.

iiiLas grandes agencias de prensa son creadas entre 1830 y 1850: la agencia Havas, que precede a la Agencia France-Presse aparece en 1835, la alemana Wolff en 1849, la británica Reuters en 1851, las estadounidenses Associated Press en 1848 y la United Press en 1907. Los grandes grupos de prensa se constituyen a partir de 1875. En 1884 se publica Le Matin, en 1888 aparece en Londres el Financial Times y en 1889 en Nueva York se publica el Wall Street Journal. Cfr. Armand Mattelart, op. cit., pp. 29-33.

ivGiovanni Sartori señala que la expresión “opinión pública” se remonta a los decenios que precedieron a la Revolución Francesa de 1789. Giovanni Sartori, ¿Qué es la democracia?, México, TRIFE/IFE, 1993, p. 56.

vCfr. Anthony Pratkanis y Elliot Aronson, La era de la propaganda.Uso y abuso de la persuasión, Barcelona, Paidós Comunicación, 1994, pp. 26-27. Armand Mattelart plantea el inicio de los medios a partir de la creación y desarrollo de vías de comunicación como la construcción de puentes y el trazado de carreteras, pasando por la invención del telégrafo óptico (1794), el ferrocarril (1830), el cable submarino (1851) hasta llegar a los medios de comunicación masiva citados en el texto; Armand Mattelart, op. cit.

viA. Hamilton, J. Madison y J. Jay, El Federalista, México, FCE, 2001.

Los medios como guardianes

Una vez que el Estado ha ido perdiendo los mecanismos de control sobre los medios, se ha vuelto casi imposible esconder u ocultar la información de algo o sobre alguien. Al mismo tiempo se ha acrecentado la competencia entre los medios y éstos dependen cada día más de su circulación, su rating y su credibilidad. Los medios están encontrando un rentable nicho de mercado, asumiendo lo que llaman su papel de “perro guardián”.

Cada día los medios están más dispuestos a exhibir cualquier desliz de la clase gobernante y a emprender investigaciones periodísticas por su cuenta que, saben, pueden llegar a ser un buen negocio para ellos. De hecho, hay una cerrada competencia para ver quién gana la nota periodística más reveladora, más polémica o más escandalosa. Por el momento no hay nadie por encima del rating.

Gracias a ello, la clase política se ha visto obligada a, por lo menos, moderar y ser más cuidadosa en cierto tipo de prácticas para no ser exhibida en algún video, emisión de radio o en una primera plana de algún periódico o revista. La actitud vigilante de los medios de comunicación ha contribuido, sin ninguna duda, a la disminución de la impunidad y de la discrecionalidad en el ejercicio del poder público y en las competencias electorales.

En un ensayo de José Antonio Crespo que lleva por título “Fundamentos políticos de la rendición de cuentas”, se señala que en un régimen democrático de equilibrios y contrapesos del poder, y en el que se busca un sistema eficiente de rendición pública de cuentas, la prensa y los medios de comunicación juegan un papel político de primer orden. Son instrumentos para supervisar estrechamente la acción de gobernantes y políticos y en caso de detectar anomalías o irregularidades en su desempeño público, lo difunden alertando con ello a la ciudadanía y a otros actores políticos, con lo cual favorecen que se eche a andar la maquinaria democrática que contribuye a la rendición de cuentas.

Para fortuna de nuestra vida democrática, podemos afirmar que en estos momentos no hay político que no se sienta potencialmente en la mira de algún medio en particular.

Los medios y el derecho a la información

La democratización de nuestra vida pública pasa, necesariamente, por la posibilidad de acceder a la información. En este sentido, es indudable que los propios medios han contribuido, junto con otros actores, a la apertura de información que antes parecía inconcebible.

La aprobación de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental y la creación del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI), constituyen una reforma de enorme relevancia, no sólo por haber concurrido la convicción y la voluntad de la sociedad organizada, los medios, los partidos políticos y el gobierno de la República, sino por responder a la exigencia de hacer efectivo el derecho de acceso a la información pública, cuyos significados y alcances forman una pieza clave en la construcción de un sistema democrático caracterizado por la transparencia y la rendición de cuentas de la gestión pública.

La ley de transparencia abre una perspectiva interesante y distinta para los medios. Apuntamos sólo dos elementos:

– Periodismo de investigación.

– Asimetrías de información.

En lo que toca al periodismo de investigación la ley de transparencia permite a todos los actores sociales solicitar información, y obliga al servidor público a entregarla o, en su caso, explicar y sustanciar por qué considera que tal documento no debe ser del conocimiento general.

Este flujo de actividad, si bien no es privativo de los medios, ni de los periodistas, sí representa una de sus funciones sustantivas; por ello es factible establecer un vínculo de beneficio inmediato con éstos.

A través de la ley, el ejercicio del periodismo de investigación se amplía y encuentra nuevos cauces; de ninguna forma limita al periodista en su búsqueda y contacto con fuentes informativas, por el contrario, le va desplegando un abanico más rico en posibilidades en la medida en la que va solicitando documentos y encuentra respuestas por parte del gobierno.

En lo que se refiere a la asimetría de información, ésta se corrige en el sentido de que posibilita la adquisición de documentos a cualquier medio de comunicación y va a estar en función del talento y capacidad de cada reportero, conseguir la información que le interesa.

Todavía nos hace falta mucho camino por recorrer en materia de acceso a la información. Sin embargo, casi cuatro años de plena vigencia de la ley, hemos sido testigos de un buen número de asuntos que diversos medios han investigado mediante el ejercicio de su derecho a conocer los actos del gobierno.

Medios y pluralidad

La democracia es, como lo señala Sartori, un régimen de disensos en los que hay una permanente tensión entre diferentes opiniones sobre la forma de administrar los asuntos públicos. Opinión pública no es sinónimo de unanimidad, es sinónimo de pluralidad. En una democracia conviven diversas corrientes de opinión, contrapuestas y hasta enfrentadas que compiten por la preeminencia en el imaginario colectivo en un momento histórico determinado. En este escenario, el único consenso que es condición imprescindible para la existencia y viabilidad de una democracia es el que tiene que construirse en torno a las reglas de la lucha política, cuya regla primaria “decide cómo decidir y establece un método de solución de conflictos”.i

Por ello, la lucha política en un régimen democrático se centra en la persuasión de la opinión pública; se pugna por incrementar la corriente de opinión pública en favor y contrarrestar la de los adversarios. Ahora bien, los medios están constituidos por hombres de carne y hueso que tienen intereses, afinidades, filias y fobias que, explícita o implícitamente, toman partido, en favor o en contra, de algún actor u organización política en particular. Afortunadamente, así como tenemos diversas y variadas ofertas políticas, existen medios con distintas afinidades y, de acuerdo con sus filias y fobias, se encargan de dar un seguimiento más cuidadoso y puntual a un actor u organización política en lo particular.

En México tenemos una larga tradición de pensadores, ensayistas, periodistas, caricaturistas, etcétera, que han dado vida y vitalidad a diversos y variados medios de comunicación y proyectos editoriales, defendiendo las trincheras más diversas y, hasta contrapuestas.ii

Medios y objetividad

Los medios generan e impulsan un particular tipo de análisis, una singular perspectiva e interpretación sobre los acontecimientos, acciones o declaraciones de los actores sociales y políticos de una determinada comunidad. Es muy difícil que un medio de comunicación y el equipo de trabajo que lo constituye sean totalmente imparciales y objetivos. Hay una suerte de imposibilidad epistemológica para ello.

iGiovanni Sartori, op. cit., p. 58.

iiDesde los medios se han expresado y defendido prácticamente posturas de todo el abanico ideológico: de izquierda y derecha, liberales y conservadores, católicos y socialistas, etcétera. De Regeneración de los hermanos Flores Magón a los periódicos editados por el Grupo El Norte de Monterrey; de El Ahuizote, su hijo y su nieto a los diarios y revistas editadas por el Grupo Editorial Multimedios; del Excélsior de Scherer que dio origen a Plural, a Proceso, a Vuelta, a Letras Libres, al unomásuno, para llegar a La Jornada; de Guadalupe Posada a Calderón, pasando por Naranjo y Magú; de Luis Cabrera, Jorge Cuesta y Daniel Cosío Villegas para llegar a los incontables analistas, articulistas, columnistas, comentaristas y especialistas que hoy pueblan las páginas de las más variadas publicaciones, y los incontables y variantes espacios radiofónicos y televisivos dedicados al debate público.

Al respecto Edmundo O’Gorman es claro cuando señala que “cualquier acto, si se le considera en sí mismo, es un acontecimiento que carece de sentido, un acontecimiento del que, por lo tanto, no podemos afirmar lo que es, es decir, un acontecimiento sin ser determinado. Para que lo tenga, para que podamos afirmar lo que es, es necesario postularle una intención o propósito. En el momento que hacemos eso, en efecto, el acto cobra sentido y podemos decir lo que es; le concedemos un ser entre otros posibles. A esto se llama una interpretación, de suerte que podemos concluir que interpretar un acto es dotarlo de un ser al postularle una intención”.i Y este ejercicio de interpretación es el que realizan los medios cuando seleccionan la información que consideran noticiosa, cuando la trabajan y le dan la característica que requiere para que sea publicada o transmitida por el propio medio, y cuando le otorgan un orden específico en el ejemplar de un determinado día o emisión.

La pérdida de control del Estado sobre los medios y los escándalos mediáticos que hemos vivido, han incrementado la confianza ciudadana en los propios medios. De acuerdo con un estudio de opinión realizado por Consulta Mitofsky en agosto de 2006, la credibilidad en los medios es de las más altas, con 7.2 en una escala de 0 a 10.

Bajo este telón de fondo, el principal reto para un periodista está, como bien lo ha señalado Kapuscinski, en lograr la excelencia en su calidad profesional y su contenido ético. El periodista, subraya, tiene el mismo objeto de siempre: informar. Hacer bien su trabajo para que el lector, el radioescucha, el televidente, pueda entender el mundo que lo rodea, para enterarlo, para enseñarle, para mostrarle.

Los medios y la borrachera democrática

Hay evidencias que permiten afirmar que en México se ha pasado de una utilización controlada y marginal de la comunicación durante el régimen de partido hegemónico, a una suerte de borrachera democrática. El concepto es del analista francés Alain Minc,ii que en 1995 publicó un ensayo con ese título. La hipótesis de Minc es que la democracia representativa, junto con los partidos políticos y las clases sociales, están siendo desplazados por los medios, la opinión pública –expresada en los sondeos de opinión– y los jueces. Es decir, el sistema de representación característico de la democracia electoral está siendo distorsionado por una democracia de opinión pública, demoscópica, misma que es cooptada por los medios de comunicación masivos.

Siguiendo la reflexión de Minc, en México se está instaurando un nuevo sistema que se parece a una monarquía moderada por los sondeos y las encuestas, en donde la figura del político se enfrenta todos los días a la opinión encarnada en los sondeos. Y los sondeos, como señala Bernard Marín, rebajan el costo, el esfuerzo de la participación política: contestar una encuesta exige menos sacrificios que la antigua militancia, ocupa menos tiempo que las manifestaciones, supone menos renuncias personales que la participación en la vida pública. La participación a través de los sondeos se corresponde “con los criterios de una sociedad hedonista e individualista”.iii

Los medios y los sondeos también han cambiado las estrategias, tiempos y formas de la acción y negociación política. En primer lugar, al menor descuido de los actores políticos, determinan agenda, tiempos y ritmos del debate público. Introducen los temas, muchas veces mediante escándalos, en los que la ciudadanía habrá de centrar su atención. Imponen los ritmos en la atención de los conflictos. Su necesidad de llenar sus propios espacios mañana, tarde y noche los lleva a atosigar todo el tiempo a los políticos y a acelerar todos los procesos de acción y negociación política, a costa de los propios resultados.

Asimismo, la vida pública de políticos pareciera depender de su respectivo ranking en las encuestas. Su estrategia política se concentra en encontrar la forma de subir puntos, en cómo mantener su nivel o cómo consolidar sus cuotas de popularidad. Su horizonte termina por adecuarse a los límites del tiempo que transcurre entre dos sondeos, las gestiones ya no son sexenales sino trimestrales, mensuales o semanales; sus discursos y actos se “ciñen a la búsqueda del mayor impacto sobre las encuestas y sus pensamientos, a los gestos más eficaces de cara a ellos”.iv Por ello, los destinatarios principales de las acciones y discursos de los políticos son los medios. El eslogan reemplaza al programa, la imagen a la personalidad, el estilo al carácter.

A nivel de gobierno, las distorsiones derivadas de la democracia demoscópica han sido más graves todavía porque en muchas ocasiones se ha sobreestimado la importancia de la comunicación y subestimado el papel de la acción, la negociación y la operación propiamente política.

Seguiremos en la borrachera democrática y, como sucede con todas las fiestas, algunas personas se sentirán motivadas a participar por todos los escándalos que ven, oyen y leen, y otras se sentirán con ganas de olvidarse del asunto.

La democracia, escribió Sartori, no requiere de sabios ni de un público cultivado, sino de una ciudadanía suficientemente informada. Hoy, los medios juegan un papel fundamental en la consolidación, o no, de nuestra incipiente vida democrática.

iEdmundo O’Gorman, La invención de América, México, FCE, 1977, p. 43.

iiAlain Minc, La borrachera democrática. El nuevo poder de la opinión pública, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1995.

iiiAlain Minc, op. cit., p. 25

ivIbidem, pp. 26-27.

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