jueves 25 abril 2024

Cuando el periodista es juez

por etcétera

 

El experto argentino, Esteban Rodríguez, abogado, maestro y director del programa de extensión universitaria “El derecho a tener derechos” de la Universidad Nacional de La Plata, autor de varios libros sobre derecho, señala en Justicia mediática. Las formas del espectáculo, que no sólo de un lado se ha asumido ser “el otro”:

 

“Se trata […] de un modelo particular de investigación en que los conflictos son definidos, enjuiciados y hasta castigados periodísticamente. Se han confundido los roles y superpuesto las expectativas entre la justicia y la prensa. Vemos cómo los medios se arrogan ciertas funciones que antes permanecían petrificadas en los tribunales; pero cómo, también, los magistrados se pasean cómodamente por la televisión para decir aquello que ni siquiera se atreverían a balbucear en el expediente judicial. Se han trastocado las relaciones entre la justicia (Estado) y los medios masivos de comunicación (periodismo términos antes escindidos, que se disponían en función de determinado sentido, se desacomodan de sus enlaces para reacomodarse en el terreno ambiguo que postula el uso de la técnica. Justicia Estatal y justicia mediática, decíamos, son prácticas diferentes que utilizan parecidas estrategias. Cada una postulándose como alternativa de la otra. Cada una complementando a la otra. Cada una cuestionando a la otra, interpelándola, presionándole”.

 

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Por supuesto, las decisiones mediáticas condenatorias no solamente se emplean en los terrenos jurídicos. Quien muchas veces habló de la importancia de la autocrítica, Manuel Buendía, exclamaba en un seminario de periodismo en agosto de 1977, texto incluido en el libro Ejercicio periodístico:

 

 

“Aparte de otros pecados menores, ¿acaso no solemos comportarnos con demasiada arrogancia, al extremo de erigirnos en fiscales, jurados, jueces y verdugos, todo a un tiempo, de personajes de nuestra vida pública? Juicio y sentencia, entre comillas, en los que no se ha querido ver más que un solo aspecto de la cuestión y esto, con frecuencia, sin el tiempo suficiente de reflexión, y sin ofrecer alternativas a los lectores, como si estos, según en el decreto imperial, no tuvieran otra posibilidad que la de leer y obedecer. Juicios en los que, además, esplende la muy decente máxima de que todo el mundo es culpable, hasta en tanto demuestre su inocencia… si es que el columnista y el periodista le dan oportunidad de hacerlo”.

 

 

Quien también fuera profesor en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, insiste y martilla:

 

“¿Qué ley, qué convención, qué asamblea soberana nos ha conferido potestad de otorgar, con magnifica suficiencia, los salvoconductos imprescriptibles que inapelables pliegos de mortaja a funcionarios, dirigentes políticos o sindicales, empresas e instituciones? ¿Cuántos periódicos conceden al ofendido por una columna el mismo privilegiado espacio para expresar sus inconformidades o rectificaciones?”.

 

Muchos medios guardarían silencio ante estas preguntas. Está claro que el periodista no puede ser objetivo en tanto es un sujeto quien selecciona la información; lo que se pretende es que sea imparcial; por ello se critica a quien no lo es; a los que practican el llamado género de opinión y usan como ariete el rumor, la calumnia, la invectiva, la injuria y hasta la invención o el falseamiento de información para lograr su objetivo. No es ético que un periodista tome partido, eso lo convierte en un propagandista; son los jueces los que sentencian y condenan. Existe gran impunidad en los medios porque las leyes son muy elásticas contra el periodismo por una errónea corrección política; sólo queda la ética y la autorregulación.

 

El periodista busca la verdad, entiéndase como se quiera, pero bajo reglas específicas; ese el verdadero poder, como señaló el escritor y periodista italiano Leonardo Sciascia: “El poder de la verdad existe, se puede también ejercer así”. Aunque así haya ocurrido en ciertos casos, el periodismo no existe para tumbar gobiernos, sino mostrar sus excesos o sus fallas. Es un deber sustentar su investigación en fuente confiables, testimonios, y verificar esos datos; esas pruebas son su “denuncia”. Volvemos a Sciascia:

 

“El periodismo es como un juzgado de primera instancia donde tienen valor los hechos. En cambio, actualmente, se practica un periodismo como de casación [anulación de una sentencia], de última instancia, donde los hechos desaparecen, lo que los abogados llaman la materia desparece, y sólo existe la forma”. (Citado por Federico Campbell en su libro Periodismo escrito).

 

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