miércoles 17 abril 2024

Cinco criterios, cinco

por Mario A. Campos

¿El problema de los medios públicos? Su irrelevancia. Durante diez años he realizado periodismo, consultoría política, relaciones públicas y análisis de medios, y en todo este tiempo nunca he sabido de una gran historia que naciera desde un medio público.

El problema no es cosa menor. Cuando se habla de medios, dicen diversos autores, se piensa en dos objetivos: lucrar e influir. Liberados, al menos parcialmente del primero, los medios públicos no deberían renunciar al segundo; sin embargo, están lejos de cumplirlo.

Colocados en una especie de liga de segunda, los espacios informativos de los medios públicos se encuentran encerrados en sí mismos, desligados del resto del campo mediático. ¿La consecuencia? Actores políticos que no responden a sus contenidos y medios privados que no retoman sus notas.

Propongo revisar algunos de los criterios que convierten a un medio en un espacio influyente.

1. El perfil del emisor (¿De parte de quién?). La pregunta resulta obligada al momento de valorar una noticia: ¿quién la dice? La respuesta nos lleva al juego de las definiciones. Si el diario se identifica con un sector empresarial, la noticia adquiere un sentido; distinto, naturalmente, cuando el emisor es un medio ligado a la clase política de izquierda. Este criterio encuentra réplica en aquellos espacios que apuestan a la pluralidad como el sello y la principal oferta de la casa. Dicho lo anterior, resulta pertinente recorrer la oferta actual para encontrar cuáles son los espacios que presentan un atractivo especial por el mensaje que ofrecen.

2. La personalidad del emisor. Los medios son cada vez más -si es que alguna vez fueron otra cosa- una cuestión de personajes. Principio que rige con claridad los espacios privados, y que se presenta como la antítesis de los medios públicos. Hagamos un ejercicio: ¿cuántos nombres de titulares de espacios de medios públicos somos capaces de recordar? Quien logre mencionar más de tres merece un reconocimiento. Quizá sea la falta de presupuesto, tal vez sea la falta de visión, lo cierto es que la apuesta por impulsar una imagen institucional por encima de personas concretas dificulta el posicionamiento de cualquier proyecto desde los medios públicos.

3. El perfil y el tamaño de la audiencia. Si te leen, escuchan o miran millones de personas cada día, la influencia es innegable. El problema empieza cuando los que te miran son pocos y la pregunta deja de ser “cuántos” para enfocarse en “quiénes”. ¿Quiénes forman la audiencia de los medios públicos? Interrogante que nos lleva a preguntarnos si el perfil de quienes los ven corresponde al que debería de verlos. La respuesta la darán los expertos en este sector. Por ahora, todo parece indicar que algo está fallando en la construcción de los contenidos que no logra reunir la masa crítica necesaria para convertirse en influyentes.

4. El proyecto detrás del proyecto. “Pensar un periódico -dijo alguna vez Pablo Hiriart- es pensar un proyecto de país”. La claridad de esa sentencia le permitió dirigir un periódico que durante una década defendió una visión del ejercicio de gobierno en la capital. El diario La Crónica que dirigió Pablo Hiriart fue -a mi juicio- un proyecto político aterrizado en un ejercicio periodístico, tan riguroso que en no pocas ocasiones marcó la agenda de espacios mucho más influyentes tanto por su tiraje como por el perfil de sus lectores.

5. Los efectos de la difusión. Las notas, en el mejor de los casos, nacen y cuando no, se crean. Esta frase entendida en el mejor de los sentidos, permite explicar cómo los medios privados realizan su trabajo en función de las reacciones que buscan generar en el resto de los actores que forman parte del espacio público. Se da un golpe, se buscan reacciones, se colocan preguntas en los chacaleos, y se acompaña a la información desde que nace hasta que muere. Y en ese proceso, se gana influencia.

Cinco criterios que no pretenden agotar el tema, sino invitar a la reflexión sobre cuáles de estos conceptos arropan el trabajo periodístico de los medios públicos.

La tarea no es sencilla ni gratuita: promoverse, conocer la audiencia o mantener a un reportero enfocado en un tema durante varias semanas son lujos para los presupuestos de estos medios. Por eso, esta reflexión no busca demeritar el trabajo -en ocasiones heroico- que se realiza en muchos espacios, sino llamar la atención sobre algunas de las variables que hacen que ese valioso ejercicio quede muchas veces atrapado en el peor de los mundos, el de lo irrelevante.

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